Todos los fuegos el fuego; de Julio Cortázar

por María-Elvira Luna-Escudero-Alie, PhD.
Montgomery College, MD
proyecto_borges@yahoo.com

El relato de Julio Cortázar: “Todos los fuegos el fuego” consta de dos argumentos paralelos con un desenlace común que nos remite al título del cuento. Las dos historias simultáneas y en muchos momentos yuxtapuestas, están divididas en dieciocho secuencias narradas en su inmensa mayoría en el presente del indicativo y desde el punto de vista de la omniscencia. Observamos también una visión poliédrica porque tenemos las manifestaciones de diferentes conciencias. La estructura del relato es fantástica puesto que la simultaneidad de las dos historias es imposible desde el punto de vista espacio-temporal. Sin embargo, considerada cada historia independientemente, podemos afirmar que la trama de cada una es más bien de tipo realista.

La primera historia nos sitúa en un circo de la Roma Imperial, los personajes principales son: el procónsul, su esposa Irene, y el gladiador Marco. El procónsul ha adivinado la atracción de Irene hacia Marco y ha decidido vengarse; Irene deberá presenciar la muerte casi segura de Marco en la arena. La historia terminará con una catástrofe total ocasionada por un incendio en el circo romano.

La segunda historia se desarrolla en un espacio urbano-interior ; en una ciudad moderna donde también las relaciones de los personajes tienen la forma de un triángulo amoroso. Jeanne es la amante traicionada que no acepta la soledad a la cual ha sido relegada con la mayor indiferencia del mundo, y ante un futuro incierto y un presente insoportable, opta por el suicidio. Roland y Sonia su nueva amante, perecen juntos, víctimas de un incendio causado por sus propios cigarrillos.

Es interesante destacar que las dos historias están bien delimitadas al principio; pero hacia el séptimo párrafo empiezan a entretejerse, a juxtaponerse en un mismo párrafo. Es importante recalcar que este primer punto de contacto está dado por una alusión al fuego:

"Ah, dice Roland, frotando un fósforo. Jeanne oye distintamente el frote, es como si viera el rostro de Roland mientras aspira el humo, echándose un poco atrás con los ojos entornados. Un río de escamas brillantes parece saltar de las manos del gigante negro y Marco tiene el tiempo preciso para hurtar el cuerpo a la red. " (p. 119)

La segunda yuxtaposición o amalgama ocurre dos párrafos más adelante hacia la segunda mitad:

"<<El veneno>, se dice Irene, <<alguna vez encontraré el veneno; pero ahora acéptale la copa de vino, sé la más fuerte, espera tu hora>>. La pausa parece prolongarse como se prolonga la insidiosa galería negra donde vuelve intermitente la voz lejana que repite cifras. Jeanne ha creído siempre que los mensajes que verdaderamente cuentan están en algún momento más acá de toda palabra; quizás esas cifras digan más, sean más que cualquier discurso para el que las está escuchando atentamente, como para ella el perfume de Sonia, el roce de la palma de su mano en el hombro antes de marcharse han sido más que las palabras de Sonia". (p. 121)

Esta segunda amalgama entre las historias nos presenta un doble panorama de incomunicación y soledad tanto en Irene, la esposa del procónsul, como en Jeanne la amante traicionada por Roland. Otra interesante yuxtaposición se nos ofrece más adelante, algunos párrafos antes del final del relato:

"[...] su mano sigue inmóvil junto al gato y apenas si un dedo busca todavía el calor de su piel, la recorre brevemente antes de detenerse otra vez entre el flanco tibio y el tubo de pastillas que ha rodado hasta ahí. Alcanzado en pleno estómago el nubio aúlla, echándose hacia atrás, y en ese último instante en que el dolor es como una llama de odio, toda la fuerza que huye de su cuerpo se agolpa en el brazo para hundir el tridente en la espalda de su rival boca abajo." (p. 124)

Observamos aquí cómo la agonía de las víctimas de ambos triángulos amorosos se desarrolla de manera simultánea. La voz que dicta números y sirve de transfondo a la tensa conversación entre Roland y Jeanne, también grafica la incomunicación entre los seres humanos:

"Desde muy lejos la hormiga dicta ochocientos ochenta y ocho. "No vengas" dice Jeanne, y es divertido oír las palabras mezclándose con las cifras, no ochocientos vengas ochenta y ocho, <<no vengas nunca más, Roland>>. (p. 123)

El símbolo del infinito en matemáticas es el número ocho colocado horizontalmente, y no es casual que la repetición de este número se vincule a las últimas palabras de Jeanne: "Nunca más". Algunos de los muchos símbolos del número ocho son: autodestrucción, oposición, justicia con piedad, pasiones violentas, inmortalidad, castigo, etc. La cifra 888 simboliza el número sagrado de Jesús en el alfabeto hebreo. La incomunicación y el desencuentro entre los seres humanos también están señalados a través de las palabras de Jeanne:

