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El romanticismo en Hispanoamérica. Vida y obra de Domingo Faustino Sarmiento y Jorge Isaacs.
Rolando José Ochoa Torres    
rochoa@infomed.sld.cu
 

Resumen
Introducción
Domingo Faustino Sarmiento 
Jorge Isaacs 
Conclusiones
Bibliografía

Resumen

El romanticismo se contrapone a la tradición establecida en los siglos XVIII y XIX, exaltando la naturaleza, la belleza y el espíritu de rebeldía del hombre. En Hispanoamérica encuentra un terreno fértil en las repúblicas entonces recién surgidas, enriqueciéndose con el patriotismo y el análisis histórico de la sociedad. Entre sus figuras cimeras se destacan Domingo Faustino Sarmiento, figura polémica pero que nos legó, entre otras novelas, “Civilización y barbarie: Vida de Juan Facundo Quiroga”, en la que se describe las gentes, cultura, historia y política en el entorno de una Argentina aún dando sus primeros pasos como nación. Jorge Isaacs nos legó su única novela “María”, una de las más destacadas del romanticismo hispanoamericano, que recrea, como contraste, la vida americana en un entorno romántico y triste, pero que también descansa en nuestras raíces. El romanticismo se constituye en el principal movimiento literario durante el siglo XIX hispanoamericano.  

Introducción

Frente al racionalismo ilustrado y positivista que imperaba en la Europa del siglo XVIII, el romanticismo surgió, arrollador y vital, como un movimiento de exaltación del hombre, la naturaleza y la belleza, y como expresión del espíritu de rebeldía, libertad e independencia que dominó todas las áreas del pensamiento y la creación artística a lo largo de la segunda mitad del siglo XVIII y primera del siglo XIX.

El uso de la palabra romántico se remonta al siglo XVII, época en que en Francia e Inglaterra, se aplicaba determinado tipo de creación poética, heredera de los romances medievales y de los cuentos y baladas que florecieron en la Europa meridional durante los siglos XVI y XVII. La fascinación por lo misterioso y sobrenatural y la atmósfera de fantasía y heroísmo que dominaban estas composiciones enriquecieron el ámbito semántico del término que, símbolo de la nueva estética, encontró sus primeras manifestaciones, eminentemente literarias, en los movimientos prerrománticos británicos y alemanes de fines del siglo XVIII, para alcanzar su máxima plenitud en toda Europa iniciado ya el siglo siguiente (Romanticismo Literario, 2007, Enrique Anderson, 2003).

El romanticismo fue una reacción frente a la tradición establecida; propugnaba la emancipación del individuo, cuyos rasgos particulares parecían correr el peligro de disolverse en la colectivización social creciente. Lo subjetivo, lo irracional y lo imaginativo empezaron a abrirse paso en un movimiento que planteó un giro total hacia lo humano, la naturaleza y la belleza inalcanzable, ideal y sublime. Los artistas románticos buscaron una huida de la realidad circundante, en busca de los territorios menos explorados, dando rienda suelta a la fantasía, la emoción y el encuentro con la naturaleza y la historia.

La literatura hispanoamericana se hace romántica por influjo de Europa. El 9 de diciembre de 1824 se libra la batalla de Ayacucho, que señala el fin de las guerras de independencia y, por ende, de la dominación española, y del establecimiento de las repúblicas. Los territorios que España poseía en América, excepto Puerto Rico y Cuba, nacen a la vida libre y se definen desde el punto de vista histórico, social y natural (Romanticismo Literario, 2007, Enrique Anderson, 2003).

El romanticismo, primer movimiento literario en la vida libre del Nuevo Mundo, llega a América a través de dos vías:

- La del Atlántico, con el escritor argentino Esteban Echeverría (1805-1851) al regresar de París en 1830.

- La del Pacífico, con los españoles Fernando Velarde (1821-1880) y José Joaquín de Mora (1782-1864).

