El Jardín de Atila
Por ENRIQUE NOVICK

La leyenda dice que tras las pisadas de la
cabalgadura del rey de los hunos la hierba
ya no volvía a crecer.

De toda 
contienda 
ya apartado, 
disfruta Atila 
de la paz 
que su jardín 
le augura 
con largueza. 
Aunque 
no permita 
a nadie 
transitar 
por su césped, 
esto no le impide 
pisotear 
el ajeno: 
práctica añeja 
que con fruición 
reitera. 
Sólo un dolor 
le oprime 
y condiciona 
el sueño: 
sus plantas 
no florecen 
como antaño. 
Conforme 
a su memoria 
genética, 
obsesiva, 
rebeldes 
cromosomas 
decidieron 
no acercarse 
a su puerta, 
no brotar 
en su tierra. 

Enrique Novick

Publicado por el diario "La Prensa" "Cultura" el 18/2/2007. Incluido en Novick, Enrique: LA ETERNIDAD ES UN PAJARO ERRANTE, Buenos Aires, Milá, 2007. 124 páginas. (Poesía)

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