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Pablo Kaniefsky

a Pablo Dema 

Juntar las partes de lo roto

"El mundo, dicen, está lleno de gente. Pero no la vemos. Es una película. Un plano secuencia de ochenta años o lo que dure. Y los personajes y los decorados entran y salen de escena. El comienzo de The player de Altman, esos ocho minutos, funcionan como la vida: gente que pasa, diálogos incompletos, algo bello que se escurre por el costado." Este fragmento -que corresponde al propio Kaniefsky- resulta apropiado como introducción a la lectura de hoy. Una pieza literaria que presenta una realidad fragmentada, al tiempo junta los pedazos rotos de nuestra "comunidad". 

Coordina Diego Fornía. Diagramación y fotomontaje: Germán Sayago

Teníamos esa pequeña complicidad del roce de los dedos, cuando me sacaba el cigarrillo. Dulzura del mundo hecha gesto. El Perro no miraba o miraba pero no nos veía. (¿Cómo saber lo que pasa en el mundo si uno sólo tiene estos ojosorejas (dos más dos) y casi nada más? No sé. Nunca sé. Tanto tanto no sé que estoy lleno.] Después, milenios después del roce, le enmarcaba la carita de un solo bocado. Bellezadolor. La soñaba despierto mientras los chicos discutían sobre el partido que perdimos. Yo, mientras tanto, la tocaba con los ojos hasta que me volvía a sacar el cigarrillo. Y nos imaginaba. Y el fuego al que llamamos vida me ponía los pelos de punta. Y sabía, sigo sabiendo, que hay más cosas en el mundo aparte de ella. Pero eran un sueño olvidado. Vuelvo: no es que hablábamos a escondidas, ni nos mirábamos de reojo, ni escapábamos riendo. Nos tocábamos dos dedos.

[No la larga, no la larga nunca.] Es morfón, juega bien pero no la larga. Por eso perdimos dos veces, porque la agarra y le quiere hacer el gol a los ingleses, no el de la mano, el otro. Y se la quitan y se queda ahí, parado con las manos en la cintura, y encima me grita "Salile Perro, salile". Ahora quedamos a cuatro puntos faltando dos fechas. Se puso durísimo para salir campeones. Se tiene que juntar el grupo y decirle que la largue, que es morfón. Y que vuelva cuando la pierde. [Que llore menos y meta más.]

Suerte que vinieron las chicas del Ford Ka, el doctor del Megane y el pibe de la moto. Éste viene poco pero no se fjja qué moneda saca del bolsillo. Con estos nomás ya me hago dos pesos o un peso con cincuenta. [Lástima que el doctor se va tarde que si no a las once me estoy yendo pa las casas con quince pesos.] El frío te mata que si no me quedo hasta la una y media y llevo más pa que la vieja no me gritonee que soy vago. Antes por más que fuera temprano juntaba mejor porque no se me escapaban los de las esquinas pero ahora con las rodillas así se pone bravo pa agarrarlos a todos. [Explícale vos a la bruja de las rodillas, que si no...]

[El pibe de la moto está esperando a alguien] -¿Esperando a la chica, joven? [Sí, esperándola, pero la que viene es otra] -Linda moto tiene. Vea, yo era jovencito y fui a buscar trabajo al viejo molino, quería una moto, no digo como la suya, una Pumita nomás. Mucho no sabía hacer. Pero el capataz que me tocó en suerte era vecino y me aconsejó bien: "usted pibe pase el día barriendo fuerte y caminando ligero". Me sirvió el consejo.

-Tenemos que juntarnos y hablar bien, no podemos perder más. Poner huevos, correr todo el partido. Nadie nos va a regalar nada. Ninguno de nosotros es el Diego. Si vamos, volvemos.

Escucho que el Perro habla enojado. Alicia me saca el cigarrillo por tercera vez y el frío de las 3 de la mañana me abandona. Las brasas del asado y las conversaciones se van apagando. Me voy. Me llevo el contacto. El Perro se va con casi toda Alicia, menos un índice y un mayor.

[Viernes. 19:48 hs. En 12 minutos exactos cierro estos expedientes y me voy a casa. Llego 20:30. Ducha y a empezar los preparativos. La remerita que compré es perfecta. Me aprieta las tetas y me quedan mitad afuera. Y me pongo el aceite que me las hace brillar. Sin corpiño y con los pezones hermosos que tengo me van a re mirar.] Salgo del baño y me pongo la tanguita. Me entra casi toda en la cola. Me tiro en la cama con el pantalón blanco y empiezo la delicada operación "cierre del cierre". Me levanto, me miro de frente, me miro de espaldas, el espejo me muestra la colita bien apretada, la tanguita pequeña, el arsenal listo.

-Ahora mi hijo consiguió para cuidar autos en el boliche nuevo.

Está contento. Buena propina. Encima tiene el Plan Jefes y le dan el bolsón en la Municipalidad. A mi también. Vivimos todos juntos, somos ocho. Ahora los votamos a los radicales. Andan bien, siempre nos dan algo.

Nos bajamos del auto con Sandra. El negro que hace como que cuida nos hizo señas para estacionar. (Qué fácil se gana la guita alguna gente.] - ¿Les cuido el auto?. Entramos charlando y riendo mientras disimuladamente miramos a los tipos. Veo dos médicos y un arquitecto. Me parece que va a estar bien quedarse en la barra un rato. Ya tengo 29 y aunque parezco más chica, sé que el mercado se va a achicar rápido.

[No está mal comerme esta pendeja] Nos vamos con Alicia y me quedo pensando que le tendría que haber dicho al Zurdo que es un morfón. Pero cuando nos juntemos todos antes del partido se lo digo. Se lo digo de una.

Llovizna suave. Me moja pero no me apaga. El roce permanece. Seguro que mañana sábado la veré de nuevo, le tocaré dos dedos, le enmarcaré la cara de un solo bocado. Mientras vuelvo a casa en la moto, veo que en las Cinco Esquinas un Ford Ka le frena cerquita a una bici. Me parece que es el viejito que cuida los autos en la placita del Concejo Deliberante. El viejo ni cuenta se da. [Nada, no se tocaron por suerte.) Garabateo en la cabeza el poema que le voy a escribir apenas llegue a casa. Otro que quizá nunca le muestre. [¿Tenemos un contacto? No sé. Nunca sé.]

Pablo Kaniefsky
La ciudad ficcional
Diario Puntal de Río Cuarto
6 de diciembre de 2009

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