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La creación poética y juego de la significacia  en Amelia Biagioni 
por Silvia Loustau

El objetivo del presente trabajo es el análisis del poema “Cazador en trance”, de la poeta santafecina Amelia Biagioni a través de la teoría y los conceptos propuestos por Julia Kristeva. La ruptura del vínculo indestructible entre significante y significado propuesto por Lacan,[1] que logra la primacía del significante sobre el significado, y por ende se establece un efecto del juego del significante en la escritura. Pero además, la productividad textual o escritura es entendida como una actividad negativa ya que se transgrede su normatividad, es decir que hay un trastorno de aspectos lógicos, semánticos, sintácticos y estructurales que permiten el funcionamiento de otra lógica, diferente y   la que se realiza en el plano del puro juego con el significante cuyo objetivo es pluralizar e infinitizar el sentido.

En el poema propuesto se tomará esencialmente al lenguaje poético, en el que se observa la trasgresión del orden de lo simbólico por parte de lo semiótico. En la escritura poética, lo semiótico “funciona en la práctica significante como el resultado de la trasgresión de aquél.”[2] Este resultado es percibido en la organización de las disposiciones textuales en cuanto a los diferentes niveles (fonético, léxico, sintáctico) que no se encuentran siguiendo una lógica determinada, sino más bien una ana-lógica que permite la desorganización de éstos por medio de juegos fónicos y gráficos, negativación semántica, polisemia, intertextualidad. 

Cada texto propone una lógica propia y lo hace “extraño” a la lengua. En esta trasgresión hay un trabajo que opera sobre las huellas del inconsciente, horadándolo  en la búsqueda del goce y un retorno a lo reprimido. La productividad del texto implica “recorrer un borde fronterizo entre lo preverbal y lo postverbal, lo preedípico y lo postedípico, lo pulsional y lo reprimido, lo discontinuo y lo continuo, etc.”[3]

Si quisiéramos reducir la poesía a una palabra, quizás la indicada fuese “estallido”, pues precisamente eso es lo que hace con las palabras por las que paradójicamente está compuesto, con el lenguaje lógico. Si bien conoce sus leyes, las niega. Pone en evidencia la capacidad y la incapacidad del lenguaje. Todo funciona exactamente a la vez. ¿Cómo no ser entonces ambiguo? Precisamente esa ambigüedad es la esencia del lenguaje poético, ese “ser” y “no ser” simultáneos.

 El poema afirma la existencia de la no existencia: “Metal demente sabio estampido estampido,”[4] de esta forma se establece una afirmación: ”metal demente sabio”, que la lógica del habla, al ser interpelada, responde: “no existe un metal demente y sabio”, para sobrevenir la negación: “no es verdad que no exista un metal demente y sabio.”[5]

La negatividad está funcionando de manera constante: “jauría que fue lobo que fue piedra”, “zig zag oval”, “por siempre en mora en hora en anticipo”, o “Múltiple doble solo”, donde todo concurre a la vez; son sólo algunos de los instantes donde se afirma la existencia de la no existencia.

En estos ejemplos hay un sentido infinitizado por la ruptura de lo simbólico y de lo unívoco, provocado por la negación del juicio. En el texto poético hay “negación de una lógica que sin embargo se inscribe.”[6]

El orden de lo simbólico queda relegado al orden de lo semiótico, haciéndonos fluctuar entre el sujeto hablante y el cerológico.  El lenguaje poético dice aquello que para el Logos significa un error, una falsedad, aquello que se vincula con la locura, la ficción, la muerte.

