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Alberto Benavides: poesía, filosofía, arte de vivir
por Winston Orrillo
orrillowinston@gmail.com

 

Con un título enigmático –Alto espionaje. Hatun Chapatiyay- aparece, en edición bilingüe, español quechua, en traducción de José Antonio Sulca Effio, un nuevo libro del poeta, filósofo, ensayista y casi anacoreta, Alberto Benavides Ganoza, en la ya reputada Biblioteca Abraham Valdelomar, que funciona en Huacachina.

El volumen tiene sesenta y tres poemas, con sus respectivas traducciones, y en él se transparenta la mirada de Benavides hacia lo trasvisible, su bella consubstanciación con lo trascendente y, sobre todo, su culto –ritual, diríamos- hacia el reino de la vida insobornable, diáfana, poliédrica.

Para ejemplificar lo anterior, leamos el poema XXXIII: “Arbolito te sembré/ te puse en tierra;/ tenías apenas 30 centímetros./ Han pasado unos 10 años./ Ahora estoy a tu sombra/ y te yergues/ como un sacerdote de mi religión/ celebrando la vida

Puro panteísmo, entrañable hundirse en la urdimbre de lo auténtico: “Prueba de la existencia de Dios:/ todavía hay picaflores en Miraflores”.

Aquí, además, emerge otro elemento sui generis de su poetizar: el uso suave del humor, como elemento que nos convierte –es un peligro- en adictos a su estilo, perfectamente transparente en el siguiente texto (XXII) “Mi sombrero de paja toquilla/ de Celendín/ me parece una cosa tan perfecta/ que me pregunto: si lo siembro/ de repente nace/ un árbol de sombreros.

 

Como en Casa: Entrevista a Alberto Benavides Ganoza Soltv Canal

 

¿Verdad que es todo un hallazgo? Sigamos, pues: (XXXI) “De las ciudades/ muchas cosas aprecio/ pero solo una/ me colma de dicha/ como a un niño:/ el camino de salida

Apreciamos, sin duda, la media sonrisa de J.J.Rousseau.

Lo más importante en la poética de Alberto Benavides Ganoza, es que ha hallado un lenguaje, un modo de expresarse, que podríamos, directamente, llamarlo suyo:

XXXI “Una sombra nueva, qué maravilla/ un árbol que florece en el planeta/ porque pusiste en tierra una semilla:/ mira bien que es simple la receta”.

La simpleza del pensamiento poético oriental, la buida forma de penetrar allende la urdimbre de lo cotidiano, distinguen a este bardo, cuya obra se halla no igualmente repartida entre el ensayo filosófico, el opúsculo medio todista y, en general, la obra intelectual integérrima y paradigmática.

Y volvemos a lo ya tratado sobre ese humor sui generis de nuestro autor, el mismo que impide que se le acuse de filosofarlo todo, de poetizar el universo: porque estos versos, sencillos, directos de un lenguaje que parece esa agua de manantial cada vez más escasa, merecen figurar en cualesquiera de las antologías de poesía que se hacen acá y acullá.

Pero él no anda en esto, en la inelegante búsqueda del elogio, de la figuración en eso que Vallejo llamaba la carrera de caballos de la fama: allí está la figura sencilla de Alberto Benavides Ganoza, y sus poemas que cantan y encantan.

Oración por la buena muerte (poema XVIX)”Como en la vida,/ he sido un poco tristón,/ te pido Señor/ morir con alegría”

Cantor y agricultor, nuestro lirida cultiva la tierra en una pequeña estancia, Samaca, desde donde proyecta, precisamente, la Biblioteca Abraham Valdelomar, (el más ilustre de los iqueños, el inolvidable Conde de Lemos) que publica un florilegio de obras que la literatura nacional –e internacional- nunca podrá alabar en demasía.

Pero veamos algo escrito por él sobre su nerudiana “residencia en la tierra”:

XXXIV “Y hasta el día en que se caiga el mundo/ será claro: vi esta agua nueva/ regando Samaca y la luz/ y la paz de este paisaje./ Lo únicoiotro que había, Camila,/ era recordarte”.

Y, por fin, llegamos a una de sus más personales poéticas (tiene varias): léanla y tocarán al hombre (Walt Whitman dixit): Poema XVIV: “Mucho/ más poético/ que un poema/ es plantar/ un ábol”

Nuestro bisabuelo William Shakespeare ya lo escribió: “The rest is silence

Winston Orrillo
orrillowinston@gmail.com

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