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El subjetivismo en la narrativa de Félix Alberto Martínez Perdomo
César Lazo
clazva@yahoo.com

 
 

De manera repentina, el escritor  Félix Alberto Martínez Perdomo (poeta y narrador hondureño) nos abre las puertas de su creatividad a través de las páginas de su segundo libro de cuentos,  PAPUNA O VIENTO LUNAR, y nos hace partícipe en su afán de vindicar la literatura con la responsabilidad que dicho oficio exige.

Félix Alberto no se conforma ni se plega a los cánones. Por eso no debe asombrarnos su praxis literaria que  evidencia la elaboración cuidadosa y esmerada, hilvanando y deshilvanando, desde perspectivas diferenciadas y muchas veces contrapuesta a la realidad a la realidad; fenómeno contrario, tal vez antagónico a esa modernidad globalizada que hoy abona al facilismo, la inclinación a lo burdo del mal gusto, a la degradación de la palabra escrita, y que lejos de alimentar nuestro sentido creador y desvelar las mil oportunidades de la escritura que universaliza, nos ata a las limitaciones del habla, con los idiotismos muy comunes a la oralidad de actuantes oficiosos.

Con sus narraciones, Félix Alberto Martínez Perdomo, trata de acercar el lenguaje denotativo, huérfano de lo poético, a una visión literaria, nueva en el entorno, de experimentación verbal, condición sine  qua non del quehacer poético.

Trata de romper con ciertas ataduras atávicas; no por azar nos induce a explorar la realidad cotidiana desde una dimensión tal, que nos obliga a mirar hacia nuestra solitariedad.

Su escritura es un actuar reflexivo, sin soslayar los vicios colectivos de una sociedad desvalorada, degradada y desamorada; tampoco deja de lado el comportamiento de los individuos que maniatados al yo le ponen un cerrojo a la única puerta que nos conduce a la interioridad para encontrar el tú.

Sus escritos nos presentan un estilo diferente, de rompimiento, un manejo del lenguaje que permite el movimiento, rápido o lento, de la acción operada a través de la anécdota, utilizando recursos donde la esencialidad del asunto nos obliga a hacer una valorización, en el contexto de la modernidad que nadie puede negar ni evadir, e iniciar un proceso de sustitución de los códigos estéticos.

El libro que hoy presentamos y prologamos, contiene doce narraciones, inútilmente dividido en cuatro partes, pero que el autor pretende (es lo que yo supongo)  burlarse de los seudocríticos, de los copistas y repetidores que merodean por la superficie de la academia, sin hundirse en el complejo sistema de las corrientes de la cultura y del conocimiento universal.

Haciendo uso de sus facultades de narrador con pleno dominio de su instrumental, refinada ilación de argumentos y los recursos formales, y muchas veces haciendo uso de párrafos cortos, no por ausencia de riqueza, sino para lograr mayor movimiento en la acción narrativa, juego verbal que agiliza o sostiene el viaje retrospectivo  del presente al pasado o viceversa, reconstruyendo eventos o el simple discurrir de la conciencia de personajes muchas veces invisibles, pero omnipresentes,  para regalarnos un texto que puede resultar de difícil lectura, porque cada narración, con la excepción de El Héroe Desolado, se concentra en su propio vórtice; hacen una traslación de la realidad subyacente al mito o a ciertos imaginarios con los cuales el autor le da un tratamiento onírico y hasta mitológico al espacio y al tiempo, y hace coincidir , en el mismo momento (espacial y temporal )  a personajes reales de ficción, entre los cuales median siglos.

En el presente trabajo trataré de darle mi interpretación  muy personal, digo muy personal, porque cada lector descodifica la obra narrativa o poética de acuerdo a ciertos intereses y situaciones circunstanciales, ajenas a la motivación que origina dicha escritura estética. De ahí que me limitaré a reseñar someramente algunos cuentos tomados al azar, más que reseña, una interpretación personal, de repente, unilateral y estrecha, propia de un diletante del análisis literario porque no soy crítico ni pretendo ocupar ese lugar para el cual no estoy capacitado.

