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Los verdaderos precursores de la independencia

"Cuatro cabezas truncas libertarias de Indoamerica"
Galán al lado de Tupac Amarú, Tomás Catari y Tupac Catari
por Ramiro Lagos

Dos largos siglos de lucha popular en lndoamérica, cuya efemérides se celebró el año de 1981, al conmemorarse la insurrección de los comuneros de Nueva Granada, demandó una severa revisión de la Historia, para revaluar a sus héroes marginados y colocarlos en la cúspide que les corresponde, fuesen ellos blancos, mestizos, cholos o de la raza bronce. Lo que ha implicado rectificar las fallas de la historia mercenaria u oficialista que nunca se emancipó ya que siguió rindiéndole culto al peninsularismo castizo que nunca pudo aceptar que un indio, un cholo o un mestizo como el peruano Tupac Amarú o como Galán, el comunero colombiano, pudiesen entrar en la historia al lado de los ya consabidos próceres criollos de perfil hidalgo. La imagen de Galán, por ejemplo, nunca pudo entrar en las páginas de la historia docente colombiana porque se prefería glorificar al claudicante criollo Berbeo como caudillo de los revolucionarios comuneros de Nueva Granada.

A más de dos siglos de la insurrección comunera, Galán comienza a ser reconocido, no ya como el precursor mestizo de la independencia Colombiana sino como uno de los más importantes caudillos de los movimientos independentistas de toda Indoamérica al lado del último '“emperador" de los indios y cholos, Tupac Amarú. Proclamado simbólicamente así por el entusiasmo da sus seguidores de Nueva Granada, Galán se da la mano solidaria con el héroe peruano Tupac Amarú de caudillo a caudillo.

En la obra del escritor peruano Daniel Valcárcel, La rebelión de Tupac Amarú, publicada en 1947, se considera a Galán como el más notable de los jefes rebeldes neogranadinos, a quien se dice que fue una excepción de lealtad a la causa popular, "a diferencia de otros que recibían prebendas". Germán Arciniegas en su obra Los Comuneros, (1940), publicada en Chile, contribuyó a proyectar la imagen de Galán continentalmente, reivindicándolo a la vez como indiscutible caudillo mestizo. No obstante en mi visita al Perú y Bolivia en 1978, constaté que sólo los entusiastas lectores de nuestras viejas rebeldías tenían una vaga idea del caudillo comunero. Me cabe la satisfacción de haber contribuido con un granito de bronce a darlo a conocer en Bolivia ante una desbordante multitud de televidentes. Me refiero a mi intervención, en 1978, en Televisora Nacional de La Paz donde me invitaron a recitar mis poemas, y se me ocurrió recitar mi "Romance comunero'. Poema rebelde que, frente a la dictadura de Bánzer, no podía ser acto más temerario, pero al mismo tiempo confortable para el espíritu rebelde que en Bolivia, pese a sus eternas satrapías, se acusa en la actitud y en la acritud de un pueblo suplantado por las bayonetas del régimen opresor. Por esta razón las estrofas sobre Galán, se oyeron multitudinariamente, recordándoles de paso a los televidentes bolivianos a su héroe popular: Tupac Catari, a quien como a Galán, le cortaron la cerviz. Puedo decirlo con cierta vanidad personal y orgullo santandereano a la vez, que mi romance se aseguró una salva de clandestinas adhesiones, no ya par el valor del “Romance comunero” sino porque con Galán se estaba evocando a un héroe boliviano, Tupac Catari. Era similar al comunero colombiano, el héroe de la cabeza trunca. Y por eso los televidentes bolivianos escucharon con interés mi romance, cuya letra transcribo a ritmo de pie quebrado:

"Hay un desfile de sombras
y un vocerío de relevos
por abismos y altiplanos,
por breñas y derroteros.

Sombra al filo
del acecho.

La gesta plural del risco
retumba de viento a viento:
!qué epopeya comunera
decapitada del pueblo!.

Desde Galán
me sublevo..

Con él escalé las cumbres,
con él me planto y protesto,
me amotino, me emancipo,
prendo mechas, lanzo el fuego.
Como un héroe,
rompo el cerco

Nadie detenga mi paso,
ni la coraza que llevo;
si me quitan la cabeza,
le planto el brazo a mi cuello.

Sobre el risco
lanzo el reto.

