Carta a la vida
Soledad López

De ese hondo e inescrutable misterio
Trashumada de sueños
En el silencio de prados azules
Abrí los ojos. Y te sonreí.
Entre varas de nardos y girasoles
Anduve paso a paso,
Surtidores de aguas giratorias
Repetidos en lunas atónitas
Y pájaros alborozados
Estremecieron mis días.
Luciérnaga errante
En mitad del huracán
Espantada mariposa del crepúsculo.
En horas inciertas
Rastro oscuro
Nubarrones errantes
Abismo de silencios
Y la infinita nostalgia
De un incendio de rosas.
Los pájaros de la realidad
Aletearon en vano
Intentando emigrar
A lejanos estíos.
Impávida, bajo el cielo
Aterido de presagios
Hollé el pedregal hostil.
Nada me detuvo. Nada.
Cara al viento
Erguida y desafiante
Creí en tu prodigio.
Encandilada, entonces
Por el fulgor de la rosa
Como si el mundo hubiera amanecido
En el fondo del mar.
Amé. Amé y me brotaron
Lirios en las palabras.
Manantiales primarios
Cascabeles del viento
Rozando apenas los dedos
de la aurora.
Ya nada importa, vida
La escarcha y el silencio
La tormenta, la bruma
Los rencores o el miedo.
Repetidas de lunas atónitas
Los espejos del tiempo
Copian flores, capullos y frutos
Mariposas y lirios y besos
Disipando la escarcha de agosto
Con soles de enero.
Pese a todo, a toda la bruma
Que debí soportar en invierno
Hoy levanto mi copa festiva
Y la rosa de fuego
Que aún calcina mi tallo tardío.
Bravía y triunfal te conmino
Con voz altanera:
Bebe, Vida. Yo te ofrezco
Rebosante mi copa de sueños
Cava hondo mi loca ternura
Porque aún arde vívido el fuego.

Soledad López

Ir a índice de América

Ir a índice de López, Soledad

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio