Pessoa y la crisis del individualismo

por Santiago Kovadloff

Fernando Pessoa en la "Baixa" de Lisboa

1 - Las tesis románticas y su destino en la “oda marítima"

Si algo quiso Pessoa, fue exaltar el mar en su carácter de potencia destructora de la previsibilidad, sustrato exclusivo —y por ello paralizante— de la vida cotidiana portuguesa en aquellos primeros años del siglo XX.

En el mar, dice la "Oda", sucumbe el hombre lineal de las ciudades; allí se diluye su contorno de servil repetidor de gestos iguales, reiterados una y mil veces a lo largo de los mismos días. El hombre, en el mar, se reconquista; gana su libertad, que consiste en la asunción de sí mismo como conglomerado de corrientes afectivas e intelectuales múltiples. divergentes, a veces antagónicas y siempre circunstanciales. Puede afirmarse. en tal sentido, que la "Oda marítima" desplaza hacia la contradicción el núcleo de intereses de la lírica portuguesa, hasta entonces centralizado en la formulación de enunciados representativos de posiciones siempre unilaterales. En el espacio marítimo enaltecido y descrito por la "Oda", el hombre reasume su relegada pluriformidad espiritual, las divergentes fuerzas antagónicas que confluyen en la palabra yo. El mar opera, en suma, como instigador de una vida pasional largamente reprimida que. una vez desplegada, redefine la identidad del hombre por su propio impulso de acción. En adelante, ese polifacetismo mental y sentimental equivaldrá, llanamente, a ser; y siempre implicará, como máxima aspiración y logro más acabado, "sentir todo de todas las maneras[1]”'.

Al igual que en la poesía épica camoniana, el mar opera en la lírica, de Pessoa como escenario, testigo y propulsor de un encuentro decisivo del alma lusitana consigo misma. Hay. empero, según fue puntualizado, muy marcadas diferencias entre ambas obras. Una de igual peso que las consignadas es la que pueda quizá ponderarse diciendo que mientras en Los Lusíadas la experiencia marítima representa la prolongación de un esfuerzo civilizador —al menos desde una perspectiva europea—. la "Oda” nos propone esa experiencia como contrapartida sustancial de todo lo que implique civilización. Sólo extra muros puede un hombre llegar a ser él mismo. Y. si es portugués, ese extrañamiento de la ciudad es apenas concebible como íntima fusión del hombre con el mar. Ahora bien: mientras en el renacimiento, la ciudad respaldó y promovió la empresa marítima, advertimos que en la "Oda" ellas pasan a ser excluyentes. El mar se convierte en un camino en cuyo trayecto se concreta la evasión de la ciudad moderna. El volcánico protagonista de la "Oda” recurre al mar y lo invoca en un gesto de renuncia final a la ciudad. Sin «embargo, en cuanto esa renuncia onírica no llega a transformarse en hecho, es decir, en la medida que —pese a ser una decisión— no pasa nunca a ser una conducta, la "Oda" se nos impone ya no sólo como el réquiem para un modelo de vida perimido —según señalé antes— sino también y más radicalmente. como el réquiem que un modelo de vida perimido pronuncia sobre sí mismo a través de una de sus muchas bocas agonizantes. No olvidemos que éste es, según sugiere Pessoa, el poema de un hombre que exalta el mar sin abandonar el puerto: canto de un prisionero que acaricia su libertad aferrado a los inamovibles barrotes de la celda.

Puede por eso decirse que la "Oda marítima” se nos ofrece como apología de una liberación simultáneamente radical e imposible. Pessoa no logró concebir la historia como superación progresiva de contradicciones, sino como eclosión ininterrumpida de las mismas. La suya es siempre una dialéctica binaria: la integran tesis y antítesis, nada más. No hay síntesis. No hay solución. La ciudad no cambiará. Su esencia ha de ser siempre la de un espacio asfixiante. Los proyectos políticos son finalmente estériles. Las reformas sociales, ilusorias. Sólo en el mar puede sobrevenir algún cambio. Pero el mar propone una aventura que. si es revolucionaria, lo es apenas en la imaginación de quien la anhela. Únicamente allí transcurre —tan lejos de la polis como del espacio geográfico general.

