Suárez y Calibán
por Jorge Monteleone

 

El máximo goleador histórico de Uruguay, Luis Suárez, venía de jugar en el Liverpool FC, en la Premier League inglesa, con lesión en un menisco provocada por el galés Paul Dummet, del Newcastle, con dolores insoportables en su práctica, con la necesidad de recuperarse contrarreloj mientras Uruguay era derrotado por Costa Rica y debía enfrentarse a la selección de Inglaterra. Todos los uruguayos lo esperaban. “Si Uruguay no sufre, no es Uruguay” sentenció Suárez. Era Inglaterra, otra vez, pero enfrente. En la liga inglesa lo premiaron pero también lo persiguieron porque se desataba en él una salvaje intemperancia, un aire levantisco y rabioso e irracional una y otra vez. Mordió, insultó, lo suspendieron numerosos partidos, clamaron por sanciones ejemplares, alegatos, arrepentimientos y regresos. “Su carácter no está a la altura de sus condiciones futbolísticas”, titularon. Los súbditos del Reino ven a ese hombre que come de sus manos como un futbolista extraordinario que necesitan y a los que sin embargo, a su modo, insulta. Al fin y al cabo ellos han inventado el fútbol y un oscuro habitante del limoso Río de la Plata recibió ese don y ahora pretendía hacerlos morder el polvo de la derrota con ese mismo don.

           

Entre los uruguayos ese maladjusted, en cambio, nunca desentonaba. La garra y Suárez son afines. Arremetía, como una fuerza enconada. Cuando llegaba al arco de Inglaterra se le veían los dientes, siempre se le ven los dientes a Suárez. La cámara lenta tomó su expresión cuando hizo el segundo gol que expulsaría al orgulloso equipo del Reino: comenzaba a sonreír, antes de que la pelota entrara Suárez empezaba a reírse. Rió último. Al finalizar el partido toda la hinchada uruguaya lo vitoreaba y él miró a cada uno de las tribunas del estadio y levantó los brazos, con un suave llanto, entregado por completo a la mansedumbre de la vindicación.

 

El más grande poeta inglés, William Shakespeare, inventó en La tempestad (1611) al poderoso Próspero, el legítimo Duque de Milán, que, víctima de una conspiración, llegaba a una isla junto a su hija Miranda. En ella vivía desterrada una hechicera salvaje, Sycorax, que tenía un único hijo, el abyecto y sombrío Calibán, único habitante, mientras Ariel, delicado espíritu del aire, había sido encerrado en un árbol por negarse a obedecerla. Próspero, con sus artes de mago, liberó a Ariel y dispuso que fuera su sirviente junto a Calibán. Este, considerado un salvaje y un monstruo, es siempre sometido y humillado pero, a cambio, recibe el lenguaje con el cual, luego, puede insultar a su amo. “Me enseñaste a hablar y mi provecho es que sé maldecir ¡La peste roja te lleve por enseñarme tu lengua! le grita Calibán a Próspero. “¡Engendro! lo llama Próspero y lo obliga a servirle, a traerle leña, y lo amenaza con torturarlo con calambres y meterle dolor en los huesos y lo llama esclavo. Calibán dirá luego que el Duque le quitó la isla con su magia. Los comentaristas dicen que Shakespeare inventó el vocablo Caliban (léase Cáliban) para representar al salvaje como un anagrama de caníbal. Es decir, un antropófago. Otros dicen que proviene de un vocablo gitano, Cauliban, que significa oscuro. Es decir, un negro. También derivaría de Cariban o caribeño. Las referencias históricas al Nuevo Mundo americano son evidentes en la obra de Shakespeare y se habló de un ambiente indiano en esa isla. Algunos llegaron a interpretar a Calibán como símbolo del salvaje de las colonias, despojado de su tierra y sometido y esclavizado por el europeo, del cual ha recibido la instrucción y la lengua. Por eso en Latinoamérica la figura de Calibán tuvo una larga descendencia, incluyendo el libro Ariel (1900), del compatriota de Suárez, José Enrique Rodó. Otros, como el cubano Fernández Retamar o el poeta antillano Aimé Cesaire, dijeron que Calibán simbolizaba la verdadera identidad latinoamericana porque representaba a los mestizos que aprendieron la lengua de los colonizadores para maldecirlos. Calibanismo latinoamericano. Barbarie. Antropofagia. Negritud. Ratio salvaje.  

           

            A los calibanes les enseñaron el football.

           

            Como a Suárez, que lo juega en el país que lo inventó en 1863, la verde Inglaterra.

           

            Como a Suárez, que los maldice, negro retobado, con todos los dientes. 

           

            Como a Suárez, que se ríe.

           

Como a Suárez, que tiene la extraña costumbre de morder, como un caníbal. Ya van tres veces que muerde a un rival. "Morder puede ser característico de un trauma previo que puede ser provocado por decepciones personales, vergüenza y humillación", explicó al respecto Phil Johnson, psicólogo clínico, vocero de la Sociedad Británica de Psicología, acaso lector de Shakespeare. 

