Presiones y diamantes o los peligros de la conspiración

ensayo de Modesto Milanés

mode65@gmail.com

Presiones y diamantes

Virgilio Piñera

La última novela de Virgilio Piñera, aunque no fue su preferida ni la más representativa de su visión del mundo, fue sin embargo la de gestación más larga y accidentada: su redacción y reescritura llevaron nueve años (desde 1958 a 1967); tuvo tres títulos sucesivos ("La última conspiración", "La conspiración" y "Presiones y diamantes"); fue enviada a dos concursos literarios (el Losada en 1958 y el de Biblioteca Breve en 1964); tuvo adelantos en dos revistas (Casa de las Américas y Lunes de Revolución) y es la que más menciones acapara en la correspondencia publicada del autor (14). Como dato de interés para nuestro trabajo, habría que agregar que es también la novela piñeriana que ha soportado las interpretaciones más contradictorias y diferentes entre sí. 

Si el sello característico de La carne de René es la reescritura grotesca de una novela de formación —con personajes a medio camino entre la parodia y la alegoría , escenarios inverosímiles, y la agobiante repetición de la palabra "carne"— y el de Pequeñas maniobras los lances tragicómicos de un Sebastián temeroso en fuga permanente, la marca distintiva de Presiones y diamantes lo es sin duda su rareza; una rareza que comienza con el argumento, sigue con el título y termina con las interpretaciones. ¿En qué consiste esa rareza? 

Empecemos por el argumento. El primer capítulo de la novela abre con estas palabras:  

Nunca se podrá saber cómo empezó la gran conspiración contra la Tierra. Se sabe, sí, que esta conspiración fue urdida por sus propios habitantes; también se sabe que no tomó parte en ella ningún habitante de cualquier otro planeta. [...] Si hablo de una conspiración contra la Tierra entiéndase bien que los agentes de la misma fueron los propios terrícolas. Ahora bien, la confusión se produce por el hecho mismo de no saber cómo empezó exactamente ese gran movimiento. ¿Fue el resultado de una cabeza genial? ¿Fue, por el contrario, una venganza colectiva contra las miserias que este planeta nos depara? [...] En mi opinión todos estos debates eran ociosos. Ninguno de ellos revelaba el origen de la conspiración; ninguno de ellos puso coto al despoblamiento de la tierra.[1]

Se nos habla en esta primera página de una "gran conspiración contra la Tierra"; se nos dice también que los participantes fueron los propios terrícolas; se nos dice finalmente que el resultado de esta conspiración fue el despoblamiento del planeta. El planteamiento de la novela es una investigación en tiempo real sobre las causas de una catástrofe (despoblamiento) ocurrida en la Tierra, y lo que sigue después es la exposición y desarrollo de los hechos que presuntamente la originaron. Hasta aquí no hay nada raro, solo un tema inusual en la obra del autor. Todavía se está recuperando el lector de este comienzo cuando nos dice el narrador: "Según mi modo de ver las cosas, la conspiración se produjo por sí misma y como resultado de grandes presiones".[2] Y a partir de este momento comienza a cristalizar lo verdaderamente "piñeriano" de la novela.[3] Tomando como punto de partida las "grandes presiones" y con una especie de inexorable "lógica del absurdo" se va desarrollando la trama, que es en realidad la crónica de un desastre. Con la precisión y la fatalidad de un silogismo, de las insoportables presiones se sigue a la muda masticación de chiclets; de ahí, al silencioso juego de canasta; de este al encogimiento; del encogimiento a la hibernación; de esta, al miedo incontrolable generado por un ubicuo "Presionador"; de este miedo, al ocultamiento; del ocultamiento a la incomunicación total (las personas respondían a todo con dos palabras sin sentido: rouge melé) y de esta, finalmente, a la fuga de la tierra en capsulas infladas que semejaban grandes preservativos. Tenemos, entonces, un tema de la ciencia-ficción, una distopía, el escenario de un desastre; pero todo investigado, explicado y narrado con la peculiar óptica virgiliana.

Vayamos al título. Desde el momento de su concepción y cuando Virgilio solo tenía presumiblemente unas pocas páginas (1958), este le escribe a sus amigos José Rodríguez Feo y Humberto Rodríguez Tomeu para comentarles sobre su novela "La Conspiración". Después, en junio de 1960, sale a la luz en el número 1 de la revista Casa de las Américas un capítulo de la novela. Este se publica como "Presiones y diamantes", primer capítulo de "La Conspiración". Unos meses más tarde, con el título de "La Conspiración" y como parte del dossier "Obras en construcción: 5 capítulos de 5 novelas", se publicaron los cinco primeros capítulos en el semanario Lunes de Revolución (no. 128, 23 de octubre de 1961, pp. 16-20). El fragmento se publicó con esta sugestiva presentación:

En esta novela se contraponen dos mundos: el del escepticismo y el de la fe en los valores humanos. Son los propios hombres sin fe los que conspiran contra ellos mismos, lo cual es visto con horror y asco por un modesto joyero —el protagonista de este relato.

Se ha realizado aquí la misma operación de "recuperación ideológica" (esa oposición entre dos "mundos antitéticos"; ese modesto joyero que mira con horror y asco a los hombres sin fe) que se haría en la nota de solapa de Pequeñas maniobras, de 1963; y el lejano lector que esperaba a esta novela en 1967 se preguntaría asombrado qué tenían que ver estos 5 capítulos con esa introducción.

En el año 1964, Virgilio decide mandar su novela al concurso Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral; para esas fechas ya la novela —cuyo argumento, espacios y personajes se ajustaban tan bien al título de “La conspiración”— se titula Presiones y diamantes, ¿qué pudo haber pasado? Hay que recordar que si La carne de René y Pequeñas maniobras tienen numerosos problemas de construcción, diseño de los personajes, verosimilitud, ritmo, lenguaje, etc., no tienen en cambio problemas con sus títulos, pues ellos se ajustan perfectamente a lo que narran dichas obras. Entonces, ¿qué sucedió con esta última novela? ¿Pudo Virgilio haber pasado por alto algo tan importante como el efecto que tendría un cambio de título, o este cambio fue un resultado más de las terribles, insoportables presiones? Para comprender de alguna manera la forma en que ese nuevo título cambia la percepción de la novela, solo debemos imaginar otro escenario en el que Los pasos perdidos se titulara, por ejemplo, "Rosario y el Musicólogo"; o Paradiso, "José y sus amigos"; o Biografía de un cimarrón, "Esteban Montejo y la grabadora". ¿Qué sería de esas grandes obras con semejantes títulos? (Quizá un marco posible para justificar y recolocar ese nuevo título sería pensar en los niveles a los que remite la palabra “diamante” en la novela: el negocio —trust joyero— de los hermanos Rosenfeld se llama, precisamente, Diamond [p.13]; en otra parte[p.24] se nos dice que al lado del Club Canasta 86 — edificio de 20 pisos donde pueden jugar, sin estorbarse, 20000 personas— se encuentra la sala de proyección más grande del mundo: el nombre de este cine es El Diamante; por último, habría que anotar que una de las líneas argumentales más importantes de la novela gira alrededor de la subasta del famoso diamante Delphi, un diamante que es comprado por apenas 100 dólares y después arrojado al inodoro y descargado. De modo que tendríamos, por un lado, el mundo asfixiante de las presiones y las fugas; por el otro, el de los niveles figurativos y simbólicos al que remiten los diamantes; pero esta lectura, también posible, seguiría en el marco semántico de lo expresado por La conspiración). 

Finalmente, la novela se publicó en mayo de 1967, ya con el definitivo y dislocante título de Presiones y diamantes. En la nota de solapa de esa edición puede leerse:

En Presiones y diamantes [...] la acción se desarrolla, como es forzoso que ocurra tanto por el ambiente físico —rascacielos, subway, chiclets— como por los problemas morales que plantea, en una comunidad altamente industrializada y en su más alto estrato económico, el burgués, y nos describe un mundo hastiado, una sociedad que ha perdido el don de la comunicación entre sus componentes, en la que el hombre se halla perdido en una multitud indiferente, sin ideales, que no encuentra su razón de vivir y en la que sentimos que todo llega al vacío absoluto. Ahogado en este mundo, sin posibilidad de optimismo, el protagonista encuentra su razón de ser en la fatiga por sobrevivir.

