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"ITANAM", libro de cuentos de Lucy Araújo Pérez - Las Tunas: Editorial Sanlope. |
ITANAM entre la vida
y la muerte |
En 1991, la vida literaria de Manatí disfrutaba una salud extraña, a partir de los jóvenes escritores que, inspirados por la fecundidad de ideas de la escritora Lucy Araújo, nos reuníamos en una peña inolvidable, a compartir un té con limón que nos parecía de ensueño, y leer las que llamábamos nuestras obras, así como las de consagrados y clásicos, entre los que recuerdo a César Vallejo y otros, que cimentaron las bases de la que también quisimos nombrar nuestra escuela literaria. De esa época son las tertulias con Félix Sosa y Alexander Quintero, dos creadores que lo mismo me enfrentaban en petulantes discusiones acerca del ballet (Félix), o me halagaban con profundos y muy maduros versos (Alexander), como aquellos que parafrasearé, haciendo un alarde de memoria que solo justifican el afecto y la ternura: La ciudad duerme, y yo la despierto junto a los panaderos (…) Yo le temo (…) a los minutos que vendrán, en forma de látigo, a despertarla.También de aquellos años que cada vez se tornaron más difíciles de vivir, son los cuentos que más tarde Lucy publicaría en una colección que solo pude adquirir ya entrado el siglo XXI, gracias a la profesora Esperanza Medina, bajo el título de Itanam, un libro cuya lectura revela una serie de elementos caracterizadores de la literatura manatiense, en aspectos estructurales, temáticos e ideológicos que en gran medida, confirman o amplían los criterios del Editor, Alberto Garrido, en la edición única de 1995. Por su carácter fundacional, y por la deuda generosa con los amigos de mi generación, abordaré algunos de esos aspectos, luego del análisis de las particularidades estilísticas y el acercamiento a la realidad social y cultural de este municipio durante el Período Especial. Itanam se compone de tres partes: La tierra de los ángeles, La señorita Cero y De Rocamadour. Cada una de estas partes incluye a su vez, tres cuentos que abordan temáticas diversas, y en los cuales conviven diferentes tipos humanos, como la puta, el viejo chulo y la madre, por solo citar algunos. La tierra de los ángeles alude, en forma irónica, a la realidad de Itanam, un “pueblo mierdero”, donde lo real parece fantástico, por las aberrantes dimensiones que adquieren el aislamiento, la falsa moral, el peloteo y las precarias condiciones de existencia. Desde ese punto de vista, vale precisar que el tratamiento del espacio, el tiempo y el nivel de realidad, encierra algunas de las claves para la determinación de los sentidos de la estructura textual, entendida como el conjunto de recursos linguo-estilísticos que conforman el plano de la expresión, en los cuentos del libro de referencia. En la extensa relación de elementos que distinguen la narrativa de Lucy Araújo durante la etapa inicial, destacan los nombres propios de personas, lugares y objetos; los subtítulos internos y la selección de las citas textuales o exordios al inicio del libro, las partes y algunos cuentos, como Gida entre dos puertas y Tío Román y Doña Wally en Bariay, ambos incluidos en La tierra de los ángeles. Entre los nombres propios de personas, locaciones y objetos, conviene citar los de Gida, Sitaí, Dino Moreno y el Gran Coloní; así como Itanam –Manatí-, el Tren de la Memoria y el Cielo de Itanam, todos con sus respectivas inspiraciones en la realidad inmediata de la escritora: el poblado, el tren infernal hacia la capital de la provincia, el sueño imposible, los hombres y mujeres que la rodean, acosándola, jodiéndola, queriéndola. Hay, naturalmente en la elección de los nombres, una visible influencia del escritor colombiano Gabriel García Márquez, ya familiar en la concepción del pueblo, un macondo tan real como aquel, aunque, por esa misma razón, menos simbólico y más severo en su dimensión valorativa, con intenciones similares a las de Cervantes y Erasmo de Rótterdam [1].Otros nombres significativos por su disparatada rareza, son los de María Ivanova y Krinstian Alexandrieva, en El Faro, Señorita Cero y Venuvio, en Virtudes que cuenta la noche; y Yurujey en La Señorita Cero y el Krom. Sin dudas, un esnobismo juvenil, que luego se disipa por la influencia del escritor Guillermo Vidal Ortiz, uno de los maestros espirituales de Lucy Araujo, así como por la madurez alcanzada en el ejercicio creativo y la incorporación de nuevas obras y experiencias a su