La primera parte o Cuentos Para Lectores Cultos, se inicia con, “Un Clásico”,  narrado en segunda persona. Los personajes se mueven en un onirismo disociativo que raya con la locura.

Lo real y lo imaginario se constituyen en un conjunto referencial en el contexto de una narración que yo califico de fantástico por sus implicaciones formales.

Cuando hurgamos en la esencia del asunto descubrimos la pedantería de un comprador de literatura “ clásica ” y de ahí el porqué Madame Bovary, La Gioconda,  Los Hermanos Karamazov, Dante,  Edgar Allan Poe, Cervantes y La Dulcinea del Quijote, son los personajes que interactúan, con el protagonista que resulta ser en la vida real, un primo  del autor  (Perdomo, El Pintor de Comayagua )  que con sutil ironía trata  sobre el comportamiento de cierto grupito de sujetos megalómanos actuantes en cualquier sociedad.

“El Lugar de la Palabra”,  es una narración que mezcla anécdotas personalizadas, combinándolas con el discurso ensayístico, hace descripciones o valoraciones lingüísticas-literarias. Interactúan personajes imaginarios con personajes reales en el pasado y el presente.

Los personajes están muertos, CASSIRER por ejemplo, y a través del fluir de sus recuerdos nos introduce en el círculo, para cavilar alrededor del significado de  “El Lugar de la Palabra” y nos convierte en protagonistas en la historia que deviene intemporal.

Todo sucede en una funeraria, en la cual  “siete velas eléctricas! iluminan sendos féretros , donde los restos ajados de la anciana madre de Cassirer  y el mismo Cassirer Como un signo suspensivo reventado aguardan para ser llevados al nicho familiar ”.

Extrañamente el ambiente fúnebre y el dolor que puede causar la muerte de alguien que amamos o admiramos, en esta historia particular, no nos provoca ningún dolor, porque hay un distanciamiento de todo sentimiento, no hay emoción posible. Esta ausencia de emoción deshumaniza la historia que se nos cuenta, y de ahí la habilidad del autor  que nos pone frente al espejo de la palabra vacía, que no provoca ni alegría ni dolor ni odio; comportamiento éste de quien mira la literatura como un fin y no  como la “razón de ser” de darle vitalidad al lenguaje y como un acto comunicacional que hace al hombre un ser esencial, capaz de usar la fuerza de la palabra para el cambio.

Aprovecha el autor para decirnos que los hombres o más bien algunos hombres matan la palabra y que otros (los poetas)  “hacen que una palabra se inflame hasta que revienta, entonces los pensamientos cobran alas y abren el aire, y el cielo se ve bajo una lluvia de estrellas y el alma brilla en la piel de las cosas”.

“Las palabras –escribió- deciden sobre todo el planeta, dictaminan el hambre y la muerte, la cordura y la soledad, la siembra y la tormenta, la televisión y la computadora”.

La conclusión resulta tardía para el personaje que pasó toda la vida teorizando (cavilando), en discusiones inútiles y concluye: “Yo lo sé ahora cuando ya estoy seguro que no llegaré lejos”. En esta frase se resume lo humano, lo afectivo y lo nostálgico y devuelve la esperanza  de que a pesar del distanciamiento el hombre también  “retorna a su origen   ” a través de la palabra, la única que nunca muere.

Con “Un Tapiz para Penélope” el autor experimenta con las formas, para crear expectativas estéticas, aunque no puedo decir que supera las demás narraciones, en el marco del buen uso de los recursos formales, propios de la literatura, alcanza la calidad deseada que exigen los lectores acuciosos.

El argumento de esta narración es alimentado con la memoria del mito  y la magia del lenguaje literario, hilvana “el recuerdo  en tu memoria” donde yace la inmortalidad de “ tus amigos de épocas anteriores, de culturas diferentes,  de épocas posteriores “ .

Así el autor nos lleva al mito griego o nos hace volver  a la tradición ligada a la religión que se practica en su Comayagua natal. Esta tradición que permanece y se arraiga en los pueblos con la misma fuerza que los mitos elevan. a los dioses y que siguen sustentados por “ el vasto imperio que retorna, el rito pagano en un sincretismo religioso, refulgente y vital ”.

Lo sensual tiene vigencia,  “y ahora Penélope protegida por su desnudez rencorizada te acosa con sus ademanes”. Empero, esta aparente sensualidad sólo es un pretexto para recordar el pasado glorioso del conocimiento y la literatura de la cultura griega cuyo pensamiento todavía nos esclaviza y que se vuelve evidente al observar las alfombras de Comayagua que quiérase o no es una repetición de un paganismo abundante en sincretismo religioso, propio del mestizaje que a muchos avergüenza. Sincretismo que desfigura o enriquece la historia con nuevos mitos.

Sin embargo, el autor aprovecha la realidad  y la subjetivisa con elementos que parecen disímiles, pero que unidos nos dan una nueva significación. La realidad se vuelve mito y el mito es mágica realidad representada en ese tránsito de lo posible a lo fantástico, a lo inexistente y que el autor hábilmente lo hace verosímil por el empleo inteligente  de ciertos recursos estilísticos y formales inusitados.

El lector al final descubrirá  que la narración gira alrededor de dos asuntos argumentales: la s alfombras de Comayagua como parte de una tradición religiosa sincrética que celebra año con año la pasión de Cristo y el mito griego del tapiz que una noche Circe, feérica, fabricara para Penélope”.

La segunda parte son los Cuentos para Lectores Casi Cultos, e inicia con la narración “El Hombre” que nos cuenta la historia del incesto a partir del abandono paterno y la soledad consecuencia de tal ausencia.

La madre sobreprotectora del hijo buscando, empujada por el inconsciente y el instinto, el calor del sexo opuesto.

De ahí que  “Todos los días para ellos el baño es gozo superior a la frescura del agua, al del oloroso jabón que cubre sus cuerpos con aquella espuma misteriosa, que hace que cada roce de piel se vuelva una caricia. El muchacho se entera que su madre es una mujer. La mujer se entera que su hijo es un hombre. Y los dos se dan cuenta que la soledad los ha unido tan fuerte que no podrían separarse jamás”.

El autor nos introduce a un mundo prohibido en cualquier época y nos acerca repentinamente a una situación  que nos devuelve un cuadro edípico, que fue condenado y ahora cuestionado y no permitido por el canon social establecido por cuestiones que tienen que ver con la ética, y la moral y la preservación de la autenticidad y calidad físico biológica de la especie humana.

El autor aborda el tema del incesto, quizá partiendo de una realidad donde tal acercamiento sexual  entre la ascendencia y descendencia o entre progenie es cotidiano en esta sociedad “moralista” e hipócrita. El autor se distancia de las valoraciones críticas, simplemente narra un hecho ficticio desde una visión subjetiva, empero nos acerca a la objetividad de sucesos que forman parte de nuestra cultura sexual.

En el cuento de, “La Pedantería”, recrea la experiencia del autor en relación con los lectores. La vanidad y  la pedantería  del escritor diletante es reflejada en la argumentación desarrollada; comportamiento que sólo es posible superar con la experiencia obtenida, del hecho de no poder alcanzar un acercamiento real con los lectores.

Esta narración toca de cerca algunos escritores del patio que son como el personaje de la historia que “se sentó a la orilla de la vida con una exactitud asombrosa. Allí donde la vida se construía con la muerte se sentó. Con sus libros ocupando un espacio entre el orgullo y la soberbia. Y esperó. No deseaba perderse un sólo detalle, quería ver como se formaba paulatinamente, la muchedumbre interminable de lectores ávidos por conocer sus libros”.

“Se las ingenió para publicar una edición millonaria y todavía espera a sus lectores con los libros abiertos justo en el vórtice donde la vida se deshace con la muerte”.

“Ahora el escritor ha dejado de escribir y se entretiene escuchando las historias de J: B: que aunque sean sólo de mujeres sin hogar tienen el sabor del cuento antiguo”.

“Un Obituario para el Amor” o un acto de necrofilia. De eso trata esta historia que empieza con un verbo en tercera persona, para introducirnos en un escenario creado por la psicopatía del personaje que se desdobla para presentarnos sus múltiples personalidades: El médico forense diligente enamorado de Elisa; a ella la conoció en su clínica particular, aunque el acercamiento no fue esa relación profesional no deseable, sino por medio de la poesía. Hecho que aprovecha el autor para lamentarse por la muerte del poeta  (Edilberto Cardona Bulnes) comayagüense.

Por otro lado está el necrófilo que entra furtivamente a la morgue, “consultó su reloj. Supo que tendría el tiempo suficiente para sus propósitos.

Mucho antes de que la autopsia le fuera practicada el cadáver fue objeto de una nueva violación.

El hombre de uniforme verde entra sigiloso, va descubriendo uno por uno los muertos, ve la desnudez de una adolescente pero continúa imperturbable. Sigue como quien pasa una revista de rutina, hasta que al fin se detiene frente a la muerte bella, una mujer de unos 25 a 30 años. Siempre supo que la belleza estaba  ahí, en esa edad, en su perfecta plenitud.

Cuando aún no llegaba al declive y tampoco alcanzaba su esplendidez biológica.

Te absorbe su belleza, te enerva su desnudez, la parcial rigidez de sus miembros, su frialdad de hielo. Sabes que a esa hora sólo eres tú y el soplo de Dios.”

Para lograr un efecto de desdoblamiento en la personalidad del personaje protagonista-antagonista el autor hace uso del recurso de giros o rupturas verbales.

El desdoblamiento psicógeno nos lleva de una acción necrófila a una escena amorosa erótica en la playa del mar.  “Caen sobre la arena, la ondulación de las caderas de la mujer en perfecta armonía con la espuma y el mar, los glúteos altos y blancos. Las olas van y vuelven, ellos van y tornan, entran al mar y salen, humedecen la arena.”

La muerte es representada sólo como una bruma ambiental que envuelve los personajes: El necrófilo, el médico forense y Elisa que no puede eludir su destino y “coree con la llave de la casa en la mano, franquea el umbral y cierra tras de sí.”

La tercera parte son Cuentos para Lectores Comunes y es encabezado por “Marisma “. En esta narración el autor nos presenta un cuadro impresionista donde la vida misma es un reflejo, una apariencia, espejismo, sueño, perversión hedonista ilimitada. El drama de la juventud actual que ve el mundo desde una perspectiva facilista, arrastrada por la modernidad consumista. Fugitivos huyendo de sí mismos, viviendo en la superficie de su propia existencia. Exteriorización de la indiferencia y el abandono. O quizá  solitarios habitando en el vacío, hundiéndose en la agresividad del medio.

No nos propone la realidad objetiva como una fotografía, apenas son pinceladas donde el subjetivismo está presente. La función del paisaje con la acción misma de los personajes, que se hacen visibles en un actuar de indiferencia. Trata, quizá, nuestro autor, de liberar al hombre de su realidad sin provocar la angustia visible en la realidad inmediata.

El autor juega con una acción que se vuelve intemporal, en un espacio trastocado por la subjetividad, de tal manera, que el paisaje es movimiento, lleno de sensualidad, deseo que contagia.

“Todos se vuelven en un solo movimiento de abanico que solea la playa. El aire levanta la faldita que hace un girasol que se torna hacia la noche. La luz transparenta la tela y describe una arboleda salpicada de mar.”

El final es trágico, sin embargo, no nos llena de dolor, no nos suelta el llanto, acostumbrados como estamos a mirar la cara de la muerte con una sonrisa de desdén o indiferencia.

En “La Ultima Cena del Minotauro” nos volvemos a poner de frente con la realidad inmediata; aún así, no podemos calificar esta escritura de realismo o neorrealismo, porque lo subjetivo está presente en esta narración que nos presenta los efectos de un triángulo amoroso. La fémina infiel empuja al marido hacia la muerte para romper con el triángulo que al final se desintegra violentamente al estilo del cuento negro. Ese final trágico de los personajes sólo despierta curiosidad nunca preocupación en la muchedumbre, que ni se aproxima  ni se aprojima en circunstancia tal.