"<<Soy yo>> " dice la voz de Jeanne [...]. <<Soy yo repite inútilmente Jeanne>>" (p.116). Más adelante tenemos otro ejemplo de incomunicación y soledad:

"Soy yo dice Jeanne pero se lo ha dicho más a ella misma que a ese silencio opuesto en el que bailan, como en un telón de fondo, algunas chispas de sonido". (p. 118). La soledad y la incomunicación de Irene se reflejan también en la misma página:

"Como siempre, como desde una ya lejana noche nupcial, Irene se repliega al límite más hondo de sí misma mientras por fuera condesciende y sonríe y hasta goza." (p. 118)

Es relevante señalar algunas pistas, motivos o anticipaciones del desenlace desde las diferentes conciencias que se expresan en el relato: "Irene no sabe lo que va a a seguir y a la vez es como si lo supiera..." (p. 115), y después tenemos esta frase reveladora:

"[...] siente el signo de la muerte que el procónsul ha disimulado en una alegre sorpresa pública, el signo que sólo ella y quizá Marco puedan comprender..." (p. 118)

Marco presiente su final :

"No necesita pensar, no sabe casi pensar pero el instinto le dice que esa arena es mala [...] Esa noche ha soñado con un pez, ha soñado con un camino solitario entre columnas rotas..." (p. 116)

La imagen del pez se repite y esto es sumamente interesante porque el pez simboliza entre otras cosas, la libertad, la mujer y el sacrificio. Según Cirlot:

"En esencia, el pez posee una naturaleza doble; por su forma de uso es una suerte de <<pájaro de las zonas inferiores>> y símbolo del sacrificio y de la relación entre el cielo y la tierra". (Juan Eduardo Cirlot, Diccionario de Símbolos, p. 360 )

Marco sabe ya que su muerte es inminente: "Agazapado, pronto a saltar, Marco siente en la piel, en lo hondo del estómago que la muchedumbre lo abandona." (p. 121). Tenemos ahora otra anticipación del propio final desde la conciencia atormentada de Jeanne:

"[...] nada como no sea el receptor que empezará a pesar espantosamente entre sus dedos, una cosa muerta que habrá que rechazar sin mirarla." (p. 120)

Los puntos de contacto entre las dos historias se clarifican mejor si tomamos en consideración algunos de los muchos símbolos atribuídos al fuego: energía espiritual, esencia de la vida, poder, guerra, pasiones prohibidas, destrucción, purificación, etc. El fuego ha sido considerado por muchas culturas antiguas como el más noble de los elementos y ha sido venerado en casi todas las mitologías: la persa, la griega, la romana, etc.

El fuego, de acuerdo a la interpretación anarquista de Bakunin es "el fuego destructor" que luego daría origen a la nueva sociedad. Tomando en cuenta las connotaciones del fuego, el título del cuento podría leerse también "Todas las pasiones, la pasión", o "Todas las destrucciones, la destrucción", etc. De acuerdo a Heráclito, como señala Cirlot, el fuego es un agente de transformación ya que todas las cosas se originan en el fuego y vuelven a él. Cirlot hace referencia a la distinción de dos formas de fuego que explica Marius Schneider,

"[...] por su dirección (intencionalidad); el fuego del eje fuego-tierra (erótico, calor solar, energía fisica) y el del eje fuego-aire (místico, purificador, sublimador, energía espiritual), que se corresponde exactamente con el simbolismo de la espada (destrucción física, decisión psíquica). El fuego, de consiguiente, imagen energética, puede hallarse al nivel de la pasión animal o al de la fuerza espiritual. [...] Pero el fuego es el ultraviviente. Realiza el bien (calor vital) y el mal (destrucción, incendio). Sugiere el anhelo de destruir el tiempo y llevarlo todo a su final. El fuego es la imagen arquetipo de lo fenoménico en sí. Atravesar el fuego es símbolo de trascender la condición humana, según Eliade en Mitos, sueños y misterios. "(p.210)

El fuego destruye y purifica y además en este hermoso relato es el accidente, que une las dos historias paralelas que se van tejiendo paulatinamente hasta yuxtaponerse. Dichas historias difieren en tiempo, espacio y tema; pero sin embargo a través del fuego de la pasión y la purificación, tendrán un mismo final de destrucción. Pues en esencia como lo demuestra Cortázar; todos los fuegos son un mismo fuego, y todas las pasiones son acaso una misma pasión.

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

Cortázar, Julio. Todos los fuegos el fuego. Buenos Aires: Sudamericana, 1966.

Cirlot, Juan-Eduardo. Diccionario de símbolos. Barcelona: Labor, 1992.

Nota: * Este artículo se publicó primero en la revista en línea Espéculo, de la Universidad Complutense de Madrid, en el No. 20, 2002. http://www.ucm.es/info/especulo/numero20/fuego.html   

 

© María Elvira Luna Escudero Alie  
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                     Julio Cortázar en Letras Uruguay

                                                   María Elvira Luna Escudero Alie en Letras Uruguay                                                   

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