Ensueños 
Mario Andino López

Cuando niña soñabas que a buscarte vendría, de remotos países, un apuesto guerrero, un guerrero invencible, deslumbrador y hermoso, de empenachado casco y coraza de acero.
Soñabas que vendría armado con sus armas, con el casco calado y en su corcel de guerra, para llevarte lejos a un país encantado, perdido en los últimos confines de la tierra. Después, de joven, soñabas con un príncipe, con uno de esos infantes de los cuentos de hadas que afrontado peligros y venciendo conjuros, libertan a las bellas princesas encantadas. Y soñabas que el noble llegaría de súbito, con pajes y corceles en un tropel sonoro. Escalaría el muro, te tomaría en brazos y huiría contigo en su carroza de oro. Después, uno tras otro, han pasado los años y con ellos se han ido tus ensueños primeros, hoy ya no te deslumbra el oro de príncipes ni el resplandor fulgente de los cascos guerreros. Los años han pasado, tus ojos se han abierto, sabes qué es el mundo, lo que la vida encierra y sabes que nada nuevo encontrarás aun si fueras hasta los más lejanos rincones de la tierra. Mujer, hoy sólo sueñas con un hogar tranquilo donde un cariño puro su claridad derrame. Mujer, ya poco pides; mujer, ya poco quieres, sino encontrar un hombre que por siempre te ame: lo esperas y cuando venga alegrará tus días, aliviará tus penas, te apoyarás en su abrazo y soñarás dichosa en tus últimos ensueños, con un querubín rubio dormido en tus brazos. 

Mario Andino López

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