En un bar con María Magdalena
Jorge Ariel Madrazo

                           I

 

Si tu tam tam cumbiero compita con

lloros de José al revelarse a sus hermanos, en

Egipto, o gemir fuese de desdentado niño

que por comida a seno maternal increpa

cual rojo insomne sol, y cuerno de Jacob

 

ante el altar a Jehová en Bethel aúlle menos que

esta cumbia y este alcohol que alzás

en soledad

con tan trágicos ojos que si ella te los viera

tornaría a nacer en hierbaviva

(así fuese

por darte insomne

cuido)

 

Si esta esquina abierta las veinticuatro

horas el sitio sea

donde irrumpa mismito el Señor con espada

flamígera y sólo vos y los muy pocos

salven

sus almitas

Y han de salvarla ustedes los humildes

por ser los desmembrados

tupamaros de la sinrazón, ilusos sin

gloria ni alhucema propia, ni espiga ni

 

amor ni café

para los siglos

de escasez

 

y tan sólo los bueyes sudorosos

de la desgracia

hayan de salvarse    sólo ustedes los

que atisban en la luna el fervoroso

pujo

de una radiante, improbable

parición. 

 

                           II

 

La María Magdalena ha llegado, llegó el día

primo en la mañana, al bar abierto las veinticuatro

horas ha llegado, rojos los sus cabellos

cuando aún era

oscuro

y

revuelta vio la losa del sepulcro

 

“Se han llevado al Señor, explicadme

      donde lo han yacido”

y todos locos extraviadísimos allí

de cuerpos ay presentes

los locos resurrectos

 

María de Magdala ha venido a yantar

con nosotros: nos ama

cual inanes ciervos desvalidos

cual mendaces caballeros nos

ama y nos dispensa

sus senos de amaranto

sus senos de la leche de las alas

de la oruga del

fervor

sus senos de la leche del fuego
                        donde cada Justo arde

y

 

arderá

                           III

 

Ah de aquellas carnes resurrectas

aquél néctar de lúpulo y

cebada

La belleza quizás fuera hebra o

caligrama

de lo indeterminado

(de lo que jamás ha sido

o será)

La cerveza: pesante vellón

alquímico babeo

nupcial

 

y el vivir que empotra sus patas de cerdo

y el morir que ríe de la tumba vacía

 

Tal truco -revivir luego

andar- ya el Christo lo hizo

Mis amigos suelen repetirlo

No hay milagro para nos

                        reyes de utopía

         (sólo es poeta

quien al tercer día

canta y abandona

sin prisa el sepulcro)

 

         Y aquí: Magdalena, la escena

         armemos, Hosanna,

el poema

         bienvenido sea al café

         que abre las tontas veinticuatro

horas

         Piquetes del verbo, hágase la

                        fe

         Y sea con nosotros la palabra

         Y se cabree la cabra de la afasia

         Y se enrabie el burgués

         de pacotilla

con todo el vulgo vomitador

a cuestas.

 

                             IV

 

Esa preñada noche

(era la madrugada)

¿de quién fue que expulsó el Cristo

los demonios?

De María Magdalena, y le dijo

(así resonó en aquel bar):

“predica mi Evangelio a toda criatura,

el que creyere podrá lanzar al diablo

hablará nuevas lenguas, serpientes

quitará

nada mortífero podrá tornarle daño”

 

y dijo más, y sólo para Ella:

“tus carnales pecados

queden albos”

 

a lo cual Magdalena, lo juro, replicó:

“Tú sabes, mi Señor, que nunca he sido impura

tal mancha no figura

            ni siquiera en la Biblia”

 

Ella salió bramando a verdes voces pero

corrí presto a buscarla sin venia de Jesús

porque el ajenjo alzaba su ónix melancólico

y el deseo azotaba

como serpiente atea

y el hablar nuevas lenguas era una cosa mía

y de cualquier poeta

de corazón ungido

 

Al fin la Magdalena advino a mi jergón

Cristo no lo advirtió, sumido en un celaje

a la diestra del Padre, quién sabe, o empeñado

en forjar una cifra que alabase su gloria

 

y ahora Magdalena

reclinada en mi pecho

abre y cierra la luz en el bar milagroso

 

                               V

 

¿Dónde está hoy aquella

la apostola apostolorum la

preferida de la semilla de

las batallas del

amor?

 

Dónde habráse escondido

Ella, la que no huyó

ni ante la Cruz terrible

la que a Pedro acudiera:

“se lo han llevado y

dónde lo han yacido”

 

la que a Pedro -el cobarde- disputó

la matriz del huevo primordial

la Discípula Amada

que inspiró un Evangelio

y tuvo más agallas

que los varones todos

 

la que empuñó la espina

del Primer Detenido

Desaparecido:

 

Jesús

 

y fue al jueves

del Gólgota y

a

Jerusalén

 

Y especias derramó

junto a las moscas tristes

de la

Tumba entre

todas

las tumbas

NN

Jorge Ariel Madrazo

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