ya rica formación literaria.Claro que la Señorita Cero parte de la Señorita Cora, de Julio Cortázar, pero se orienta, amén del parecido fonético, hacia la negación del carácter, en un personaje que comienza con gran vitalidad, y se apoca según avanza la serie, en una mezcla de decepción y aburrimiento: casi llora y da lástima, es sacudida como una hoja en la corriente. Entonces siente el golpe seco, la hecatombe, el horror y grita. De pronto la cueva también tiembla[2].Antes de terminar el tema de los nombres, es oportuno señalar la interesante, aunque también saturada de esnobismo, manera de designar cada uno de los tres momentos del cuento Gida entre dos puertas que inicia la colección. Me refiero a la “Primera visión con anteojos”, la “Segunda visión con anteojos”, y la “Tercera visión pero sin anteojos”, donde la referencia a los aparatos es tan inútil como ellos en su relación con la trama. La selección de las citas textuales o exordios en Itanam, cumple dos objetivos: adelantar la idea temática –y en ese sentido, están muy bien seleccionadas-, y demostrar las buenas lecturas de la escritora. En ambos casos, se justifican por la calidad y valor expresivo, que, por demás, complementan no solo las partes del libro, sino los cuentos que las poseen. Son también característicos de Itanam, la coexistencia de términos considerados vulgares, junto a locuciones eufemísticas; el uso de metáforas y símiles, y el hábil empleo de los diálogos, sobre todo en Gida entre dos puertas, Los reidores y el los demás cuentos, aunque de modo irregular. El uso del barbarismo bisne, propio del habla popular cubana y con carta de autoridad lograda en los años noventa del siglo pasado, no es, de ninguna manera, un problema; antes bien, le confiere mayor credibilidad a los personajes, en tanto se corresponde con su psicología y una serie de valores del medio social itanamense. Desde el inicio, se ponen en boca de los personajes palabras como puta chismosa, cagadas de moscas, viejo hijoeputa, se cagó en la madre de ambas y otras menos expresivas, que resultan solamente alardes, si se tiene en cuenta que son más los eufemismos utilizados para designar partes o acciones de las personas, que las voces neutrales o marcadas negativamente por su expresividad. En Gida entre dos puertas, las expresiones simuladoras alcanzan el rango de lo risible, si se parte de su literalidad. Así, desmadejada de tanto sexo, sexo con Gérar y la caca, resultan improcedentes, si se toman en consideración los avances de la literatura y la lingüística textual, en relación con el uso de las palabras “obscenas” [3].Lo propio sucede en El Faro, donde se juega en la cama o se va al excusado, pero no se singa ni se caga. En Virtudes que cuenta la noche, donde predomina el erotismo, al igual que en los demás cuentos de La Señorita Cero, el uso de eufemismos se impone, y lastra la dimensión expresiva del lenguaje, con frases como hacer algo, estar con él, acostar, sucedió lo fatal, en posición de abertura y otras, que además de todo lo expuesto, son ingenuas. Más impropia aún, es la utilización del término bélico arma defensiva, para nombrar la pinga, a la que tampoco se concibe como arma defensiva, porque no lo es, ni siquiera metafóricamente. Frases inmaduras como con el arma defensiva lista para el combate, para que su arma defensiva sirviera, subirá sobre su arma defensiva y le pondrá la cabellera revuelta[4] -¿la cabellera del arma defensiva?-, nos dan la visión del “daño” ocasionado por el prejuicio, que tiene su coronación en la expresión las ganas de amar, como si amar y singar fueran sinónimos.Agotada en La señorita Cero y el Krom, la escritora acude a otra idea más limitada: la misma función[5]; para luego renunciar definitivamente a ellas, en los cuentos de la tercera parte De Rocamadour.Contrario a lo expuesto hasta aquí, en relación con el uso indiscriminado de los eufemismos, resulta el acertado empleo de metáforas y símiles que, aunque escasos, esparcen oportuna luz sobre las historias contenidas en Itanam. En Gida entre dos puertas se acusan los malditos ojos de vaca del personaje Sitaí, como causantes del acoso que sufre Gida: una especie de libertina que vende aretes, pulsas, gafas, cigarros a diez centavos, botellas de ron a tragos y hasta zapatillas tejidas[6], para luego, como sus miserables conciudadanos, gastar el dinero solo en pizzas[7], y ver crecer su vientre por comer tantos derivados de la harina[8], en franca alusión al modo