Cultura, Identidad y Globalización desde la óptica marinelliana
Lic. Eriber Mengana Legrá
Profesor Asistente del Centro Universitario Guantánamo

emengana@fcs.cug.co.cu

Centro Universitario de Guantánamo.

Autor: Eriber Mengana Legrá: Licenciado en Educación, profesor Asistente del Centro Universitario Guantánamo. Con 28 años dedicado a la docencia. Miembro del proyecto de formación de valores, su línea de investigación es el pensamiento filosófico cubano

emengana@fcs.cug.co.cu

 

Resumen:

Comprender la cultura, desde la óptica  marinelliana y  su vinculación  a las complejidades del mundo contemporáneo, constituye un referente teórico y metodológico de gran valor, al dotarnos de conocimientos para entender dichos fenómenos. El concepto cultura se ha definido de muchas maneras, para revelar su esencia como actividad humana trascendente, e integradora en que los hombres alcanzan su excelencia como seres humanos que crean los medios necesarios de su vida, tanto material como espiritual.

 

Tema: Cultura, Identidad y Globalización desde la óptica marinelliana.

 

Introducción

Juan Marinello Vidaurreta: Eminente intelectual cubano, continuador de la obra literaria de José Martí, realizó grandes aportes a la cultura contextualizada a la realidad cubana e Hispanoamérica. Sus ensayos son referentes teóricos de enorme fuerza, para la comprensión  y aprehensión de la cultura cubana,  de  la cual es uno de sus principales protagonistas.

No es difícil advertir en la obra de Marinello una concepción integradora de la cultura, con  status de universalidad. Calidad ésta no sólo a la cultura mundial, legitimada por la historia, sino también a la nacional,  que cuando arranca de sus raíces, se inserta a lo general por derroteros propios y con ímpetu de trascendencia, por los valores sociales y humanos que le son inmanentes. No hay identificación alguna de la cultura con la instrucción -lo que no implica su ausencia total, a veces pasajera, sigue la tradición como algo exclusivo de un hombre determinado.  

 

Desarrollo.

La concepción de la cultura  en Marinello, se desprende de su intelección del hombre como posibilidad latente de excelencia y creación, y como ser social que proyecta y realiza su ser esencial mediante la práctica. Visión totalizadora que impregna con fuerza inusitada la resonancia de las influencias martiana, marxista y leninista.

 

Para entender la visión marinelliana en torno ala cultura debemos hacer un estudio panorámico de la misma, la  que nos lleva, a su comprensión a lo largo de la historia. En los inicios se refería al cultivo de la tierra y por extensión metafórica, cultivo de la especie humana. Alternaba con civilización, que también se deriva del latín y se usaba como opuesto a salvajismo, barbarie o al menos rusticidad.

 

A partir del siglo XVIII, el romanticismo impuso una diferencia entre civilización y cultura. El primer término se  reserva para nombrar el desarrollo económico y material; el segundo para referirse a lo espiritual, es decir, el cultivo de las facultades intelectuales. La palabra cultura abarcaba todo lo que tuviera que ver con la  filosofía, ciencia, arte, religión, estética, en fin todo lo referido al saber humano.

Además se identificaba como tal la cualidad de culto, no tanto como rasgo social, sino individual. Por eso podía hablarse de un hombre culto o inculto según desarrollara sus condiciones intelectuales y  artísticas.

 

El concepto de cultura designa toda la producción humana material y espiritual. En la ensayística de Marinello se expresa como ser esencial del hombre y la medida de su ascensión humana. No debemos reducir el concepto, a la cultura espiritual o material, ni a la cultura artístico-literaria, ni a la acumulación de conocimientos. Es ante todo, encarnación de la actividad del hombre que integra conocimiento, valor,  comunicación y praxis. Es toda producción humana, tanto material como espiritual, y en su proceso y resultado.

 

La cultura es el alma del hombre y de los pueblos, designa el conjunto total de las prácticas humanas, de modo que incluye  las económicas, las políticas, científicas, jurídicas, religiosas, discursivas, comunicativas y sociales en general. Hoy es frecuente  que algunos autores prefieran restringir el uso de la palabra cultura a los significados y valores que los hombres de una sociedad atribuyen a sus prácticas sociales.

 

Marinello fundamenta que la cultura, abarca toda la civilización humana en sus diferentes estadios; o en determinadas regiones, por el desarrollo alcanzado por los pueblos que habitaron esos territorios, así se habla de cultura Indú, China, Fenicia, Maya, Azteca, etc. En general, se piensa en la cultura como el conjunto total de los actos humanos en una comunidad, ya sean estas, prácticas económicas, artísticas, científicas o cualesquiera otras. Toda práctica humana que supere la naturaleza es una práctica cultural.

 

El filósofo romántico alemán Herder, dijo que cada pueblo tiene una cultura propia, porque en ella se expresa un aspecto de la humanidad. Esta concepción se le  llama particularista al suponer que toda cultura es particular e irrepetible.

 

Este sentido implica una concepción mucho más respetuosa de los seres humanos. Primero, impide la discriminación, de hombres cultos y hombres incultos que el término podía tener desde el romanticismo: Se hablará de diferencias culturales, en todo caso. Segundo, evita la discriminación de pueblos, que como los nativos de América, fueron vistos por los europeos como salvajes, por el solo hecho de tener cultura distinta o nivel de desarrollo  y religión diferentes.

 

Sobre estos apoyos se eleva la concepción marinelliana; ante todo, como producción humana, como proceso y resultado de la actividad del hombre, condicionada en su génesis y desarrollo, por sus necesidades, intereses y fines, que el hombre despliega y concreta en relación con el mundo y la sociedad misma en que se inserta como sujeto creador de cultura e historia.

 

La concepción de la universalidad de la cultura, en tanto producción humana, expresión de su ser esencial y medida de su desarrollo, está en Marinello como idea regente, porque concibe al hombre como sujeto, socio histórico determinado y portador de la praxis social. El hombre como resultado de la cultura, y al mismo tiempo haciendo historia.

 

La cultura encarna la misma historia -como su ser esencial- y va trasuntando en su devenir la huella humana en su producción material y espiritual. Producción de carácter procesal y resultado de la concepción de Marinello- sólo se integra a la obra humana, cuando da cuenta y razón de la realidad en que se desenvuelve el hombre, “(...) pues sólo cuando el oficio se ejerce en una contemporaneidad consustancial -en la que aparece siempre la señal del futuro- se alcanza la creación de ejemplar permanencia”.[1]

 

La permanencia que en sí misma encarna la cultura en su universalidad, porque sintetiza la propia actividad humana en sus múltiples dimensiones hasta convertirse en acervo de la nación y calidad definidora de humanidad con vigencia y cauces de realización hacia el porvenir.

 

Por tanto, “(...) carece de poder fecundante lo que se teje con hilos de sombra, lo que se construye a contrapelo de la realidad circundante, que es aquella en que se anuncian los grandes cambios inminentes. Lo que soslaya tal realidad -expresa enfáticamente Marinello- queda herido en la entraña y desnutrido de vigencia”.[2] En fin, no configura, no se realiza como corpus crítico de la nación, porque en sí mismo constituye un atributo cualificador definidor de  la verdadera cultura.

 

Permanencia, autoconciencia crítica dirigida al futuro, imbricación a las raíces, a las entrañas de la realidad, asignan universalidad y vigencia social a la cultura desde una óptica marinelliana. Por eso “perdura y queda el Quijote-enfatiza Marinello- porque bajo el ropaje insuperado se siente latir la sangre insatisfecha, queriendo salirse de su tiempo”.[3]

 

Cuando se estudian los hechos sociales, por ejemplo, la economía o el arte, se toman esos aspectos de forma parcial aunque en la realidad están estrechamente relacionados con la cultura. Esto ocurre por la imposibilidad de la razón humana de abarcarlo en su compleja red de interrelaciones. No hay práctica social que esté desvinculada de las restantes, formando un todo complejo y heterogéneo de recíprocas influencias. Así, no puede explicarse cabalmente la historia del arte, no se hace referencia a la historia económica, a la política, la moral, las costumbres, las creencias de la época.

