Rigoberto y Yo
Conversaciones con mi sapo
Lo blanco y lo negro
Soledad López

La tarde se hace crepúsculo y siento la imperante necesidad de dialogar con Rigoberto, mi amigo sapo. Con premura me dirijo al estanque donde suele pasar las tardes, después que el sol se oculta.

Lo busco, extendiendo la mirada hacia los pastizales que crecen detrás del

estanque, mientras susurro su nombre.

-Rigoberto, ¿estás ahí? –

-Hola – me contestó, encaramándose a la pared resquebrajada, con las patas abiertas y la cabeza levantada.

-No imaginas las ganas que tengo de hablar contigo. Sabes de sobra, que tu serenidad y sabiduría me aclaran, en momentos dubitativos. –

-¿Qué es lo que te preocupa, esta tarde? –

-Mira, cuando el otro día un adicto al régimen golpista de Honduras, se refirió al Presidente Barack Obama, como ese “negrito”, no hizo más que exteriorizar el sentimiento que muchos ciudadanos del mundo, albergan. -

-Por supuesto, ya que el racismo yace implícito en la actitud de millones y millones de criaturas que habitan diversas regiones del planeta.

-Entonces me pregunto: ¿de qué ha valido la lucha constante en contra de ese prejuicio que durante milenios ha marginado a razas que no ostenten la piel de color blanco? –

-Mi querida amiga, yo soy un sapo y mi color es oscuro, no negro sino marrón, y en mi universo anuro, no solemos mirarnos el color de la piel, de ahí que para mi entendimiento, eso resulte un enigma.

Pero, ¿sabes una cosa? Nada deber extrañar actitudes semejantes. Recuerda que por algo la sede presidencial de los Estados Unidos se llame Casa Blanca.

-¿Adonde quieres llegar? –

-¿Acaso ese nombre no es algo así como una advertencia? Recuerda que Obama es el primer hombre negro que ocupa el sillón presidencial, donde hasta ahora se habían sentado solamente blancos y que se sepa, ningún descendiente de africanos. –

- Pensándolo bien, es como una provocación a los retrógrados de siempre, cuya estatura mínima, no les permite aceptar lo que los etnólogos, después de muchos estudios han comprobado: que TODOS descendemos de madres africanas. -

- ¿Y tú también? –

- Si, así como me ves, cabellos rubios y ojos claros, también mis ancestros nacieron en África y no por ello me siento menoscabada. –

-  Mi buena amiga, esto es un cuento de nunca acabar, porque ustedes los humanos son más complejos... Permíteme ahora que te deje, pues tengo a una rana esperándome; ya sabes que la noche de luna llena es ideal para el apareamiento. Es más, no me importa si la rana que me espera en la laguna es verde, lo que realmente me interesa es abrazarla fuerte hasta que se le salten las lágrimas. –

- Adiós, Rigoberto. Como siempre, llevas razón, amigo mío.-

Antes que terminara la frase, mi querido sapo ya estaba lejos.  

Soledad López
Rigoberto y Yo
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