Estampas: enero de 1964. 
La celebración de lo celebrable.
Carlos Monsívais

Saludo al Maese Salvador Novo y espero las agudezas que brotarán de manera indefectible. Allí están las celebridades que se entusiasman consigo mismas. En el restaurante La Capilla se congregan Jaime Torres Bodet, Carlos Pellicer, Agustín Yáñez, Rosario Castellanos, José Gorostiza, Rafael F. Muñoz, Elías Nandino, Martín Luis Guzmán, Pablo González Casanova, Jaime García Terrés... Es la comida de los intelectuales para el presidente Adolfo López Mateos, o más bien, como allí me entero, es la comida que el Presidente de la República patrocina para que los intelectuales se la ofrezcan, en ese eterno convivio de la legitimidad, donde unos elogian y otro, con su sola presencia, garantiza sitios en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Así fue. El vigor de la élite (la Buena Sociedad en cualquiera de sus niveles) cristaliza lo valioso que el dinero da y al dinero vuelve; y la fe en que la ciudad de México, aún no masificada, es el todo armónico donde se acomodan, cada quien su sitio, proletarios y burgueses, canchas de futbol y cabarets, boxeadores y poetas, dueños de bancos y prostitutas de fama desprendida de la atención simultánea a varios clientes, el amanecer de la vida nocturna y el anochecer de las tradiciones criollas (esta visión unitaria y eléctrica de la capital la asume Carlos Fuentes en La región más transparente).

Carlos Monsívais

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