Colabore para que Letras - Uruguay continúe siendo independiente

La torre
Cuento de Víctor Maldonado

Deseo de piedad, de repensar la idea de progreso

 

El espíritu de este cuento, más allá de enrolarse en lo fantástico, parece proponernos una mirada social que contrasta nuestra concepción cultural del progreso con los excluidos del "desarrollo". El contraste se evidencia y se sostiene en lo espacial: la Torre - piadosa e invisible - se erige en las márgenes de la ciudad, en cercanías de barrios cerrados y sobre las obras que se llevan a cabo en la ruta A 005.

 

"En las afueras de Río Cuarto, hacia el poniente, allí donde la ciudad se transforma en campo y el tiempo parece detener por un momento los mecanismos de su maquinaria homicida, se levanta, orgullosa y enigmática, la Torre."

Una leyenda urbana asegura que en las afueras de Río Cuarto, hacia el poniente, en el preciso segmento donde la ciudad se transforma en campo y el tiempo parece detener por un momento los mecanismos de su maquinaria homicida, se levanta, orgullosa y enigmática, la Torre. Es imposible precisar desde qué época remota se yergue allí, y aquellos que podrían aportar pistas para esclarecer el misterio -los Constructores- han desaparecido hace milenios de la faz de la tierra.

 

La Torre posee, entre otras singularidades, la particularidad de ser invisible, mas su existencia y localización pueden inferirse indirectamente por medio de una paciente y concienzuda observación. Así, con ojo clínico, no es raro descubrir bandadas de golondrinas y tijeretas trazando parsimoniosos círculos en el ocaso alrededor de su extremo invisible. También es posible explicar por medio de su existencia la aparición de inesperados remolinos de tierra en caminos vecinales (tornaditos que los aborígenes, supersticiosos, atribuían a la presencia de Mandinga), los que al parecer se forman cuando las cálidas corrientes de aire del verano chocan con el cuerpo monolítico y frío de la Torre, convirtiéndose merced a las leyes de la física en gráciles bailarines de viento y guadal hirvientes. Las posibilidades de certificación son muchas, mas exigen para cristalizarse de un forzudo entrenamiento en materia de fe laica."

 

Se sabe que en los últimos ciento y pico de años, miles de personas han atravesado diversas partes de su base sin advertirlo, y que las ampliaciones de la ruta A 005 profanaron un importante sector de sus murallas sin que los obreros, los conductores y el asfalto acusaran recibo de semejante torpeza. La Torre no puede verse, ya lo he dicho, pero su presencia no es desconocida para los linyeras, las prostitutas, los adictos, los trabajadores en negro y los que han sufrido desengaños amorosos. La laboriosa pléyade de excluidos encuentra la paz a sus pies, apoyando los rostros y las manos contra el muro gélido y dejándose acariciar por las sutiles vibraciones benévolas que manan del corazón de la mole. Ese ritual nocturno, ajeno al ritmo febril de la comunidad, no ha sido presenciado jamás por una persona que haya dado el sí a las vicisitudes seculares; por ello, jamás podrán percibir la nivea estructura de la Torre cualesquiera que se encuentren anestesiados por un sistema económico, político, filosófico, estético o religioso. La Torre detesta a los Cruzados.

 

En las afueras de Río Cuarto, hacia el poniente, allí donde la ciudad se transforma en campo y el tiempo parece detener por un momento los mecanismos de su maquinaria homicida, se levanta, orgullosa y enigmática, la Torre. Los excluidos conocen su ubicación exacta y su piedad marginal, pero se abstienen rigurosamente de revelar el secreto, conscientes de estar preservando así un valiosísimo tesoro. Su lealtad hacia la Torre es absoluta. Los seculares son concientes de esa dignidad, y los envidian en secreto.

 

Yo, que he sido testigo de la inexplicable (milagrosa) resurrección de una flor moribunda más allá de la Rotonda Golf, hacia el oeste, ya no niego la existencia de la estructura invisible. Yo también anhelo sus paredes de marfil, sus atalayas de oro y sus entradas de alabastro, con la misma agitación e impaciencia de quien reformula el andamiaje del mundo, como un cubo mágico, en procura del amor de su vida o la justificación de su obra. Busco, aun a sabiendas de la dificultad de esa empresa colosal, mas en mi afán fervoroso, insisto porfiadamente en asomarme a un misterio que, quizá como el propio Universo, es tanto lúdico como inabarcable.

Víctor Maldonado
La ciudad ficcional
Diario Puntal de Río Cuarto
2 de agosto de 2009

Ir a índice de América

Ir a índice de Maldonado, Víctor

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio