RADIO CARVE
A mediados de la década del 40 Wimpi ingresa en Radio Carve.
Se produce el feliz encuentro entre el muy joven Juan Carlos Mareco y Wimpi.
Mareco era un estudiante de la Facultad de Derecho, becado por el Liceo de Carmelo, que se destacaba por sus dotes artísticas y la flexibilidad de su voz en las famosas troupes estudiantiles.
La oportunidad se le presentaba en Radio Carve pero su familia no veía con buenos ojos que un Mareco y becado, estuviera haciendo programas cómicos e imitaciones por radio.
El dúo ya nacía: libretos de Wimpi para el hombre de las voces múltiples, pero el problema era la presión social para un jovencito de una familia conocida de Carmelo.
Hay que buscar un seudónimo.
El mismo Juan Carlos Mareco propone llamarse Pinocho.
De inmediato Wimpi elabora una metáfora:
“Estupenda idea. Supongamos que el viejo fabricante de muñecos (Gepetto), al crear su mejor títere, le roba el alma a una calandria. Y así, como la calandria imita a los pájaros, nuestro Pinocho se lanzará a los caminos imitando tipos humanos.” Wimpi inicia una etapa de idas y venidas de Montevideo a Buenos Aires con regreso y retornos.
En el vespertino porteño “Noticias Gráficas” inicia su columna “La taza de tilo”, luego “Los cuentos del Viejo Varela”. En 1948 Wimpi ya es solicitado por diferentes diarios, revistas y radios de Buenos Aires y Montevideo.
Radio Belgrano, una de las emisoras más escuchadas, hace furor con Pepe Iglesias “El Zorro” con libretos de Wimpi. Pinocho, El Zorro, La Craneoteca de los Genios y las Charlas de Wimpi son escuchadas por todos.
Los personajes creados por Wimpi e interpretados por Mareco o Pepe Iglesias ganan la calle.
A la hora de cualquiera de esos programas, quien caminara por el barrio podía seguir el transcurso de la audición porque en todas las casas estaban encendidas las radios con el mismo programa.
En todos había un humor profundo, creativo, fino, filosófico.
Un humor desaparecido porque detrás de la espontánea carcajada venía la obligada reflexión donde lo “light” contemporáneo quedaba excluido. En 1952 aparece “El Gusano Loco” que agota inmediatamente tres ediciones. Wimpi está dedicado únicamente a la radio y a sus escritos finales.
Duerme apenas tres horas por día, bebe, más café, mate y cigarrillos.
En junio de 1956 el primer infarto actúa como advertencia, tres meses después,
septiembre de 1956, cuando acababa de cumplir el medio siglo se nos fue.
Wimpi era un hombre de complexión gruesa, de puños fuertes y gran fuerza física.
No sabemos exactamente cual era su estatura
En una fotografía de fines de 1955 aparece saludando a su antiguo compañero del colegio Mariano Moreno. Se trata del Almirante Isaac Francisco Rojas en ese momento vicepresidente de la república.
Según puede observarse es de una estatura igual o menor que Rojas por lo que se deduce que era más bien bajo.
LA OBRA DE WIMPI
Gran parte de la obra seguramente se ha perdido. Algunas charlas radiofónicas se conservan grabadas y editadas en sus libros. Lo mismo con las columnas de los diarios.
Ediciones (Editorial Freeland)
Ventana a la calle.
Viajes alrededor del sofá.
La taza de tilo.
Cartas de animales.
El gusano loco.
Vea amigo.
Los cuentos del viejo Varela.
La risa.
Los cuentos de Claudio Machin.
El fogón del viejo Varela.
La calle del gato que pesca.
ALGUNOS TESTIMONIOS SOBRE WIMPI:
Manolio, su sastre.
(Citado por Horacio Ferrer).
