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Hacia una épica religiosa
Por Ramiro Lagos

En vista de la trascendencia que tuvo en España el libro de Ramiro Lagos, "Rimado del Cristo Roto" en l Ateneo de Madrid con las reflexiones y apología del humanista español Octavio Una Juarez  y con la solidaridad ideológica del levita Pedro Serrano, vocero de la teología de la liberación, se le le ha pedido al poeta que difunda cibernéticamente su pensamiento poético testimonial. He aquí parte

de su "Prefacio":

 

 

"La poesía es una religión del “Dios deseado y deseante”. Concepto del Nóbel poeta español Juan Ramón Jiménez, que comparto, sin apartarme de la poesía testimonial del otro Nóbel poeta latinoamericano, Pablo Neruda. Su Canto General es casi misional y ante todo justiciero en pro de los miserables y oprimidos bajo el imperio del mal. Sus palabras son redentoras, y si no cita a Cristo, coincide con él en desenmascarar la mentira, defender al pobre y denunciar con látigos de palabras a los tiranos y fariseos de indo América.

 

La poesía se hizo musical desde los salmos y con ellos marchamos con el ritmo de la octava real con que se ha escrito la épica. Es así como el Rimado del Cristo Roto, pretende aportar un paso más hacia la surgencia de una épica religiosa en defensa de los oprimidos. Paso épico que a la vez es eslabón de lejanas raíces bíblicas desde la remota época en que la Sacra Biblia resaltó la imagen salvadora y liberadora del “Yahvé guerrero”.

 

El poeta testimonial no hace sino recurrir a testimonios antiguos y contemporáneos con textos que le deparan sus lecturas teológicas y las prédicas de Fray Justino, vocero de la iglesia católica unitaria, que en este libro se toma la palabra, para transmitirla, igualmente, al vocerío de su aldea. Devoto de sus misas campales, es mucho lo que el vate ha aprendido de sus homilías y de sus recomendaciones para leer la Biblia justiciera, fundamentada, explicada y analizada por el teólogo jesuita de Méjico José Porfirio Miranda. En ella se inspira este poeta testimonial para darle sustancia a su prefacio y poner a marchar su poema “Pedazos de Biblia”.

 

Ante la ciega aceptación gratuita de pautas que nos han impuesto los pregoneros de verdades absolutas, surge la duda metódica que se enfrenta a los llamados dogmatismos de ciertos arciprestes, basados no en la fuente de la misma verdad bíblica, sino en la del magister dixit. Ante todo dogmatismo cuestionable, la razón asume su derecho a disentir con angustia unamuniana. Decir ¡no! es difícil cuando la fe del carbonero tiende a iluminar la mente de los incautos. Ver para creer decía Santo Tomás, pero hay que meter el dedo en la llaga. Hoy, el derecho al ¡no! se impone ante una nueva toma de conciencia religiosa, política y social. ¡No!, es una negación que contiene más afirmación que un trueno. Y entre truenos se promulgó la ley santa y la verdad de los mandamientos. Qué difícil es disentir con razón cuando todo el mundo asiente sin ton ni son. Si, por ejemplo, confrontamos ciertos hechos y actuaciones llamadas cristianas, habrá que decir ¡no!, ¡hasta aquí hemos llegado! ¡No!, eso no puede llamarse cristianismo. Si examinamos esos mismos hechos y actuaciones, apartándonos de la religión y situándonos en el campo simplemente político o humano, el ¡no!, también podría ser rotundo y hay que darle su verdadera trascendencia para enfatizar el ¡no!, repitiéndolo ¡no!, eso no pude llamarse humanitarismo. ¡No!, eso no puede llamarse democracia cristiana... ¡No!, ésos no son los apóstoles de los derechos humanos. ¡No!, ésos no son los predicadores de la verdad revelada. Ésos son los voceros de la Biblia traicionada. De la Biblia hecha pedazos. Los que crucificaron al Cristo pordiosero. Al Cristo roto.

Se nos ha dicho que lo blanco no es negro cuando puede ser lo más negro del alma humana. Se nos ha dicho que el cero a la izquierda no suma nada, cuando en cuestiones político-sociales ese cero suma millones de miserables y de pobres. Se nos ha dicho que no hay círculos cuadrados cuando la cuadratura del círculo político prueba lo contrario. Se nos ha dicho hasta misa cantada para convencernos de una letanía ordenada o desordenada sin seguir el compás de la campanal verdad, tan grande como un templo. Se nos ha dicho que un verdadero cristiano ha de ser tan idiota que al verse tan golpeado, debe ponerla la otra mejilla al anticristiano que lo sigue golpeando. Se nos ha dicho que es preferible ganar el cielo, aunque nos quiten la tierra. Se nos ha dicho que Cristo predicó entre los doctores cuando era niño, pero no se nos dijo que, más tarde, esos doctores no le hicieron ni pizca de caso. Se nos dijo, es cierto, que ese niño cuando fue grande se hizo caudillo liberador y había echado del templo a los farsantes y fariseos, pero nunca se nos dijo que tales farsantes volvieron a invadir el templo, y todos, al lado de tiranos y farsantes, terminamos comulgando en el mismo comulgatorio. Pero no se ha dicho que el poeta testimonial no comulga con ruedas de molino.