No hubo, pues, para Pessoa. atajo ni senda por donde el hombre pudiera acceder a sí mismo de un modo socialmente renovador, políticamente progresista. Liberada. la imaginación impone el apoliticismo. Tras el fracaso republicano[2], su descreimiento fue rotundo. “No tengo ningún sentimiento político o social. Tengo en cambio, en. un sentido, un alto sentimiento patriótico. Mi patria es la lengua portuguesa"[3].

Este vacío de convicciones sociopolíticas que fue, asimismo, el de los sectores más sensibles de toda una generación consciente del deterioro ideológico de la clase dirigente, le permitió a Pessoa. por otra parte —y yo casi diría reactivamente—elaborar una de las críticas más devastadoras que la burguesía haya soportado en la poesía europea. Las tesis románticas conforman, justamente, el eslabón que encadena, en un mismo proceso, el civismo del seiscientos y del setecientos —siglos en los que Portugal recupera y consolida su independencia de España— con la desalentada visión pessoana de la vida social.

Entre los ideales románticos definitivamente superados en la "Oda marítima" figuran dos que aquí interesan. Califiquemos a uno como actitud byronlana. Al otro, si nos atenemos al deseo de solidaridad que puso de relieve, podemos designarlo con la palabra altruismo. Ambos relumbraron, con vigor alternativo, en toda la poesía lusa del siglo XIX.

Atendiendo a proclividades ya insinuadas por el arcadismo[4], el poeta romántico portugués, prototípicamente representado por Joáo Batista Almeida Garrett[5], concibió su labor como primordial derroche de intimidad. Muy Influenciado por la ideología estética y política del (por entonces) combativo liberalismo francés, el poeta lusitano otorgó al egotismo categoría literaria de primera magnitud. Vicisitudes estrictamente autobiográficas pasaron a ser así tema dilecto de la obra artística. El lector, a su vez. fue depositario forzado y gozoso de los más hondos afanes anímicos del escritor: espectador conmovido de un ser de excepción, tanto en su alegría, como en su indiferencia y su tormento.

Esta línea tenazmente confesional de la poesía portuguesa Interrumpió su carrera de prestigio ascendente mucho antes de Fernando Pessoa. Pero recién con él conoció la erradicación definitiva del suelo lírico peninsular. Sólo con el autor de la "Oda marítima", la idea del yo que sostiene y nutre el egotismo romántico se trastorna hasta su base y entra en crisis sustancial.

El referido altruismo que. en la poesía francesa, nadie protagonizó con más celo que Victor Hugo, condujo al escritor a la convicción de que él era —o al menos debía ser— portavoz decidido de la sensibilidad colectiva en su pugna por alcanzar una existencia políticamente más justa. Su obra —el poema— pasó entonces a ser concebido como herramienta de indudable validez en la lucha por el afianzamiento del humanismo en el seno de la sociedad. Esta creencia llegó intacta hasta Fernando Pessoa. Advirtiendo la dolorosa irrealidad de su sentido, el poeta se empeñó en combatirla mediante una producción íntegramente consagrada al desenmascaramiento de la Incomunicación en que. encadenados a sus prejuicios. fobias e intereses, se debatían y a veces hasta se complacían hipócritamente. no sólo cada hombre con sus prójimos, sino incluso cada hombre frente a su propia interioridad.

Finalmente, byronismo y altruismo confluyeron para dar forma a esa visión orgánica que de sí mismo y de su obra ofreció el poeta de la primera mitad del siglo XIX y a la cual, con propiedad. Lionel Trllling llamó imagen del yo romántico[6].

Aunque aceptó como propios sus muchos contrastes y se reconoció voluble y contradictorio, el yo romántico fue. básicamente. unidimensional. La suya, en suma, fue una identidad derivada de la metamorfosis del yo clásico. Este, aunque notablemente transfigurado bajo la entusiasta arremetida del Sturm und Drang, logró imponer a la sensibilidad romántica la hipótesis según la cual el hombre sigue siendo un solo hombre aunque viva tironeado por las fuerzas antagónicas de la pasión y el intelecto. Únicamente sobre el acatamiento a la creencia que propugnó esa univocidad fue posible la apología del individualismo en la que incurrió la. literatura de aquella época.