Los poemas La Cautiva, Elvira o La Novia del Plata y el relato El Matadero, de Echeverría, son considerados las primeras expresiones románticas importantes en el continente. Las notas esenciales del movimiento originario; la libertad, el gusto por el pasado, lo legendario y lo exótico, la exaltación del yo y el sentimiento, se registran también en su versión hispanoamericana, pero ésta acentúa las notas del patriotismo, la tendencia historicista y las actitudes humanitarias del romanticismo social. La poesía, el teatro, la novela, el ensayo, el artículo de costumbres y la leyenda son las formas literarias más abundantes del romanticismo y bien puede decirse que el movimiento es responsable del auge que goza la novela y de su afianzamiento como género (Encarta, 2005, Enrique Anderson, 2003).

En verdad, la cronología del romanticismo prueba que su presencia fue larga y que alcanzó para cubrir dos o más generaciones; incluso, cuando aparecen tendencias de signo opuesto en el campo de la prosa, el espíritu romántico se resiste a desaparecer y se metamorfosea bajo distintas apariencias que le insuflan nueva vida e incluso le permiten alcanzar su verdadera grandeza. Ejemplos de eso son las tradiciones de Ricardo Palma y la poesía gauchesca, que no son formas ortodoxas del romanticismo pero sí reflejos o síntesis americanas de su espíritu. El romanticismo estimuló además la identidad o conciencia colectiva de cada comunidad hispanoamericana y dio origen al concepto de literatura nacional que, unida a teorías de raíz positivista, orientaron los estudios literarios hasta entrado el siglo XX. En una palabra, el romanticismo es el fenómeno capital de la literatura continental en el siglo XIX. Para justificar esa afirmación, bastaría mencionar a María de Jorge Isaacs, la novela más representativa de este período y otras obras de máxima importancia como el Facundo de Domingo Faustino Sarmiento, la poesía de Gertrudis Gómez de Avellaneda y Víctor Andrade, la novela antiesclavista Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde y los ensayos políticos de Juan Montalvo, entre otros (Romanticismo Literario, 2007, Encarta, 2005, Enrique Anderson, 2003).

Desarrollo  

Domingo Faustino Sarmiento

(1811-1888), político, pedagogo y escritor argentino, presidente de la República (1868-1874), fue una de las personalidades sudamericanas más ilustres del siglo XIX. Nacido el 15 de febrero de 1811 era hijo de un soldado que combatiría a las órdenes del general José de San Martín. Tuvo una formación fundamentalmente autodidacta, pues académicamente no pasó de la enseñanza primaria. En la guerra civil que asoló a las Provincias Unidas del Río de la Plata combatió en el bando liberal. En 1831, durante el primer gobierno bonaerense ejercido por Juan Manuel de Rosas, marchó exiliado a Chile, donde trabajó como capataz en una mina y como profesor.

Regresó enfermo en 1836 a su ciudad natal y continuó ejerciendo la enseñanza hasta que en 1840, tras ser hecho preso a causa de su oposición a la dictadura de Rosas, se exilió de nuevo en Chile, para fijar su residencia un año más tarde en Santiago. En esa ciudad inició su labor periodística. En 1842 fundó El Progreso y fue nombrado primer director de la Escuela Nacional de Preceptores. En 1843 apareció su obra titulada Mi defensa, presentó su Memoria sobre ortografía americana (publicada años más tarde) y un año después se publicó La conciencia de un niño. Desde el 2 de mayo de 1845 comenzó a aparecer en El Progreso su Civilización y barbarie: Vida de Juan Facundo Quiroga, un apasionado ataque contra el régimen de Rosas, a la vez que ensayo sociológico novelado, que se ha convertido en un clásico de la literatura argentina e hispanoamericana en general y de la creación literaria del romanticismo. Publicó Vida de Aldao en 1845 y en el mismo año Método gradual de enseñar a leer el castellano.

El gobierno chileno le envió en octubre de ese año a Europa, al norte de África y a Norteamérica para estudiar sus sistemas educativos y la aplicación del colonialismo occidental, experiencia de la que se valió para la publicación de su obra Viajes por Europa, África y América, 1845-1847. Tras permanecer en Uruguay y Brasil llegó en mayo de 1846 a Francia, desde donde viajó a Argelia, Italia y otros países europeos, Estados Unidos y Canadá antes de regresar a Chile en febrero de 1848.

