Rumbos de vida

Por Mario Andino López

¿Acaso debemos vivir nuestras vidas casi primitivamente, tal como un arroyo se escurre montaña abajo, improvisando una manera de descender? No alcanzamos, así, a respetar ni leyes ni códigos, solamente la frivolidad del éxito y sin una proyección para nuestro existir. Consideramos la ética y la responsabilidad social únicamente cuando afecta al prójimo o es de conveniencia propia. Una fuerza poderosa nos compele a ser felices materialmente, desafiando derechos ajenos y atentando en contra de la civilidad ciudadana, sin importarnos aparentemente quien se perjudica. La ética moral ya no es valores constructivos y queremos que se adapte la ley según la cortan los  abogados, que son así un sastre sátrapa. Para los filósofos, la ética del éxito es razón de su fin; para estoicos y consumidores, sólo el placer del consumismo pragmático, un conflicto entre la razón y la pasión. El búho de Minerva vuela en la tarde y la sabiduría se usa sólo para salvarnos la vida aunque no conlleve un orden justo. El hombre se pervierte y, aun, se vacía el alma por una atracción fatal y de riesgo exhilarante, hasta que regresen con la cola entre las piernas, a su lar legítimo. La moral viaja con los pies de la libertad y la arriesgamos corriendo con muletas al perseguir lo que no nos pertenece. ¿En qué apoyar la decisión rutinaria, cuando asecha la trampa del instinto que empuja  nuestro navío a borrascas?

La fe nos remontaría a una instancia natural y no al tintinear del dinero y de la mujer ajena. ¡Ama como Dios manda y haz lo que quieras, pero siempre dentro del parámetro del sentimiento mutuo y moral! Porque el derecho a vivir dignamente es lo que uno a otro se debe. ¡De allí no podría emanar otra cosa sino el bien!

Mario Andino López

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