Sobre mi brazo habrá un puño,
sobre mi puño un reguero
de digitales relámpagos,
crispados a yunque y fuego.”
Cuando le di remate al romance de pie quebrado, el locutor boliviano comentó: "Han oído Ustedes un romance del poeta testimonial colombiano, que nos recuerda la imagen de Tupac Catari, nuestro héroe inca. Yo, honestamente era la primera vez que había oído el nombre de su héroe indio popular. Lo ignoraba como también la mayoría de los bolivianos ignoraba a Galán. Al oír del comunero colombiano, se caía en la cuenta de las semejanzas en heroicidad y sacrificio de los dos caudillos, Galán y Julián Apasa, llamado este, posteriormente, Tupac Catari. Ambos habían abierto fuego revolucionario en 1781, un año después de que Tomás Catari y Tupac Amarú hicieron flamear sus banderas libertarias sobre las murallas de Cuzco. Cronológicamente estos dos caudillos son los precursores del gran movimiento emancipador indoamericano. La primer bandera aguerrida, fue la de Tomás Catari: él inicia en 1780 de una manara formal la primera sublevación del alto Perú en Chayantá. En ese mismo año se destaca el caudillo supremo, Tupac Amarú, y si toda la gloria recae sobre su fama, no deben olvidarse otros nombres cúspides de la gran epopeya emancipadora de los indios y mestizos que también la inciarron Tomás Catari y Julián Apasa (alias, Tupac Catari). Ellos construyeron en Bolivia el primer baluarte de la insurrección continental. No vamos a referirnos a los lejanos conatos de insurrección como aquélla simbolizada en "La actitud de Chalcuchimac que se dejó quemar antes que abjurar de sus dioses tutelares". Ni tampoco vamos a remarcar la fecha de 1572 en que Manco ll acaudilla una guerra sin cuartel contra los conquistadores blancos. Habremos de situarnos en las fechas gloriosas que se acercan a la Independencia y crean el ambiente propicio para que más tarde Bolívar y San Martín culminen con radiantes lauros las luchas que comenzaron sus indiscutibles precursores: TOMAS CATARI y JULIAN APASA en Bolivia, TUPAC AMARU en el Perú y GALAN en la Nueva Granada. Ellos definitivamente buscaban la Independencia total de España y la reivindicación social del indio y del mestizo bajo el tutelaje de quien quiso ser su libertador, José Gabriel Tupac Amarú, descuartizado por los invasores de su viejo imperio inca. 

