La estética marinelliana en el sistema de la actividad
humana |
Tema:
La estética marinelliana en el sistema de la actividad humana. Autor:
Eriber Mengana Legra:
Licenciado en Educación, profesor Asistente del Centro Universitario de
Guantánamo. Con 28 años dedicado a la docencia. Investigador del
pensamiento filosófico cubano, participa en el proyecto de formación de
valore. Dirección
del centro de trabajo: KM 1 ½, Carretera Santiago de Cuba. emengana
@fcs.cug.co.cu
Resumen: Juan
Marinello Vidaurreta: Esteta de reconocido prestigio en Cuba e Hispanoamérica,
escribió una gran obra filosófica contentiva de la dimensión estética
de alto relieve, que continúa de forma creadora la obra martiana y el
marxismo. Su producción intelectual gira en torno al hombre, siguiendo un
método sociocultural antropológico de profundo humanismo revolucionario.
Introducción. La
estética marinelliana, aborda el difícil problema de la belleza y de su
relación con los objetos artísticos y de éstos con la naturaleza y el
hombre. Lo «bello», o la «belleza», ha sido objeto de consideración y
tratamiento de la filosofía en general, a lo largo de casi toda su
historia, junto con lo «verdadero» y lo «bueno», y más especialmente
de aquella parte de la filosofía que, desde el siglo. XVIII, recibe el
nombre específico de estética, o teoría de lo bello. Comprender las
concepciones filosóficas de Marinello sobre la estética y su papel en el
sistema de actividad humana tiene gran valor metodológico y teórico para
entender los fenómenos y proceso en los que intervienen los
sentimientos humanos en torno a la belleza y su influencia en las
conductas de los hombres en nuestra sociedad.
Desarrollo: Toda
la ensayística marinelliana, siguiendo a Martí, constituye una
contribución extraordinaria a la estética como saber, que tiene por
objeto el arte en sus varias mediaciones y condicionamientos. Desarrolló
una obra cultural extraordinaria, de un estilo de excelencia, revelador de
conocimientos y valores profundos de la realidad, que tiene como
fundamento el devenir histórico
del desarrollo de la estética martiana, marxista y leninista.
Sus
ensayos reflejan la belleza, no dando la espalda al drama humano,
al considerar la cultura por antonomasia, sensibilidad humana y rica
espiritualidad para bien del hombre. Su creación es una perenne búsqueda
de bondad, verdad y belleza, Relámpagos
iluminadores desplegados con fuerza en
el espacio para captar horizontes que esperan, desesperan y guían lo
porvenir que queremos y preludiamos[1].
Marinello,
fue un esteta, reconocido por la intelectualidad hispanoamericana,
comprometido con la causa de la libertad, la justicia y la dignidad
humana. Continuador de la obra del grande hombre, como él llamara a José Martí. Su
ensayística no constituye de modo alguno una copia del maestro, sino la
continuación creadora e enriquecida
en la que se levanta una obra
magistral de excelencia y creación. En su obra
cumbre: Martí, escritor
americano: hizo mucho y dijo más… en esta dirección. Esto
significa que la creación marinelliana, fertilizada por la herencia
martiana y marxista, soslaya muchos cánones existentes, para hacer de la
estética, y su objeto: el arte, metáfora de la vida.
El
ensayo constituye su género literario fundamental, y al mismo
tiempo un método, con una elegante
prosa y fina sensibilidad. Se trata de un ensayismo ansioso de humanidad y
de compromiso con las mejores causas representativa del pueblo, consciente
que la cultura, expresa el
ser esencial del hombre y la medida de su ascensión humana.
Es, encarnación de la actividad del hombre que integra:
conocimiento, valor, praxis y comunicación como atributos cualificadores
del ser humano. Se refleja estéticamente el mundo en el ensayo como una
relación sujeto – objeto y sujeto - sujeto.
