La domadora de rosas
Rolando Merayo

  A Marisol

            La luz se hace en ti. Danza la domadora de rosas. El día es un eterno y viejo crepúsculo. Vas llegando a casa. Pero no has visto la cama. El lecho donde no morirás. Se anuncia mi ausencia en las vértebras que traerá la noche. La luz se apaga como un soplo de ola. Revivo de mí mismo con la absurdidad del olvido. Canto donde nunca nadie divisa el dolor. Finjo otro día. Seré otro año en tu brazo. Te diviertes en lugares impropios para el jazmín. Me anclo en la raya del libro. Me pierdo de vista con mis ojos. El dolor no entrará desnudo por la celosía. Me tiendo a llorar entre letras que viajan. No estás en la luna de la pared. Paso a paso la hora cambia. La aceituna se deshace en la cocina. El reloj tira las redes y me defrauda. Todo se prolonga. Me abrazo entre soledades que ahuyentan el ruego de otro llanto. Ríes en lugares impuros. La luz se apaga en ti. Llorado y sobrio. Aguardo.

Rolando Merayo

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