La significación, como afirma Kristeva, está dada por “la rítmica pulsional fónica que multiplica el sentido y la significación que da la impresión de desvanecerse en una pluralización tal que lo único que permanece es el ritmo, la ‘musicalización’ pura”[7]. “Cazador en trance” es atravesado por una constante trasgresión lingüística. Desde la perspectiva fónica, se imprime una musicalidad implementada a través del sonido de la “j” (jinete, rojo, jauría, ojo, ajeno, surge), el sonido sibilante de la “s”(designio, persecución, zigzag, sabio, señor, surge, danza) que unido a los propuestos por los grupos fónicos “ando”, “anto”, “ante”, “ente” (exhalando, urgente, amaranto, amante, demente), refuerzan la sensación de movimiento perpetuo  de los versos: “Jinete/exhalando/caballo urgente”[8], donde la respiración del jinete y el resoplido del caballo nos llegan entremezclados, componiendo una trama que atraviesa la estrofa pluralizando la significación. Así también el sonido entre algunas palabras establece una vinculación significante que semánticamente no se relacionan, o que se oponen, como: amante/demente o la que nos invade luego de leer “chaqueta de amaranto entrecortado/rojo verde rojo verde”[9], que no sólo nos da una dimensión sonora sino que nos propone una visualización que pluraliza el sentido: esa chaqueta/planta,  el amaranto, tal vez rojo y verde, tal vez y también, rojo y verde como rojo sangre/verde bosque, o también el sujeto/jinete, es observado en su carrera, a su paso, entrecortadamente por el sujeto lírico. También este entrecortado nos sugiere el ritmo, a la vez vertiginoso, en que está articulado el poema.

En la segunda estrofa nos encontramos con el sonido de la “rr” (miro, perdido, terco, bailarín, arrojado, trance, rojo, rol, verde, vértigo, interminable) que combinados con los grupos fónicos “ando”, “ente”, “ance” (mirando, cadente, trance, penetrando) le imponen un nuevo ritmo con el consiguiente engendramiento de sentido.

Se distinguen las anáforas, repeticiones: “este perdido terco bailarín / este cadente este arrojado / éste que salta  cazador en trance”[10] o “Desde tótems lo miro / desde pirámides y cúpulas / desde embudos y túneles / desde lunas inversas / durante un trébol / Durante el pensamiento / Durante la pasión / Durante agónicos / Durante un alma o álamo”[11] Es interesante ver el juego que se hace aquí con las preposiciones y cómo se las altera respecto de su función, la preposición “desde” ligada a lugar y “durante” a tiempo, parecieran perder su sentido original al relacionarlas con otras impensadas desde el aspecto semántico logrando un  efecto que infinitiza aún más el sentido.

En el último de los versos citados anteriormente, pareciera que la palabra álamo se desprendiera de alma, como si buscando una derivación lexemática rompiese con la semántica para situarse en un nivel puramente fónico.

O en:  

“Desde mi ilímite lo miro

con su mira en mi párpado”[12]  

No sólo la “i” y la repetición de la sílaba “mi” que generan “un espacio rítmico, “musical” que se hace y deshace sin cesar”[13] sino que introduce el concepto de “ilímite”, superando fronteras léxicas que hacen aflorar lo pulsional. Octavio Paz habla de ritmo, sobre todo ritmo en la poesía, en términos de magia verbal: “En el fondo de todo fenómeno verbal hay un ritmo (…) Si el lenguaje es un continuo vaivén de frases y asociaciones verbales regido por un ritmo secreto, la reproducción de ese ritmo nos dará poder sobre las palabras.”[14] Este “ritmo” coincide con el “ritmo” inconsciente pulsional del poema,  como la musicalización pura que permite orientarse al límite donde el sujeto se pierde para hacer aflorar el inconsciente. Al mismo tiempo, las características sintácticas del poema concuerdan con la ana-logia propuesta por Kristeva, producida por la irrupción del ritmo simbólico que establece una lógica propia con los desfallecimientos sintácticos  ya enunciados.

La disposición gráfica también impone su ritmo propio, con sangrías distribuidas de manera heterogénea y espacios en blanco como forma de engendrar sentidos.

La significación por el establecimiento de campos semánticos, es decir, de elementos significantes relacionados por su significancia, según la teoría kristeviana, nos lleva ya desde el título del poema a pensar en uno altamente significativo: la caza, más aún si tenemos en cuenta que el poema pertenece al libro Las cacerías, y este término es central. La idea de caza nos remite temporo-culturalmente al pasado.   Sirviéndose del encadenamiento de vocablos, metáforas y una adjetivación desbordante, va conformando este  campo semántico.  Trance nos remite a momento crítico a atravesar; estadio próximo a la muerte; estado en que un médium manifiesta fenómenos paranormales o aquél en que un alma se siente en unión mística con Dios. Sin embargo, trance también suena,  nos remite, fónicamente, a tránsito. ¿Quién es este cazador? El movimiento perpetuo: “Jinete / exhalando / caballo urgente” se revela luego como una ilusión al ser identificado como un cazador que forma parte del Tapiz de la Creación.