Tres años después se unió a Justo José de Urquiza en su lucha contra Rosas y en febrero de 1852 participó en la batalla de Caseros que supuso la definitiva caída del dictador bonaerense. En 1855 regresó a su país y se instaló en la ciudad de Buenos Aires, donde ejerció como redactor jefe del diario El Nacional y como profesor de Derecho Constitucional en la Universidad Nacional. Concejal y senador de Buenos Aires. Durante estos años publica Argirópolis, 1850, Recuerdos de provincia, 1850; Campaña del Ejército Grande, 1852, Las ciento y una, 1853; Comentario a la Constitución de la Confederación Argentina, 1853 y Memoria sobre educación común, 1856. En 1859 participó en la convención constituyente que en 1860 reformó la constitución de 1853 para declarar a la provincia de Buenos Aires parte integrante de la Confederación Argentina. Desde 1862 hasta 1864 fue gobernador de la provincia de San Juan.

Ministro plenipotenciario argentino en Estados Unidos desde 1865 hasta 1868, regresó a Buenos Aires en agosto de ese año y tras vencer a Bartolomé Mitre fue elegido presidente de la República, cargo que comenzó a desempeñar el 12 de octubre siguiente. Su administración fue enérgica y progresista, extendió el comercio, mejoró el transporte, favoreció la inmigración, codificó el Derecho Civil y fomentó la enseñanza como medio indispensable de lograr el desarrollo del país. Todo ello tuvo lugar al tiempo que debía enfrentarse a los problemas relacionados con el asesinato de Urquiza en 1870 y con la rebelión de Ricardo López Jordán en Entre Ríos desde 1870 hasta 1873. Su actitud negativa ante los aborígenes a los que consideraba inferiores y su crítica descarnada hacia las provincias más atrasadas lo convierten en una figura polémica. El 12 de octubre de 1874 finalizó su mandato y fue sucedido por Nicolás Avellaneda, que había sido ministro suyo.

Elegido senador en 1875, y nombrado director general de Escuelas de la provincia de Buenos Aires ese mismo año, reorganizó el sistema escolar. En 1879 se convirtió en ministro del interior del gabinete presidido por Avellaneda, cargo que ejerció durante sólo un mes. Dedicado fundamentalmente a la labor periodística, entre sus últimos escritos destacan Conflictos y armonías de las razas en América (1883) y La vida de Dominguito (una biografía de su hijastro que apareció en 1886), así como numerosos ensayos dedicados a la educación. Falleció el 11 de septiembre de 1888 en la ciudad paraguaya de Asunción, a donde se había dirigido con el objeto de preparar un proyecto educativo para ese país, y fue enterrado en Buenos Aires.

En 1947 la Conferencia Interamericana de Educación, reunida en Panamá, estableció como Día Panamericano del Maestro al 11 de septiembre en homenaje al fallecimiento de Sarmiento considerando que “ninguna fecha es más oportuna para celebrar el día del maestro que el 11 de septiembre, día en que pasó a la inmortalidad Domingo Faustino Sarmiento” (Romanticismo Literario, 2007, Encarta, 2005, Enrique Anderson, 2003, José Babini, 2002, Leslie Bethel 1991).

En Civilización y barbarie: Vida de Juan Facundo Quiroga, su obra más paradigmática, el escritor argentino Domingo Faustino Sarmiento presentó un inteligente y moderno estudio interpretativo global y comprensivo de su nación, su territorio, su gente, su historia, su situación política. La obra consta de tres partes. La primera parte del libro está formada por cuatro capítulos que describen el territorio nacional, su gente, su cultura y la historia independiente de su patria. Estos primeros capítulos resultaron sumamente influyentes en el posterior desarrollo de la literatura y la cultura argentina. La segunda parte es la biografía del caudillo "bárbaro" de la provincia de La Rioja Facundo Quiroga, que Sarmiento transforma en un estudio de la barbarie, y la tercera el programa político liberal con el que se identificaban Sarmiento y sus compañeros de la Generación del 37, entre ellos Bartolomé Mitre, Esteban Echeverría, Juan B. Alberdi, Vicente F. López y José Mármol.