Al igual que los románticos. Pessoa fue un poeta del yo: un ególatra en sentido estético. Pero su concepción de yo no presenta solución de continuidad con la del romanticismo. La confianza depositada por los románticos en la sinceridad del mensaje personal se desvanece en la producción pessoana; y se desvanece irremediablemente porque la obra de Fernando Pessoa. de la cual la "Oda" es máximo exponente, erige su cuerpo íntegro sobre la puesta en tela de Juicio de la interpretación romántica del individuo.

Con Fernando Pessoa. el escritor portugués dejó de sentirse portavoz de inquietudes colectivas. En su palabra se rompe la correspondencia entre el otro y yo. Y ello porque, fundamentalmente, cesa la correspondencia entre el yo y sí mismo. En la medida que la sensibilidad colectiva negó esta escisión. Pessoa concibió su poesía como lenguaje desmitificador de la colectividad. Ya no se escribió para expresar una sociedad sino para denunciarla; y aunque resulte paradójico. en la denuncia estuvo la solidaridad. Mediante ella se verbalizó todo aquello que ejemplificaba la terca defensa de una mismidad ilusoria, tan ansiada como perdida. Simultáneamente y por la misma vía. afloró el desconsolado afán de verdad de una generación políticamente desorientada. Si esto se toma en cuenta, resultará fácil comprender que nada hubo más alejado de Pessoa que la esperanza de que su dolor fuera fraternalmente comprendido por sus coetáneos. ¿Cómo llegar a creerlo, cómo esperarlo. sabiendo que su desconsuelo provenía de la incomunicación imperante entre él y los demás, entre él y él mismo? Más allá del estrecho núcleo de artistas amigos, los atenuados ecos que llegaron no fueron sino los de una airada reacción.

Si en la estética romántica del poeta despuntó como un ser Inaccesible, melancólicamente exiliado en su fuerza y su misterio, capaz de llegar hasta sus prójimos sin llegar, empero, a ser nunca uno de ellos, con Femando Pessoa el poeta pasó a ser Inaccesible para sí mismo, dualidad dramática e irreductible pero ya no pretensiosamente exclusiva. También en los otros se agitaba, por debajo de una identidad aparentemente cristalina, la opacidad de un alma que era muchas, el agobiante atomismo del espíritu moderno.

Al derruir el pedestal jerárquico del poeta. Pessoa echó a tierra, igualmente, el del lector cómplice, apegado a la poesía entendida como deleite Inofensivo y tierno de tantas veladas caseras. Asi, el poema dejó de ser el aplaudido canto que muchos hubieran querido componer, para pasar a ser lo que nadie jamás debió dejar surgir. Desde esta vertiente interpretativa es posible comprender en qué sentido resulta legítimo afirmar que la poesía de Fernando Pessoa fue creada en respuesta a un compromiso cabal del autor con su hora.

Dentro y fuera de la literatura, los postulados del romanticismo desembocaron —como bien pudo advertirlo y padecerlo Pessoa— en un liberalismo extemporáneo. en el idealismo Inconsistente de la República Portuguesa que. por su parte, reaseguró la permanencia del país en el caos adonde lo arrojaron las múltiples deficiencias de la monarquía. "Somos incapaces de revuelta y agitación. Cuando hicimos una revolución —Escribe Pessoa— fue para implantar una cosa igual a la que ya estaba"[7].

La "Oda marítima" fue, en fin, obra de un hombre fragmentado, lúcido habitante de un estado moralmente deshecho. íntimamente escindido: de un poeta que lo fue en cuanto supo expresar el temple de un tiempo y un pueblo inciertos, saldo penoso —uno y otro— de dos siglos en los cuales la historia de Occidente fue. en altísima proporción, forjada por la visionaria osadía de sus reyes.