de vida en la Cuba de los noventa.Ausentes en Tío Román y Doña Wally en Bariay y El Faro, así como en Virtudes que cuenta la noche, los elementos expresivos a base de comparación resurgen en La Señorita Cero y los abejorros, con un símil curioso: se divisaba el prepucio como si fuera la tapa de un pomo[9], donde el pomo orienta hacia lo humorístico, aunque no trae grandes aportes a la descripción.Más afortunados resultan la metáfora los senos colmillo de jabalí[10], y el símil él palpó de nuevo los senos como si fuera a lanzar palomas a volar[11]. Lo interesante de estos aciertos poéticos es que proliferan en La señorita Cero y el Krom, un cuento donde ya se hace evidente el agotamiento temático y en el cual, el acto carnal es valorado negativamente.En Los reidores destaca la frase la noche avanza con pasos de niño[12], metáfora que, además de aludir a la lentitud del tiempo, también contribuye a intensificar el profundo y delicado misterio de la maternidad. No tan elevadas, pero también valederas, son las metáforas empleadas en Mujer desde pequeña, tal es el caso de la delgadez de la vida[13]; así como el símil algo cursi, pero tierno también, de Camacuti: es como un saltimbanqui enamorado[14], para referirse a su pequeña hija.Otro aspecto significativo, en lo referido al empleo de los recursos expresivos en los cuentos de Itanam, es la presencia de algunas imágenes visuales, olfativas y paliativas, como son: ese cuerpecito tibio en mis pupilas[15], de Mujer desde pequeña; había llenado hasta el tope la iglesia nada menos que de mierda de vaca[16], de Tío Román y Doña Wally en Bariay, y rica de piña, rica de dulce, rica de helado de naranja[17], de Virtudes que cuenta la noche.En sentido general, los recursos expresivos no son una constante en la colección, en tanto las atmósferas místicas, eróticas o realistas, son abordadas a partir de otros recursos que serán explicados más adelante. Entre los rasgos estilísticos presentados, merece especial atención el hábil manejo de los diálogos, las acotaciones y las intervenciones del narrador, con lo cual se le confiere a la historia una fuerte ironía y dinamismo singular, basados en lo fundamental, en el cambio rapidísimo de los tipos de narrador. La secuencia que se reproduce, muestra la intervención de dos narradores personajes y un narrador no marcado con aires de narrador radial; y como es obvio, cambia la focalización, desde una interna individual (Gida), pasando por una externa parcial, para terminar en otra interna individual (Hipólito Durán), diferente sustancialmente de las anteriores: (…) Es cierto, Hipólito. Dijo que se me presentaría un período en el cual no tendría ni agua para beber, ni qué comer, y la gente me cogería un odio a muerte. Nadie sería tan infeliz como yo. Luego se fue en medio de carcajadas infernales. ¿No las escuchaste? ¡Qué raro! El hombre de la cara rasurada y ojos de canario mira a la mujer llamada Gida y la besa con ademán de rey. Oye amor, no creo en aparecidos (…)[18] Este mismo recurso se utiliza sin mayor trascendencia en Tío Román y Doña Wally en Bariay, para luego incrementar nuevamente su significación estilística en El Faro, con la inserción de las preguntas del juez en la secuencia narrativa.Ausente en La Señorita Cero, el manejo de los diálogos y el narrador, se restablece en De Rocamadour, a partir de la pluralidad de voces; específicamente en Los reidores, uno de los cuentos más complejos y mejor logrados de la colección: (…) Tiene el mismo color tuyo, dice la tía con mímica a través de los cristales y pienso en que no pude llevarte. Me desmayo. Cuidado. Aguántenla, ha perdido mucha sangre. No aparece un camillero, llévala a recuperación. Está muy débil. Murmullos. ¿Quién llora? ¿Mi niña?[19] Los cuentos de La Señorita Cero presentan una serie de características distintivas, como son la utilización de una actitud apostrófica o apelativa, el tratamiento del absurdo y el uso de la onomatopeya como recursos estilísticos. Es prudente señalar que la categoría de distintivas, se limita solamente al componente estructural; en tanto La Señorita Cero comparte otros rasgos comunes a las demás partes de la colección, y se distingue, así mismo, en aspectos temáticos y psicológicos, por solo citar algunos. En Virtudes que cuenta la noche sorprende la entrada en la narración, a partir de la interpelación directa a un narratario marcado o explícito. Los cuentos de La tierra de los ángeles, y aun los siguientes, emplean como