El Facundo propuso una tesis amplia de interpretación, de base sociológica, del hombre americano. Sarmiento dividió el desarrollo social nacional en dos etapas, "civilización" y "barbarie". El hombre, según su visión, evolucionaba de lo más simple a lo más complejo. En su estadio más simple el hombre era un ser "salvaje" y en su estadio más complejo debía alcanzar el estado de "civilización". La "barbarie" era un estadio intermedio de desarrollo, desde el cual el hombre podía retroceder al salvajismo o progresar a la civilización. Los representantes de la barbarie en Argentina eran los gauchos y los caudillos. En el territorio nacional había también seres "salvajes": los indígenas que habitaban y dominaban el extenso territorio sur del país, pero Sarmiento, desde su perspectiva política, no los consideraba integrantes legítimos de la nación.

La Argentina estaba en una situación de crisis. Era un país desequilibrado. La mayor parte de sus habitantes vivían diseminados en una gran extensión de territorio muy poco poblado y constituían una sociedad rural. Sarmiento muestra, en los primeros capítulos del libro, cómo se forma un tipo humano único, resultado de la naturaleza del país, su gran extensión, sus características geográficas. Este tipo humano era un paisano adaptado a la vida inhóspita y difícil de las llanuras y los montes; el gaucho. La soledad del territorio, la falta de población, hacía imposible, consideraba Sarmiento, la vida civilizada. En su concepto, civilización equivalía a vida urbana moderna, y barbarie, a vida rural primitiva. Solamente la vida urbana moderna, tal como se daba en Europa Occidental y en Norteamérica, podía ser foco de la civilización. Gracias a la concentración urbana el ser humano podía acceder a una educación común popular, democrática y relacionarse con los otros hombres, formarse sus propias ideas y tomar decisiones políticas responsables.

Para Sarmiento el ser civilizado debía ser un ciudadano educado, vivir en sociedad, y luchar por sus ideales, tal como él mismo lo hacía en su propia vida. Partiendo de estas ideas, hace en el Facundo el diagnóstico de los males argentinos. Para fomentar este tipo de hombre, educado en las modernas disciplinas del saber europeo: las ciencias, las humanidades, las artes, la literatura, la historia, había que crear la sociedad liberal que, en 1845, con el tirano Rosas en el poder, no existía en Argentina. El sector liberal, que había alcanzado el poder durante el gobierno unitario de Bernardino Rivadavia, el primer presidente en 1826, sufría en esos momentos un acoso constante. El tirano había hecho votar al pueblo en plebiscito, exigiéndole se le concedieran poderes especiales, que equivalía a un renunciamiento de los derechos políticos de la ciudadanía en favor del gobernador y su elevación a la tiranía absoluta, a la concentración de todos los poderes del Estado en sus manos, eliminando la división de poderes y la contención de unos poderes por otros.

Sarmiento analiza las causas profundas del fracaso liberal: entiende que Facundo, Rosas y el caudillismo eran consecuencia de la desintegración social argentina que los había precedido y hacía imposible una organización política democrática y liberal. El gaucho era el ser semisocializado, emergente de las condiciones anómalas, atípicas, de la sociedad nacional. La evolución social e histórica argentina, eventualmente, conduciría a la superación de la barbarie y de su producto humano, el gaucho. Si Sarmiento es terminante al considerar al gaucho como producto de la sociedad bárbara, no por eso deja de reconocer en el gaucho múltiples cualidades, que darían mejores frutos una vez que éste se civilizara, es decir evolucionara, transformándose en el hombre civilizado moderno.

Las cualidades más positivas del gaucho, cree Sarmiento, son la inteligencia natural que demuestra en el ejercicio excelente de los trabajos rurales, la gran fe en su propio valor, que le permitió destacarse y triunfar en las guerras de independencia, su privilegiada sensibilidad, su carácter imaginativo y poético. El gaucho, ese germen del argentino del futuro, es en todo sentido un ser extraordinario. La sociedad y los malos gobernantes, con su egoísmo, conspiran contra él. Su personalidad, sin embargo, también muestra aspectos negativos. Como ser bárbaro es un individuo cruel, cambiante, que pasa de la indiferencia a la ira, y en lugar de reflexionar se deja llevar por sus instintos. Sigue ciegamente a sus jefes, sin pensar. Es víctima de los caudillos. Estos, a su vez, son los jefes bárbaros bestiales y egoístas que gobiernan al grupo. Ponen sus cualidades bárbaras al servicio de sus propios intereses. Son destructivos para la patria. Es imposible constituir una sociedad moderna con individuos bárbaros.