 

Esta es la razón para cuando se estudia la cultura se prefiere el sentido de los significados y valores que los hombres atribuyen a su práctica cultural, esta lo identifica como ser,  pueblo, nación,  región, provincia, etc. Es lo que los hace pertenecer a esta u otra nación y los atributos que la identifican. Por ejemplo: el changüí, género musical autóctono de la provincia de Guantánamo, más que un ritmo para divertir el alma, es una manera, para expresar fiestas, alegría, encuentro de hombres y mujeres, acompañado de un tres, marímbula y guayo.

 

La identidad tiene una estrecha relación con la cultura, manifestando niveles de coincidencia y comunidad de elementos componente de una estructura dada, que sin ser homogéneos en sentido absoluto, si comprenden una unidad sistémica que reconoce e incluye las variaciones de expresión, no niegan, sino ratifican la pertenencia al sistema referido.

 

Sería negativo sin embargo, la tendencia a encerrarnos en lo que somos, suponiendo, lo nuestro suficiente, que podemos vivir a espalda de otras   culturas y otros grupos humanos. José Martí nos alertaba sobre el aldeano vanidoso, el cual piensa que el mundo es su aldea. Él nos da la solución cuando propone se injerte en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco sea el de nuestras repúblicas.

 

Marinello continúa la ensayística martiana al respecto y afirma que la cultura es el resultado de la producción colectiva, tiene un carácter universal, encontrándose en constantes cambios y transformaciones que la enriquecen ininterrumpidamente por los aportes de cada pueblo, de cada nación o de individuos. No puede ser vista  como algo apropiable, sino que  es trasmitida a través de las diferentes generaciones. Como producción colectiva, tiene sus creadores en hombres de carne y huesos: Seres individuales que a su vez son sociales, miembro de la sociedad, que aportan a las creaciones culturales  su originalidad.

 

El changüí, por ejemplo, aporta a la música universal, su estilo, ritmo y baile propio, y sus creaciones en beneficio de la sociedad se generalizan, socializándose, pero esos legados son realizados por hombres individuales con sus características diferentes que los hacen ser distinto de otros, este género identifica la región más oriental de Cuba.

 

Esta concepción sobre la cultura, manifiesta la  cosmovisión marinelliana del  mundo, como totalidad y en tanto  universalidad, no es posible deducirse al margen de una visión profunda del hombre, como sujeto social complejo. Por este camino -un enfoque sociocultural- antropológico- Marinello desarrolla un discurso de alto vuelo teórico y con imaginación creadora.

 

La cultura, y el conocimiento profundo de la tradición cubana, incluyendo la realidad de su tiempo histórico y la aprehensión original del pensamiento martiano y el marxismo, pertrechan a Marinello de las claves teórico-metodológicas y prácticas  adecuadas. Su entendimiento del hombre no sólo como ser social, sino además, de lo que determina y define su calidad social, resulta imprescindible para la comprensión de la cultura como totalidad compleja y concreta que fija la actividad humana en su dinamicidad estructural, en tiempo, espacio y otras mediaciones que implica la sociedad, como organismo natural, y al mismo tiempo, como interacción práctica entre los hombres, en una etapa determinada del proceso humano.

