La huella sobre el tiempo de Pedro Juan Ávila - por Zoé Jiménez Corretjer, PhD

No todo el mundo deja una huella sobre el tiempo.  ¿Qué es dejar una huella? ¿Qué significa, dejarla en el tiempo...?  Estamos ante la eterna disyuntiva existencial, el ser en eterna agonía del vivir.  El ser conciente de su existencia, de su pasar por un tiempo determinado y definido de la vida.  La Huella sobre el Tiempo es un testimonio claro de la vivencia sensible del poeta Pedro Juan Ávila que conciente de su devenir histórico y espiritual quiere dejar definidas las pautas de cada micro segundo pensado y sentido.  En cada verso, palabra, pausa, silencio, interjección, hay una pauta, una huella de todo lo vivido.  Este libro recoge y enmarca la proyección interna de un poeta que se reconoce eslabón de su espacio temporal, que está conciente de lo que deja escrito.  Por eso nos topamos con la huella, la existencia, con el cuerpo adolorido que se queda en el pasado y que sólo sabemos retomar en la memoria.  Los poemas que conforman este libro se manifiestan a través de la proyección sagrada.  Aquello que enmudece el alma, aquello que asombra, el misterio de la creación, la totalidad universal, el devenir de la vida, la muerte y sus eternas incongruencias, el recorrido de la vida en forma de mirada, el degustar de la existencia en forma de vino, el dolor del camino recorrido que se busca a pesar de sus espinas...  Pedro Juan Ávila destila el verso maduro que se vierte en luz, la conciencia de la pulsación, el latido de una voz interna que nace de lo más hondo de las aguas transparentes, de la propia sabiduría eterna y colectiva del ser.

Recoge el poeta, los grandes temas universales de la literatura.  Y eso hace que su poesía transcienda más allá de las fronteras corporales, más allá del polvo que sopla la brisa del tiempo que se escurre silente por las calles que nos miran... Su poesía trasluce iluminada.  Su poesía se reconoce eslabón en el camino, se reconoce viaje, pisada, mirada, abrazo... Sus versos deambulan con los ojos abiertos, navegan por la barcaza de la existencia, y se iluminan.  Vemos la interrogación del poeta que cuestiona a Dios, vemos el encuentro sobrecogido, el rumbo perseguido del que no se quiere perder en la inmensidad de los días... Y nos unimos con la voz del poeta en el viaje de las palabras iluminadas, en el viaje de los versos que atestiguan la realidad absoluta de aquel que sabe mirar con el alma llena de aventuras.  Este libro es la memoria de los pasos que se encuentran, el grabado humano en la orilla de la playa, las vestiduras que se dejan olvidadas, el disfraz que ya no enmascara las mentiras, la desnudez de la sinceridad absoluta que se vierte como las aguas que nos bautizan la palabra.

En la voz lírica de Pedro Juan Ávila, la poesía se vuelve un himno. Canto al cual acuden las voces colectivas de todos los poetas.  Su poesía es ceremonia, rito, palabra transcrita que se nombra en versos, palabra de fe que se inscribe en el signo de la palabra poética.  Hay también un sentido de historia en sus versos que le imparte carácter antropogénico.  Está la memoria, la palabra que clama en los desiertos de la vida, el recuerdo tipológico del mito bíblico, las figuras arquetípicas de la religión.  Estos elementos producen en el cuerpo textual una afirmación, una identidad religiosa que une al poeta y su voz, con la palabra sagrada de la tradición.  Son las palabras de Pedro Juan Ávila las que ahora se transforman en las escrituras, las que espejean, con la brillantez del tiempo, las escrituras de los dioses para quedarse, grabadas en la eternidad del papel, impuestas como testigos del tiempo.  Es su verso la huella del que habla.  La huella, el eco, la voz del que reza y canta a la vida... La voz y la huella del pecado que se reconoce.  El dolor de reconocernos en la carne, en la angustia de la sangre, en el viaje de la barca, en la luna caída...

La poesía de Pedro Juan Ávila se convierte en la metáfora misma del canto.  Sus poemas atestiguan el vuelo y la palabra alada que se moldea.  Enumeramos una poética que se sabe conciente de su proceso creativo y de su presente histórico.  Observamos una poesía que reconoce la potencia de las palabras en el tiempo.  Unos versos que se moldean como pájaros de barro, unas imágenes que entre preludios y albas, invitan a Orfeo a anidar entre las corrientes sabias del agua, los designios del otoño, las raíces atolondradas... El verso de este poeta cristaliza los recuerdos.  Poemas como el "Preludio de vuelos" nos ofrece el control de la creación artística, la evidencia de que el poeta concientemente se realiza como un nuevo hacedor de vida a través de la metáfora del alfarero.  Otros, como "Intercesión", denuncian el dolor humano.  Y en los versos de "Esta tierra que palpita", observamos al poeta irreverente, que no se conforma con la injusticia de los dolores materiales.  Empleando un lenguaje muy definido, un estilo muy propio que no se aleja de su tradición generacional, Pedro Juan Ávila plasma sus dolores existenciales, su poética clara, sus versos, como un molusco perenne en la noche "que fermenta el recuerdo"... La Huella sobre el tiempo también nos habla, en un eco que nunca cesa.  Y retomando las palabras del poeta, cito: "Sólo tu voz a contraluz del sueño/desplegará una musgosa melodía de corales/en el sendero de pájaros de oro."

Zoé Jiménez Corretjer

Ir a índice de América

Ir a índice de Jiménez Corretjer, Zoé

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio