Penúltimo escalón
Guillermo Ibáñez

Ya no habrá un amanecer y un sol
ni mañanas calculadas en los ojos
despertadores o camas sin deshacer.

Todo será cobijarse en la tutela 
de la noche, sin girar las músicas 
ni volcar lenitivos en nuestra boca.

Desde este momento 
la entraña devoradora
tendrá algo más para sus hijos
que nunca dejan de pedir.

No habrá intercambios de ideas,
sólo nosotros, destrozados.

Con un suspiro de alivio
y un reencuentro fugaz e inútil 
en los espejos,
para al fin perderse, 
dejarse arrastrar allá,
nunca y siempre, luz y oscuridad.

Al fin dejar el suplicio.

Centrifugarse, comer vacío 
y girar en el aire, eternamente.

Guillermo Ibáñez
Árbol de la memoria 

Del libro "Introspección" (1970)

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