Superada la influencia que sobre él ejercieron transitorios ídolos, el hombre presentado por Pessoa descubrió, en su sostenido esfuerzo de autenticidad, que si antes había estado sometido a la despótica unilateralidad del prejuicio y la creencia, padecía ahora el vasallaje tributado a una visión esencialmente ambigua, escéptica, de la realidad. De la fe en el sentido redenclonal de la vida pasó, de tal modo, a una marcada desesperanza histórica. Tal como Sócrates le sugiriera a Teeteto. "ni” pareció ser entonces la única palabra verdadera. "Anticomunista y antisocialista, considera que el sistema monárquico sería el más adecuado para una nación orgánicamente imperial como es Portugal. Considera, al mismo tiempo, que la monarquía es impracticable en Portugal. Por eso. de haber un plebiscito entre regímenes, votaría, no sin pena, por la República. Conservador de estilo inglés, o sea. liberal dentro del conservadorismo, es absolutamente antl-reaccionario"'[8]

La desesperada ironía de esta definición que de su ideología política nos brinda Pessoa permite entrever la sustancial indecisión que envolvía a todo un pueblo que. sin embargo y al menos en un comienzo, se negó casi masivamente a reconocer en la desorientación transparentada por esas frases la descripción precisa de un momento espiritual propio.

Con Pessoa, repitámoslo, la poesía portuguesa trascendió la concepción romántica de la sociedad y el individuo. Cada una de sus composiciones desarticula el ideal sentimental de la existencia personal y colectiva, dislocando el epicentro significativo del texto poético desde la angustia del yo ante el mundo hacia la angustia ante el mundo inefable del yo.

La "Oda” es el poema que atestigua la euforia del alma individual en el frenesí de la libertad imaginativa: pero también es el poema que testimonia la disolución de ese espíritu en el delirio de las emociones desatadas sin otra finalidad que la de consumar una furiosa rebeldía: la “Oda”, asimismo, es el poema del hombro sin rostro que no identifica como propia su figura recortada en el espejo; del hombre que sólo puede decir quién es recogiendo, una tras otra, las máscaras que sucesivamente ha ido dejando caer.

Reconozcamos, por otra parte, que la poesía romántica logró extraer, especialmente gracias a Garret, un novedoso caudal de recursos estéticos del lenguaje coloquial y de la vida cotidiana. De esta forma pudo concretarse un entronque más íntimo entre la poesía y el repertorio verbal empleado en la comunicación diaria. En lo que atañe a la lírica portuguesa, ese enlace alcanzó su forma más acabada en las piezas que escribió Pessoa bajo el nombre de Alvaro de Campos[9], quien, por eso mismo, cierra el ciclo del que Bocage[10]  fuera notable iniciador.

También en otro sentido es posible reconocer cierta continuidad lineal entre el romanticismo y Fernando Pessoa. La palabra apasionada, sensualmente incisiva y nerviosa, propuesta por Bocage como senda estética necesaria y novedosa, mucho ganó con la atención que le dispensara Garret; pero es sin duda en la "Oda marítima" donde ella recibe el más fecundo tratamiento poético. Allí llega a ser la voz de un mundo inédito hasta entonces.

Lo decisivo, finalmente, es que en la labor de Pessoa el aprovechamiento de otros recursos venidos de la tradición se llevó a cabo con una finalidad precisa: la denuncia del empantanamiento histórico del idealismo. En cada uno de sus poemas. Pessoa muestra y demuestra que el intento de aprehender el sentido de la historia por vía de la lógica discursiva sólo condujo al pie de un muro irreductible —el absurdo—. De igual modo, que la ortodoxia racionalista en la interpretación del espíritu humano no ha contribuido sino a ahondar la distancia que impide al hombre vislumbrar su ser. El sentimentalismo del ochocientos, que pretendió pasar por la negación de esa ortodoxia, no fue más que su contracara; reverso de un mismo extremismo en la interpretación de la naturaleza, la sociedad y la historia.

