Un camino para dos: Thelma & Louise

por Gustavo Noriega y Quintín

Recién estrenada en Buenos Aires, Thelma & Louise de Ridley Scott ha provocado polémicas que exceden a lo cinematográfico para sumergirse en una discusión que tiene a la mujer como centro. Presentamos en estas páginas un informe especial que intenta, además de analizar la película, poner las cosas en su lugar. Obviamente, sin conseguirlo.

Un MacGuffin es, en la terminología de Hitchcock, un objeto sobre el que parece girar la trama de una película y que sirve para consolidar el relato, pero que en realidad carece de toda importancia. Lo mejor de Thelma & Louise gira en torno de un MacGuffin brillante y el uso que se hace de él.

La historia es así: Louise y Thelma empiezan siendo dos caricaturas. Louise Sarandon es una camarera de mediana edad, aburrida de su trabajo, soltera y amargada. Thelma Davis es un ama de casa tonta, harta de un marido autoritario y débil mental. Louise y Thelma se van a la montaña por el fin de semana para escaparle a la rutina. En la primera parada en el camino, un cowboy intenta violar a Thelma y Louise lo mata. Louise y Thelma intentan huir a México. Thelma conoce la satisfacción sexual con un ladrón que las deja sin dinero. Thelma asalta un supermercado. Thelma y Louise recorren las polvorientas carreteras secundarias de Oklahoma, Nuevo México y Arizona. Las persigue un policía local humanitario (el siempre maravilloso Keitel) y el deshumanizado FBI. Thelma y Louise son dos caricaturas, pero ahora de Butch Cassidy y el Sundance Kid.

El MacGuffin es un secreto escondido en el pasado de Louise que se llama: “lo que sucedió en Texas”. Aparentemente, allí fue violada y la justicia protegió al violador, o tal vez algo peor. Louise se niega a hablar de él. La película tiene un punto de inflexión en el que deja de llamarse Louise & Thelma para adquirir su nombre definitivo. Porque hasta allí, es la película de Louise. Con su mal humor, su presunta racionalidad, su madurez y su traumático secreto que la lleva al crimen. En esa mañana, en la que están sin dinero y casi sin esperanza, el camino de Louise es entregarse. Y para salvarse, contar lo que pasó en Texas. Pero entonces, Thelma asalta el supermercado y la película se desplaza desde un lugar muy cercano a la comedia de costumbres y al drama judicial, al cine de los espacios abiertos y el viaje iniciático.

Y el secreto de Louise que hasta aquí hacía pensar que la película se encaminaba hacia un desenlace poblado de explicaciones, se revela como el astuto MacGuffin que es. Por una parte ‘lo que sucedió en Texas” permite (porque Louise no quiere volver a pisar ese Estado) que el auto vaya a México por una ruta absurda que pasa por el Gran Cañón del Colorado, lo que a su vez es una excusa para atravesar Monument Valley, el mítico territorio de los westerns de John Ford. Pero además, la película cambia cuando el secreto pierde su poder explicativo y su carácter de eje oculto del relato para revelarse como un mero elemento destinado a crear intriga y mantener la atención. Porque la película de Louise/Sarandon, una mujer con psicología encamada por una gran actriz, se transforma en la película de una mujer con magia, encarnada por una heroína del celuloide. Y la magia de Geena Davis inunda la pantalla, con su alegría irresponsable. El brillo en su mirada es la evidencia de que la locura y la inspiración se han apoderado del relato. (“Parece increíble —dice Thelma— pero tengo un verdadero don para esto de los asaltos.”) Y luego, en el legendario desierto, los diálogos se reducen al mínimo y Thelma y Louise se olvidan de la policía, el trabajo o el marido y se apodera de ellas un sentimiento ligero y profundo de libertad, propio del cine y de la carretera. Y aunque Keitel haya averiguado el secreto, y a través de él intente llegar a Louise, ya no importa. Louise está curada. Sus rasgos se han suavizado y sabe que, en el fondo, un trauma es sólo un MacGuffin de la existencia.

El único que no se cura del todo es Ridley Scott. Cuando Ford filmaba Monument Valley, la cámara se detenía lo suficiente como para que una sensación del carácter casi sagrado y ritual del desierto llegara hasta nosotros. Pero el apuro de Scott por cambiar de ángulo y de distancia nos informa de la belleza del paisaje, pero nos transmite una parte muy pequeña de la emoción que provoca en las protagonistas. Por eso éstas deben referirse explícitamente al paisaje o bajarse del coche para admirarlo. Observamos cómo el paisaje actúa sobre Thelma y Louise, pero no lo sentimos actuar en nosotros. Vemos una sucesión acelerada de fotos fijas con una banda de sonido a base de guitarra slide como en París, Texas, el cliché oficial para “música de desierto”. Y es increíble que en una película en la que se resuelve de manera tan brillante el destino de los personajes, el director se sienta tan inseguro de sus medios que llene la parte final con una cantidad de gags triviales, entre los que el del ciclista negro sobresale como el más forzado. Y a esto se agregan todavía otros lugares comunes, como la escena de los policías mirando apasionados una película de amor, del modo en que el general que encarnaba Robert Stack lloraba con Dumbo en 1941, o los Gremlins se enloquecían con Blancanieves. ¿Será la figura del director otro MacGuffin?