Si comparamos esta nota con la de 1961, veremos otras cuestiones de interés. Si en la presentación de los capítulos en Lunes hay una traducción esquemática y politizada del argumento de la novela —la oposición de dos mundos: "el del escepticismo y el de la fe en los valores humanos", y la explicación de la catástrofe que representa el abandono de la tierra con el hecho de que "son los propios hombres sin fe los que conspiran contra ellos mismos"— también debe decirse que el "esquematismo" de esa "traducción" no ha borrado las trazas ni la coherencia del sentido porque, a fin de cuentas, ¿qué mejor traducción podría tener el argumento de una conspiración que el de dos bandos en pugna? Sin embargo, la nota que presenta esta otra novela —porque en realidad, aunque tenga el mismo texto, es otra novela— de 1967 se queda en la ambigüedad de los escenarios y las vagas generalidades: nos habla de "rascacielos, subway y chiclets"; se dice que la acción "nos describe un mundo hastiado, una sociedad que ha perdido el don de la comunicación entre sus componentes"; se nos dice al final: "Ahogado en este mundo, sin posibilidad de optimismo, el protagonista encuentra su razón de ser en la fatiga por sobrevivir". ¿Dónde ha quedado aquí el tema central de la catástrofe que sufrió la Tierra, el de la conspiración, el de la fuga de ocho millones de sus habitantes? Por último, ¿cómo explicar la transformación del protagonista, que en 1961 era un modesto joyero que mira con horror y asco a los hombres sin fe que conspiran contra ellos mismos y en 1967 solo alguien que encuentra su razón de ser en la fatiga por sobrevivir? Basta leer unos capítulos de la novela para percatarse del falseamiento que supone esa transformación, pues ese joyero sin nombre es el único héroe positivo de todas las novelas piñerianas: su modalización como ser deseante, su voluntad de servicio y su afán de salvación constituyen otras de las rarezas de Presiones y diamantes. Si la "recuperación ideológica" de 1961 todavía respeta el argumento y las ideas centrales de la novela, esta de 1967 la desnaturaliza por completo, pues los elementos que se ofrecen al lector para elaborar su marco de lectura no solo están dispersos y dislocados por obra del mismo título, sino que además han sido notoriamente omitidos o falseados.

Aún con todos los elementos que tuvo en su contra ─un título dislocante, un argumento silogístico, una trama defectuosa─, Presiones y diamantes tuvo una buena acogida, pues en julio de 1967, a solo un mes de su salida, tuvo cuatro reseñas en la prensa cubana: una de Luis Agüero en Juventud Rebelde; otra de Raúl Plazuelos en El Mundo; una tercera del poeta chileno Enrique Lihn en el resumen semanal de Granma; y ,finalmente, una de César López en la revista Unión. De estas nos interesan con particular interés las dos últimas.

El poeta chileno Enrique Lihn, que había ganado el premio Casa de las Américas en 1966 y que estaba viviendo en La Habana por esas fechas, publicó una atenta reseña sobre Presiones y diamantes. Luego de una reflexión introductoria sobre la narrativa de Piñera y la función social de la literatura del absurdo, Lihn analiza la novela recién publicada, señalando que puede verse como "la sátira de una sociedad opulenta, pero que es precisamente su contenido satírico lo que le resta efectividad, por apuntar a un blanco demasiado general y difuso"[4].

La reseña de César López presta una rigurosa atención tanto a los elementos textuales —en los que se detiene largamente—como a los extratextuales (literarios, biográficos, políticos). Entre sus señalamientos más valiosos se encuentran los posibles componentes simbólicos del texto y las futuras interpretaciones que podrían generarse a partir de ellos:

Piñera repite a lo largo de su novela la denominación situación-límite y efectivamente la descrita es una situación límite. Dentro de la literatura una situación-límite puede tener diversas interpretaciones, sobre todo en este género del absurdo y el delirio. Lectores y críticos pueden organizar enormes estructuras interpretativas a partir de ciertos elementos que adquieren así (o lo tienen previamente) carácter de símbolos. Presiones y diamantes no escapa a este riesgo, y consecuentemente pueden venir las clasificaciones rápidas y festinadas[5].

En la línea de lo señalado arriba, como si previera lo que podría ocurrir en un futuro cercano, el reseñista se detiene en el análisis de uno de los capítulos finales del libro:

A través de los años Piñera se ha burlado de infinidad de cosas y no es de suponer que de pronto, así por las buenas, haya decidido quedarse tranquilito en el limbo de una cultura de aplausos aburridos. Pero de ahí a imaginar otras connotaciones en el texto, hay un gran trecho. Rouge Melé, la palabra que repiten los enloquecidos habitantes de la ciudad en el estadio previo a la fuga no tiene una semántica exacta, pero si se la quiere conectar con lo rojo, el arrebato rojo, el comunismo galopante, entonces tendría un sentido de acto de contrición en aquellos seres aterrados quienes naturalmente tendrían un miedo pánico a la más leve presencia de revolución. (No es conveniente, pues, corresponder a ese miedo pánico con otro y echarnos a temblar ante la posibilidad de cualquier jugada satírica)[6].

Pero lo más interesante en términos de interpretación es lo planteado por César López casi al final de su reseña, un final en el que parece aprovechar y revertir exactamente las vaguedades y generalidades de la nota de solapa, adelantando de paso otras interpretaciones que aprovecharían la posibilidad abierta por esta:

Piñera generaliza, su acción puede suceder en cualquier parte, fundamentalmente en los países capitalistas... pero ya sabemos que los países socialistas no son ni pueden ser el paraíso. Y toda vida humana tiene su riesgo. Varios tipos de enajenación pueden existir. Así presiones y diamantes. Pero también presiones sin diamantes[7].

La conclusión que acabamos de transcribir es fundamental: César López realiza una lectura tan atenta y minuciosa, que ni los problemas de la novela ni el título dislocante, ni siquiera las vaguedades y abiertas manipulaciones de la nota de solapa lo pudieron desviar de su correcto ejercicio interpretativo.

La lectura crítica que ha recibido esta novela en trabajos posteriores ha sido coherente con los azares y percances de su trabajosa composición, con los marcos semánticos derivados de su título y con su rara estructura narrativa. Así, tenemos la lectura de Perla Rozencvaig[8] (1985), quien propone un nexo directo entre autocensura y neobarroco y hace una interpretación en clave política, asignándole al famoso diamante “Delphi” el anagrama de la palabra “Fidel”. También el trabajo de Luis Álvarez[9] (2012), quien ve en esta novela no solo “una de las grandes novelas insulares, sino también uno de los textos de alto relieve en los años sesenta en lengua castellana”, y “posiblemente, la novela más personal del autor”. Finalmente, queremos mencionar —entre otros— dos ricas y sugerentes interpretaciones: “Presiones y diamantes: la imaginación del desastre como conspiración indefinible” (2015), de Alan West-Durán[10], y “Piñera preferiría: aburrimiento y revolución” (2016), de Karina Miller[11].  

Al margen de la gran atención crítica que ha recibido en los últimos años (focalizada mayormente en los elementos biográficos), la obra narrativa de Virgilio Piñera —especialmente sus novelas— todavía contiene parcelas muy extensas que son verdaderas tierras vírgenes. Una de las más interesantes y productivas, por su conexión con el resto de la obra y por su relación con otras figuras y procesos del campo literario cubano, es precisamente la de los vasos comunicantes entre recepción crítica, política y ficción. A unos pocos pasajes de esa importante zona (la recepción crítica de Presiones y diamantes en la década de los 60) hemos dedicado este esfuerzo preliminar.

Notas:

[1]Virgilio Piñera: Presiones y diamantes, La Habana, Ediciones Unión, 1967, p.7

[2]Idem

[3]El tema de "las presiones"lo toma Virgilio del Ferdydurke de Gombrowicz y es desarrollado con distintas variaciones en tres relatos: "Muecas para escribientes"(1947); "Concilio y discurso" (1950) y "El gran Baro"(1954).

[4]Enrique Lihn: "Autoescritura de Virgilio Piñera", Granma (Resumen semanal), 29 de julio de 1967, p.11

[5]César López: "Chiclets, canasta, presiones y diamantes", Unión no. 3, julio-sept. de 1967, p. 133

[6]Idem.

[7]Idem.

[8] Perla Rozencvaig: “Presiones y diamantes: lectura inversa”, Linden Lane Magazine no. 4, 1985, pp.14-15

[9] Luis Álvarez: “Presiones y diamantes o la angustia del ser”, Cubaliteraria, junio 2012

[10] Una Isla llamada Virgilio (Jesús Jambrina, ed.), Florida, Stockcero, 2015, pp.167-179

[11] Revista Iberoamericana, num. 257, oct-dic 2016, pp.819-836.

Modesto Milanés
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