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¡Qué pichazo le pegaron a la Luna!
Américo Ochoa

Bueno, en realidad es un decir bastante vulgar, pero nuestro satélite ha sido, últimamente, blanco de severos impactos de artefactos terrícolas con fines “científicos”; aunque más pareciera demostración de fuerza en el campo de desarrollo tecnológico espacial. Algunos países se empeñan en rugir como machos alfa demostrando su capacidad de destrucción en la espiral armamentista, cohetes de largo alcance o la temeridad que se produce cuando alguna nación levanta su mano peluda para indicar que tiene en desarrollo armas nucleares; como el caso de Korea del Norte, La India, Pakistán, entre otros. En esto de las sondas espaciales también hay un rugir selvático.

Luego de la Segunda Guerra Mundial, las potencias resultantes representadas en su polarización por Estados Unidos y por la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas –URSS, concibieron el dominio territorial y espacial como estrategia de alcance militar. No fueron los únicos factores, puesto que la batalla también pasó a ser de primera línea en el terreno ideológico, político, económico y geopolítico; las tensiones realmente daban frío. No era para menos, luego de la experiencia en Nagasaki e Hiroshima, los indefensos del mundo sabían que cualquier locura estaba al alcance de un botón. Ese “al alcance de un botón” se convirtió en dominio, en terror; significaba “dame o te hago la guerra”; bajo ese precepto, en todos los instantes de la Guerra Fría tuvimos las hachas sobre el cuello. Es decir, que un bombazo atómico podía suceder en el patio de cualquier nación sin motivo alguno, porque la justificación para lanzar bombas atómicas en las islas japonesas nunca existió,  puesto que hubo una rendición militar japonesa antes del genocidio.

Así  las cosas, la danza de muerte en la Guerra Fría se volvió intensa y prolongada; la reyerta ideológica se transformó en lucha armada focalizada en lugares como Vietnam, Camboya, Laos, Afganistán, Latinoamérica ...

A la par del despliegue ideológico, el expansionismo económico, el monopolio científico y tecnológico; la cruzada espacial no era asunto de comics o de ficción, aquello parecía la batalla de coches en la película “Ben Hur”. El que dijera primero que puso un pie en la Luna ganaría la carrera; así fue. No dejó de ser emocionante. Se comenzó a hablar de satélites, cohete, misiles y del combustible líquido V2. Se dio el banderillazo inicial y –¡arrancooó el “Sputnik”! a una velocidad de 28,000 kilómetros por hora, con un peso de 83,6 Kg. El 4 de octubre de 1957, con el tamaño de una bola de fútbol, este aparatito hizo que los adversarios de la URSS tuvieran serios dolores de cabeza, puesto que Estados Unidos había fracasado algunos intentos por hacer el primer despegue.

Ese lanzamiento era la primera emisión del Programa Sputnik, que contó con una serie de ocho artefactos, incluidos sus vehículos de lanzamiento. Sputnik 2 tendría la característica, un poco arrebatada, de llevar ¡una tripulante! Laika, la primera vida en la órbita terrestre, lanzada sin garantías de nada, con un retorno incierto; es decir, fue arrojada con sello de martirio a la muerte segura. La perra sacrificada en esta misión sería la primera víctima de la carrera, los detalles de su muerte no se saben o sigue siendo un secreto, unos dicen que murió carbonizada producto del roce atmosférico, otros aseguran que fue envenenada. Sputnik 2 fue despegó el 3 de noviembre de 1957.

Definitivamente con este nuevo “hit” la ventaja rusa era rotunda. Los norteamericanos quedaban contra la espada y la pared; la revancha era tan urgente que debían responder o quedar en el ridículo histórico para siempre, ya que los rusos ¡iban a un Sputnik por mes!

Spunik 3 tuvo dos lanzamientos: uno fallido el 3 de febrero de 1958, el otro efectivo el 15 de mayo. Exactamente un año después fue lanzado el cuarto con un tripulante de mentiras, es decir, una especie de androide muy primitivo, casi un maniquí –¡Pero ahí iba sorteando la competencia! .... 