Thelma & Louise. EE.UU., 128 min., 1991. Dirección: Ridley Scott. Guión: Callie Khouri. Fotografía: Adrián Biddle. Música: Hans Zimmer. Intérpretes: Geena Davis, Susan Sarandon, Harvey Keitel, Michael Madsen y Christopher

por Quintín

Thelma & Louise
Geena, Susan & Harvey, por Gustavo Noriega

Thelma es el nervio de la película, el ritmo por el cual late la historia. Nerviosas, confusas y tontas, ambas, personaje y película, tienen dificultades en encontrar su rumbo hasta el robo al mercado. El poder de Thelma y de Thelma & Louise nace de la boca de una pistola y de las lecciones de robo impartidas por el ladrón amable. Thelma se hace cargo de sus viejos errores, de su afán de comerse el mundo para escapar de un marido estúpido y cruel y se hace cargo a su vez de Thelma & Louise iniciando un conmovedor viaje sin retorno del otro lado de la ley. Thelma es Geena Davis y pocas actrices podrían haber insuflado esta película con la misma carga de seducción histérica y energía liberadora. Geena tiene una hermosa cara plena de ingenuidad en medio de la cual explotan dos gigantescos labios seductores. Nos los mostró por primera vez en una serie de televisión que sólo tuvimos oportunidad de ver esporádicamente por cable. Se trataba de Buffalo Bill, una divertida parodia del mundo televisivo donde se la veía como una asistente tan hueca como atractiva que caía una y otra vez bajo las garras de su inescrupuloso jefe. El salto al cine la encontraría haciendo papeles secundarios manteniendo siempre el tipo de belleza tonta (por ejemplo en Tootsie). Su primer protagónico importante llegaría en 1986 en La mosca. El sufrimiento de amar a un hombre que se va transformando en insecto tendría una doble compensación: el primer reconocimiento público y un marido, Jeff Goldblum. Dos años después llegaría el momento de la consagración. Filma tres películas: Hay un marciano en mi vida, Beetlejuice y Un tropiezo llamado amor. En la primera es una californiana bella y tonta —nuevamente— que recibe la visita de Goldblum, un peludo y potente marciano.

En Beetlejuice muere en la primera escena pero mantiene el protagonismo como un fantasma que desea echar a los vivos de su hogar. En Un tropiezo llamado amor se la presenta inicialmente como —¿adivinan?— bella y tonta pero llenando finalmente de significado la vida del abúlico William Hurt. Era una película gris y fría en la cual Geena refulgía, llena de color y calidez, distinta. Su vitalidad no pasaría inadvertida y de esa forma recibiría el Oscar a la mejor actriz de reparto. En 1990 realiza su primer robo, en la graciosa No tengo cambio. Por fin la encontraríamos este año hablando por teléfono con Louise, nerviosa e insegura. Dos horas después, Geena —Thelma— mirando con sus ojos redondos y tristes a Louise, le pide no volver, junta sus manos y se zambulle en ¿un nuevo Oscar?

