Reíte enseguida,
lo aconsejó el noticiero de las veintiuna,
fue repetido con más énfasis
por un animador a medianoche;
solemnes, ante escribano público,
detrás de una ruleta,
te están diciendo que debes hacerlo.
La diversión invadirá paseos y jardines:
encerremos en el Corralón Municipal
a los solitarios, pobres y desesperados,
que no nos arruinen la fiesta.
A partir de hoy queda instalada la Risa Nacional,
En aras del Progreso y el Bienestar Común.
Dancemos, abrazados, bajo la lluvia,
soltando veloces carcajadas
al compás de tamboriles histéricos.
No pensés en la miseria,
el dengue o tu poder adquisitivo.
Riamos contentos con nuestra propia idiotez.
Ninguna cara de vinagre
desde este momento,
mostremos los dientes
al vecino que lava su auto cantando
y a nuestro vigilante nocturno,
cuya voz destemplada
entona alegres melodías tropicales.
No paremos de reír un instante
gocemos la efímera existencia,
son cuatro días locos para ofrecer,
pletóricos de dicha,
al Señor.
Por favor, reíte:
no hay más problemas.
Por favor, reíte
está todo bien;
no lo dudes un segundo,
no te pongas seria,
o creerán que has perdido el juicio
y te dejarán espantosamente
sola

(Primera Mención de Honor, Certamen literario internacional, organizado por el Club de Leones de Buenos Aires, 1995).