regularidad la indeterminación del narratario, en tanto, aquí se inicia con la referida actitud apostrófica por parte de un narrador que se mueve entre los niveles omnisciente y equisciente. Cuando la Señorita Cero expresa: Necesito atención para que me escuches[20], aspira a comprometer al lector, a encontrar una complicidad que, de alguna manera, lo involucra en el coqueteo del narrador personaje. En realidad, el procedimiento no trasciende la introducción de Virtudes que cuenta la noche, aunque lo distingue, no solo en relación con los demás cuentos de Itanam, sino con el resto de la obra de Lucy Araújo, en la que se produce un distanciamiento consciente y muy sugerente, con respecto a los hechos narrados y al propio destinatario.Los recursos fonoestilísticos adquieren particular significado en La Señorita Cero, donde aparecen onomatopeyas y hasta frases creadas por la autora, para designar acciones de carácter erótico. De esa manera, onomatopeyas como Hizo piaf, piaf, piaf igual que los caballos[21] y A Yurujey le pasa como al cocodrilo, abre la boca, trac y ya[22], reflejan la pesada rutina del coito, así como el hastío de la Señorita Cero, que ya no podía soportar el ju, ju, krom[23] -algo así como “quiero singar”-, en los labios de Yurujey, piel de caballo, lindo hombre de la primera generación, con el olor característico y el pene siempre bamboleante bajo su cintura.En la frontera entre lo estructural y lo temático, se encuentra el tratamiento del absurdo en La Señorita Cero y los abejorros, donde esta especie de puta incontenible andaba desnuda bajo la falda[24], y el narrador se recrea en la referencia, siempre eufemística, a la pinga del director.Me parece que, entre los logros del cuento, merece particular atención la concepción del cronotopo de la casa abandonada , donde se funden la estructura del edificio y los cuerpos de ambos sujetos, en un coito descomunal, semejante al momento en que el señor rinoceronte quiere montar a la señora rinoceronte[25].(…) regresó porque se le quedaba la falda abandonada, y reparó en que la vulva estaba regada ante el espejo; por un lado el clítoris, por otro los labios mayores y más allá los menores, también se divisaba el prepucio como si fuera la tapa de un pomo, después el bálano rosado, debajo, los testículos inflamados.[26] En realidad, La Señorita Cero y los abejorros es un cuento menor, si se compara con Virtudes que cuenta la noche, pero el tratamiento del espacio y el tiempo en la forma referida, y el simbolismo de los abejorros (deseos), recuerdan los conejitos y las atmósferas de la Carta a una señorita en París, de Julio Cortázar. Evidentemente, el efecto fónico de los abejorros y su presencia reiterada en la historia, denotan la persistencia del apetito sexual, tanto en la Señorita Cero, como en el director, aquel hombre que venía rodeado de abejorros y tenía un prelavado ancho y se estaba quedando calvo[27], y que al mirarse al espejo lo que vio fue un rinoceronte con la boca abierta.[28]En relación con las especificidades temáticas de Itanam, es necesario precisar que cada parte de la colección aborda un tema específico; así, en La tierra de los ángeles, predomina el conflicto de los personajes con su medio, el pueblo y la sociedad itanamenses, con su estructura jerárquica y sus males institucionales. En La Señorita Cero, el tema del placer sexual es tratado como gozo en sí, carente de preocupaciones existenciales o de cualquier otro tipo, aunque en La Señorita Cero y el krom se muestra a una mujer víctima de su propio vicio. De Rocamadour, por su parte, es el libro de la ternura y la maternidad, algo como los finos versos que vienen a mi mente:En la cabeza de la madre que se inclina Sobre el rostro del niño pesa todo el planeta. Pesa con peso blando, firmamento y aroma, Mejilla que estremece la diminuta frente: Florece, entre los dos, el algodón. [29]La receta espiritual y el resguardo en el Cielo, la manera de enfocar la realidad del pueblo y la capacidad de fabulación, son algunos de los elementos que distinguen la colección de cuentos Itanam, de Lucy Araújo; en la que además se logra un uso efectivo de la ironía como instrumento para la crítica social, se emplean símbolos cristianos que coexisten con los de otras religiones en perfecto sincretismo, y se aprecia una posición militante de la escritora, a través de algunas claves que subyacen en la estructura profunda de los textos. Sobre la receta espiritual, hay que destacar que rompe por