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No more lovely nithg
del libro "Costuras sobre la lengua"

Lucy Maestre
milvia@tunet.cult.cu

Pablo: hay mujeres para templar y mujeres para enamorarse, me dijiste un día, cuando ya estaba muerta en la carretera contigo, cuando ya tus manos me habían vuelto perra y me decías tantas linduras que no están en el diccionario. Me enamoré de ti de una manera frenética, impúdica, agonizante, desesperada. Si me hubieras pedido que me dejara cortar las manos por ti lo habría hecho, y los pechos, las nalgas, la vida…Siempre supe que eras un hijo de puta, un vagabundo con alma de poeta y al irte no fui más que un simulacro de  plástico y cartón piedra, un espejismo, un estandarte que sólo repetía tu nombre en el silencio.

Pasaron cosas lindas, Pablo, recuerdo cuando me traías flores de pensamiento y romerillo porque sabías que me gustaban más que las otras, te acuerdas cuando caminabas conmigo por aquel sendero de pinos y como hacíamos el amor recostados a la mata de tamarindo. Sí, pero también tuve que soportar que tu madre me insultara tarrúa-puta-sucia-vieja pelleja, y quedarme callada, porque quien le explicaba a esa pobre mujer que carga con tanta amargura, que lo de nosotros no era una cuestión de aritmética sino de química– es culpa de las feromonas– me decías. Nos amamos como astros–creo que así dice un poema de aquella vieja  poetisa que te gustaba tanto. Y me dejaste, me dejaste por esa negra culo de puntilla, patichurrosa, a ver, que tiene ella que no tenga yo.

De nada valió que fuera a ver a Dominga tres viernes seguidos, que me diera baños con leche y canela por siete días, y hasta te diera café con sangre de regla, ese mismo día te llevaste toda la ropa y te instalaste con ella en el suburbio donde vive, tú que aquí no disparabas un chícharo y lo tenías todo: casa, dinero, comodidades, que para eso tenía yo mi punto asegurado, mira chico, si cada vez que me acuerdo que tenía que mamársela al carnicero con su peste a alcohol y a rayo, y todo para que el niño comiera filete, me dan ganas de tirarme delante el tren, y cuando él llegaba con la jaba de carne te hacías el bobo y mirabas para otro lado, pero yo era feliz dándotelo  todo: no mi chini, no te preocupes, yo te doy lo que tú quieras y el chini me dejó por una negra plebeya. Al principio no lo entendí, tenía que haber una razón poderosa, sensata, admisible, capaz de salvar al menos tu recuerdo, de disolver la maloliente basura que te envolvía y devolverte limpio, tenía que haber algo más, no era justo, no lo merecía, lo de menos era la casa a tu nombre y todo lo demás. Por eso hice lo que tenía que hacer. Para llorar habría tiempo, tenía toda la vida entera. Verdad que lo nuestro no iba a hacer “hueso viejo”, y yo lo sabía, pero cada instante contigo era eterno, así me lo hacías sentir. Sé que me amaste, a tu manera, pero me amaste, como explicar si no toda tu entrega y los jirones de cariño que me dabas. Por ti supe que el Paraíso era aquí en la tierra. Y ahora, Pablo, que me hago sin ti, sin tener adonde ir, pudriéndome en esta asquerosa celda. Te sigue amando,

                                                           Casandra

 

del libro "Costuras sobre la lengua"

Lucy Maestre
milvia@tunet.cult.cu

 

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