Como
escritor usa el ensayo, como
literatura de ideas, es su oficio vital coloreado por una misión
redentora que lo convierte en letra con filo. Un ejercicio meditador que
fluye sin cesar por cauces insospechados y tortuosos en pos de alumbrar, más
que cerrar. Es un discurso buscador, abierto, con infinita fidelidad al género,
no dispone, no impone, sino propone para poner, agregar, añadir y dar luz
de futurismo en su lírica, piensa la subjetividad, dando riendas sueltas
al espíritu. Por eso, más que el tratamiento sistemático del tema, el
contenido se impregna de subjetividad y sello personal en todos sus
trabajos, con una connotación axiológica significante.
Pensar
la subjetividad humana, dando riendas sueltas al espíritu, es constante
vocación del ensayismo en Marinello. Por eso pensó bien a Martí y con
hondura accedió a su selva de
ideas y premoniciones, revelándolo como el grande hombre, que hizo y
sigue haciendo cultura. Una ensayística
amplia, vasta y exuberante, que donde más frutos aporta, en mi
criterio, es en la revelación de Martí como totalidad trascendente. Marinello,
independientemente del tema que trate, no olvida al hombre. Su método
sociocultural, nacido en agónicas batallas, determina un color especial a
su discurso, a su estética.
Martí y la realidad nacional son sus fuentes nutrientes
principales.
Concibe
al hombre, la misión y el oficio en estrecha unidad,
lo que imprime un numen especial al ensayismo de Marinello. El
discurso se torna humanista por excelencia y los valores estéticos,
insertados en la cultura, encauzan sus aprehensiones y discernimientos por
nobles propósitos. Es el hombre, pensando al hombre a través de la
axiología de la acción, que a veces
con ribete agónico y dramático, hace del deber, su consagración
humana, y al hombre mismo, eterna vocación de servicio. Así,
dirá de Mariátegui - fue un hombre dramático en un coro de hombres trágicos. Afirmó
mientras todos dudaban. De ahí su fuerza. Hundió las manos con dolor de
creación en carne angustiosa. De las palpitaciones de esa carne hizo su
ritmo. De ahí la validez permanente de su mensaje (…) La virtud dramática
de Mariátegui lo cambia de artista en político (…) Para Mariátegui no
habrá arte nuevo sino arte actual, es decir,
revolucionario. Arte en que se traduzca adecuadamente la inquietud
política y el anhelo social.[2]
Valora
con entusiasmo los grandes ideales que encauzan la cultura, ya sea de índole
literaria, artística, estética, ética o política. En Mariátegui
encuentra al hombre artista y político soñador que busca en la realidad
para transformarla. Sobre él dirá: La
luz vertical aparecida en el pecho del hombre dramático taladra
gozosamente su representación trascendente de las cosas. Todo late en
ella hacia un fin propio. En el hombre –humanidad no puede existir la
tragedia. Esta nace del choque entre el anhelar y la fatalidad negadora
del deseo. En la fe enérgica no tiene parte la posibilidad negativa.[3]
Destaca,
la razón proyectual del hombre en la lucha por lograr lo que quiere:
Ideales que hechos conciencia y traducidos en fe, poseen una fuerza
indetenible. Tener una fe es ser
parte encendida del drama del mundo. Salvarse o perderse en el mundo.
Cuando la fe se ausenta la comedia llega (…)[4]
Lo
que dijo con su prosa poética sobre Mariátegui, le es aplicable a él.
Una cosmovisión estética y un mensaje
de validez permanente dan muestra de su relación con el mundo. Su
discurso abierto, el relieve de las ideas, el tono conceptual y metafórico
de su decir, la búsqueda constante del alma humana, el estilo subjetivo-
no subjetivista - con que discurren sus discernimientos, para atrapar la
trama humana y buscar salida al drama del hombre, hacen del ensayismo de
Marinello un cosmos inagotable de riqueza
aprehensiva. Un discurso complejo, en pos de la subjetividad
humana. Una estética de excelencia para explicar su entorno.
Marinello
no sólo es un esteta comprometido con las causas justas del pueblo, con
la independencia y soberanía de la nación, es un revolucionario, es un
hombre de carne y hueso que como Martí, estuvo lleno de utopías
realistas, cristalizadas con el triunfo de la revolución.
