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La cruz del celibato 
por Ramiro Lagos Ramiro
r_lagos45@hotmail.com 

 

El celibato no es un dogma” (Ecos vaticanos)

La cruz de celibato, pesa, pesa

en el santo varón de clerecía

sin que fuese esa cruz de teología

sino canon papal para quien reza

con voto fiel de casta fortaleza

la oración del eunuco en su agonía

mientras la cruz pesada se desploma

con la alarma ecuménica de Roma.

 

El pastor desde el uno al siglo doce

no se privó jamás de aquel consuelo

de amar y ser amado, y ganó el cielo

con la oveja elegida para el goce

tan natural, tan libre sin acose,

tan religiosamente con anhelo

de coger la manzana apetecida

que no fue del papado prohibida

 

Fue Calixto segundo en siglo raro

el que apagó la llama enamorada

de la humana natura ya inclinada

a procrear reflejos bajo el faro

de la luz germinal, en cuyo halo

se refleja el fulgor de una mirada

creadora del amor a lo divino

y a lo humano, a la par, como destino.

 

Fue Calixto en Letrán en su conclave

jubilado de urgencias masculinas

el que implantó la cruz con las espinas

del celibato heroico, y se sabe

que resurgieron héroes de alma grave

del santoral con metas cristalinas

divorciados del sexo y de sus trucos

con vocación de santos o de eunucos.

 

La historia de los papas y papisas

ya está escrita, la escribe Federico

Pastor con escritura de alto pico

para cantar verdades con premisas,

y se rezan, se cantan muchas misas,

pero se sabe aquí como en Tampico

que hay historias que van de viento a viento

y no se traga nadie el nuevo cuento.

 

¡Demonios! Hubo un papa que fue amante

de procrear su prole con boato

y con tanta ardentía, sin recato

como Alejandro sexto, y que se cante

lo que la historia reza en el instante

de darlo a conocer, sin celibato,

con nueve hijos que dejaron huella,

y una hija fue su gran doncella.

 

Desde Alejandro VI en sus anales

la Historia de los papas tiene tiza,

y no se diga más. Dígase misa

por su gran santoral y sus fanales

con destellos de amor bajo triunfales

columnas de firmeza, y se precisa

que la Iglesia se funda en piedra santa,

mas, su ruptura humana, espanta, espanta.

 

En el nombre del padre me confieso,

yo Fray Pascual, y paso a mi relato

que se ha roto de amor mi celibato

como pesada cruz de duro peso,

y fue tal la tentación que el sólo rezo

no sofocó mi fuego y arrebato

bajo esa cruz pesada hecha pedazos,

pues sé que tuve débiles mis pasos.

 

En el nombre del hijo me hago cruces

yo el enfermo de amor, el que procura

curarse de ese mal y no hallo cura

bajo el sol germinal con tantas luces

que incendiaron mi ser, y voy de bruces

de caída en caída, con locura,

bajo el fuego que envuelve mis pasiones

de célibe con fe, mas sin razones.

 

Y en nombre del espíritu me rijo

a darme al celibato del papado,

y, aunque estoy del amor enamorado,

me abrazo tiernamente al crucifijo;

después no sé lo que hago ni me fijo

cuando siento crecer, ya sofocado,

el fuego pasional de sacristía

que aumento con la dulce compañía.

 

Yo, Fray Pascual, devoto de manjares,

no dudo de comerme el mejor plato

que se me brinda sin que pague el pato

y entonando el Cantar de los cantares

con el manjar de amor entre azahares

de la antigua Escritura a que me acato,

y de perlas que venga el himeneo

sin la célibe cruz en que me veo.

 

¡Ay, la célibe cruz que tanto, tanto

da que decir y murmurar con duda!

La castidad en esa cruz se anuda

y ese nudo se rompe con espanto

de ser demonio y querer ser santo

bajo esa dualidad en que se escuda

el célibe rompiendo la sotana

mientras llama a su misa, la campana.

 

Hay que ver difundidas las noticias

del pastor que se sale con las suyas

cantando con pasión sus aleluyas.

Hay que ver El jardín de las delicias

al disfrute de lúbricas primicias

del pastor que desata las cabuyas

del campanal badajo, y ya se nota

hecha jirones la sotana rota.

 

Bajo un palio de sombras como chopo

se esconde el diablo de apariencia buena,

pero es el violador de la azucena

y violando a los lirios me lo topo

frescamente en su palio con su hisopo

sin que pague diabólica condena;

y denuncio con voz de monaguillo,

que hubo un pastor que se paso de pillo.

 

Cuelga el habito el moje y se declara

libre de la utopía del momento

y se une tan fiel al sacramento

que da hijos a Dios y Él los ampara

como en la Iglesia antigua de otra tiara,

y si comulga así y halla tormento

por extender su idea cual la hiedra,

que se le tire la primera piedra.

 

Ramiro Lagos
r_lagos45@hotmail.com

 

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