Es una historia violenta  y de ahí el uso  del párrafo corto, de imágenes sensoriales a partir del uso adecuado de los verbos, que hacen posible imprimir mayor movimiento a la acción operada por los actuantes protagonistas y antagonistas.

Las casas, el ambiente, el espacio se mueve como seres vitales y emocionales. Por ejemplo: “ La esquina que tímida aguarda su espera ”, “ La noche fue acortando la distancia ”, “ La calle corre iluminada ”,  “ Las puertas abiertas dejan escapar el ruido ”, “ La luz que sale de la cantina se bebe a los tres hombres ”. El uso de estos elementos connotativos hace posible una ambientación cinematográfica que agiliza la acción.

Por otro lado el autor cuestiona el machismo que se posesiona del hombre que no supera las deformaciones propias de una sociedad de ascendencia patriarcal.

El autor subjetivisa la realidad para alejarse del realismo decimonónico, encarándola desde perspectivas prismáticas que permite el lenguaje poético en la narrativa.

En la cuarta parte o Cuento Para Lectores extraordinarios con “El Viento Lunar” nos introduce en la palabra poética depurada, limpia en su transparencia de origen, la imagen, la prosa poética. El contenido subjetivo cargado de un profundo onirismo, esoterismo, pensamiento mítico, que trasgrede el misterio de la humanidad.

Dos seres alados, fantásticos, extraterrestres o sobrenaturales, tratando de recordar la entrada de los laberintos de las catacumbas, símbolos de los pasos perdidos del hombre, de sus desaciertos, de la corrupción que predominó ayer como hoy. Los siete pecados capitales fueron, son y serán  la perdición del hombre. El recuerdo del incendio de la ciudad, cualquier ciudad es Sodoma y Gomorra si anida la soberbia en los hombres ambiciosos, insensibles, lujuriosos.

El origen de las pestes, las calamidades y las miserias que agobiaron la sociedad colonial, de la que sólo queda una  “Caxa Real en ruinas... la opulencia antigua, las grandes orgías que instigaron y que montaron sus moradores, aún le viene a la memoria la última bacante...” Sincretismo, religión y superstición en la conciencia de una muchedumbre, que es peor que las otras pestes. El pasado y el presente.

“¡Asómbrate! Estamos en las afueras de una ciudad aletargada, suspendida en el tiempo y el espacio colonial, ¡En la colonia, comprendes! ¿Te acuerdas de la época colonial? Esta pequeña metrópoli antigua es rica en lugares sagrados, aunque en la mayoría de ellos se encuentran derruidos, sepultados o desaparecidos, ya sabes lo que les gustaba hacer a los clérigos: torturar, entapiar, sepultar, emparedar, ahorcar, incinerar a sus amigos y enemigos en el nombre de Dios y para satisfacer sus ansias de poder. La iglesia sobre todo manipulando tanto la ignorancia como la inteligencia. ”

Todo por ambición desmedida que es más destructiva que la peste, y que por siglos y milenios ha construido sus muros alrededor de la humanidad a la que deshumaniza.

La peste de la modernidad y sus consecuencias también es vista con el ojo de la poesía o de la narrativa poética de Félix Alberto Martínez Perdomo, a través de la cual nos hace mirar a las nuevas generaciones manipuladas, degeneradas por la influencia maligna de fuerzas instrumentadas que idiotizan, que deforman el lenguaje hasta el envilecimiento, que degradan un sistema de vida hasta convertirlo en quimera, que pisotean la esperanza, el amor y los deseos reduciéndolos a un hedonismo perverso que extermina el misterio del paraíso.

Lujuria y libidinidad. Sodoma o sodomía, “varón y hembra” trasmutados en “hembra y varón”. Homosexualidad  y lesbianismo invadiendo como una pandemia a las ciudades.

Cuento o poema que nos presenta el pasado y el presente en el mismo espejo. Religiosidad, mito y superstición en todo tiempo al servicio de quienes ostenta el poder.

César Lazo
clazva@yahoo.com

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