La
dimensión estética integra el sistema de actividades humanas y ocupa un
lugar esencial en el pensamiento filosófico de Juan Marinello, quien a
partir de sus interrelaciones conceptuales construye una gran obra
literaria, con arreglo a un determinado ideal de
belleza; esto sustancia y argumenta el aprecio de sus acciones, que
despiertan el agrado de sus lectores, por sus valores estéticos, de
enorme trascendencia en Cuba y Latinoamérica, a partir de la década
del ´20 del siglo XX. La
estética, se relaciona la esencia y la percepción entre las
categorías belleza y fealdad,
aparentemente antagónicas, pero en realidad complementarias; su objeto de
estudio consiste en determinar si estas categorías se objetivan o si
existen sólo en la mente de los sujetos; si los objetos se perciben de un
modo particular o si tienen en sí mismos, rasgos específicos; si existen
diferencias jerárquicas entre lo bello y lo sublime; si los modos y las
emociones condicionan tales respuestas. Estos elementos encuentran
fundamentación en el pensamiento del gran esteta cubano, quien ofrece una
valoración de alto vuelo, contentiva de un profundo humanismo
revolucionario. Marinello
asume la concepción marxista de la estética, la cual enriquece con el
pensamiento martiano. Estas influencias le permiten comprende al arte como
reflejo de la realidad social que forma parte de la ideología, utilizado
por las clases dominantes para justificar la estructura económica
imperante. Entiende que el arte es liberador al
fomentar el proceso revolucionario. La actitud estética no está
aquí contrapuesta a la práctica y deja de ser una mera contemplación
desinteresada o un percibir por
percibir.
La
estética de Marinello es crítica e
impone determinar la especificidad cualitativa de su abordaje
cosmovisivo, en los marcos de la concepción integradora del hombre sobre
la cultura, en la cual formamos los valores cualificadores de la formación
humanista, continuación de la
concepción martiana en torno a lo bello y lo feo[5].
Accede
al hombre mismo, a la subjetividad humana, hasta determinar sus
componentes estructurales y los modos de dirigirlos hacia la creación
social humana. Indaga con fina sensibilidad en los momentos gnoseológicos,
axiológicos, praxiológicos y comunicativos; aspectos que en su concepción
del hombre y la cultura, si bien no se someten por separado a un análisis
específico, aparecen como totalidad orgánica del quehacer
humano.
Demuestra
que toda actividad estética, mantiene estrecha conexión con el sistema
de relaciones estética, en tanto que el propio hombre es un ser social, y
no puede existir separado de sus relaciones sociales, es así como
Marinello concibe al hombre en su sistema de relaciones a través de toda
su ensayística.
El
pensamiento estético de Marinello es complejo y como tal tiene un sentido
cosmovisivo y cultural; es humanista porque a través de él se inculca la
condición humana; es una contribución a la formación de valores estéticos
en el hombre, para hacerlos integralmente mejores personas en una sociedad
socialista. Esto no entra en contradicción con otros criterios estéticos
sustentados en la sociedad, la familia y la comunidad. La estética, contribuye de forma esencia en la formación humana, planteada por Edgar Morín, en los sietes saberes de la educación del futuro, específicamente en la enseñanza de la condición humana, para la aprehensión del devenir humano en relación con el mundo, donde vincula o religa todos los conocimientos y saberes en su expresión discursiva plural, es decir, la literatura, el arte, la poesía, etc., en tanto existen distintas formas de construir el mundo del hombre, en una aventura común, donde orden, desorden, caos, organización, son momentos de nuestra relación con la biosfera y el espacio – cosmos. Esto posibilita la internalización de lo humano, el sentido de pertenencia y de participación comunitaria, así como la tolerancia necesaria para comprender la diversidad cultural y la pluralidad de individuos, como base del diálogo cultural a nivel planetario que debe reinar. Enseñar
la condición humana, en todas sus mediaciones complejas: la libertad, la
dignidad de la persona, el decoro, la responsabilidad en sus decisiones,
sus derechos, y las vulnerabilidad y desafíos que le son inmanentes como
sujeto que piensa, siente, actúa, valora y se comunica, es una tarea
imprescindible en la empresa magna de educar para la era planetaria.
