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Discurso pronunciado por el Profesor Hilario Narváez Escobar durante la Sesión Especial de la Sociedad Bolivariana de La Guayra, en ocasión de la celebración del día de San Simón, como fecha onomástica de Simón Bolívar El Libertador y natalicio de su maestro Simón Rodríguez

 
 

Discurso por celebración del día de San Simón como fecha onomástica
de Simón Bolívar el Libertador y natalicio de su maestro Simón Rodríguez

por el Prof. Hilario Narváez Escobar
hilario.narvaez@gmail.com

 
 

Muy buenas tardes estimados amigos:

 

Presidente y demás honorables miembros de la Junta Directiva de la Sociedad Bolivariana de La Guayra.

 

Distinguidos invitados especiales.

 

Señoras y Señores:

 

En la tarde de hoy, reflejado en el santoral como Día de San Simón, las circunstancias han depositado sobre mis hombros, la responsabilidad de pronunciar este Discurso, ante este respetable auditorio, en el seno de esta ilustre Sociedad Bolivariana, con motivo de la celebración del 230° aniversario del Onomástico de nuestro más grande valor patriota, Simón Bolívar El Libertador, y el 244° del natalicio de su insigne maestro Simón Rodríguez.

 

Nacido el 24 de julio de 1783, Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, siguiendo la tradición familiar de la época, festejó su cumpleaños, en la casi totalidad de las ocasiones, en fecha distinta a la natal, el 28 de octubre de cada año. Para 1827, pasando El Libertador momentos muy duros de su vida, por el odio y hasta envidia de algunos compatriotas y compañeros de armas, fue excluida del calendario de efemérides,  tan memorable celebración.

 

Uno de sus mejores y más fiel amigo, el General en Jefe Rafael Urdaneta, fundador y Primer Presidente de la Sociedad Boliviana, que más tarde sería la Sociedad Bolivariana de Carcas, promueve el 14 de noviembre de 1842, la sanción del Reglamento en el que se establecía: “..Celebrar en los días 28 de octubre de cada año, el feliz natalicio de El Libertador, contribuir a la perpetuidad de su nombre y fama, establecer sociedades filiales en toda la república y en los países bolivarianos...”.

 

La mezquindad reinante para el momento de la muerte del General Urdaneta, el 23 de agosto de 1845, condujo a la eliminación de la celebración del Onomástico del líder caraqueño. No obstante, en 1876, el ilustre y visionario americano, Antonio Guzmán Blanco, honró nuevamente a El Libertador de varias naciones, dando un nuevo impulso oficial al culto bolivariano.

 

Con el transcurrir del tiempo llegamos al año 1912, durante el cual el General Juan Vicente Gómez en su condición de Presidente de la República de Venezuela, decreta el 24 de julio como Día de Fiesta Nacional. Dicho día coincide con el del  nacimiento del caudillo en 1857, lo que reveló su intención de conmemorar, además de la fecha de nacimiento de El Libertador,  la suya propia. Hasta su muerte en 1935, se promovieron en la población, celebraciones con parrilladas y música, para recordar ambos notables acontecimientos.  

 

La importancia que para Simón Bolívar tuvo siempre su onomástico, en lugar de su fecha natal, queda reflejada en algunas referencias; una de tales, hace mención a la carta enviada a Francisco de Paula Santander desde Lima en 1823, donde cita: “…creo que las cosas están a un punto decisivo y que para el Día de San Simón, puede estar libre el Perú…”. En 1828, desde Popayán,  le envía una correspondencia al General José Antonio Páez, informándole de la instalación de la Sociedad de Amigos del país, a realizarse el día de su santo.