“Sí, el amigo Wimpi fue un ser excepcional. Toda vez que él venía a vestirse aquí solíamos charlar muy largo. Era, por cierto una delicia dialogar con su infatigable ingenio; atender a su sonrisa; disfrutar de su restallante palabra.”
Juan Carlos Mareco:
“Un ser excepcional, único. En él todo era ingenio y sabiduría.”
Roberto Goyeneche:
“Cerebro único. Una vez, en la Radio mientras esperaba la hora de salida al aire hablé con Wimpi. No sé por qué le pregunté: dígame
Wimpi, ¿a usted que le sugiere un hombre que está pescando? Wimpi me contestó de inmediato: es un marionetista manejado desde abajo del agua...”
ALGUNOS FRAGMENTOS
“El desagerao” (CUENTOS DEL VIEJO VARELA)
“Pedro Sotillo era lo más exagerado para todo. En las atenciones y en los castigos.
Tanto invitaba con ginebra al caballo –un overo poroto- cuando le aguantaba el resuello en algún tirón medio temerario, como curtía a lazo a la bataraza cuando se le empedernían los huevos y se pasaba dos días sin poner. Dijo, una vez, en rueda aparcera, el viejo Nicasio Ituño:
-Una ocasión yendo por el callejón e’ los Gómeces, lo picó una pulga a Pedro Recalde y al él querer manotiarselá, ella de’un salto le ganó la delantera. Tonce Recalde le cerró
piernaj’al montao ¿no? ¡ y a lonja y rodaja! Galope y galope nomá se apeó, se le echó encima, dispué e’ revolcarse loj do un rato pudo redotarla y, cuantito la vió
redotada, sacó el caronero y la degoyó”.
Elogio de la mentira (LOS CUENTOS DE DON CLAUDIO MACHIN)
“En el año 1911 Hans Vahinger, de la Universidad de Halle, publicó un libro titulado “Die Philosophie des Als Ob”. “La filosofía del Como Si”. Vahinger le llamó a su sistema “positivismo idealista”. Pero se le conoce, más bien, por “ficcionalismo”. El autor demuestra que el conocimiento es un resultado del esfuerzo que el hombre realiza para adaptarse al medio: consiguientemente, viene a constituir una una función creada por la especie para su conservación.
El pensamiento, en la ciencia y en el mundo, trabaja con “ficciones”. El hombre sabe que esas “ficciones”, a las que utiliza como instrumentos para realizar sus fines, son ficciones, en efecto. Dicho de otra forma: las considera como suposiciones que sirven de ayuda, pero que no son verdad.
Empero, él las usa “como si” lo fueran. El “como si” –als ob- pues, es un recurso fundamental en la construcción del conocimiento del que luego se hace gala. En Psicología el hombre considera al “YO” “como si” fuera una sustancia. Y al “Hombre Económico” en Economía, “como si” fuera un ente palpable. Y al concepto de libertad en Política, “como si” la libertad, en Política, consistiera en otra cosa que en un derecho al pataleo.
La materia, por ejemplo, no es verdad.
Henri Poincaré, la más alta autoridad europea de fines del siglo XIX, reconoció que uno de los descubrimientos más asombrosos que los físicos hubieran anunciado, ya en aquella época, fue de que la materia no existe.
Apenas ocurre que los sistemas de soles atómicos, girando a una velocidad de 200.000 kilómetros por segundo, conceden a la materia esa apariencia de continuidad. De la misma manera que cuando una rueda gira rápidamente, diríase que los rayos forman un disco macizo.
Merced a la pavorosa velocidad con que se desplazan en sus órbitas, las partículas electrónicas impiden el paso de la luz por la distancia que media –por el hueco que queda- entre un átomo y otro. Pero si esos sistemas de soles atómicos se detuvieran, o si sólo disminuyese su velocidad, los cuerpos constituidos por átomos tornaríanse invisibles.
Estamos entonces enterados de que los espíritus no crean la verdad ni la falsedad. Crean creencias. Y una creencia es verdadera cuando existe un hecho correspondiente a ella y es falsa cuando el hecho correspondiente no existe.
