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Itinerario del canto


poema de Francisco J. Herrera

 

       Hoy mi canto se extiende como un brazo tentáculo
paro abrazar el mundo.

 

     Mi canto,
que es apenas la voluntad de ser,
se recoge un instante paro templar su voz.

 

     Mi canto aún no nacido

conjetura el espacio de la vida infinita.

 

     Mi canto es todavía

el salto que aún no es salto sino su impulso previo;

tiene virginidad de flecha aún no lanzada

pero que ya adivina las caricias del aire

madurando los hondos repliegues de su sexo.

 

     Nunca mi angustia careció de cantos,

y ya es para ella vocación antigua

el dudoso consuelo de espolearlos
o fatigar desiertos sin regreso.
     Pero el canto que hoy tengo es diferente,

no se parece o otros;
tejido está con alas sin proporción ni lógica.

más grandes que los vientos,

casi tan grandes como mi deseo.
      Templé para acunarlo mi voz más musculosa,

alimentada en sangre del fondo de lo tierra:

mi corazón recóndito.
       Está, además, la noche,

distinta de los otras;
es una escalo nueva con silencios propicios

para escalar el cielo con los alas del canto.

 

      Mis ojos astrolabios interrogan el cielo

que pronto el canto alado va a conquistar, intrépido,

para enseñarle al mundo la astronomía lírica

que en mi pecho ha crecido.
Y el cielo envía a mis ojos

guiños de asentimientos zodiacales.

 

      ¡Mi canto está maduro!
Lo gozo todo entero de un extremo hasta el otro

y en la ausencia de extremo de su circunferencia.

 

      ¡Mi canto esta maduro!
Quiero decirlo

y hablo.

 

       El canto meridiano

nace muerto en la muerte,
no circunda más mundos que mi garganta estrecha,

que es cuna y sepultura de su frágil periplo.
       Hecho canto de cisne se me anuda en el cuello;

corbata funeraria de mi elegancia póstuma,

se hace tenso y castigo mi fracaso de pájaro

con una exacta muerte pendular.

 

        En el suave vaivén que me presta lo brisa,

piadosamente ahorcado, muerto piadosamente,

describo negativas categóricas

entre las cuatro nadas cardinales:

mi cadáver es sabio y puntual como un péndulo

de la nada del sur a la nado del norte,

y es en el este indiferente al albo

y en el oeste inútil al crepúsculo.

 

        Los ahorcados somos la élite de los muertos;

gente desocupada y filosófica,

no rozamos la tierra.
        Dueño, por fin, del tiempo,

me dedico a aventar mi pereza apacible

y mi sabiduría, ahora innecesaria,

toma baños de sol.
        Y a veces también pienso en el canto perdido,

aquel que era inefable sin que yo lo supiese
y al que hundí en el destierro
al adosarle el plomo fatal de lo palabra

para arrojarlo al mundo.
        Entonces una lenta nostalgia me visita,

me camina los ojos y me los nublo apenas . . .

 

        Ahora mi canto duerme

coma un lazo serpiente para medir mi cuello.

 

Francisco J. Herrera
Gaceta Literaria Nº 21 - setiembre de 1960

Gentileza de Razón y Revolución - Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales
http://www.razonyrevolucion.org.ar/ceics/GACETA2/gaceta/GL21.pdf  (versión en .pdf)
Digitalizado como texto word, y procesado como htm, por el editor de Letras Uruguay Carlos Echinope, echinope@gmail.com
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