Conversando con Alvarado Tenorio

por José Ángel Leyva

José Ángel Leyva.- El viaje es, además del cuerpo, el motivo central de tu escritura. A diferencia de Kavafis, a quien se nota que admiras profundamente, la ciudad de tu infancia, Buga, se desvanece en los recuerdos de otras ciudades (de otros cuerpos). Pero ¿qué ha motivado el viaje y la estación del tránsito en la vida y en la literatura en tu caso?

 

Harold Alvarado Tenorio.- Desde niño comencé a viajar. No sólo tuve que viajar del campo a la ciudad para ir al colegio sino que recién entrado en la pubertad me llevaron de mi pueblo a la capital del país donde terminé mi bachillerato porque me habían expulsado literalmente de todos los colegios de mi pueblo. Y en la capital casi tampoco termino el bachillerato porque volvió la iglesia a cruzarse en mi camino y quiso un cura, otra vez, sacarme del colegio. Yo creo que huía, en mi deseo de viajar, de la realidad opresiva que siempre encontré en mi país. Buscaba el paraíso y desde niño había viajado con la imaginación por tierras tan lejanas como las que aparecen en los libros de Salgari y en los viajes de Sandokan. Y sin duda todos esos deseos de viajar los alimentó el cinematógrafo, que frecuenté mas que los diccionarios o la poesía en mi niñez. Mi madre me daba casi todos los días veinte centavos y con esos veinte centavos veía dos películas al caer de la tarde, cuando regularmente me fugaba del colegio y me entraba al cine que quedaba en la esquina. Se llama todavía el Teatro Municipal y allí vi todo el cine mexicano del mundo y todo el cine del neorrealismo y la nueva ola francesa.  Yo querido pariente vi de niño todo Rosellini. Y eso es algo en esta vida.  

Buga no tiene recuerdos para mi porque ni de niño viví en ella, vivía yo en una hacienda con tres pequeños ríos, mas de setenta vacas de leche, dos caballos, siete perros, unos veinte loros y cientos y cientos de aves de corral. Y luego fue en Bogotá donde conocí el mundo. Y desde donde quise irme a otros países.

 

 

J.A.L. Hablas del cuerpo como si fuera la residencia inevitable de un espíritu sin medida, del exceso. ¿Cómo ha evolucionado tu percepción física y existencial de la corporeidad desde la infancia, la juventud y la madurez cercana a la vejez que hoy vives?

 

HAT.- Me apena contradecirte, pero José Ángel yo de anciano no tengo ni siento nada. Por el momento digo. Siempre me incomodó la pulsión vital de la vida en el cuerpo, esa constante exigencia de dar testimonio de vitalidad, de pasión, de fuerza. El cuerpo que yo conocí fue siempre un hierro candente, un ardor constante, un desenfreno, hasta cuando conocí la enfermedad y el dolor. Y la cercanía de la muerte, que en mi caso no parecía algo doloroso sino consecuencia de mis excesos y estaba resignado a ello. Pero luego, cuando he vuelvo a conocer la salud, he deseado vivir, dar testimonio de mis andanzas, sin esperanza de nada, claro. Yo lamento, como creo que lamenta todo el mundo, la constatación del paso del tiempo sobre nuestra carne, ya que casi no se percibe de la misma manera, ese paso del tiempo, sobre nuestro espíritu, que parece mas que agotarse, hacerme mas rico. Pero lo cierto es que sólo vale vivir para el placer que deparan los sentidos, los sentidos que crea la carne. Yo que he probado todas la viandas de este mundo y todos los licores de este mundo y casi todas las drogas de este mundo confieso que nada es mejor que la carne cruda de nuestra vida y sin duda la que ofrece la efimera juventud.

 

JAL.-Percibo una relación entre la forma como tratas el tema del cuerpo con el de tu país. ¿La patria y el cuerpo? ¿Qué opinas al respecto?