–¡Y arraaanca el Sputnik 5! –Increible, señoras y señores. Un aparato con tripulantes verdaderos, nada de farsa, nada de maniquís o simuladores: 40 ratones, dos ratas, muchas plantas con sus capitanes caninos Belka y Strelka. Fue lanzado el 19 de agosto de 1960 y de regreso a tierra el día siguiente. Todos sus tripulantes a salvo.

El artefacto 6, ya casi una nave, fue arrojado con una tripulación similar el 1 de diciembre de 1960, pero sus tripulantes sucumbieron. El siguiente objeto despegó con una sonda rumbo a Venus, el 4 de febrero de 1961. Había comenzado la modalidad de las sondas porque, ocho días después fue lanzado el octavo componente, que también tenía intenciones de sondear Venus.

La embestida de los Apolo

Un año después del primer Sputnik, en Estados Unidos comenzó a funcionar la National Aeronautics and Space Administration (Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio) –NASA, el 1 de octubre de 1958, con instrucciones precisas de poner una nave tripulada en órbita. Luego de algunos vuelos suborbitales, el Presidente J. F. Kennedy anunció el 25 de mayo de 1961 que Estados Unidos debía comprometerse a “aterrizar un hombre en la luna y devolverlo sano y salvo a la Tierra antes de finalizar la década”. Menudo reto para el que va atrás en la carrera. –¡Y arraaaanncaa el programa Apolo!–, acompañado de un complejo sistema de programas Gemini y otros, en función de la orden presidencial. El despegue de Apolo 1 fue un fracaso, puesto que se incendió en la plataforma de salida con sus tres tripulantes dentro. La desgracia sucedió el 27 de enero de 1967. Los soviéticos habían tenido un accidente similar en una cápsula de prueba en 1961, pero mantuvieron el hecho en secreto, por lo que tal experiencia no sirvió de nada a sus adversarios y no le salvó la vida a nadie. Los Apolo 2, 3, 4, 5, 6 tuvieron carácter de ensayos; los experimentos 7 y 9 tenían tripulantes humanos, y los Apolo 8 y 10 supuestamente orbitaron la luna también con tripulantes.

Para remontar la ventaja soviética no escatimaron esfuerzos ni recursos. El Apolo 11 fue el coche de apuesta al “todo o nada” de los Estados Unidos. Lanzado el 16 de julio de 1969; cinco días proclaman que Neil Armstrong puso un pie en la superficie lunar. Se afirma que el aparato alunizó satisfactoriamente. Y ahí van los norteamericanos Apolo tras Apolo: 11, 12, 14, 15, 16 ¡rumbo a la Luna! (y los demás haciéndose los rusos). El Apolo 13 tuvo aprietos serios y, dicen que, fue el único que no alunizó. La batalla fue dura, violenta, en fin. Con intentos fallidos, experimentos catastróficos, unas veces caóticos, otras incendiarios, pero fueron los primeros en decir que llegaron a la Luna. Lo demás, también es historia.

Es importante anotar que entre todas las emociones la principal es el alunizaje, cuando el planeta entero sabía de la noticia; en aquel entonces, nadie sospechaba que un acto tan importante sería fustigado por la duda medio siglo después.  
 
En el puro ojo de la Luna

Luego de la intensa carrera hacia la Luna vino una suma de malabares espaciales: acoplamiento de naves, caminatas nocturnas, bases, operaciones conjuntas, turismo espacial, etc.. Ahora, todo tipo de artefactos de muchas naciones pululan nuestro cielo. También, han lanzado sondas hacia lo infinitamente ignoto, sin la suerte del retorno. Admito que me emociono como un niño cada vez que veo las fotografías espaciales que envían esos aparatos, sondas y telescopios, que inicialmente son dirigidos y luego quedan a la deriva como basura espacial de altísimo costo. Pues una de esas, la sonda lunar LCROSS hace doble impacto en uno de los cráteres lunares el 09 de octubre de 2009. En teoría, semejante arremetida es para levantar polvo lunar y rocas y tomar muestra para verificar la existencia de agua congelada en ese boquete del satélite. La pregunta es ¿por qué no alunizaron el aparato sosegadamente y sacaron muestras con un brazo robótico? y de regreso a casa ¡como en los viejos tiempos!, o ¿ya se les olvidó alunizar?

