La dualidad semifantástica de Manta Ray alude al tema antropológico crucial de la otredad y lo lleva a un contexto muy interesante para una película cuyas locaciones están repletas de informantes fronterizos: la idea de que uno puede ser el otro. Aunque la temporalidad de la película no es tan evidente, la narrativa y la visualidad de este trabajo avanzan en un mismo sentido para sugerir gradualmente la posibilidad de que una persona se convierta en otra. El tema es llevado a tal punto que la ropa del pescador es utilizada por el hombre mudo al tiempo que el pescador en algún momento aparecerá sin camiseta como en su momento lo hizo el anterior.

La posibilidad de estar en la situación del otro, de ocupar el lugar del otro o de hacer el papel del otro parece oportuna si pensamos en el contexto al que alude la dedicatoria al pueblo rohinyá que puso Aroonpheng en el comienzo de su filme. Hablamos de una etnia musulmana que ha sido objeto de una persecución de la que en México conocimos algunas imágenes documentales de Kevin Frayer en el reciente World Press Photo. Este grupo ha padecido procesos migratorios que han llevado a 650 mil personas a huir de Myanmar (Birmania) y Bangladesh. Tailandia es uno de los países a donde ellos han llegado.

La dimensión semifantástica del filme se debe a la gravedad de su tema: en la selva que rodea el río Moei los personajes de Manta Ray pueden desenterrar piedras preciosas que sirven para atraer a las mantarayas en el mar, pero también pueden encontrarse con cadáveres de personas. Esta situación social está representada en el filme porque la cámara en mano que sigue a los personajes da una sensación de punto de vista documental al tiempo que los incidentes anómalos instalan la fantasía. A estos componentes se suma una serie de misterios como el hombre armado cubierto de luces, el enigma del nombre del pescador y la falta de información sobre el origen de Thongchai. La mezcla de elementos revela la inteligencia política y simbólica de este filme ya que el intercambio de roles implica intercambio de condiciones de vida. No había un modo más sensato de tratar un proceso migratorio que causa cada vez más conflictos en Tailandia.

El trabajo de Phuttiphong Aroonpheng ha sido comparado con el legado del ya muy reconocido autor Apichatpong Weerasethakul (Bangkok, 1970), pero existen suficientes razones para distinguirlos. En contraste con el autor de
La leyenda del tío Boonme (2010), el también cinefotógrafo recurre a planos de menor duración, así como a un tratamiento de la temporalidad con menos anomalías. Aunque Manta Ray tiene soluciones de encuadre y de luz que recuerdan a Cementerio de esplendor (Weerasethakul, 2015), la conexión más sólida entre estos dos cineastas tailandeses es su interés por el estado sociopolítico de su país y por el uso de elementos fantásticos.

Además de la sensación placentera de extrañeza que acompaña el motivo visual de las luces, el papel de este elemento en el filme del cineasta más joven tiene dos dimensiones significativas más allá de establecer la conexión emocional entre los dos jóvenes: hay un plano político expresado en el hombre armado que recorre la selva durante las noches; luego viene un plano simbólico-onírico, expresado en el la atracción de las mantarayas por las luces que proyectan las piedras preciosas y en la creencia de los pobladores de esa región de que de vez en vez las rocas multicolor suelen flotar hacia el cielo.

La conexión entre contexto y fantasía como marco de la conexión entre pescador y extraño nos hace pensar en que reconocer e integrar la otredad implica a veces identificarse con ella a tal punto que ocurre un intercambio de lugares. La amistad con el otro, con el diferente, a menudo lleva a convertirse en él o, en su caso, que el otro se vuelva como uno mismo. Y sólo una compañía de esa naturaleza, como la que de vez en vez ocurre cuando las mantarrayas se siguen unas a otras, puede propiciar un auténtico entendimiento de aquel que no es como nosotros.

Rodrigo Martínez (Ciudad de México, 1982). Es maestro en comunicación y doctor en ciencias políticas y sociales por la UNAM. Ha publicado en las revistas Punto de partida, El Universo del Búho e Icónica. Es profesor de asignatura en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (UNAM) y colaborador de la revista F.I.L.M.E (www.filmemagazine.mx). Actualmente prepara un libro colectivo sobre la noción de autor fílmico en la era del cine digital.