 

HAT.- La patria es el cuerpo, claro. En el cuerpo de cada uno es donde quedan las ciertas cicatrices de nuestra historia. Políticamente hablando es bueno creer que existen las patrias, pero eso es una leguleyada ideológica. Lo que hay en verdad son pobres y ricos, poderosos y desposeídos. Y esa vieja idea de una patria para el alma y la vida sólo la depara nuestro cuerpo, desde su niñez hasta su hora postrera.

 

JAL.- El placer, dicen algunos de tus críticos y colegas, entre ellos William Ospina en el prólogo de tu Summa, es la fuerza subversiva de la poesía de Harold Alvarado Tenorio. A mi me parece que es la precariedad, la dolorosa falta, la ausencia lo que te empuja a escribir esos versos breves e intensos en donde no eres mas que el recuerdo de lo que deseaste ser. ¿Que te ha faltado en el cuerpo y en la experiencia humana? ¿Qué te hace ser comedido y hasta contenido en los versos?

 

HAT.-Yo no sabría decir, o mejor, no creo que el placer sea en mi poesía una fuerza subversiva. Y si hay algo rebelde en ella debe ser mas bien la queja por no poder tener todo el placer que merecemos, que deseamos, en sociedades como las nuestras, esclavas de un catolicismo que haría llorar al mismo Jesucristo. Cuando yo comencé a escribir lo que quería era perturbar esas prohibiciones, esa vida pacata que nos inculcaban a diario los maestros y los padres, y que yo no lograba entender. Yo conocí y viví en carne propia una idea del pecado que hoy no existe, donde todo era en nuestro cuerpo territorio del mal y los cuerpos de los otros las fuentes de nuestras desgracias y condenas infernales. A mi me faltó libertad para mi cuerpo, y entonces el placer lo he recibido como sufrimiento. Tu aciertas cuando dices que es la precariedad, la falta, la ausencia lo que me hizo escribir esos poemas.

 

JAL.-Tu biografía acusa una sola vocación y una larga lista de encuentros y desencuentros amorosos donde lo masculino y lo femenino se entreveran sin complejos, pero tu poesía no agita una bandera de género ¿o me equivoco?

 

HAT.- Es cierto que en la vida como en la obra hay encuentros y desencuentros masculinos y femeninos respecto de la vida erótica, pero eso le sucede a todo el mundo, decir que no es así, no es más que hipocresía, mentira. Todos y todas hemos tenido encuentros de todo tipo, de manera que no vería yo tampoco porque tomar una bandera y no ambas. Mi lucha no es contra ellos ni ellas, mi lucha es contra todo lo que nos impide ser, no ellos ni ellas, sino lo que nos de la gana. Mi lucha es contra el poder, contra los poderosos, contra los que detentan el poder.

 

JAL.- Tienes vocación de provocador, eso lo he constatado en la presentación, aquí en la Ciudad de México, del número de la revista Alforja dedicada a la poesía homoerótica, que tú coordinaste. Sobre todo porque abordas el tema desde una perspectiva de escándalo. Quizás en Colombia aún el tema provoque escozor, pero en esta megalópolis donde el movimiento lésbico-gay ha adquirido tanta fuerza y presencia políticas el tema no tiene el mismo efecto que persigues. No obstante, el asunto no deja de tener su carga de censura y de incomodidad. Afirmaste en ese acto que las mejores personas y los mejores escritores que has conocido son homosexuales ¿En qué basas tu afirmación? ¿Reconoces esa parte como la más afortunada de tu personalidad?

 

