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Los menonitas, una comunidad ideal para la antropología
Un investigador de la UBA convivió con la colonia para realizar una tesis.
Juana Libedinsky

LA NACIÓN, Bs. As. (Arg.)

"La colonia menonita es el sueño de cualquier antropólogo. Encontrar un grupo étnico que se haya mantenido en estado puro durante siglos es la mejor manera para luego poder reflexionar sobre nuestra propia civilización", es la conclusión de Lorenzo Cañás Bottos, profesor de Antropología del Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires, que convivió con ellos para realizar una investigación. 

"Me llamaban Geschichtsschreiber, que en alemán significa escritor de historias, porque les era muy difícil entender que lo que estaba haciendo era una tesis sobre su forma de vida", contó el profesor e investigador, en una entrevista con La Nación . 

En la antropología hay un método de estudio llamado "observación participante". Para aplicarlo, Cañás Bottos vivió hasta febrero último en distintas casas de familia (aunque cuidándose de que en las primeras no hubiera chicas jóvenes para no inquietar a los padres) y compartió todas las actividades comunales, hasta que el grupo lo sintió casi como a uno de ellos. 

Tanto fue así que, cuando el gobierno provincial solicitó a los menonitas que enviaran a sus hijos a la escuela pública, Cañás Bottos se convirtió en una suerte de traductor informal frente a la sociedad occidental. 

"Básicamente, lo que hacía era ayudarlos a escribir cartas de lectores a los diarios -explicó-, les daba la estructura general y después ellos completaban y corregían. Sin embargo, los medios locales se mostraron terriblemente prejuiciosos respecto de los menonitas, en particular el diario La Arena, donde las cartas siempre se perdían en el correo." 

Pero los 1200 menonitas afincados a 35 kilómetros de Guatraché no fueron los primeros ni los únicos en producir una inmigración de este tipo en La Pampa. Entre las muchas colonias de distinto origen que se encuentran en la provincia, Cañás Bottos recordó la de San Miguel, de rusos del Volga y la de Santa Teresa, de inmigrantes alemanes, cuyos descendientes ya se integraron a la población local. 

Una comunidad única  

La gran pregunta para la antropología es, entonces, a qué se debe el éxito de los menonitas para ser los únicos capaces en persistir como grupo étnico minoritario resistente a la integración. 

Dos factores se conjugan. Por un lado, su religión (son protestantes ascéticos) les permite legitimar su forma de vida en tanto es presentada como consecuencia de una diferencia religiosa. 

Por el otro, Cañás Bottos encuentra una sorprendente similitud entre los elementos culturales sobre los que los menonitas intentan retener el control y aquellos considerados por los grandes teóricos de los nacionalismos -Anderson, Gellner y Hobsbawm- como condiciones generales para el surgimiento de las naciones: lengua, historia y territorio. 

El sistema escolar separado (que hoy está en juego) resulta fundamental para la imposición de una lengua distinta (el Plattdeutsch) y la identificación del individuo con el grupo a partir de una historia común diferenciable del resto. 

Sin embargo, algunos pocos rasgos de la Argentina que los rodea han logrado permear, aunque modificados al entrar en su cultura. Por ejemplo, el mate no lleva las connotaciones de socialización que tiene en el campo, ya que se lo toma en forma individual. "En el caso de que se arme una ronda, hacen correr varios vasos con yerba hasta la mitad, bombilla y agua hasta el borde, pasándolo antes de terminarlo", explica Cañás Bottos en uno de los textos para el CBC donde relata su experiencia. 

Ruedas y tractores 

Los menonitas también incorporaron tractores modificados con ruedas de hierro para inhabilitar su uso en las rutas. 

"Lo que pasa es que las ruedas de goma están prohibidas por las leyes de la comunidad", explica el investigador de la UBA. Aunque esas reglas parezcan arbitrarias, sugiere recordar que los menonitas sólo se comprometen a ellas en el momento del bautismo, que se realiza de adultos, como es característico de todas las agrupaciones de raíz anabautista. 

Nacidos como un desprendimiento del protestantismo para quienes la Reforma no era suficiente, los seguidores del holandés Menno Simmonz se dispersaron por Europa hasta que la emperatriz Catalina de Rusia los invitó a poblar las estepas del sur de su país, en 1786. 

Cuando la promesa de dejarles mantener sus costumbres e idioma es abolida un siglo después, un tercio de la población menonita emigró a América del Norte, de donde fue bajando la rama que llegó al país en 1986 y que hoy retoma el largo exilio que comenzó hace cinco siglos. 

Juana Libedinsky  

Teorías  

Para Cañás Bottos, la comunidad menonita, que explícitamente se niega a incorporarse al mundo moderno, resultó un fascinante objeto de estudio por la cantidad de teorías de las ciencias sociales que llevan a cuestionar. 

Por ejemplo, en la economía se sostiene que lo que motiva al capitalismo es trabajar para consumir. Los menonitas (grupo similar al que utilizó Weber en su célebre obra La ética protestante y el Espíritu del capitalismo) lo que valoran, en cambio, es la producción en sí misma, por lo que sacuden uno de los pilares de la disciplina. 

En cuanto al orden jurídico, la cuestión pasa por la libertad de culto, que según los menonitas comprende el derecho a mantener sus propias escuelas, como una atribución específica de la comunidad. 

Sin embargo, Cañás Bottos considera que lo más valioso de sus prolongadas estadas en Guatraché, más allá de su experiencia académica, fue la enorme lección en calidad humana que le brindó la colonia para la cual "la patria es el cielo".

por Juana Libedinsky

jil210@gmail.com
LA NACIÓN, Bs. As. (Arg.)
Viernes 27 de marzo de 1998

Autorizado por la autora

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