El poema muestra de un modo perturbador el fenómeno de transmutación de una identidad en otra. El sujeto observado y el observador, que es el hablante lírico. Se presentan como dos  individualidades, dos subjetividades opuestas. El  observado y descrito, no sólo por su movimiento vertiginoso y constante: “Jinete / exhalando / caballo urgente”, sino también por las cualidades que se le atribuyen: “este perdido terco bailarín / este cadente, este arrojado”, reconocido también a través de “éste que salta cazador en trance”, identificado como el otro, nombrado: “el cazador”.  Y el sujeto que observa, el hablante lírico, que toma la primera persona del singular, y en contraste con el cazador, se caracteriza por una actitud netamente pasiva, la de observador, todo se desarrollará a través del campo de la mirada: “Mirando bien como lo miro”, “Desde tótems lo miro”. 

Esta neta identificación de dos subjetividades, se quiebra a medida que avanzamos en la lectura del poema, ¿Qué rol desempeña este sujeto que mira al cazador, es tal vez él, también, otro cazador invirtiéndose los roles  cazador-cazado? Se introduce por primera vez, de forma concreta,  a la víctima:  

“este que salta cazador en trance

               Con su olvidado rojo rol

               su interminable verde vértigo

               su agudo monosílabo

              penetrando en la víctima

apenas es un  sueño de la víctima”[15]  

La víctima, como figura antitética del cazador, y comienza entonces un proceso de trueque entre ambas individualidades, observado y observador:  

“Desde mi ilímite lo miro

con su mira en mi párpado

y advierto

                 lumbre niebla lumbre

mi  presa huyendo fiel por ondas,”[16]  

El hablante lírico mutará en cazador:  

“y soy y voy

jinete

exhalando

cabellera de hoguera

caballo en apogeo

remolino

fatalidad

opción

zig zag

jauría

chaqueta de amaranto entrecortado   

           rojo azul rojo azul

por los árboles índigos

yo porfiante

 con ojo

 metal

estampido estampido                                      

persiguiendo   

por danza

bosque

sueño

cielo.”[17]  

El observador entra de lleno en el poema a través del “yo”, transformándose en un personaje más, con la mutación de los roles, en un “zig zag” el cazador en trance ha pasado a ser su presa y él  el cazador, y a la vez como en una suerte de círculo, que, justamente, se “cierra” al unirse con el punto de partida, “termina” precisamente allí donde había comenzado: cazador que se transforma en presa y luego, nuevamente en cazador.

En esta lectura paragramática no podemos dejar de lado la transposición, que apunta a la pluralización del sentido en la que se aplican operaciones de la lógica inconsciente por el pasaje de lo semiótico a lo simbólico. En la función poética se designa una intertextualidad donde hay traslado de un sistema de signos a otro, en este caso por el entrecruzamiento que hace Biagioni al introducirnos en el discurso religioso:  

“Repite su pasaje

mientras el orden

            el tramador el providente

dorándolo velándolo

                   con cielos y trompetas

lo ubica en su tapiz.”

……………………………..

“Durante un alma o álamo

repite su pasaje

en ascenso en descenso

detrás y delante del Todo”[18]  

Ese Dios que a través de la trama va ordenando y disponiendo en el Tapiz de la Creación, a sus criaturas, a las cuales calienta, ilumina,  vela y provee. Pero también las trompetas nos remiten a la Apocalipsis y en una remitencia continua volvemos al “Jinete” con que se inicia el poema. Es imposible no mencionar “Gestalt”, poema que también integra Las cacerías,  donde nos reenvía nuestro poema, que funciona como intratexto:  

“(…) devorándose comulgándose

persiguen la persecución  remite

(…)

para alcanzarme límpidas a Mí

que soy el Cazador”[19]  

Este Cazador/Ser Supremo/Todo. En esta combinación cacería/Cazador: “devorándose comulgándose”, se pierde el rol trascendente aboliéndose las categorías.

Es tal el estallido de “Cazador en trance”, que dispara el sentido al punto tal de encontrar junto al religioso, un discurso arcaico o primitivo, lleno de símbolos, dado por el campo semántico propuesto por: bosque / jauría que fue lobo que fue piedra / remota danza / tótems / pirámides. 