Las fechas claves del movimiento liberador corren entre 1780 y 1781. Sin embargo, un año antes, en 1779, parece que se pactó un acuerdo continental. Hubo aquel año en Coporaque una importante reunión con Tupac Amarú en asocio de los representantes eclesiásticos y gente extranjera entre las cuales se cita a un canónigo de Bogotá, quien pudo ser, si se investiga más, el autor intelectual de la insurrección comunera de Nueva Granada. La iglesia que desde entonces ha estado dividida, unos en favor de los miserables y otros en favor da los potentados, (el pueblo frente a las castas), jugó un papel importante y se recuerda que en la Nueva Granda algunos frailes eran autores de pasquines y otros detractores clandestinos de las “Cédulas del Pueblo”. Papel definitivamente militante como el de “nueva cruzada” contra la servidumbre impuesta por los españoles, fue el de la iglesia peruana. Recuérdese que hubo "milicias sacras" y las de Cuzco se extendieron a las 14 provincias del obispado. Ha de quedar en claro que el movimiento liberador indoamericano fue un movimiento coordinado a escala continental entre varias naciones y en colaboración con las diferentes razas, interpretándose a la vez el verdadero espíritu de la justicia cristiana en que puede justificarse la cooperación abierta de la iglesia militante. Si en los tiempos contemporáneos, se lucha contra un supuesto terrorismo armado de gentes que se sublevan contra otro tipo de terrorismo, el económico opresivo, los primeros caudillos indios y mestizos lucharon también contra la explotación y la Mita impuestos por la corona española. "Las medidas económicas de la corona produjeron un general malestar en las colonias, agobiadas con tantos impuestos", a lo que se agrega el trato anti-inhumano que se les daba a los indios y las condiciones de miseria en que ellos vivían hasta imponerles la Mita, que constituía su esclavitud y exterminio. Tupac Amarú reaccionó contra todo este imperio de injusticias, primero en forma pacífica, tratando las vías legales, pero después, al no obtener buenos resultados sino todo lo contrario, su actitud fue de guerrería. Y así organizó sus huestes, nombrando capitanes a lo largo y ancho de todo el antiguo imperio incaico, habiendo cruzado la frontera entre los virreinatos del Perú y Buenos Aires a finales de 1780. Ya en esta fecha estaba a punto de definir su separatismo de la corona española, para declarase él mismo rey del antiguo imperio de los incas y se sospecha que hubo un bando que lo denomina José I, monarca supremo de todo el territorio suramericano. Así lo entendieron lo comuneros de Nueva Granada, donde también se le aclamó como rey inca en la población de Silos, Santander, Colombia, y así lo entendía también Galán cuando, al rebelarse contra las capitulaciones de Berbeo, organizó él como Jefe supremo, la segunda etapa del movimiento comunero en lucha abierta contra el colonialismo español esclavista. Libertador frustrado del esclavizado pueblo peruano en su mayoría indio y cholo, mayoría que aún hoy “vota” paradójicamente en favor de las minorías opresoras, Tupac Amarú, como Galán, en su época, ambos, enarbolaron la bandera social con una misma meta: guerra contra el colonialismo imperial, guerra contra su sistema feudalista. En la guerra y resistencia de Tupac Amarú, su esposa Micaela Bastidas, más visionaría que su marido, y acaso más agresiva, hubo de tomar decisiones importantes, relevando a veces al caudillo, como comandanta de la lucha épica hasta el sacrificio. Destácase con ella otra figura caudillesca: Tomasa Titu Condemayta, la cacica de Acoa, célebre por hazañas bélicas contra un batallón de hombres, comandando ella misma, (como la Gaitana colombiana en la conquista), un batallón de mujeres. Brazo derecho de Tupac Catari en el Alto Perú, (actualmente Bolivia), fue Bartolina Sisa, esposa de Catari. Se narra que ella relevaba a Catari, en otros frentes, comandando huestes agueridas de avanzada y así lo hizo, cuando sitió a la Paz, sobresaliendo por su don de mando, su determinación y su valentía. Al lado de estas tres egregias mujeres de raza de bronce, levántase en la Nueva Granada la efigie altanera de Manuela Beltrán rompiendo en la plaza publica de El Socorro, Santander, los edictos reales y lanzando su grito revolucionario cuyo eco nos llega hoy con su "mueran los déspotas y los opresores y abajo el mal gobierno”. interpretación que le da el poeta Pablo Neruda a su manifiesto en su Canto General.

Al destacarse en letras sobresalientes a estas cuatro heroínas del primer movimiento independentista de Indoamerica, celebramos que el historiador Antonio Cacua Prada haya destacado en su monumental obra histórica a la “libertadora del Libertador“, Manuelita Saez, libro que publicó en el Ecuador. Ha sido un buen avanzar, rectificando hechos y colocando a las mujeres heroicas en el pedestal que les corresponde. Pero con Cacua y otros historiadores, hay que retroceder hasta dar con heroínas y héroes a los que por ser indios o mestizos poca importancia se les ha dado en sus hitos y efemérides. Habrá de traerse a cuento su lucha por la Justicia, su heroicidad y su final sacrificio cruento en cada una de sus patrias. Ya se sabe que, traicionados los revolucionarios mestizos, por los eternos vende patrias, se les puso en la picota, se les impuso la pena del más bárbaro descuartizamiento, y sus miembros, los de Tupac, los de Galán, los de Catari, se levantaron en los sitios de sus bizarrías como fétidos trofeos de escarmiento público. Pero ya hoy se está viendo flamear en cada sitio donde cada caudillo levantó su puño desafiante, una bandera simbólica que se vio clavada en el pasado, se re-eleva en el presente y habrá de flamear también en el puño del héroe colectivo futuro en su lucha contra toda opresión y neo-colonialismo.

Apostilla.

Si bien es cierto que Pablo Neruda se interesa en realzar el perfil revolucionario de Manuela Beltran, la atmósfera de la revolución comunera se logra en sus estrofas con el espíritu altanero implícito de líder de dicha revolución: José Antonio Galán, autentico precursor de la Independencia de Colombia..

Ramiro Lagos

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