 

En el número 47 de la Gaceta de Gobierno del Perú el 30 de octubre, se reseña mediante titulo de grandiosidad: “…El jueves 28 se celebró con el mayor entusiasmo, el día del cumpleaños de Su Excelencia El Libertador.”. Era la fiesta de la patria. Ese día será siempre grande para los americanos y siempre el más grato del Perú, pues le recuerda la inmensa deuda que ha contraído con un héroe, restaurador de una libertad….Tres días consecutivos hemos consagrado a este deber en que tanto se interesa nuestro corazón… En el baile público que dio el Prefecto del Departamento, no tuvo límites el entusiasmo. Todos se abrazaban y preguntaban cual hubiera sido la suerte si el héroe de Colombia, no hubiera venido a liberar el Perú… fue muy sonoro y de mucho brillo, el nombre del genio tutelar del Perú, del destructor de la tiranía”.

 

Determinados pueblos y ciudades de los países bolivarianos, prefieren festejar el día de San Simón, como el día de la patria. Las celebraciones que hacía Simón Bolívar de su onomástico, las disfrutaba con gran algarabía, lo que permitía confirmar la creencia de que ese día era el de su cumpleaños.

 

En 1825, Bolívar visitó el Cuzco en el Perú. La población y sus autoridades prodigaron un recibimiento a su Libertador y Padre de la Patria, en un acontecimiento  de tal esplendor, que su edecán y cronista del viaje Daniel Florencio O’ Leary escribió: “Nada puede compararse con la magnificencia que desplegó la antigua capital de los Incas, cuando entró en ella el 25 de junio” Las autoridades lo coronaron a la usanza de los héroes homéricos o simulando el retorno triunfal de los vencedores romanos. Fue adornado con laureles de oro, con guirnaldas de diamantes y perlas. Muchos de sus acompañantes y testigos, manifestaron que fue el mejor homenaje en su honor. Semejante demostración de aprecio, debió exaltar la sensibilidad del visitante triunfador de Boyacá, Carabobo, Bomboná, Junín y tantas otras batallas. Era la apoteosis de su gesta, su cúspide y la realización de su sueño libertario.

 

Uno de los actos de estas festividades fue la realización de las corridas de toros en honor al héroe, durante los días 3, 10 y 17 de julio de 1825. En un “coso” improvisado en la calle frente a la municipalidad, la música sonó al compás del paseíllo de tres capeadores de a pie, acompañados de cinco banderilleros. Actuaron picadores a caballo, junto a mulillas ricamente adornadas.

 

Cabe destacar que en la corrida del 10 de julio, entre clarines arrancó la fiesta brava con la salida a la arena del primer astado. Vítores, y aclamaciones, inundaron aquel escenario ante la presencia de Su Excelencia El Libertador. La actuación de “banderilleros” y “espadas” provocaron el que se inundara la tarde con aplausos y agitación de pañuelos. La faena se prolongo hasta completar 15 toros de la tarde. Eran tan buenos los ejemplares y diestros, que era imposible superarlos en el Cuzco, con la figura prominente de El Libertador presente, ni otra oportunidad para gritar Bolívar: ¡Viva Colombia! ¡Viva Perú!

 

Así compartía el genio de América con su apretada agenda. Su destino estuvo impregnado de momentos felices, de apremios, de distracción y de compenetración con los pueblos liberados. Estas experiencias vividas en su agitada vida de hombre público, lo catapultaron hacia la dimensión de un autentico estadista.

 

 

Y en alusión a nuestro segundo ilustre homenajeado, Simón Narciso de Jesús Rodríguez nació en Caracas, Venezuela, la noche del 28 de octubre de 1769. Pedagogo, Filósofo, Escritor de obras de contenido histórico,  y Sociólogo. Fue maestro y mentor de Simón Bolívar. Considerado “expósito”, es decir sin padres conocidos (según su acta de matrimonio en 1793 y aporte del historiador chileno Miguel Amunátegui, posiblemente apoyado en el testimonio de Andrés Bello, quien fue vecino de Rodríguez en Caracas). Sin embargo, algunas fuentes revelan que fue criado en casa del sacerdote Alejandro Carreño, de quien toma su apellido, conociéndosele como Simón Carreño Rodríguez. Documentos de la época, sumados a otros testimonios, hacen pensar que el sacerdote era efectivamente su padre. Su madre, Rosalía Rodríguez, era hija de un hacendado descendiente de canarios.