Para Sarmiento una sociedad en desarrollo tiene que aspirar a tener instituciones sólidas y modernas. El individuo aislado no contribuye a la formación social, es una fuerza disolvente. En el caso del gaucho, su aislamiento no era total. La pulpería, el almacén de campo, proveía las condiciones para formar una base social de agrupación. Igualmente, las prácticas religiosas, aunque informales, creaban una configuración espiritual especial en el hombre argentino. Las condiciones irregulares de la vida llevaban a la constitución de una sociedad semicivilizada, bárbara. El gaucho participaba de la vida cultural y política de su mundo rural bárbaro. Pero el ser nacional argentino debía evolucionar hacia el estado de civilización. Para lograr esto las instituciones embrionarias educativas, religiosas y políticas, debían transformarse en instituciones funcionales y eficientes, representativas de los intereses del estado liberal. Hacía falta educar al ciudadano del futuro, crear prácticas religiosas racionales, fundar partidos políticos democráticos y liberales. El territorio argentino, desgraciadamente, estaba en esos momentos escasamente poblado. El ser argentino no podía progresar aislado. Era necesario poblar el territorio, formar núcleos sociales civilizados y extenderlos a lo largo de todo el país.

Sarmiento esboza un método de observación que resulta novedoso en Argentina: la historia biográfica. A través de la biografía del proto-caudillo Facundo Quiroga, Sarmiento trata de entender los mecanismos del poder tiránico en la Argentina. Facundo es un eslabón histórico de un proceso que no se ha interrumpido, por cuanto su modo de dominio político se continúa en Rosas, el caudillo que emergió como el triunfador en la lucha de poder y logró concentrar los hilos del poder en sus manos. Rosas demostró una gran habilidad para centrar el poder político en su persona y dirigir el Estado. Sarmiento es un agudo observador, en la tercera parte del libro, de ese fenómeno político singular llamado Rosas. Según Sarmiento, la mayor contribución política de Rosas a la República era la unificación del poder nacional bajo su mando, resolviendo de hecho las tensiones regionales que amenazaban la integridad del territorio, particularmente entre Buenos Aires y las provincias del interior. Gracias a esa evolución ocurrida durante el mandato de Rosas, la República estaba en condiciones de tener un gobierno unificado y, sobre todo, de darse una constitución nacional que no siguiera el mismo destino que las anteriores, que fueron rechazadas por las provincias.

Sarmiento, como intelectual y político, creía en el poder de observación del estadista: su aproximación era más práctica que doctrinaria. Defendía los principios liberales, sobre todo la necesidad de educar al pueblo para tener una nación digna y libre. Era el Estado el que debía fundar escuelas y proveer la educación gratuita y obligatoria de los ciudadanos. También era el Estado el que debía proyectar una política de desarrollo nacional a largo plazo. La política egoísta y oportunista de Rosas no era suficiente para desarrollar el país, al que mantenía en el atraso. Argentina era un país "medieval", manejado por un caudillo populista, abusivo e inescrupuloso. Si Rosas había logrado con éxito unificar el país había sido a expensas de las libertades de los ciudadanos, y después de ejercer el terror de Estado por largo tiempo, y mantener a Argentina en pie de guerra constante. El gobierno liberal debía restituir esas libertades civiles a los argentinos, sancionar una constitución nacional, una ley máxima común que estableciera el pacto de existencia del país en forma definitiva.

Sarmiento explica claramente que, si bien el poder de los caudillos tuvo algunos aspectos positivos, éstos fueron un mal para el país. Lo desgarraron en guerras civiles destructivas. Su idea del país futuro era muy distinta a la que habían sostenido los caudillos. Compartía sus creencias acerca del Estado liberal con la generación de jóvenes intelectuales de la Asociación de Mayo, que procuraban esbozar un proyecto nacional desde el exilio en Chile y la Banda Oriental del Uruguay. La interpretación liberal de estos jóvenes tenía sus puntos débiles; eran en su mayoría estudiantes y periodistas, nutridos de lecturas europeas y norteamericanas, idealistas que aún no se habían enfrentado con la realidad del gobierno. Creían que sólo ciertos ciudadanos debían tener derechos políticos, desconfiaban del sufragio universal y defendían el voto restringido, diferenciándose de los caudillos populistas. Rosas había practicado el sufragio universal y autorizado plebiscitos populares, en los que votaban propietarios y no propietarios, independientemente de su etnia. Cortejaba el apoyo político de los negros y las mujeres y hacía tratos con los indios. Sarmiento restringía la participación política: sólo deberían votar las personas educadas en los valores de la democracia liberal. Era un criterio elitista que excluía sectores mayoritarios de la población.