La obra total de Fernando Pessoa describe el callejón sin salida al que ha ido a parar la cultura burguesa. Por eso. en cuanto la versión de esa cultura más próxima a nuestro escritor fue la elaborada en el siglo XIX, no cabe sino concebir la heteronomia como originalísima visión poética de la desintegración del yo romántico.

2
hacia el final del siglo

Transformaciones aparentemente pronunciadas ocurridas en el seno de le poesía portuguesa de las tres primera décadas posteriores a 1850 inducirían ;¦ creer que el ideario romántico no supo prolongar, más allá de la mitad Inicial de la centuria, el influjo de su cosmovisión. Sin embargo, tendencias ulteriores, netamente diferenciadas del romanticismo en. cuanto a su orientación doctrinaria, como pudo serlo el realismo, evidenciaron er la práctica poética qué hondamente arraigaban todavía los postulados primordiales de la escuela de Garrett.

Un buen ejemplo de este acatamiento lo encontramos en la obra de Antero de Quental[11]. Cronológicamente Inscripta en el realismo, su producción denota, en lo que nos atañe, la preponderancia rectora de su orientación romántica; preponderancia que. en definitiva, restringió el alcance artístico de una obra parcialmente interesada en indagar los aspectos más conflictivos de la organización social.

Quental quiso dar voz a una conciencia enardecida por el descubrimiento de la historia como marco de la lucha de clases. Pero la sobrecarga retórica que con frecuencia empaña sus mejores poemas, delata la frágil consistencia que en su caso tuvo el enlace de una concepción política novedosa con un cauce estético incapaz de sustraer los elementos lírica y dramáticamente más fecundos de la realidad a la que daba acceso aquella concepción política. En Antero, esa sobrecarga operó como una barrera, herencia entorpecedora que el sentimentalismo romántico legó a un espíritu melancólico.

Su afán de penetración crítica en el cuerpo colectivo asegura, empero, que estamos ante alguien empeñado en trascender el palabrerío laudatorio de una fraternidad pretendidamente universalista pero carente de todo asidero empírico. Quiso Antero con su poesía promover un acercamiento a la vida comunitaria, primordialmente interesado en la denuncia de acentuadísimas desigualdades sociales y en la reivindicación de los derechos del proletariado portugués. Las composiciones reunidas en el volumen titulado Odas modernas transparentan ose deseo de redención añorada para los sectores económica y culturalmente marginados. Al distinguir las estructuras clasistas de la sociedad de su tiempo y al comprender la función que con referencia a ellas asignaba el marxismo al proletariado. Quental traspuso las fronteras ideológicas del romanticismo, enfocando la dinámica social con una lucidez hasta allí inusitada. Pero, en definitiva, su palabra es la de un romántico tardío. Su tinte mesiánico la emparenta a la profecía y denota, de ese modo, la entrañable concomitancia que Antero creyó advertir entre el visionario y el poeta; analogía, ésta, que recuerda —antes que la ubicación del escritor en los albores de la era industrial— concepciones gestadas en la antigüedad clásica o válidas, a lo sumo, para los días en que Portugal se debatía en la lucha antibonapartísta.

Esta extemporaneidad tuvo sus consecuencias. Cuando fracasó el programa progresista del grupo de intelectuales de izquierda liderados por Antero. éste, lejos de concebir la derrota sufrida como parte de un largo combate integrado por momentos de contenido alternativo, padeció tal descorazonamiento que su vocación política se vio minada por completo. La depresión que sobrevino entonces lo impulsó a un camino completamente opuesto al que siguiera. Su nueva meta fue la omisión de todo compromiso con su época; la erradicación de toda inquietud mundana en aras de lo que concibió como santificación individual. Su suicidio, sin embargo, ocurrido en 1893. desmintió la conquista de la paz interior que Antero aseguraba haber alcanzado.

Lo que aquí interesa especialmente es reconocer que tanto el populismo como el individualismo ulterior de Antero de Ouental fueron intentos de encontrar una repuesta inamovible a la pregunta que interroga por la propia identidad. Antero sucumbió ante la insolubilidad de la contradicción entendida como componente estructural de la personalidad y de la historia. La concepción de lo absoluto como momento de la verdad en el cual se ha producido la aniquilación de todas las contradicciones, determinó que estimara su vida y su obra como empresas fracasadas, puesto que las sintió siempre mucho más entroncadas en la contradicción que como resultantes de una superación definitiva de la misma.