Pero esa correspondencia entre el hecho y la creencia, se obtiene, en el mundo, por medio de la convención.
La verdad es, apenas el fruto de una serie de convenciones.
Recién cuando se conviene en que algo sea verdad, es que llega a serlo. Tres naipes del mismo palo, son tres pedacitos de cartulina con figuras de color semejante.
Pero cuando se ven afectados por las leyes del truco, son “flor”. Porque se convino de antemano en que lo fueran. La verdad, pues, así considerada –sin directivas y sin aprensiones- carece de fuerza para detener al honrarlo mentiroso.
Claro que hay que establecer una diferencia entre “mentira” y “engaño”. “Mentira” viene del latín “mentiri”, de “mentior”: imaginar; de “mens”, “mentis”: imaginación; del sánscrito “mavis”: inteligencia; de “man” , pensar. “Engaño”, viene, simplemente, de “en-ganno”, “ganno-en”: sacar provecho. (...)
EL GAUCHO “BOLACERO”: UNA ACTITUD LÚDICA.
(...) Nadie ha incidido, aún, animosamente, en la rica veta de esa mentalidad que, no siendo la de un primitivo propiamente dicho, ha quedado fuera de los estudios de
Levy-Brühl, de Franz Boas, de James Frazer y de tantos otros –anteriores y posteriores- que desde antes de “La mentalidad primitiva”, hasta después de “La rama dorada”, se ocuparon de las conciencias pré-lógicas. El gaucho únixcamente fue considerado por los detractores o los panegiristas de su condición y significado. No se abocó, seria y honradamente, aún, a su observación crítica, nadie que hubiese sido capaz de realizar, utilizándolo como elemento rezumante de temas, direcciones y sentidos, una faena de investigación, revelación y decantamiento, como las que se han cumplido en torno al aborigen.
Repetimos que, en lo que no es personal, carecemos –al menos por ahora- de la aptitud que ese trabajo reclama. Pero hemos consignado la ausencia de todo estudio serio sobre la mentalidad del gaucho, para explicar por qué somos nosotros, apenas, quienes señalamos la importancia que tiene, para su estimativa psicológica, la predisposición por lo exhorbitante que aparece en sus narraciones.
En tanto que la lírica, en su significado esencial, es un movimiento que suele desvincularse del entendimiento lógico, están arrecidos de una suerte inusitada –y enérgicamente caracterizadora- de lirismo, estos cuentos gauchescos. En los altos de las patriadas, en las treguas de las travesías, en la pulpería tradicional –ocasiones nunca desaprovechadas para contar- el gaucho ha pasado, muchas veces sin él mismo
advertirlo, de la narración del “sucedido” a la más fantástica de las patrañas. Empero, “el intento de aturdir la imaginación mediante una fantasía
exorbitante, cuantitativa o cualitativamente, no opera sólo como función poética o forma lírica.” Es una típica función lúdica.
Y la función lúdica –el juego como tal- está llena de sentido. “Todo juego significa algo.” Se ha tratado de establecer la razón y la finalidad biológicas del juego –de la actitud lúdica, que lo es, también, la de quien tiende a producir un efecto sorprendente, con la exageración de que reviste a sus relatos- a través de muchas teorías. Van ellas desde la que estima al juego como la liberación de un exceso de energía vital, pasando por la que lo considera como una descarga inocente de impulsos dañinos, hasta quienes sostienen que puede consistir en un ejercicio que adiestre para desempeñar futuras actividades serias que desde ya se intuyen.
Véase, pues, de cómo el estudio del gaucho “bolacero”, de la “fantasía creadora” –por emplear un término de Jung- del gaucho, de su actitud lúdica, podría constituir un recurso importante en la formulación de su psicología, y, consiguientemente, en el replanteo de su significado histórico.”
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