Louise es Susan Sarandon. La falsa sensación de seguridad, de control, el afán de independencia que destila Louise son fibra y personalidad en Sarandon. Con una carrera que se extiende desde Joe en 1970 hasta Thelma & Louise en 1991 a lo largo de veintiséis títulos, Susan se mantiene como una de las personalidades menos domesticadas de Hollywood. Vive en New York en lugar de Los Angeles, habla mal de películas en las que actuó, participa de marchas antibélicas, desdeña las relaciones públicas del ambiente y acepta trabajar en películas menores en papeles no importantes. Cada tanto impacta al público y a la crítica, pero vuelve a su hogar, trabaja en obras discretas y espera sin mucha ansiedad un nuevo papel. En 1975 protagonizó uno de los más grandes éxitos de la televisión de medianoche en Estados Unidos: The Rocky Horror Show. En 1978, filmando Pretty Baby, comenzó una relación de tres años con el director Louis Malle que originaría una nueva película, Atlantic City, y con ella una nominación al Oscar. Filmó luego, entre otras, El ansia en 1983 junto a David Bowie y Catherine Deneuve con quien comparte una impactante escena de lesbianismo. En 1987 filmaba Las brujas de Eastwick, malhumorada ya que se le había prometido el personaje que finalmente haría Cher. El año siguiente conquistaría al público de su país con La bella y el campeón (Bull Durham) como la fanática del equipo de béisbol local que cada temporada patrocina sexualmente al jugador más importante. Ese año, se la disputaban Kevin Costner y quien sería su marido, Tim Robbins. Su reacción al éxito de la película fue a su propio estilo: quedó embarazada y se tomó dieciocho meses de descanso hasta volver a actuar. Susan, que para Pasión otoñal (su retomo al trabajo) engordó ocho kilos y se mostró desnuda sin complejos, es la perfecta imagen de una Louise que puede llenar la pantalla con su rostro y emocionar en su despedida sin discursos de su novio Jimmy. Louise establece relaciones intensas con todos los personajes de la película. Con Jimmy, con Thelma y la más intensa y fulminante de todas, con el violador interruptus al que descerraja un tiro en el pecho. Y, a distancia y por teléfono, con Hal Slocumbe, el policía estadual encargado de la investigación del crimen con quien comparte en callada complicidad su secreto texano.

Slocumbe no es otro que Harvey Keitel, uno de los mejores y menos reconocidos actores de su generación. Apareció como el actor favorito de las primeras películas de Scorsese {¿Quién golpea a mi puerta?, Calles salvajes). Con un estilo de actuación relajado y poco estentóreo, fue reemplazado por el más eléctrico y por lo tanto predestinado a estrella Robert de Niro. Su carrera comenzó a dar tumbos: perdió papeles protagónicos, fue reemplazado intempestivamente en Apocalipsis Now, filmó esporádicamente. Sin embargo, se pudo apreciar su calidad en una breve actuación en Taxi Driver y por supuesto en el papel de Gabriel Féraud en Los duelistas (también de Ridley Scott) o el magnífico Judas de La última tentación de Jesucristo. Casado con Lorraine Braceo (incorporada también al clan Scorsese desde Buenos muchachos), parece ahora rehacer felizmente su carrera con los eficientes policías de Thelma & Louise y Pensamientos mortales. Su andar cansino y reflexivo cuadra perfectamente con ese policía que se opone más a la burocracia ineficiente y torpe del FBI. que a las mujeres en fuga.

Thelma & Louise, con su carga emotiva y su feminismo ramplón es candidata a ser víctima del cinismo fácil o de la adhesión ideológica inmediata. Si excede largamente a esas reacciones superficiales es por tres poderosas razones: Geena, Susan y Harvey.

por Gustavo Noriega

Mujeres al borde

Tengo un sueño recurrente. Escribo sobre una película protagonizada por negros. Me encuentro con Spike Lee que me golpea el pecho con el dedo índice y me dice “esto no es para ti, blanquito”. Voy a ver Thelma & Louise. Me parece una película más bien machista. Luego leo artículos escritos por mujeres que dicen que la película es feminista, o que refleja el punto de vista de las mujeres. Vuelvo a soñar: me encuentro con María Luisa Bemberg, que me dice: “esto no es para ti, nenito”. Pienso: ¿quién soy yo, sexo masculino, para discutir con una mujer sobre películas sobre mujeres? Precisamente, creo que éste es el problema. Que el tema de las mujeres sea un problema de mujeres es escasamente beneficioso para todo el mundo, con la posible excepción de los que piensan que las mujeres no deben salir de la cocina. Bien, al grano. Thelma tiene un marido tradicional, machista, mujeriego. Pero no sólo eso: el tipo se golpea con la puerta, se para encima de la pizza, es uno de los personajes más ridículos que se hayan visto. Este es el marido al que Thelma abandona (temporariamente, en principio). El camionero no es sólo grosero, es un oligofrénico. El cowboy no es sólo tosco, es precisamente un violador. Eliminando a estos siniestros personajes, ¿las mujeres dejarían de ser discriminadas? Estos tipos tienen una característica en común: los malos modales. En cambio el ladrón es un chico encantador. La trata muy bien a Thelma, hasta la hace llegar al orgasmo. Este orgasmo le cuesta 6.000 dólares y tal vez la cárcel, pero ella no le guarda rencor. Cuando el ladrón se cruza con el marido en la comisaría, le recuerda que se ha acostado con su mujer y la ha hecho gozar para mostrarle su superioridad. Conclusiones: con un tipo que la trate amablemente y la satisfaga en la cama, una mujer debería estar contenta, aunque el tipo la haya engañado para sacarle la plata. Para que un tipo sea realmente indeseable, tiene que ser tan estúpido y poco viril como el famoso marido. Tenemos la impresión de que con un tipo 10% más inteligente, 10% más eficaz sexualmente y 10% más cariñoso la huida no valdría la pena. También parece que la idea de tener un buen cafiolo no es del todo repudiable para el corazón femenino. Y la frase “yo a la loca la tengo contenta, no se puede quejar” resultaría más que aceptable en un marido que cumpliera con algunos requisitos. Un importante retroceso si uno piensa que Casa de muñecas, se estrenó en 1879. Un guión menos misógino tal vez habría hecho un poco menos ridículo al marido, un poco menos musculoso al ladrón, hubiera prescindido del camionero y habría hecho sufrir un poco a Thelma por haber sido engañada.