Si en algo difirió Pessoa de Antero de Quental fue en la concepción del papel epistemológico de la contradicción, lo que en última instancia significa que discreparon en la interpretación de la esencia de la verdad. Mientras el autor de las Odas modernas quiso considerarla como transitorio momento de un proceso cuyo cumplimiento implicaba su erradicación definitiva. Pessoa prefirió entenderla como la propia entraña de la experiencia histórica: sitio constante donde desembocaban fatalmente las certidumbres más sólidas y duraderas. Más allá de la contradicción sólo refulgía, para el poeta de la "Tabaquería", la consistencia aparente de un nuevo espejismo. Creer fue para él estar perdido sin saberlo: descreer, reconocer al mito como mito, también era estar perdido pero lúcidamente. sabiendo qué se era y dónde se pisaba. La contradicción fue. para Pessoa. el modo por antonomasia del hombre. La heteronimia no es sino la ejemplificación de esta convicción sustancial. La obra pessoana articula, con superlativa belleza, el sentimiento de desasosiego provocado por la irreductibilidad del mundo al entendimiento y la vivencia obsesionante de la ambigüedad como verdad postrera. Vale decir que corporiza. literariamente hablando, el desplazamiento de la comprensión del hombre como ser que cumple las etapas de un ciclo de progreso creciente, a aquella otra manera de verlo, encarnada por el pensamiento freudiano, las tesis del existencialismo y las propuestas surrealistas que, sin caer en planteos agoreros, están muy lejos de perpetuar el optimismo ingenuo que con respecto a la naturaleza humana campeó en la ideología occidental del siglo XIX.

Si en la obra de Ouental se produce el agotamiento pasivo del yo romántico, pasivo por padecido, en la de Pessoa se verifica su agotamiento activo, intencional. ya que éste consagró sus fuerzas a evidenciar poéticamente que. planteada desde el ángulo de un yo supuestamente unitario, la antinomia realidad-entendimiento no puede ni siquiera ser vislumbrada. Si algo quiere decirnos en tal sentido la Oda marítima es que definir al hombre equivale a soslayarlo y. lo que es peor, a desfigurarlo, porque mientras las definiciones se hilvanan mediante la aplicación de postulados lógicos, el hombre sigue siendo un conflicto inconciliable con el principio de no contradicción.

Hay. por fin. un eslabón importantísimo entre el subjetivismo en crisis y la denuncia de la crisis del subjetivismo, respectivamente encarnados por Quental y Pessoa. Ese eslabón es la poesía de Cesario Verde[12] en quien el vapuleado léxico del romanticismo pierde de una buena vez toda su vigencia para ceder a la configuración de un estilo que es síntoma indeleble de una nueva manera de pensar y sentir. La obra de Verde se complace en el diseño de la realidad ciudadana finisecular, en el retrato vigoroso de sus aspectos cotidianos, optando siempre por modalidades descriptivas consecuentes con una marcada fascinación por la objetividad. Sus versos tras-parentan el deleite y la premura de quien logró zafarse de un turbio pasado inmediato. obstinado en la manifestación de un sentimentalismo sin freno, para reencontrar el diáfano perfil de cada cosa. No es el suyo, empero, un realismo ingenuo ni se agota su Intención en la reproducción festiva del mundo circundante. Hay en la novedosa energía de su idioma una tensión ontológica y un ahondamiento en la visualización de lo social, que son indicadores precisos de la voluntad reflexiva que alentaba en Verde, como también de una intención estética muy consciente de sus propósitos renovadores. De ambas se valió el poeta para introducir a su lector en el panorama global de aquella Lisboa en la que iba agotándose el siglo XIX. Nos brindó así evidencias de algunas de las transiciones que por entonces afectaban al pueblo portugués: formación de un proletariado urbano, vestigios iniciales de la era industrial.