HAT.- Yo he sido muchos Alvarados Tenorios, querido pariente. Y espero ser otros muchos mas. Y no soy ni homosexual ni heterosexual, simplemente soy un ser humano, con defectos,  deseos,  padecimientos, hambres y  ganas. Y no me interesa hacer o promover escándalos y menos sobre este asunto de la homosexualidad en la poesía. Lo que si puedo afirmar es, queramos o no, que una mayoría de los grandes poetas que han existido no han sido precisamente  machistas ni feministas, y se han sentido excluidos de sus sociedades por causa de sus elecciones sexuales. La lista la han hecho muchas casas editoras y muchos propagandistas de esos géneros. Y he constatado que es entre los marginados, entre aquellos excluidos de sus sociedades y gremios, desplazados por las ejercer ideas contrarias a los grupos y las facciones, a las gildas y sectores, donde se pueden encontrar los mejores ejemplares humanos, tanto masculinos como femeninos. Es la consciente condición de apartados la que nos hace solidarios con los otros, nuestros hermanos desamparados. Jesús es así Genet, y Sartre es Guevara. No es ahora, cuando llego a los sesenta, que voy a cambiar mis comportamientos respecto de los poderosos, respecto del machismo, del feminismo, de la maldad con los animales, del odio a la naturaleza. Yo he amado todo, desde el sol hasta la luna, desde un poema de Li Bai hasta una oda de Darío, desde un joven novillo llamado Edi hasta mis mas bellas perras como Xiao Xue, Conga y Shakira. Y mi paradigma es mi maestro, un bizco francés que se volvió maoísta a los setenta y pico de años.

 

JAL.- Hay un poema en el que refieres la vacuidad de conocer un país o una ciudad que no le deja nada al cuerpo ¿podrías mencionar, aunque parezca interrogante de la CIA, algunos ejemplos?

 

HAT.- En ese poema me refiero en exclusivo a mi país. Las heridas que me ha causado son dolor pero no aprendizaje, uno no puede aprender de un mundo tan cruel como el colombiano, uno sólo recuerda que debe salir huyendo, salir corriendo y comenzar a temblar de terror. Y es mejor que a estas alturas citemos el poema, que dice:

ABUELOS

 

¿Supiste quiénes eran?

 

Ella guardaba diamantes en bolsas de papel,

vivía en casas míseras con una sola cama,

una sola taza para beber café,

y sirviente alguno que pudiese descubrir

las joyas de su bolsa.

 

El otro, era carnicero. Descalzo,

analfabeta contando monedas de oro

que guardaba en vasijas de barro.

 

Más no necesitas saber

-de un país-

que nada deja, cada día,

en tu cuerpo.  

JAL.-  Estás enojado e inconforme con tu país y con tu cuerpo. ¿Qué solución le encuentras a ambos?

 

HAT.- Diría mejor con mi país, con sus costumbres sociales y políticas, con sus mentiras y medias verdades, con la enorme corrupción de la clase dirigente, con la perversidad de los llamados insurgentes, que mantienen prisioneros a miles de inocentes en campos de concentración, con los intelectuales que por decenas se arrodillan todas las mañanas a las puertas de los ministerios e institutos de cultura para recibir los mendrugos que dejan los que la noche anterior se han robado el presupuesto….  Mi cuerpo no es precisamente eso. Y la solución? Nadie la ha visto en mas de dos siglos.  

 

JAL.- Estás convencido de que "la patria la llevas contigo" ¿por qué regresas al país donde no sólo eres testigo sino víctima de la violencia?

 

HAT.- Vivo en Colombia porque no tengo otra parte a dónde ir. Y tampoco tengo cómo hacerlo. Y quienes me criaron viven allí también llevando a cuestas sus ochenta años cada uno. Pero si hubiese podido me habría ido a la Puta Mierda hace tiempos.


JAL.- Por último, Harold. El tema de las máscaras y las culturas me parece sumamente atractivo para hacerte esta pregunta. Has vivido en diferentes países, España, México, China, has transitado por diversas geografías ¿Has encontrado algún indicio cultural que represente la plenitud, el goce, la esperanza?

 

HAT.- La única esperanza es el ejercicio de la humildad y el combate por la verdad, pero la humildad y las verdades de los marginados, los arrinconados, los excluidos. España sigue luchando contra las exclusiones. Sería ese el ejemplo de esta hora. Pero yo he conocido gratos momentos de humanidad entre los Chinos. Y las artes y las escrituras de México nos lo indican a cada paso. Uno de mis testimonios como poeta se llama Espejo de máscaras, que mas podría decirte?

José Ángel Leyva. 
Versos comunicantes III 
Poetas entrevistan a poetas iberoamericanos.

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