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La memoria del aire
 
 

Walter Lingán y una novela que enmudece
por Winston Orrillo
orrillowinston@gmail.com

 

NiPerdónNiOlvido, SoloJusticia” palabras que abren el libro, así como el magnífico epigrafe del gran José Saramago: “Benditos sean los que eligieron la sedición porque de ellos será el reino de la Tierra”, devienen en los faros que nos guían en los oscuros meandros de El espanto enmudeció los sueños, impactante, imprescindible novela de Walter Lingán, que nos conduce por los vericuetos del reciente y ensangrentado Perú de las postrimerías del gobierno del felón Morales Bermúdez, que empezó a trastabillarse con el exitoso Paro Nacional del 19 de Julio, y luego por los desgobiernos posteriores, a los cuales se pinta desde el punto de vista de una crítica de la narrativa de óptica popular, perfectamente plausible.

El autor es médico de profesión, natural de la heroica Cajamarca (San Miguel de Pallaques) pero con una obra narrativa consolidada en tres novelas Un puñadito de sol, Lima, 1993. El lado oscuro de Magdalena, Trujillo, 1996. Un pez en el ojo de la noche, Lima, 2009; y los libros de cuentos Los tocadores de la pocoelipsis. León, España, 1999.La danza de la viuda negra, Lima, 2001 y 2008. Oigo bajo tu pie el humo de la locomotora. Edición bilingüe. Bonn, Alemania, 2005 y La ingeniosa muerte de Malena, Lima, 2009. Él reside en Colonia, Alemania, desde 1982, y colabora, habitualmente, en la revista ILA, de Bonn, así como es coordinador de la realización mensual de la Tertulia Literaria La Ambulante.

La presente novela tiene pátinas dilaceradas, de las que se desprende, fácilmente, su título: la barbarie del fujimontesinismo y demás lacras que hemos realmente vivido, originan una especie de “viaje hasta el fin de la noche” (recordemos a Louis Ferdinand Celine) que fue, y es, en muchos casos, aún, la existencia en nuestra dolorosa (Martí dixit) república oscura.

El libro se lee rápidamente porque los sucesos allí descriptos han sido o son parte de nuestras vivencias, y, además, el autor usa un lenguaje sápido que emplea la óptica del barrio, de lo genuinamente popular. Habla, v.gr., de Fujimori: “..y sabes también lo que es vivir en un lugar como los Barrios Altos. Y en ese barrio sin querer queriendo, aprendiste algunas mañas, sin dudas el barrio dejó sus huellas, te acriolló un poco, por eso decías que no eras `un caído del palto´. ¿Y quién en la Victoria, en el Barrio donde yo viví o en los Barrios Altos no se acriolla, no se achora para poder sobrevivir? Hay que ser moscas, saberlas todas, pasar piola de acuerdo a las circunstancias, ser vivo, astuto, sapazo, agresivo, saber jugárselas, pero suave Camay, con estilo carretitas…”Por eso, Albertito, eso de hacerte el inocente no te lo cree nadie. Tú estabas al tanto de todo, sabías muy bien cómo se cocinó el estofado (el subrayado es nuestro). La creación de grupos militares clandestinos…eran de tu total consentimiento. Tus Generales bailaban en una pata pues tenían todo el apoyo del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, o sea, de su chinito que no se casaba con nadie. Tu General Victorioso, Nicolás Hermoza Ríos, ni corto ni perezoso, llamó al Capitán de la Guerra Sicológica, le ordenó que junte a soldados de su confianza y forme todos los grupos clandestinos que sean necesarios para cazar terroristas y darles vuelta. Así dizque nació el Grupo Colina, que empezó a matar a diestra y siniestra a todo sospechoso de guerra popular…”

Las partes líricas de la obra son aquellas en que el protagonista (encarcelado) evoca a su familia, como ésta en la que habla de: “Mi hermana comenta que se espera justicia y sigue escribiendo poemas que hablan de amor y de guerra, del espanto que enmudece los sueños (una paráfrasis del título de la novela: el subrayado es nuestro). Y mamá exclamó que ya no se sabe dónde diablos se encuentra la justicia, cada vez está más esquiva y no hay cuándo llegue. Cantutita, hermosa flor de La Nación. Flor de Cantuta, hermoso nombre para una Universidad, Nuevos alumnos pueblan hoy las aulas de la Universidad La Cantuta y aprenden que ser maestro en La Nación es una forma muy hermosa de morir…” (el subrayado es nuestro).

Tremenda, terrible afirmación que nos da el calibre exacto de esta estremecedora novela que yo pondría como sine quan nom para el llamado Plan Lector, porque no ha pasado mucho tiempo de lo que se narra aquí, y

Walter Lingán

eso no deben dejar de saberlo las nuevas generaciones. V.gr.: “A partir de esa fecha, Albertito, las tropelías de tus aliados son innumerables, indescriptibles, salvajes e irrefrenables. Todo el mundo las conoce y hacen sonrojar a los más sádicos. Tú dabas el visto bueno, la venia política, el General Victorioso, Nicolás Hermoza y El espía imperfecto (Montesinos) alimentaban al Capitán de la guerra clandestina con la guita del narcotráfico. Convirtieron a la nación en un inmenso matadero…” (el subrayado es nuestro).

Y, por eso, el siguiente párrafo entra ya, de lleno, en el título de la novela que reseñamos: “Y el espanto enmudeció los sueños" (subrayado nuestro), Albertito, los caballos del Apocalipsis se desbocaron por las calles de La Ciudad…”

Pero la perspectiva del análisis político de Lingán es precisa: “Los gringos de los yunaites también contribuyeron con el fin del mundo. No le convenía a Gringolandia tener en la región a un país jaqueado por la demencia maoísta, se les iba al diablo su nuevo programa neoliberal, no, pues, eso ni de vainas lo iban a permitir. Así nomás, Albertito, como quien no quiere, solapa nomás, metías la yuca de los ajustes a un pueblo que se moría de hambre, pero felices con su chinito que sin asco daba vuelta a los terroristas…” (nótese el desenfado del lenguaje que emplea el autor).

Repárese en por qué insistimos en que la novela presente, aparte de su brillantez narrativa, de su lenguaje “familiar”-en donde no faltan toques de humor, especialmente, el llamado “negro”- es una constante, sucesiva, permanente prédica salutífera para desempolvar la mente de los obnubilados o confundidos, de continuo, por la desinformación massmediática, realmente existente (y que, en estos precisos momentos, se da en el caso de la República Bolivariana de Venezuela).

Concluyamos esta lectura y comentario por la bendita tiranía del espacio (porque nosotros propugnamos que libros como el de Walter Lingán, ganan mucho más en la relectura en la que gozaremos, asimismo, con otros personajes como Alan Babá y sus cuarenta ladrones y el felipillo Toledo, el cholo de acero “indestructible": ambos visceralmente desmitificados)-

“Los gringos diciendo decían en La Nación El forajido oriental y El espía imperfecto eran unos hijos de puta, sus predilectos hijos de puta y alentaban la guerra de baja intensidad para salvar su capital, para defender sus intereses”,

Ah, pero poesía no falta en medio de las anfractuosas páginas de esta novela, como cuando el autor escribe: “Me veo tomando las armas de la ternura y, convertido en Cupido armado, avanzar palmo a palmo por los valles de tu cuerpo encendido”.

Como se ve, al autor no se le escapa nada: claro que el gran angular está en la perspectiva política y sus vericuetos siempre presentes.

Winston Orrillo
orrillowinston@gmail.com

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