 

En mayo de 1791, el Cabildo de Caracas acuerda nombrarlo Profesor en la Escuela de Lectura y Escritura para niños. Es en esta, donde tiene la oportunidad de ser el Tutor de Bolívar. Fuertemente influenciado por “El Emilio” de Rousseau, Simón Rodríguez desarrolla su concepción de lo que debe ser el modelo educativo de las naciones americanas. En carta a Santander en 1824, Bolívar decía que “su maestro enseñaba divirtiendo”. Este espíritu que intentaba romper con las rígidas costumbres educativas del colonialismo español se reflejaría en toda la obra y el pensamiento de Simón Rodríguez.

 

En 1797, se ve obligado a abandonar el territorio venezolano, al involucrarse como participante activo de la conspiración de Gual y España, en contra de la corona española. Una vez exiliado en Kingston, Jamaica, donde permanece algún tiempo y con la intención de protegerse, cambia su nombre por el de Samuel Robinson. Casi dos siglos más tarde, en 1981, de la pluma magistral de Arturo Uslar Pietri nace la novela “La Isla de Robinson”, donde mediante una elucubración del personaje, el autor ofrece su visión muy particular del hombre, el idealista, el soñador, el solitario….. el maestro Simón Rodríguez. Un gran homenaje a su memoria.

 

De Jamaica parte a Francia en 1801 y en 1804 se encuentra con su apreciado ex-alumno de la infancia, partiendo juntos en marzo de 1805 en un viaje que los lleva a Lyón y Chambery, dentro del territorio francés, para luego atravesar Los Alpes y entrar a Italia y llegar a Milán, Venecia, Ferrara, Bolonia y Florencia. En Milán, presencian la coronación de Napoleón como rey de Italia y el 15 de agosto de ese mismo año,  suben al Monte Sacro, en Roma. Rodríguez recoge para la posteridad, el juramento que allí Bolívar, su discípulo hizo: “Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español”.

 

Luego de este notable acontecimiento, Bolívar visita brevemente Nápoles, siempre acompañado de su maestro, retornando luego a Paris, hacia fines de año. Poco tiempo después, en 1806 se separan y Simón Rodríguez inicia un largo peregrinar por Europa. Mientras se libraba gran parte de la Guerra de Independencia en su natal Venezuela, vivió hasta 1823 en Italia, Alemania, Rusia Prusia y Holanda, dedicado a la docencia y algunas otras actividades. Al respecto diría posteriormente: “Permanecí en Europa por más de 20 años; trabajé en un laboratorio de química industrial…., concurrí a juntas secretas de carácter político…, estudié algo de literatura, aprendí lenguas y regenté una escuela de primeras letras en un pueblito de Rusia”.

 

Luego de encontrarse en Londres en 1823, regresa a América, desembarcando en Cartagena de Indias, donde retoma su nombre de Simón Rodríguez. Al siguiente año, en Bogotá, funda la primera Escuela-Taller. Visita Panamá, Guayaquil y otros lugares donde deja varias obras; dicta clases de Agricultura y Botánica en el Colegio Nacional de Ecuador, en Latacunga; en Quito presenta al gobierno un Plan de Colonización para el Oriente de Ecuador y en Ibarra, funda una “Sociedad de Socorros Mutuos”.

 

Se reúne en Lima con El Libertador, quien lo incorpora a su grupo de colaboradores directos y a mediados de abril, parte con él, hacia varias ciudades del Perú y pasa por Bolivia. En noviembre, Bolívar lo nombra Director de Enseñanza Pública, Ciencias Físicas, Matemáticas y de Arte y Director General de Minas, Agricultura y Caminos Públicos de la Republica Boliviana.