 

Cuando la conciencia nos ha golpeado hasta el fondo del alma, no hay otra alternativa que creer en la verdad revelada, no en la manipulada. Para creer en la verdad revelada, basta acercarnos a las fuentes mismas donde esa verdad se origina, que es la Biblia del pueblo. Frente a las prédicas de una supuesta verdad transformada a través de los siglos y de las circunstancias políticas y sociales de sus pregoneros, la teología de la liberación, como teología de la justicia cristiana de la iglesia aglutinante y unitaria, ha de seguir la luz de la verdad, de los hechos, y de las fuentes que la inspiran, y esas fuentes son las que sigue el poeta testimonial cuando asiste a la misa campal de Fray Justino, para seguirse inspirando en su cristo roto. Pero también le inspiran otras lecturas y otros hechos del vía crucis latinoamericano. Le inspira La Teología de la Liberación de Monseñor Gustavo Gutiérrez. Y estuvo inspirado el poeta testimonial en voces de 800 sacerdotes católicos de la América Hispánica, quienes en una carta dirigida a la Segunda Conferencia Episcopal (CELAM) reunida en Medellín, Colombia, denuncian “la violencia que una minoría de privilegiados ejerce, desde la época de la colonia, contra la inmensa mayoría del pueblo explotado”. A propósito de este manifiesto “decíamos ayer”, antológicamente en nuestro Master de Rebeldía de la Poesía Hispanoamericana: “Dueños de los medios publicitarios los caudillos buchiplumas se han dado la maña para aparecer ante el papelón diario como grandes patricios. De ahí pasan a “salvadores”, a “hombres providenciales” (idea medieval), a benefactores (paternalismo), a “apóstoles de los pobres (santos varones), mientras irónicamente el pueblo sigue soportando la carga de su eterna pobreza sin que el caudillo de fantásticos caudales, le desgrane un maravedí”. El poeta testimonial es desde luego un observador documentado, y actuando como juglar, sólo transmite en sus cantos la resonante y bronca verdad del clarín del viento y de la Biblia. Se acude a la Biblia como si fuesen las arterias de un gran corazón revolucionario que invita a conocer a Dios a través de la palabra y conocerlo es “realizar la justicia de los pobres”. Sobre ello, el colombiano Camilo Torres, el peruano Gustavo Gutiérrez, el brasilero Leonardo Boff y el español Ignacio Ellacuría, voceros de la teología de la liberación, han sermoneando y escrito textos hasta hacer tambalear el sistema imperial del Oro teocrático, fundamentados ellos en la verdadera Biblia. El poeta testimonial también se fundamenta y alienta su ánimo en sus manifiestos y en los de Fray Justino, su alter ego, para fundamentar también su vanguardia a través de octavas y ritmos de su master de clerecía, contribuyendo con su Rimado del Cristo Roto, al clamor justiciero por la liberación del mundo de los oprimidos. Clamor que el poeta testimonial recoge desde la colonia en octavas reales que aclaman al pionero de la teología de la liberación, el inca-mestizo Felipe Guamán Poma de Ayala: 

La épica cristiana en pie de Historia,

tiene mártires, héroes en la indiada.

Fue Tupac Amaru en la “cristíada

de los indios” de América, una Gloria,

y aunque le fue truncada su memoria,

la pluma de Guamán, no con la espada,

rompe el falso evangelio, y devoto,

clama a los cielos con su Cristo roto.

 

           Ramiro Lagos

Apostilla: Con el título de Rimado, no del Cristo roto, sino Rimado de Palacio, el poeta Pero López de Ayala, en la segunda mitad del siglo XIV, escribe su obra poemática, en que satiriza “el desquiciamiento de la sociedad contemporánea en todos los grados de las jerarquías eclesiástica y civil”. El Rimado de Palacio es una obra de 1627 estrofas. “Con verso severo y duro describe y satiriza la vida de su época: la división de la iglesia, la corrupción de los diversos estados sociales”.

El poeta testimonial colombiano está demostrando con las críticas de su master de clerecía en su Cristo roto, que nada ha cambiado desde hace largas centurias sino que se ha “legalizado” oficialmente la mentira y la farsa con la complicidad de la historia oficial en la que se consagran a falsos apóstoles y políticos de la llamada democracia cristiana o de la seudo-democracia para engañar a los incautos.

Ramiro Lagos

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