 

Estas premisas cosmovisivas concretan su teoría de la cultura. Le permiten discernir especificidades propias, derivadas de las bases heterogéneas que determinan las sociedades clasistas. Con ello, Marinello sabe apreciar los valores estéticos que le son inherentes a la cultura y las alteraciones propias que le impregnan las relaciones de clases, incluyendo las manipulaciones ideológicas de que es objeto, ya que en el capitalismo se encuentra   “(…) la contradicción omnipresente entre la ideología que defienden los grupos usufructuarios del orden establecido y la que impulsa una transformación que mira hacia un orden más justo”.[4]

 

Este modo de abordar el problema, más que soslayar la universalidad de la cultura, la presupone -si nos enmarcamos en el  concepto marinelliano,  pues la cultura verdadera implica producción humana, por y para el hombre, en tanto expresa su esencialidad existencial, en dirección al futuro, o al menos aquello que en tanto está permeado de humanidad, no es pasajero, permanece, se integra al cuerpo de la cultura y es fuente inagotable de creación social; lo que no significa, en modo alguno, la negación nihilista de aquellos valores que crean los hombres que no integran los grupos y clases de las grandes masas, y que, consciente o inconscientemente, su obra se integra a la cultura popular, al patrimonio de la nación, cuando tiene espíritu ennoblecedor y sigue la línea del progreso.

 

Marinello explica la  heterogeneidad estructural de la cultura en las condiciones del capitalismo y la necesidad de asimilar “(…) la creencia de que el desarrollo cultural limpio de presiones ilegítimas y nacido de las generosas tradiciones nacionales, es el sendero más firme para hacer del saber y la invención una gran empresa universal. Esta verdad- enfatiza Marinello, destacando el valor de la cultura socialista,  su desarrollo y defensa-  nos fuerza a luchar sin descanso contra toda sumisión deformadora y, en término primero, contra el imperialismo, enemigo mayor de la verdadera cultura”.[5]

 

Exalta al socialismo, como condicionante “... de la verdadera cultura, de la cultura humana, humanista y libertadora”[6],  sin que con esto se niegue status tal a lo que se produce fuera del socialismo con fines esencialmente humanos y a la tradición nuestra que encauzó dicha línea humanista.

 

De esta manera los hombres aprenden la socialización de la cultura, y las  formas de ver la vida, con una escala de valores, que cambia con el tiempo y la sociedad.

 

Actualmente ocurren transformaciones económicas, socioculturales y políticas sin precedente en el mundo. Se agigantan las barreras entre las naciones y se amplia la brecha entre los niveles de desarrollo humano de los distintos pueblos. Se deterioran los valores morales y culturales, avanza la pobreza y la globalización se convierte en paradigma de los países en desarrollo.

 

La identidad cultural de los diversos pueblos está homogeneizándose hacia una cultura estandarizada con impactos negativos sobre sus identidades, aceptando como un hecho ineludible la marcha hacia la aldea global, como paradigma homogeneizante del planeta: en primer lugar, pierden peso las instituciones públicas locales y nacionales, en beneficio de conglomerados empresariales de alcance transnacional. En segundo lugar, se reformulan patrones de asentamiento y convivencia urbanas, reelaboración de los propios, debido al predominio de los bienes y mensajes procedentes de una economía y una cultura globalizada sobre los generados en la ciudad y la nación, a las cuales se pertenece. En tercer lugar, la consiguiente redefinición del sentido de pertenencia e identidad de los pueblos y el mensaje del ciudadano como representante de una opinión pública, como consumidor interesado en disfrutar de una cierta calidad de vida.

 

Los grupos de poder, son una unidad social constituida por un número de individuos que poseen un estatus y unas relaciones mutuas estables, con valores y normas que regulan su conducta y relaciones, bienes o elementos (políticas,  económicas, sociales, etc.) para llevar a cabo sus planes e influir sobre el resto de los grupos sociales valiéndose del hábil manejo de sus recursos. Crean nuevas necesidades de consumo, siendo un impulso irresistible que obliga a obrar en determinado sentido. En cambio la globalización planetaria tiene efectos opuestos, como los de homogeneización y fragmentación cultural, derrumbando las identidades tradicionales desterritorializando y deshistorizando.

 

En esta situación, mantiene actualidad la concepción cultural de Marinello, que alienta, un ímpetu de apertura, de creación humana y revolución.