 

En enero de 1826, Bolívar regresa a Lima y Rodríguez se queda en Bolivia al frente de la responsabilidad encomendada. No volverán a verse jamás. Ese mismo año, funda la segunda Escuela-Taller, esta vez con proyecciones para toda Bolivia, desde Chuquisaca. Para el mes de octubre de ese año, las precarias relaciones con el presidente del país,  Mariscal Antonio José de Sucre lo obligaron a dimitir y el proyecto no se pudo ejecutar. Entonces se dedico a trabajar como educador y escritor, viviendo alternadamente entre Perú, Chile y Ecuador.

 

En su destacado trabajo en cuatro ediciones titulado Sociedades Americanas, publicado en Arequipa, (1828),  Concepción (1834), Valparaíso  (1838) y Lima (1842), insiste en la necesidad de buscar soluciones propias para los problemas de Hispanoamérica, lo cual queda sintetizado en la cita: “La América española es original, originales han de ser su instituciones y su gobierno y originales, sus medios de fundar uno y otro. ¡O inventamos o erramos! ”.

 

En 1830, en diciembre, publica su obra “El Libertador del mediodía de América y sus compañeros de armas”, que constituyó un alegato sobre la lucha social emprendida por Bolívar en esa época. Al siguiente año, en 1831, contrae por segunda ocasión, matrimonio, con Manuela Gómez en Perú y desde Lima, acepta la Dirección de una nueva Escuela Pública y da a conocer su libro Luces y Virtudes Sociales, donde afirma su concepto de la escuela primaria, dejando claramente establecida la diferencia entre Instruir y Educar.

 

En 1835, se encuentra por segunda ocasión con Andrés Bello y entre 1836 y 1839, habiendo asumido el General Carlos Soublette la Presidencia de la Republica de Venezuela, por la renuncia del Dr. José María Vargas, se le invito a retornar a la patria. Tal misión le fue encomendada al ministro, General Rafael Urdaneta. Simón Rodríguez  se lo cuenta a su amigo, el Obispo Pedro Antonio Torres, con esta expresión: “Una respuesta que me dan de la Nueva Granada, es una orden del Gobierno de Venezuela, para que me envíen a mi tierra. Yo no voy allá. Tanto se acuerda el presidente de mi, como su santidad de usted”….lo que provocaría en el Obispo Torres, el comentario….. ¿Volver a Caracas, viejo, aparentemente derrotado por las circunstancias, sin saber a que iría y con el mal recuerdo por el rechazo de sus ideas en 1794 y el fracaso de la revolución de Picornell en que anduvo comprometido? Regresar no es avanzar… ¿…y a una Venezuela sin Bolívar?

 

En los años finales de su vida va a Guayaquil, donde se perderá buena parte de su obra, como consecuencia de un feroz incendio que devasto buena parte de la ciudad. Emprende un nuevo viaje a Perú, acompañado de su hijo José y su amigo Camilo Gómez, quien lo asiste al momento de su muerte en la población de Amotape, el 28 de febrero de 1854. Setenta años después, en 1923, sus restos son trasladados al Panteón de los Próceres en Lima y desde allí, en 1954, un siglo después de haber fallecido, traídos a Caracas, su ciudad natal, donde reposan en el Panteón Nacional.

 

Dos de los personajes más notables de nuestra historia, maestro y discípulo, amigos de verdad, ambos de nombre Simón. Hoy en el día de su cumpleaños, le rendimos este humilde homenaje.  ¡Que sus almas descansen en paz, por los siglos de los siglos……..!

 

Respetado auditorio….:

 

¡¡¡Muchas gracias!!!

 

  

 

Enviado por:

Prof. Hilario Narváez Escobar

hilario.narvaez@gmail.com

 

 

Orador de Orden

28/10/2013

SOCIEDAD BOLIVARIANA DE LA GUAYRA

ESTADO VARGAS

 

 

Prof. Hilario Narváez Escobar 
hilario.narvaez@gmail.com


Autorizado por el autor

 

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