Los
docentes pueden hacer mucho desde sus disciplinas concretas. No es difícil,
en tal sentido, encontrar los hilos integradores conducentes a la
transdisciplinariedad. Adviene
y deviene si se planifica con la racionalidad debida. Cada materia aporta
sus contenidos. Todas refieren de una forma u otra a la persona en relación
con el mundo y en contextos reales.[6]
Enseñar
la condición humana, nos pone en condiciones de educar teniendo en cuenta
las formas en que ese educando va a asimilar los valores, que le servirán
de normas conductuales en su vida profesional. Nada mejor que enseñar a
apreciar al entorno humanamente, donde, la estética cumpla su rol, en la
distinción de la belleza
presente en todo lado, especialmente en las relaciones humanas.
Conclusiones Muchos
pensadores han proporcionado diferentes criterios sobre la estética,[7]
relacionándola con las cualidades
de los ideales del
hombre, otros la relacionan, con la afinidad al objeto. La gran mayoría
ofrecen conclusiones
significativas por el camino materialista y dialéctico en sus
principales puntos: la belleza. De
este estudio se determina
que la estética
no simplemente es la ciencia de lo bello,[8]
sino que en el sentido
amplio y exacto: es la
ciencia que estudia la
variedad de valores estéticos que el hombre
encuentra en el mundo que le rodea, los valores por
él creado en su actividad práctica
y los valores plasmados en el
arte que refleja el mundo. En esta definición se refleja el principio estético
para las diversas formas de interpretación
práctica de la realidad, que usume Marinello.
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Habana. Notas: [1]. Pupo, R: El ensayo como búsqueda y creación. Edic. citada. P. 180. [2] Marinello, Juan. El Amauta José Carlos Mariátegui. Obra y Edición citada, pp.354- 355. [3] Marinello, J. El Amauta José C. Mariátegui. Revista de Avance. La Habana, 1972, p 354. [5] “… lo feo no es el lado oscuro de lo bello, ni una carencia. Han reafirmado que el concepto de belleza es tan ambivalente como el de fealdad, siempre a expensas de la cultura, la época, la política, la economía, la religión o la vida social. Aunque esta popularización de lo feo y el feísmo es inédita. Lo recuerdan la exposición de Lucerna (Suiza) Picasso versus Bacon: cara a cara; dos de homenaje en París: a Picasso y la celebración de los cien años de Las señoritas de Aviñón, la obra que inaugura la ruptura del arte, y otra de Courbet; el libro de Umberto Eco Historia de la fealdad. [6] Nos referimos a la obra “Los siete saberes necesarios para la Educación del futuro”, de Edgar Morin. [7]
Estética, rama de la filosofía
(también denominada filosofía o teoría del arte) relacionada con la
esencia y la percepción de la belleza y la fealdad. La estética se
ocupa también de la cuestión de si estas cualidades están de manera
objetiva presentes en las cosas, a las que pueden calificar, o si
existen sólo en la mente del individuo; por lo tanto, su finalidad es
mostrar si los objetos son percibidos de un modo particular (el modo
estético) o si los objetos tienen, en sí mismos, cualidades específicas
o estéticas. La estética también se plantea si existe diferencia
entre lo bello y lo sublime. [8]
Bello (del latín bellus, que a su vez procede de benullus,
diminutivo de benus bonus, bonito, amable, delicado) Lo «bello», o
la «belleza», ha sido objeto de consideración y tratamiento de la
filosofía en general, a lo largo de casi toda su historia, junto con
lo «verdadero» y lo «bueno», y más especialmente de aquella parte
de la filosofía que, desde el s. XVIII, recibe el nombre específico
de estética, o ciencia o teoría de lo bello. |
Ensayo de Dr. C. Eriber Mengana Legra
Ver, además:
Juan Marinello en Letras Uruguay
Dr. C: Eriber Mengana en Letras Uruguay
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