Sarmiento desconfiaba de los elementos populares que componían la República, odiaba a los caudillos y a sus gauchos, que políticamente los apoyaban y los defendían militarmente. Idealizaba el poder de la mente y del intelecto para controlar racionalmente el futuro político del Estado. Su utopía política era voluntarista y racionalista. Creía en la voluntad de acción de las minorías ilustradas. Estas minorías debían ejercer el liderazgo político en la sociedad liberal futura.

Facundo, escrito a los treinta y cuatro años de edad, es la obra maestra de Domingo Faustino Sarmiento, matriz polémica de una cultura que se vio a sí misma como resultado de una ingente lucha vital histórica, en la que el ser nacional argentino buscaba producirse para tener un destino propio en la historia de las naciones (Alberto Julián Pérez, 2007, Enrique Anderson, 2003, Miguel Alvarado, 2000, Facundo 1990).

Jorge Isaacs 

(Santiago de Cali, Valle del Cauca, 1 de abril de 1837 - Ibagué, Tolima, 17 de abril de 1895) fue un novelista y poeta colombiano, conocido sobre todo por su novela María, una de las obras más destacadas del romanticismo hispanoamericano.

Su padre era George Henry Isaacs, un judío inglés procedente de Jamaica, que se instaló primero en el Chocó, donde se enriqueció con la explotación minera aurífera y el comercio con Jamaica, y después en Cali. Allí, tras convertirse al cristianismo y obtener la ciudadanía colombiana, casó con Manuela Ferrer Scarpetta, hija de un oficial de la marina española. De la unión de ambos nació, en 1837, Jorge Isaacs. El padre fue propietario de dos haciendas cerca de Cali, llamadas "La Manuelita" y "El Paraíso". Esta última, propiedad de la familia entre 1855 y 1858, será el escenario de la obra más importante del escritor, su novela María. "El Paraiso" está conservado hoy día como museo, con numerosas referencias a esta novela.

Se sabe poco de su infancia. Se educó primero en Cali, luego en Popayán, y por último en Bogotá, entre 1848 y 1852, durante los años de gobierno de José Hilario López. En su poesía, Isaacs evoca el Valle del Cauca como el espacio idílico en que transcurrió su infancia, y la marcha a Bogotá debió suponer para él un paso difícil. Regresó a Cali en 1852, parece ser que sin haber terminado sus estudios de bachillerato. En 1854 luchó en las campañas del Cauca contra la dictadura del general José María Melo, por espacio de siete meses. Su familia atravesó por entonces una difícil situación económica a causa de la guerra civil. En 1856 se casó con Felisa González Umaña, que contaba por entonces catorce años, y que le daría abundante descendencia.

Intentó dedicarse al comercio, sin demasiado éxito, y probó suerte con la literatura. Sus primeros poemas datan de los años 1859-1860; en la misma época, emprende la escritura de varios dramas históricos. En 1860 tomó de nuevo las armas para combatir al general Tomás Cipriano de Mosquera, que se había levantado contra el gobierno central, y combatió en la batalla de Manizales. En 1861 murió su padre. Terminada la guerra, Isaacs regresó a Cali para encargarse de los negocios paternos, llenos de deudas. Tuvo que desprenderse de las haciendas "La Rita" y "La Manuelita".

Sus desventuras económicas le llevaron en busca de abogados a Bogotá, donde encontró eco su actividad literaria. Leyó sus poemas a los miembros de la tertulia El Mosaico, quienes decidieron costear su publicación (Poesías, 1864). En 1864 supervisó los trabajos del camino entre Buenaventura y Cali. Durante el año en que desempeñó este trabajo, comenzó a escribir su novela María. En esta época también, debido a lo insalubre del clima, contrajo el paludismo, enfermedad de la que terminaría por morir a los 58 años de edad.