 

En el partido en el que Uruguay eliminó a Italia el último mordido por Suárez fue el zaguero Chiellini, de origen italiano como Próspero, Duque de Milán.

 

Se teme que los uruguayos esperen que Suárez muerda de nuevo. Y ría otra vez: Calibán celeste.

 

Suárez y Calibán, 2: El castigo

 

La Comisión Disciplinaria de la FIFA ha decidido lo siguiente:

 

            1. Se considera culpable al futbolista Luis Suárez de haber violado el art. 48, apdo. 1d del Código Disciplinario de la FIFA (CDF) al agredir a otro jugador, y el art. 57 del CDF por haber cometido una ofensa a la deportividad contra otro jugador.

            2. Se suspende al jugador Luis Suárez por nueve (9) partidos oficiales. El primer partido al que se aplicará la sanción será el próximo encuentro de la Copa Mundial de la FIFA™ entre Colombia y Uruguay, que se disputará el 28 de junio. En virtud del art. 38, apdo. 2a del CDF, el resto de la sanción se aplicará a los siguientes partidos de Uruguay en el Mundial si esta selección sigue avanzando en el torneo o a los siguientes partidos oficiales de la selección uruguaya.

            3. De acuerdo con el art. 22 del CDF, durante cuatro (4) meses, se le prohíbe a Luis Suárez ejercer cualquier clase de actividad relacionada con el fútbol (administrativa, deportiva o de otra clase).

            4. De acuerdo con el art. 21 del CDF, se prohíbe, asimismo, a Luis Suárez entrar en los recintos de todos los estadios durante el período de duración de la prohibición (v. punto 3). El jugador tampoco podrá entrar en los recintos del estadio en el que la selección uruguaya dispute un encuentro mientras esté cumpliendo con los nueve partidos de suspensión (v. punto 2).

            5. Además, se le impone una multa que asciende a 100.000 CHF.

 

Resolución de la FIFA comunicada el 26 de junio al jugador Luis Suárez y a la Asociación Uruguaya de Fútbol. 

 

“PRÓSPERO

Por hacer eso, tendrás calambres esta noche

y punzadas que ahogan el aliento. Los duendes,

que obran en la noche, clavarán

púas en tu piel. Tendrás más aguijones

que un panal, cada uno más punzante

que los de las abejas.

 

CALIBÁN

Tengo que comer. Esta isla

es mía por mi madre Sícorax,

y tú me la quitaste. Cuando viniste,

me acariciabas y me hacías mucho caso,

me dabas agua con bayas, me enseñabas

a nombrar la lumbrera mayor y la menor

que arden de día y de noche. Entonces te quería

y te mostraba las riquezas de la isla,

las fuentes, los pozos salados, lo yermo y lo fértil.

¡Maldito yo por hacerlo! Los hechizos de Sícorax

te asedien: escarabajos, sapos, murciélagos.

Yo soy todos los súbditos que tienes,

yo, que fui mi propio rey; y tú me empocilgas

en la dura roca y me niegas

el resto de la isla.

 

PRÓSPERO

¡Esclavo archiembustero, que respondes

al látigo y no a la bondad! Siendo tal basura,

te traté humanamente, y te alojé

en mi celda hasta que pretendiste

forzar la honra de mi hija.

 

CALIBÁN

¡Ja, ja! ¡Ojalá hubiera podido!

Tú me lo impediste. Si no, habría poblado

de Calibanes esta isla.

(…)

Me enseñaste a hablar, y mi provecho

es que sé maldecir. ¡La peste roja te lleve

por enseñarme tu lengua!

 

PRÓSPERO

¡Fuera, engendro!”.

 

William Shakespeare, fragmento de La tempestad.

 

“Por fin te has encontrado cara a cara conmigo, y estas sorprendido de ver, qué lejos estoy de ser, en todo sentido, de tu preferencia; cuán completamente carezco de ese aplomo y esa calma y ese buen carácter que todo lo perdona porque todo lo comprende, que para el ojo crítico está tan maravillosa y domesticadamente presente en cada página de tus invenciones publicadas.

 

(…)  Ahora se terminó. No, no lo hemos soñado. Estamos realmente aquí, bajo el escenario con la cara roja y sin aplauso; ningún efecto, por simple que sea, ningún negocio, por poco importante que sea, ha surgido de esto; no hubo un solo aspecto de toda nuestra producción, ni siquiera el enorme pájaro embalsamado de la felicidad, del que pudiera decirse una palabra amable, siquiera con condescendencia”.     

 

W. H. Auden, fragmento de “Calibán al público”, de El mar y el espejo

 

por Jorge Monteleone
 

Gentileza de Gustavo Lespada
gustavo.lespada@osde.com.ar

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

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