Llama la atención que a medida que la tecnología avanza, en ese campo, los resultados sean proporcionalmente menos exitosos. ¿Será posible que en los años sesentas alunizar naves tripuladas fuera tan fácil y, medio siglo después la mejor solución para obtener muestras sea estrellar el aparato?

Bueno, este no es el único referente. Los viajes a la Luna solo habían estado en la mente de Julio Verne y los Apolo llegan a hacerlos realidad basados en “cohetitos” que sí tuvieron altibajos, pero parecían efectivos. Cuando surgen los trasbordadores, las catástrofes no se detienen y tristemente sigue el sacrificio, como el caso del Challenger. Cabe señalar que los trasbordadores no van a la Luna ¿será que también son superados por los cohetitos?  

Otra pregunta impertinente: si en travesías de antaño trajeron muchas muestras de la Luna, ¿cómo no sabían si había agua o no? Igual dicen que las muestras se contaminaron; pero en fin, puede ser porque los viajes no tenían fines científicos, sino militares y de demostración de poderío; los tripulantes eran esencialmente pilotos. Pero mi intención no es sembrar cizaña contra los alunizajes.

Lo que pasa es que  realmente me duele tremendos golpes que le están dando a la Luna sin haber hecho nada ¡Pobrecita, déjenla en paz! Nadie la defiende. Tantos músicos que han encaminado sus sondas musicales hacia sus auras. Todos saben que los poetas nos enamoramos despiadadamente de sus encantos, aunque no seamos los únicos, también los pintores, como Picasso que pone cuernos de luna a sus toros, porque, además,  hay un toro enamorado de la Luna …   
 
¡Eureka, en La Tierra hay agua!

Otro punto en contra de las agresiones es que, bajo pretexto científico de buscar agua, están echando más basura. Por otra parte, sería gratificante saber que paralelamente a los programas ultramillonarios para sondear el espacio, también se invirtiera en la conservación de nuestro agua y nuestro planeta; sobre todo, que la NASA pertenece a la supraestructura de un Estado que no firma ni ratifica los acuerdos ecológicos y de preservación del planeta, como sucede con el Protocolo de Kioto.

Además, es de sobra sabido que en nuestro planeta ¡Eureka! ¡hay agua! Entendiblemente podemos suponer que al encontrar el preciado líquido en otro lugar, seguirá el intento de generar vida controlada por terrícolas. ¿Por qué no pensamos al revés?; por ejemplo, cuidar con alma, corazón y vida el agua que tenemos. No estoy en contra del desarrollo científico de comprobar si hay agua o vida en otros lugares; pero, podríamos hacer esfuerzos igualmente grandiosos por limpiar los ríos, los mares, los manantiales y todo lo que tenga agua aquí y ahora, por si un día vamos a otro planeta llevar un poco de nuestra agua limpia y, con ella, su sagrado valor de habernos generado nuestra vida inicial. Así, con ella podamos comenzar una vida nueva y conservar la nuestra. Y, si un día nos encontramos con un marcianito, poder contarle que tenemos en abundancia algo sagrado, limpio y bello que nos da la vida y se llama AGUA.

 
Adenda

Pichazo se utiliza en Costa Rica para definir un golpe fuerte. Es considerada una palabra con cierta vulgaridad puesto que deriva de picha. En el resto de Centroamérica se utiliza pijazo, igualmente proviene de pija o vergazo, procedente de verga. Diccionario de la Real Academia Española: picha1. f. malson. Miembro viril. Pija: 4. m. malson. Miembro viril.  verga1. (Del lat. virga). 1. f. pene.

Américo Ochoa
Poeta y narrador salvadoreño residente en Costa Rica.

Los Manzanos, San José, Costa Rica, noviembre 2009

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