completo el orden esperado de los acontecimientos; y en esa ruptura pragmática descansan la originalidad de las ideas, y hasta un sutil humorismo: (…) 0ye amor, no creo en aparecidos. De todas maneras báñate con gajos de rompesaragüey, abrecaminos, vencedor, amansaguapo y yerba de aura. Ella no dijo nada; pero supo que tarde o temprano, y a pesar de los baños, la profecía se cumpliría (…)[30] Relacionada con la idea anterior, aparece en Gida entre dos puertas una referencia al sincretismo cultural itanamense, que se concreta en la confección de un resguardo al lado de la primera ceiba del camino[31], en pleno Cielo de Itanam, un espacio donde conviven las criaturas infernales y algunos elegidos. Ambos elementos de la cultura local –el resguardo y el despojo-, guardan estrecha relación con las estructuras espaciotemporales y se unen a los procesos míticos, como portadores de la verosimilitud de las atmósferas creadas y las realidades descritas.La historia del mapa, las costumbres del baño y el sacrificio, y los extraños “recuerdos” en Gida entre dos puertas, son muestras del realismo mágico en la concepción del cronotopo del pueblo, denominado, irónicamente, la tierra de los ángeles: (…) Gérar trata de orientarse y pide un mapa a su novia. Ella le enseña uno que cuelga de la pared: No es de Itanam; pero puedes usarlo. Es de otro pueblo mierdero igual a este.[32]Vale precisar que lo mágico en la caracterización de Itanam, es un medio para la ridiculización del lugar; y en ese sentido, procede recordar el intento de Gérar de bañarse a las cinco de la mañana y la rápida reacción de Gida, cuando le refiere cómo procede el sacrificio de quienes osan bañarse en un lugar tan limpio como Itanam.[33] El sarcasmo se completa en la irreverente descripción del Dios, un muñeco con la cara pintada de hollín, o bagacillo (…) ligado con estiércol.[34]Las fronteras entre lo real y lo fantástico se diluyen, y alcanzan un punto culminante en el ritual del sacrificio, cuando Gérar ve caer su cabeza cortada justo en la base[35] por la justicia itanamense, y solicita a su verdugo que se la dé como un recuerdo de este pueblo.[36]La realidad furiosamente absurda de Itanam, es también la causa de la actitud de un personaje –Jorgito-, del cuento Piromanía, del manatiense Francisco Folgueira López. De allí, resulta memorable el texto final, que reproduzco: He decidido borrar este pueblobateybarriodemierda, no ya de mis recuerdos, en los que pesa más que la Gran Piedra, sino de la geografía (…) porque no se me quita de la cabeza la idea de quemar este pueblobateybarriodemierda y cagarme de la risa encaramao en la loma.[37] Referencias: [1] Se refiere a las intenciones enmascaradas tras El Quijote o la Locura, en El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, y el Elogio de la Locura, respectivamente. Hay un existencialismo cruel en la ironía de presentar los hechos en labios o hechos de quien menos es tomado en cuenta: en este caso, una puta medio loca, que se proyecta con aires de gran ciudadana y facultades de jueza del mundo. [2] Tomado de ITANAM, p. 36. [3] La Teoría de los Registros Lingüísticos aborda las formas de la lengua y su uso, según los diferentes estratos sociales y niveles culturales de los hablantes (registros diastráticos), y según las circunstancias de la comunicación (registros diafásicos), ambos muy relacionados con el uso expresivo o estilístico de las estructuras lingüísticas. [4] Las frases tomadas se encuentran en las páginas 33 y 34, del libro que se analiza. [5] P. 36. [6] P. 11.La cita actual y las que siguen, son extraídas del libro ITANAM, a menos que se precise la salvedad. [7] Ídem. [8] P. 13. [9] P. 34. [10] P. 35. [11] P. 35. [12] P. 39. [13] P. 40. [14] P. 42. [15] Pp. 40-41. [16] P. 24. [17] P. 30. [18] P. 16. [19] P. 38. [20] P.30. [21] P. 35. [22] P. 36. [23] P. 36. [24] P. 33. [25] P. 34. [26] P. 34. [27] P. 33. [28] P. 34. [29] Roberto Manzano Díaz (1996) Tablillas de barro. La Habana: Editorial Letras Cubanas, p. 40. [30] Tomado de Itanam, P. 17. [31] P. 20. [32] P. 12. [33] Ídem. [34] Ibídem. [35] P. 13. [36] Ídem. [37] Tomado del libro La Cruz del Sur (inédito), de Francisco Folgueira López. Bibliografía ARAÚJO, Lucy (1995). Itanam. Las Tunas: Editorial Sanlope. FOLGUEIRA López, Frank. La Cruz del Sur. (Inédito) MANZANO Díaz, Roberto (1996). Tablillas de barro. La Habana: Editorial Letras Cubanas |
Geovannys Montero Zayas
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