Rigoberto y Yo
Conversaciones con mi sapo
Femicidio
Soledad López

Me levanté temprano y después de desayunar, decidí dar un paseo. La mañana estaba fresca y la hierba húmeda despedía una fragancia silvestre que aspiré con deleite. Siempre subiendo, llegué a la cima de una loma, desde la cual lograba divisar los alrededores. Sentada en una piedra casi oblonga, repasé mi libreta donde anotaba los temas que me inquietaban.

No sé cuanto tiempo estuve anotando y tachando, solo sé que el sol comenzaba a calentar la tierra, cuando volví sobre mis pasos.

Desde lejos, divisé el estanque y sin titubear, hacia allí dirigí mis pasos.

Tendido en el agua, con las patas abiertas y el pecho inflado, encontré a Rigoberto. Parecía que me aguardaba. Sus ojos saltones y acuosos, resaltaban en medio de su piel rugosa y oscura, más fea bajo la luminosidad de la mañana. Mientras inflaba y desinflaba su pecho, me espetó:

-Creí que no venías, es tarde ya y no aguanto el sol.-

-Es que salí a dar una vuelta por el campo –

-Si no fuera porque tengo ganas de croar, es decir, de hablar, no te hubiera esperado.-

-Mira, Rigoberto, estoy muy preocupada. No dormí bien esta noche, pensando en las mil mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, en Méjico, solo en un mes. Y todas entre dieciocho y veinticinco años...

-¿Y tú crees que son solo los traficantes que lo hacen? Ellos están protegidos por policías, políticos y otros jerarcas implicados en la corrupción hasta el cuello.-

-¿Y por qué lo hacen? - 

-Por diferentes motivos, pero cuando practican sus crímenes, saben de antemano que no serán juzgados ya que la impunidad campea por aquellos lares desde hace muchos años. Es un toma y daca constante. Los narcos financian la campaña de muchos políticos y éstos, derramando dólares por doquier salen electos, asumiendo el compromiso de proteger a los criminales, otorgándoles los beneficios de la impunidad.-

-¿Y por qué este ataque a mujeres, casi todas obreras de fábricas, por qué?-

-No puedo contestarte, pero te digo que algo así como un genio machista y perverso al extremo, anda suelto por allá; ¡mira si me pongo a matar ranas, con lo coquetas y atractivas que son....!

Diciendo esto, el sapo trepó al muro del estanque y saltando entre las breñas, me gritó:

-Hasta mañana, y trata de venir más temprano...-

Soledad López
Rigoberto y Yo
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