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Borges in memoriam

Oscar Hidalgo
ohr52@hotmail.com

Un día de éstos, pero hace 25 años, murió Jorge Luis Borges en la ciudad de Ginebra. Escogió las orillas del Ródano para cumplir su última jornada. Sabía que estaba cerca del final. No sabemos cuál habrá sido su último pensamiento, pero nos dejó escritas páginas que aún leemos sobre lo que muchos hombres pasaron en trances similares. Esas páginas y otras tienen lectores en muchas orillas. Y por eso muchas líneas se le han dedicado al ciego, por aquí y por allá.

“En el río eterno de Borges”. Winston Manrique Sabogal aseguraba en el diario El País un día de éstos de este hombre que vivió entre 1899 y 1986: “Su pensamiento y su creación literaria y su figura pasaron a ser, aún ya en vida, sinónimo de pasión y sabiduría literaria. Sin duda es uno de los autores en español más importantes del siglo XX, y uno de los más queridos por los lectores y más admirado por los propios escritores”.

Borges, decía más adelante, nos ha legado más que libros, historias, las de El Aleph o Ficciones con tantos cuentos maravillosos en todos los sentidos, y tan adelantados para su tiempo que por eso gozan de una luminosidad admirable.

Reconocía Sabogal que también le gusta muchísimo el Borges de los relatos, el Borges oral, el Borges de las conferencias con sus teorías y reflexiones sobre la literatura, la vida, la Historia, el tiempo, el espacio o la inmortalidad.

Y transcribió una cita que Borges escribió para relacionar la inmortalidad y el recuerdo: "La inmortalidad está en la memoria de los otros y en la obra que dejamos. (...) Sé muchos poemas anglosajones de memoria. Lo único que no sé es el nombre de los poetas. ¿Pero qué importa eso? ¿ Qué importa si yo, al repetir poemas del siglo IX, estoy sintiendo algo que alguien sintió en ese siglo? Él está viviendo en mí en ese momento, yo no soy ese muerto. Cada uno de nosotros es, de algún modo, todos los hombres que han muerto antes. No sólo los de nuestra sangre".

Para cerrar su homenaje y después de esta cita, concluía el periodista con una pregunta dirigida al lector: “¿Y tú, con qué verso o poema o idea de Borges quieres hacerlo hoy más inmortal?”

Cambiemos de continente. Gonzalo Aguilar estableció en la Revista ñ, de Buenos Aires, que Borges es, entre todos los escritores argentinos, el único clásico universal.

Lo explicó así: “Su nombre puede ser colocado al lado de los más grandes escritores de todos los tiempos sin provocar risa ni escepticismo. Nacido en un arrabal del mundo literario, si Borges ha llegado a ser un clásico universal no fue por la inverosímil efusión del genio sino por la laboriosa tarea de un escritor que se fue haciendo y rehaciendo con el paso del tiempo. El principal modo de la universalidad de Borges fue asumir una posición desplazada tanto respecto del espacio como de su tiempo. La posición de desplazado, de orillero, de extraterritorial lo acompañó durante su vida de escritor”.

El docente y ensayista recordó que en la Argentina siempre tuvo Borges algo de extranjero y que, por eso, no es casual que su última voluntad haya sido ser enterrado en Suiza, la patria de los conjurados en la que pasó su adolescencia.

¿Quién era este hombre de apellido portugués que encegueció en su madurez y eso no le impidió seguir escribiendo con una capacidad de crítica que hoy aún consultamos y con un manejo del lenguaje que exalta la libertad? “En relación con la elite cultural y de clase que frecuentaba, tenía algo de primo pobre y arribista: en los treinta, mientras sus amigos viajaban a Europa, él acudía puntualmente a su trabajo en la biblioteca municipal del barrio de Almagro. En su relación con el siglo XX, fue un inactual, un intempestivo, alguien que prefirió construir lo contemporáneo con textos de otros siglos. Fue ajeno a las modas y cultivó, sobre todo en sus ensayos, una discrepancia con las voces autorizadas que fue, a menudo, despiadada”.

En otros párrafos, el Sr. Aguilar ubicó a Borges en medio de y frente a una tradición literaria argentina, caracterizada por su inclinación literaria hispánica o francófila, y en la que introdujo “la variable inglesa” y defendió el uso de los géneros, el entretenimiento como criterio de lectura así como la composición por sobre el azar. Todas estas virtudes, las había encontrado en los escritores anglosajones.

“A diferencia de los escritores de su época que apostaban a la gran obra, Borges raramente escribió textos de más de diez páginas, y en una literatura que buscaba con afán el compromiso o la intervención, optó por el destiempo y compuso relatos que, antes que recetas, ofrecieron deliberaciones conjeturales (no otra cosa es la ficción en Borges). En un mundo en el que predominan el culto a la persona y a la identidad, Borges nunca se resignó simplemente a ser Borges: proclamó "la nadería de la personalidad" y simuló ser tan vasto y múltiple como el universo”.

Más adelante abordó Aguilar la permanente polémica borgesiana con los nacionalistas, que tenían una vigorosa presencia en el medio cultural argentino.

Y resaltó un aporte muy específico de Borges: “haber inventado en un género tan corriente como el cuento, una forma inédita. Creó un narrador conjetural que parece estar al mismo tiempo inventando tramas y constatando información. Y lo hizo con un modo de narrar que refiere los acontecimientos de manera indirecta y que casi siempre se vale de fuentes librescas raras o apócrifas. El estilo de estos relatos es inconfundible y sus procedimientos saben producir un pequeño escándalo en el orden del lenguaje mediante dobles negaciones, oxímoros, paradojas, enumeraciones desequilibradas”.