Con Cesario Verde, entre otros, aprendió Pessoa a soslayar los excesos del romanticismo en la interpretación de la naturaleza, afianzando la palabra poética en el terreno de una expresión recatada, mucho más interesada en la modulación de un tono afectivo preñado de riqueza conceptual que en la exteriorización de un apasionamiento hiperbólico.

(Del libro on preparación. Estimación de Fernando Pessoa).

notas

[1] 'Oda Marítima. "Obra poética do Fernando Pessoa-'. Ed. Aguilar, Río de Janeiro. Brasil. 1960.

 

[2] La revolución que en 1910 terminó con la monarquía de los Bragança. Instauró en Portugal un régimen republicano cuya puesta en práctica se tradujo en sucesivas e insalvables contradicciones y cuya fundamentación ideológica jamás abandonó el terreno conjetural ni trascendió el nivel de las generalizaciones.

 

[3] Revista "Descobrimento". número 3. Lisboa. Portugal. 1631. Estas palabras de Fernando Pessoa forman parte de un reportaje.

 

[4] La escuela arcádlca portuguesa, que desarrolló sus actividades on el siglo XVII y parte del XVIII. tomó su nombre y sus postulados de la academia homónima que. en la Roma clásica, agrupó a poetas y literatos.

 

[5] Joao Batista Almelda Garrett nació en 1799 y murió en 1854. Su obra poética románticamente más lograda es Folhas caidas (1835). Camócs. publicado en 1825. es el texto de un poema narrativo que recoge el mensaje de la estética romántica. vigente por entonces en Europa

 

[6] "Imágenes del yo romántico”, por Lionel Trilling. Editorial Sur. 8uenos Aires. Argentina. 19S6.

 

[7] Fragmento de un texto de Fernando Pessoa citado por Antonio Cuadros "Fernando Pessoa". pág. 220. Ed Arcadia, s/f. Lisboa. Portugal.

 

[8] Fragmento do una nota biográfica escrita por Pessoa el 3O de marzo de 1935 y parcialmente divulgada en 1940 por la Editora Império Yo lo tomó del libro "Vida e obra do Fernando Pessoa". de Joao Gaspar Simoes, Vol. II. págs. 381/62. Editora Livraria Bertrand. Lisboa. Portugal. 1950. Simóos incluye en su estudio la nota completa

 

[9] Alvaro de Campos es uno de los heterónomos de Fernando Pessoa. A él atribuyó Pessoa la redacción de lo "Oda Marítima".

 

[10] Manuel Mario Barbosa du Bocage nació en 1765. Falleció en 1805. Sus Obras Completas aparecieron por primera vez en 1811. editadas en Río de Janeiro. Son muy conocidas sus Poesías Eróticas. Burlescas e Satíricas, de las que hay una edición realizada en Bruselas en el año 1654.

 

[11] Antero de Quental nació en 1842, Se suicidó en 1893. Sus obras completas fueron editadas en 1943 en una cuidada edición organizada, anotada y prologada por António Sérgio.

 

[12] José Joaquim Cesário Verde nació en 1855. Falleció en 1886. Su obra completa apareció en 1887 con el título de O livro de Cesário Verde.

 

por Santiago Kovadloff (Buenos Aires, 14 de diciembre de 1942) es un ensayista, poeta, traductor de literatura de lengua portuguesa y autor de relatos para niños argentino. Se graduó en Filosofía en la Universidad de Buenos Aires con una tesis sobre el pensamiento de Martín Buber titulada El oyente de Dios. Algunas de sus obras fueron traducidas al hebreo, portugués, alemán, italiano y francés y otras se han difundido por España.

 

Publicado, originalmente, en: Revista "Crisis" Año I Nº 8 Buenos Aires, República Argentina - Diciembre de 1973

Link del texto: https://ahira.com.ar/ejemplares/8-8/

Gentileza de Archivo Histórico de Revistas Argentinas

Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas es un proyecto que agrupa a investigadores de letras, historia y ciencias de la comunicación,

que estudia la historia de las revistas argentinas en el siglo veinte

 

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