María se publicó finalmente en 1867, y tuvo un éxito inmediato, tanto en Colombia como en otros países de Latinoamérica. A pesar de la indudable influencia de Chateaubriand con su obra Atala, Isaacs se caracteriza por describir la América concreta en que amaba, trabajaba y luchaba. Si para Chateaubriand el escenario americano era exótico, para Isaacs era su propia tierra. En María se recrea la imagen coloreada de nuestra vida americana.

Isaacs se convirtió en una figura muy conocida en su país, y dio comienzo a una dilatada carrera periodística y política. Como periodista, dirigió en 1867 el diario La República, de orientación conservadora moderada, donde publicó artículos de tema político. Militó al principio en el partido conservador, pero después se unió al partido radical y, en 1870, fue nombrado cónsul general en Chile. A su regreso, intervino activamente en la política del Valle del Cauca, tanto como editor de periódicos como representando a su departamento en la Cámara de Representantes. Intervino de nuevo en las luchas políticas de 1876, en las que tomó de nuevo las armas. Fue expulsado de la Cámara de Representantes en 1879, a raíz de un incidente en que Isaacs, ante una sublevación conservadora, se proclamó jefe político y militar de Antioquía.

Tras este incidente, se retiró de la política, y publicó, en 1881, el primer canto de un extenso poema que no llegó a concluir, titulado Saulo. Nombrado secretario de la Comisión Científica, exploró el departamento de Magdalena, en el norte de Colombia, hallando importantes yacimientos de carbón, petróleo y hulla. Los últimos años de su vida los pasó retirado en la ciudad de Ibagüé, en el estado de Tolima, proyectando una novela histórica que habría de ser su obra maestra y que jamás llegó a escribir. Murió el 17 de abril de 1895.

Si bien la obra literaria de Isaacs se reduce al libro de poemas que publicó en 1864 y a su única novela, María, este autor ha pasado a la inmortalidad por esta obra, considerada una de las más destacadas de la literatura hispanoamericana del siglo XIX. La novela, basada en experiencias autobiográficas, tiene un tono elegíaco, y narra la historia de los amores trágicos de María y su primo Efraín en el valle del Cauca (María, 2007, Enrique Anderson, 2003, Luís A Sánchez, 1963).

María, como decíamos es una romántica, triste y clásica novela en cuya trama se unen el amor y el dolor de los amantes: Efraín y María (María, 2007, Luís Alberto Sánchez, 1963).

Tiene como protagonista a Efraín, que viaja del Cauca a Bogotá para emprender sus estudios, dejando allí a su familia y a María, quien comienza a despertar un amor intenso en él. Luego se van desarrollando acontecimientos y circunstancias de la vida que llevan a la pérdida irreparable de su amada y al dolor sin consuelo.

Esta novela narra como Efraín, siendo muy joven, deja el Cauca para realizar sus estudios en Bogotá, y lo hace con gran dolor, por alejarse de los suyos y de su prima María, por la que ya siente un gran amor.

Al cabo de seis años regresa a su terruño, y se reaviva el amor adolescente. El idilio entre Efraín y María en esos tres meses que dura la estancia del joven antes de viajar a Londres a continuar sus estudios, los hace comprender que siempre estarán unidos por la intensidad de sus sentimientos. Pero si bien están apasionadamente enamorados, no quieren demostrarlo a los demás, y el romance se mantiene totalmente en secreto, solamente encubiertos por Emma, la hermana de Efraín. Sucede a la vez que un joven del lugar, Carlos, comienza a enamorarse de María y a pretenderla.

Mientras tanto, en el seno de la familia de Efraín, se suceden hechos que afectan a los jóvenes. Una sucesión de malos negocios afecta la salud del padre del muchacho. Llega el momento de la partida de Efraín con la preocupación de la situación económica familiar, el estado de su padre y por alejarse de su amada. Pero el momento de la partida ha llegado.

Pasaron dos años desde que Efraín se marchara, y María enferma gravemente. Al enterarse Efraín, emprende su regreso temiendo por la salud de su amada María.