¿Cómo no asociar también “Cazador en trance” a la condición humana, cazador/presa y a partir de allí, más aún teniendo en cuenta el nombre del libro en el cual se incluye, Las cacerías y la presentación del mismo en el año  1976, comienzo de la dictadura militar en Argentina, con la persecución política, la degradación, la muerte y todo lo que significó el proceso de gestación que culminó con el golpe del 24 de marzo de ese año? 

Concluyo aquí este trabajo, donde la creación poética de Biagioni es concebida como una actividad que apunta a la transgresión, a la simultaneidad y a la musicalización rítmica, donde el juego de palabras y las posiciones gráficas congregan una pluralización de sentido. La productividad textual mantiene una lógica transgresora que infinitiza el código. Al lograr un atravesamiento de lo semiótico en la barra de lo tético se produce una redistribución del orden significante, siendo lo semiótico un ordenamiento vocálico y gestual que es regulado por imposiciones biológicas, sexuales, familiares; un espacio rítmico que se hace y deshace sin cesar. La creación poética se hace y deshace en la fuga del lenguaje, en el ir más allá de la lógica del sujeto hablante, posicionando al creador como un sujeto cerológico. El poema es entendido como una forma de arte que surge de la trasgresión: “la vuelta hacia lo materno-pulsional, donde vacío y muerte reinan, instaura en la lógica divisoria y ordenancista de las construcciones simbólicas, fálicas por definición y opuestas al goce. Porque es vuelta a lo semiótico y lo abyecto maternos reprimidos por el orden de lo simbólico.”[20]  

Cazador en trance (fragmento)

Jinete

exhalando

caballo urgente

designio

chaqueta de amaranto entrecortado

            rojo verde rojo verde

por el bosque de la persecución

jauría que fue lobo que fue piedra

zigzag oval

ojo de amante ojo de tumba

metal demente sabio estampido,

el cazador

           señor furtivo dueño ajeno

surge desmemoriado

de una remota danza.

Mirando bien como lo miro,

este perdido terco bailarín

este cadente este  arrojado

este que salta cazador en trance

             con su olvidado rojo rol

            con su interminable verde vértigo

            su agudo monosílabo

            penetrando en la víctima

apenas  es un sueño de la victima.

Desde  tótem  lo  miro

                  durante un trébol

desde pirámides y cúpulas

desde embudos  y túneles

desde lunas inversas:

repite su pasaje

mientras el orden

                 el tramador providente

dorándolo velándolo

                con su cielo  y trompetas

lo ubica en su tapiz.

Durante el pensamiento

repite el pasaje

cruzándose  consigo

inmutable mutando

por siempre en mora en hora en anticipo.

Durante la pasión

repite su pasaje

                  múltiple  doble solo

por hélices  rayos centro

           ………………………….  

Otros poemas de Amelia Biagioni

 

 

                      Lluvia

 

Llueve porque te nombro y estoy triste,

porque ando tu silencio recorriendo,

y porque tanto mi esperanza insiste,

que deshojada en agua voy muriendo.

 

La lluvia es mi llamado que persiste

y que afuera te aguarda, padeciendo,

mientras por un camino que no existe

como una despedida estás viniendo.

 

La lluvia, fiel lamido, va a tu encuentro.

La lluvia, perro gris que reconoce

tu balada; la lluvia, mi recuerdo.

 

Iré a estrechar tu ausencia lluvia adentro,

a recibir tu olvido en largo roce:

Que mi sangre no sepa que te pierdo.

 

De: "Sonata de soledad"- 1954-

 

 

           Cavante, andante

 

A veces

soy la sedentaria.

 

Arqueóloga en mí hundiéndome,

excavo mi porción de ayer

busco en mi fosa descubriendo

lo que ya fue o no fue

soy predadora de mis restos.

 

Mientras me desentierro y me descifro

Y recuento mi antigüedad,

pasa arriba mi presente y lo pierdo.

 

Otras veces

me desencorvo con olvido

pierdo el pasado y soy la nómada.

 

Exploradora del momento que me invade,

remo sobre mi canto suyo

rumbo al naufragio en rocas del callar,

o atravieso su repentino bosque mío

hacia el claro de muerte.