No hay oficialismo dogmático ni razones excluyentes, pero sí ideas, conceptos y principios comprometidos con la ciencia del hombre, en un mundo internamente contradictorio y globalizado, que exige hacer del oficio y la misión una unidad indisoluble perenne de dación humana y social. Dación humana y social que resulta vacua y abstracta si da la espalda a la “tragedia del hombre” y no se determina en posiciones políticas que vehiculen la creación de las condiciones necesarias de realización humana en el camino de su liberación, “del libre vuelo de las fuerzas, por tanto tiempo comprimidas, que hacen de cada ser humano una ocasión de grandeza inmedible.”[7]

 

En esta  lógica de dilucidación de la cultura en su calidad de universalidad concreta, la riqueza conceptual marinelliana se expresa también en el hecho de no copiar caminos trillados y no hacer coro a las posiciones- socio centristas -que enraizaron en algunos marxistas- en detrimento de la individualidad creadora del hombre. Marinello no hace de lo social una entelequia supra histórica, en torno a la cual lo individual devenga su siervo incondicional hasta esclavizarlo y matar lo vivo que late en cada hombre.

 

No se trata del reconocimiento de la susodicha ‘independencia relativa” en los discursos y en las palabras, que no desechamos de entrada, pero que en algunos textos, más que calidad humana, a veces es una consigna vacía, un dogma,  y no la verdadera asunción de la subjetividad humana, en todas sus raíces y en sus posibilidades latentes de excelencia y creación, como la definió Martí. Es decir, hacer del hombre sujeto real, “cuyas excelencias no puede medir la imaginación más exaltada“.[8]

 

La determinación social -ciertamente inmanente a la naturaleza humana y ley histórica condicionante- no existe hipostasiada del quehacer humano. Precisamente, lo que hace social al hombre es su actividad transformadora. Lo social existe en y por el hombre, lo mismo que lo individual es, en tanto tal, y se despliega y realiza como ser socializado, inmerso en la sociedad, de la cual es su producto y resultado.

 

El reconocimiento de la libertad individual creadora en la cultura y su sujeción a leyes es indiscernible, al margen de la comprensión de lo que hace social al hombre. Cuando se comprende este problema -y Marinello es consecuente con ello- resulta fácil intelegir lo social no como una estructura asfixiante que ahoga la creación individual, sino como un proceso dinámico, dialéctico, engendrado por la actividad humana. Con ello se comprende cabalmente la historia social humana y la cultura como historia de su desarrollo individual, y así se evitan reduccionismos y simplificaciones en el abordaje de los dos polos que conforman la unidad.

 

Conclusiones.

 

Marinello, seguidor consecuente y creador de la obra martiana, hace un gran legado a la cultura, demuestra que la misma es el resultado de la actividad de muchos hombres, que aportan creadoramente su inteligencia y esfuerzo para hacer de la sociedad el lugar deseado, factible y grato a la vida, por encima de cualquier consideración política o hegemónica que se quiera imponer por los círculos de poder en la actualidad.

 En el  mundo de hoy globalizado, se pone en peligro la identidad y la cultura de los pueblos, el sentido de pertenencia, que identifica en la cultura su lugar de origen, referente a un pueblo una región o nación. Constituye hoy una necesidad defender la cultura, para mantener la unidad, la independencia y la soberanía.

 

Bibliografía

1. Castro, Fidel. Una revolución sólo puede ser hija de la cultura y de las ideas. Discurso pronunciado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezue la», 3 de febrero de 1999, Editora política, La Habana.

2. Castro Fidel. "Discurso pronunciado en la sesión de clausura de la I Cumbre Sur". En Granma 16/5/200.

3. Hart Dávalos, Armando: “Papel y lugar de la cultura y el arte en el cumplimiento de los planes socioeconómicos”. En Pensamiento y Política Cultural Cubanos,  T-III.

4. Frómeta, José M. y otros. Para una aproximación al concepto cultura. (Soporte magnético Intranet)

5. Guadarrama, P. y N. Pereliguin. Lo universal y lo específico en la cultura.. Editora  de Ciencias Sociales. La Habana .1989. Universidad INCCA de Colombia. Bogotá. 1998

6.Kastio Góranov: En  Arte, cultura y sociología,

7.Marinello J: Socialismo y Cultura. Contemporáneos. Noticias y memorias II, Ediciones UNEAC, La Habana, 1975, p. 240.