Otro ítem: Thelma y Louise resuelven todos los problemas que se les van presentando con el mínimo posible de racionalidad. Desde la innecesaria huida, pasando por la ruta disparatada, la resistencia a hablar con Keitel (en el que toda la sabiduría es depositada), la negativa a contarle lo que pasa al novio de Louise (del que ella desconfía a tal punto que le da el dinero a Thelma), el anonadamiento en las situaciones difíciles, hasta el asalto con libreto plagiado al ladrón, que ha terminado de seducir a Thelma contándole que es Billy the Kid y no el ratero que verdaderamente es. Thelma & Louise no es precisamente una apología de la capacidad intelectual de las mujeres. La mujer paradigmática de la película es la camarera que interrogada por Keitel le dice que Louise no puede haber matado a nadie porque le dejó una buena propina, para después tirarse un lance con el policía que, en el contexto apropiado, bien podría equivaler a las muecas del camionero (“no me habrás hecho quedar hasta esta hora para que no pase nada”).

Que las mujeres recorran la carretera, fraternicen como los hombres y tengan aventuras sexuales, es una buena idea. El chiste sería que Thelma & Louise no pagaran esos pecados con la vida. De todos modos, es posible que la película admita otras interpretaciones, de mujeres o de hombres. Pero resulta molesto que toda película protagonizada por mujeres despierte furores femeninos ante la pasividad de los hombres que ni se molestan en considerarlos, porque después de todo, son cosa de mujeres.

Mientras añoro la propaganda por la liberación femenina al viejo estilo, me prometo a mí mismo no escribir nunca sobre una película de vampiros.

Título original: Thelma & Louise 
Año: 1991
Duración: 128 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Ridley Scott
Guion: Callie Khouri
Música: Hans Zimmer
Fotografía: Adrian Biddle
Reparto: Susan Sarandon, Geena Davis, Harvey Keitel, Michael Madsen, Brad Pitt, Christopher McDonald, Stephen Tobolowsky, Timothy Carhart, Lucinda Jenney, Jason Beghe, Sonny Carl Davis, Shelly Desai, Ken Swofford, Carol Mansell, Stephen Polk, Rob Roy Fitzgerald, Jack Lindine, Michael Delman, Kristel L. Rose
Productora Distribuida por Metro-Goldwyn-Mayer (MGM). Pathé Entertainment, Percy Main, Metro-Goldwyn-Mayer (MGM)
Género: Drama | Road Movie. Crimen. Amistad. Feminismo

Premios
1991: Oscar: Mejor guión original. 6 nominaciones
1991: Globos de Oro: Mejor guión original. 4 nominaciones
1991: 8 Nominaciones BAFTA, incluyendo película, director y actrices (Davis & Sarandon)
1991: Seminci: Espiga de Oro: Mejor película
1991: Festival de Cannes: Sección oficial largometrajes (fuera de competición)
1991: Nominada al César: Mejor película extranjera
1991: David di Donatello: Mejor actriz extranjera (Sarandon y Davis). 3 nominaciones
1991: 2 premios National Board of Review: Mejores actrices (Sarandon & Davis)
1991: Círculo de Críticos de Nueva York: Nom. Mejor actriz (Sarandon & Davis) y guión
1991: Asociación de Críticos de Los Angeles: Nominada a Mejor actriz (Davis)
1991: Sindicato de Productores (PGA): Nominada a Mejor película
1991: Sindicato de Directores (DGA): Nominada a Mejor director
1991: Sindicato de Guionistas (WGA): Mejor guión original
1991: Asociación de Críticos de Chicago: 6 nom., incl. Mejor película y director
 

Final Thelma & Louise en Español.

1 ene. 2019

 

por Gustavo Noriega y Quintín

 

Publicado, originalmente, en: El amante Año 1 Nº 2 enero / febrero de 1992

Link del texto: https://www.ahira.com.ar/wp-content/uploads/2019/06/El-Amante_002.pdf

Gentileza de Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas

 

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