 

Y a extremas veces

mientras sobrecavándome

descubro al fondo mi

fulgor inmóvil ojo

de cerradura inmemorial,

 

soy ave llave en el cenit

ejerciendo

mi remolino.

 

De: "Región de fugas"- 1995-  

Acerca  de Amelia Biagioni    ( 1916- 2000)             

Dentro del panorama de la poesía argentina contemporánea, Amelia Biagioni aparece como una de las figuras más atractiva y enigmáticas, en virtud de su capacidad de ampliar el alcance y transformar los rasgos característicos de su poesía. La obra de Biagioni comprende seis libros de poesía y un largo o poema póstumo publicado en La Nación a dos semanas de su muerte. Escasísimos textos suyos quedan fuera del conjunto señalado, lo que da cuenta, por un lado, de su negativa a participar de grupos literarios consolidados y, por ende, de sus publicaciones periódicas; y, por otro, del cuidadoso proceso de selección que precedió a la difusión de su obra. De hecho, y a modo de confirmación de esta última hipótesis, es preciso subrayar que la obra de Biagioni resulta casi magra si la comparamos con la de algunos de sus contemporáneos, sobre todo teniendo en cuenta que su trayectoria abarca casi cincuenta años. Sin embargo, el tiempo que media entre libro y libro son causa y consecuencia de uno de los rasgos más evidentes y originales de su producción: la ruptura y la experimentación constantes. Allegada en sus inicios al neorromanticismo posterior al cuarenta, coetánea del surrealismo y del invencionismo -vertientes con las que, a pesar de las diferencias inzanjables, es factible percibir cierto «aire de familia»-, en las antípodas del objetivismo, del nacionalismo y de la poesía social y comprometida -si consideramos estos rótulos en sentido estricto-, la producción poética de Amelia Biagioni se resiste a las categorizaciones de la crítica que, por otra parte y salvo raras excepciones, no se ha detenido a profundizar en esta trayectoria peculiar y de alcances tan inusitados. Según comentó el poeta Enrique Requeni, Biagioni  alguna vez confesó que concebía el poema como una forma de plegaria. Algunas de sus obras: Sonata de Soledad, La llave , Las cacerías, Estaciones de Van Gogh, Primera Antología poética.  

Notas:   

[1] La idea de significación de Lacan desestructura la de Ferdinand de Saussure, para quien la significación es un vínculo indestructible entre significante y significado. Lacan invierte el algoritmo de Saussure, colocando el significante en el numerador y con mayúscula y el significado en el denominador y con minúscula, con el objeto de enfatizar lo que será fundamental para sus posteriores desarrollos teóricos y que denominará la “Primacía del significante”.

[2] Le Galliot, Jean, Psicoanálisis y lenguajes literarios, Buenos Aires, Hachette, 1981. Pág. 242

[3] Le Galliot, Op. Cit. Pág. 233

[4] Biagioni, Amelia, “Cazador en trance”, Las cacerías, 1976

[5] Se intenta una explicación análoga a la de Kristeva con respecto al poema “Una mártir” de Charles Baudelaire, en su arículo “Poesía y negatividad”, Semiótica 2. Buenos Aires, Ed. Espiral, 1981 Pág. 63

[6] Piña, Cristina. Julia Kristeva: el pensamiento otro de la extranjera. Pág.  18

[7] Le Galliot, Op. Ci. Pág. 244

[8] Biagioni, Amelia. Op. Cit.

[9] Biagioni, Amelia. OP. Cit.

[10] Biagioni, Amelia. Op. Cit.

[11] Biagioni, Amelia, Op. Cit.

[12] Biagioni, Amelia, Op. Cit.

[13] Piña, Cristina. Op. Cit. Pág. 10

[14] Paz, Octavio. “El ritmo”, en El arco y la lira. México, Fondo de Cultura Económica, 1995. Pág 75

[15] Biagioni, Amelia. Op. Cit.

[16] Biagioni, Amelia, Op. Cit.

[17] Biagioni, Amelia, Op. Cit.

[18] Biagioni, Amelia, Op. Cit.

[19] Biagioni, Amelia, Op. Cit.

[20] Piña, Cristina. Op. Cit. Pág. 29

© Silvia Loustau - Mar del Plata – Argentina
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