8 Marinello J. (1978): El poeta José Martí. Orbita de la Revista de Avance. (Casanovas, prol. comp) Edit. UNEAC. La Habana.

9……..........…(1983): Comentarios al Arte. Editorial Letras Cubanas. Ciudad de La Habana.

10…..........… (1964): Españolidad literaria de José Martí. Once ensayos martianos. Comisión Nac. Cubana de la UNESCO, La Habana.

11...........…. (1962): J. Martí, escritor americano. Imprenta de Cuba, La Habana.

12...........……(1925): La vieja casa. Publicación Chic. Vol. XIV, # 124, Diciembre.

13…...........…(1927): Liberación. Ornamentación de Jesús Castellanos. Ed. Mundo Latino. Madrid.

14…...........…(1928): Juventud y Vejez. Ediciones de la Revista de Avance. La Habana.

15…..........… (1929): Una conferencia sobre José Martí. El País. Febrero 20.

16..........…… (1929): Martí, poeta. Excélsior. Febrero  20. (Fragmentos y síntesis).

17…..........… (1964): El caso literario de José Martí. En ensayos martianos. UNESCO. La Habana.

18…..........… (1972): Sobre la inquietud cubana. Orbita de la Revista de Avance Ed. UNEAC. La Habana.

19..........…… (1972): El poeta José Martí. Orbita de la Revista de Avance. Ed. UNEAC. La Habana.

20…..........… (1978): Sobre la interpretación y el entendimiento de la obra de José Martí. Anuario del Centro de Estudios Martianos 1. La Habana.

21…............ (1980): Dieciocho ensayos martianos. Ed. Política. La Habana

22. Martí, José: “Nuestra América”. En Pensamiento y Política Cultural Cubanos,  T-I

23. Martí, José: “El Partido Revolucionario Cubano en Cuba”. En Pensamiento y Política Cultural Cubanos,  T-I.

24. Moya Padilla, Nereyda “La identidad cultural en el contexto actual”. En Filosofía y Sociedad I. Editorial  Felix Varela, La Habana

25. Ortiz, Fernando: “Los factores humanos de la cubanidad”. En Pensamiento y Política Cultural Cubanos, T-I.

26. La UNESCO y la noción de política cultural”. En Revista Correo de la UNESCO, julio 1982

27. Varona, Enrique José: “El transformismo en la Universidad”. En Pensamiento y Política Cultural Cubana,  T-I

 

Notas:

 

[1] Marinello, J. Creación y Revolución, Edición UNEAC, La Habana, 1973, p. . 172.

[2] Ibídem. P 173

[3] Ibídem, p. 175.

[4] Ibídem, p. 199.

[5] Marinello, J. Socialismo y Cultura. Contemporáneos. Noticias y memorias II, Ediciones UNEAC, La Habana, 1975, p. 240.

[6] En esta dirección conceptual, Marinello afirma: “Nunca fue la cultura en nuestro suelo este noble ejercicio superador abierto a todas las criaturas, que crece y vence en la Cuba socialista. Una revolución que enseñó a leer a todos los cubanos no puede sino asegurar a cada uno el goce de las más cumplidas manifestaciones de la ciencia y el arte. Si nuestra revolución echó abajo toda diferencia injusta viene obligada, por su condición socialista, a dar a todos y a cada uno la misms posibilidad en el conocimiento y en la creación”.  ( Ibídem, 239)

[7] “Si la  cultura, en su condición de bien universal, sólo puede lograrse en una sociedad socialista, queda dicho que el modo mejor, el modo infalible de servir a la cultura es el de luchar por el socialismo”. (Ibídem 239)

[8] Ibídem, p. 239.

Ensayo de Dr. C. Eriber Mengana Legra

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Ver, además:

                       Juan Marinello en Letras Uruguay

                                                      Dr. C: Eriber Mengana en Letras Uruguay

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