Ante una obra tan prominente, la crítica atacó a Borges y le atribuyeron la representación de “la cultura colonizada" y la escritura de un "colonialismo literario". Le reclamaron su falta de compromiso. Y sin embargo, de acuerdo con el docente y ensayista, no se puede concebir la literatura argentina de Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar, Rodolfo Walsh, Ricardo Piglia, César Aira, Juan José Saer y muchos otros sin la consideración de lo que Alan Pauls llamó "el factor Borges". Tampoco los mejores críticos locales como Beatriz Sarlo, Josefina Ludmer, Sylvia Molloy o Noé Jitrik hubieran ensamblado sus máquinas de lectura sin el auxilio de su literatura, agregó Aguilar.

Para el ensayista, un Borges –nos advierte- todavía está por descubrirse: “el cultor de los misterios narrativos que practica en su obra una magia profana y profanadora. Porque si bien Borges pertenece a ese linaje de escritores que se remonta a Edgar Allan Poe y concibe los relatos y los poemas como artefactos deliberados, es decir, hechos a conciencia, también puede descubrirse en ellos locura, animalidad, perversas elucubraciones. Más allá de sus apuestas al orden y a la inteligencia, Borges nunca dejó de colocar en el centro de sus narraciones un misterio que nos deja perplejos” (…) Bajo el carácter supuestamente frío y cerebral de su imaginación narrativa, a medida que pasa el tiempo se hace cada vez más evidente la violencia sediciosa de sus delirios trágicos, de sus perversidades y de su risa intempestiva. Borges todavía es un extemporáneo, Borges todavía está en el futuro”.

Tras de las pistas interpretativas que nos aportara este revelador texto del docente y ensayista Aguilar, vamos ahora al ciberespacio y leamos el más osado in memoriam en la revista El caimán barbudo: El caso “Facebook-Borges”, que el escritor y periodista Rafael Grillo introdujo mediante transgresiones en la red como las de Edmundo Paz Soldán y Luis López Nieves: 

“Se busca asesino para Borges”, escribió en Facebook alguien tapado bajo el alias Pierre Menard. “¿Y eso es una metáfora?”, preguntó Pascal Fierro. “Nunca lo alcanzará la flecha. Borges es inmortal”, tecleó el seudónimo Cartaphilus. Y Supernietzsche lo contradijo: “Borges ha muerto. Pero el asesino eternamente retorna al lugar del crimen”. “¿Cuánto pagarás por cargarse al ciego cabrón?”, indagó un tal Señor Villari y Pierre Menard le respondió: “Pago con el Zahir, la moneda que es repertorio de futuros posibles”. “¡Cuidado! Haría todo por vengar a Borges”, amenazó el avatar Emma Zunz. “Mato a quién mate a Borges. Es mi gato”, alertó la nombrada Ulrica. Pero un enigmático Hombre de la Esquina Rosada no se amilanó: “Encuéntrame en la Biblioteca. Porta tú la riqueza, que yo arrostraré mi puñal”.

Es 14 de junio, y transcurrido el sol de mediodía, en las laberínticas callejuelas del barrio La Timba, apareció finado uno que nació en La Habana, llamándose, casualmente, como el Otro. El Argentino, el Escritor. Jorge Francisco Luis Borges Acevedo.

Hasta ahí la noticia habanera de Rafa Grillo.

Las remembranzas que han aparecido sobre Borges también nos trajeron una inédita anécdota. Se trata del intercambio de palabras que reprodujo Manuel Lasso en el sitio electrónico Letralia. Ocurrió durante la única y última vez que habló con Borges en la Capilla de la Madonna della Strada de la Universidad de Loyola, a orillas del Lago Michigan. Fue pocos años antes de su muerte. Por su avanzada edad al conferencista invitado lo tuvieron que llevar casi cargado a la mesa de conferencias y, en medio de una audiencia tan variada, se le veía como a un gigante ancianísimos. Así lo recordó Lasso.

“… y es tan nítida esta reminiscencia que hasta me parece estarlo escuchando en este momento, sonriendo y apoyando las manos sobre el mango de su brillante bastón:

- Qué bien que estamos, ¿verdad?”.

Hizo Lasso todo el esfuerzo posible por aproximarse y hablarle al conferencista porque sabía que no habría otra oportunidad.

Lo rememoró platicando sobre The Sound and the Fury, de William Faulkner, que por alguna razón parecía despertarle una inmensa satisfacción; pero lo que evocó Lasso con más nitidez es la respuesta que dio a una pregunta:

“- Borges, ¿qué consejos le podría dar a los jóvenes de hoy?”.

Y él, con una voz muy frágil y apagada, casi como si le estuviese hablando al oído, respondió:

“El mismo consejo que me dio mi padre. No se apresuren por publicar... Recuerden que por la imprenta perecerán...”.

Colofón

El 5 de julio de este venturoso año del 2011, a las 9:36 p.m., ingresó a Ciudad Seva el visitante número cuarenta millones. Venía de México. Como toda urbe, Ciudad Seva también tiene una valiosa biblioteca y en nuestro tiempo esta biblioteca sin duda tenía que ser electrónica. La biblioteca ofrece a los visitantes un servicio de suscripciones literarias on line. Y cuenta en su acervo con una valiosa selección de narrativas y críticas entre las que se encuentran los más conocidos textos borgianos. “Uno de los hábitos de la mente es la invención de imaginaciones horribles”, se lee allí. Sigamos la visita. Se trata de una biblioteca infinita, tanto como pueden serlo los libros que piden cuarenta millones de lectores que un día de éstos hemos concurrido a sus anaqueles para leer a Luis López Nieves y, claro, a Jorge Luis Borges.

Oscar Hidalgo Oscar Hidalgo
ohr52@hotmail.com

Publicado, originalmente, en:  Diario digital "Costa Rica Hoy"
24 de julio 2011

 

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