Cuando el joven llega a su hogar, su hermana Emma, llorosa y de luto, le da la noticia de la muerte de María.

Efraín no encuentra consuelo a su dolor, y llora su congoja sobre la tumba de María. Después decide partir con infinita pena, sin saber bien hacia dónde, acompañado en sus sentimientos por el paisaje que se entristece en sombras como acompañando en el dolor al desconsolado Efraín.  

Conclusiones

1. El romanticismo fue el principal fenómeno literario de finales del siglo XVIII y de la mayor parte del siglo XIX.

2. Domingo Faustino Sarmiento es una figura polémica, a la par de su impulso al desarrollo de la Argentina y sus aportes indudables a las ciencias, la enseñanza y la literatura, se señalan la crueldad de las tropas nacionales bajo sus órdenes en la represión de las rebeliones de los últimos caudillos y las levas forzosas de gauchos para luchar contra los indígenas.

3.  Domingo Faustino Sarmiento define a su Facundo como un ensayo histórico, pero utiliza en su elaboración importantes recursos de la novela, como son la descripción del paisaje, el diálogo y el relato novelístico de acontecimientos, tales como ceremonias y batallas.

4.  Facundo es una descripción de la vida social y política del país que tiene alcances sociológicos e históricos, pues ofrece en él una explicación sociológica del país fundada en el conflicto entre la civilización y la barbarie, personificadas respectivamente en los medios urbano y rural. Esbozó la teoría de un ser nacional original y con cualidades propias, el gaucho. La sociedad sui generis en que vivía había producido este ser único, que estaba mucho más cercano a la naturaleza que el hombre civilizado.

5. La novela del escritor colombiano Jorge Isaacs, María, es el ejemplo más puro de la literatura regionalista latinoamericana. A través de la historia de amor entre María y Efraín, el autor ahondó en la realidad americana.

6. La obra se ha relacionado con Chateaubriand, pero puede encontrarse también en ella un sentimiento trágico de la existencia que recuerda a Edgar Allan Poe. La novela destaca por el sentimiento del paisaje, así como por la calidad artística de su prosa. Puede considerarse precursora de la novela criollista de las décadas de 1920 y 1930.

7.  María ha sido la novela más popular, imitada y leída de Latinoamérica sólo superada, según la crítica, por Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez.  

Bibliografía

1. Alvarado Miguel. La estrategia narrativa de una utopía abierta en Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento. lit. lingüíst., 2000, No.12, p.103-118.

2. Anderson Enrique. Capítulo IX. En: Enrique Anderson Imbert. Historia de la Literatura Hispanoamericana. Tomo I. La Colonia. Cien Años de República. Pag. 266-312. La Habana, Editorial Félix Varela, 2003.

3. Anderson Enrique. Capítulo VIII. En: Enrique Anderson Imbert. Historia de la Literatura Hispanoamericana. Tomo I. La Colonia. Cien Años de República. Pag. 206-265. La Habana, Editorial Félix Varela, 2003.

4. Babini José. Domingo Faustino Sarmiento, textos. Buenos Aires, Arte gráfico editorial argentino SA, 2002.

5. Bethell Leslie. América Latina independiente, 1820-1870. En "Historia de América Latina", coordinada por Leslie Bethell. Tomo 6. Barcelona, Editorial Crítica, 1991.

6. Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005.

7.  Julián Pérez Alberto. El país del Facundo. 2007. Disponible en: URL:http://www.sarmiento.org.ar/conf_JPerez.htm.

8. María. 2007. Disponible en: URL:http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/ LiteraturaLatinoamericana/Isaacs/breveresumen.asp

9.  Romanticismo Literario. La literatura Argentina de 1810 a 1879. 2007. Disponible en: URL:http://www.monografias.com/trabajos/romanticismo/romanticismo.shtml.

10.   Sánchez Luis Alberto. "Jorge Isaacs". Escritores representativos de América. 3 vols. Segunda edición. Madrid, Gredos, 1963: p.132-146.

11.   Sarmiento, Domingo Faustino. Facundo Civilización y barbarie. Madrid, Cátedra, 1990.  

T.M. Rolando José Ochoa Torres

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