Rafael Ramírez Castañeda

Utopía y realidad de un intelectual creador
por Dr. Santos Hernández Medina

Sobre Alejo Carpentier y su razón utópica realista, señaló una idea el Dr. Pupo, que muy bien puede revelarse en el Maestro mexicano Ramírez Castañeda.

“La presencia de la utopía y la realidad es consustancial a toda obra creadora, y la razón utópico-realista, un atributo cualificador de todo creador con vuelo de altura.

Carpentier es un caso de mente privilegiada.  Su pensamiento profundo, escrutador de esencias, fundado en la realidad histórico-cultural, marcha junto al hombre sensible que busca sentido y razón de ser[1] a toda obra humana.

 Pero razón de ser para proyectar y trascender y no para quedarse  como simple espectador.  Su miraje profundo –siempre cogitativo y sensible- busca sentido para acercarse al ser mediato o transitar y realizar el deber-ser.  Por eso afirma:

“(...) Los hombres pueden flaquear, pero las ideas siguen su camino y encuentran al fin su aplicación (...) Me apasiono por los temas históricos (...): porque para mí no existe la modernidad en el sentido que se le otorga; el hombre es a veces el mismo en diferentes edades y situarlo en su pasado puede ser también situarlo en su presente (...) Amo los grandes temas, los grandes movimientos colectivos”.[2]

Es un hombre de ideas grandes y su intelección y su praxis se dirigen a lo grande y absoluto.  Como en Martí –y Carpentier lo toma de referente en múltiples ocasiones- el hombre es posibilidad infinita de excelencia y creación. Un rico cosmos pleno de espiritualidad, capaz de descubrir grandeza, porque la lleva dentro.

Su rica cosmovisión concibe la historia como hazaña de la libertad, y al hombre como su protagonista, que movido por grandes ideas y sentimientos, construye la cultura y se realiza en ella[3].

Como maestro, consagrado al deber, la filosofía educativa de Ramírez Castañeda, sembró ideas aladas  que siguen trascendiendo la realidad mexicana actual. Es un paradigma, que lamentablemente no se aprovecha todo lo necesario para dar respuesta a los problemas de hoy, pues como bien dice Carpentier, los problemas epocales humanos, se repiten. 

1.  La  historia y la cultura mexicanas, como base del proyecto educativo.

En este apartado, se hace un esbozo de los hechos históricos  sobresalientes de la conformación de la nación mexicana. Se aprecia su acontecer histórico,  el cual confirma la fundamentación de los sucesos  emblemáticos, donde se aprecia la esencia de la filosofía cultural de esta noble nación.

Todo pueblo debe sentirse orgulloso de su origen. Sus raíces son la esencia que le dan el valor a la identidad  nacional. Nuestra nación mexicana, tiene el privilegio de contar con una riqueza cultural inmensa, emanada de las culturas prehispánicas, cuyas raíces le dieron origen y conformaron un pueblo lleno de valor y pasión por mantener y conservar su propia naturaleza, la cual es rectora de valores y costumbres que aún se preservan para satisfacción nuestra y de las futuras generaciones.

Es por ello, que se hace una breve reseña histórica, con la finalidad de comprender mejor el desarrollo educativo de nuestro pueblo en su devenir histórico.

En esta misma parte se analiza el surgimiento y evolución de la escuela rural, su filosofía que manifiesta los ideales de la revolución mexicana que constituye su propia naturaleza. También  se devela el espíritu combativo del campesino, elevando su  autoestima para fortalecer todo su entorno social, a partir de la obra filosófica educativa del Maestro Ramírez Castañeda.

En esta misma temática, se concreta una de las obras que más influyeron en la educación rural mexicana: Las misiones culturales, donde se plasma la filosofía rural, que el Profesor Rafael Ramírez siempre pregonó, enfatizando su gran humanismo, reflejo indiscutible de la filosofía social, que le dio sustento al pensamiento filosófico-pedagógico del insigne maestro Rafael Ramírez Castañeda,  y dándole vida a este gran proyecto educativo.

Las culturas del México antiguo son muchas y muy variadas: Aztecas o Mexicas, Maya.  Olmecas, Zapotecas, Toltecas, etc. Cada una interesante y con gran importancia en la historia del desarrollo de nuestro país y en general de América latina.

Hoy día no conocemos mucho sobre nuestros antepasados prehistóricos, sin embargo los pocos datos que se tienen nos ayudan a concluir sus formas de pensar y actuar en distintos aspectos, tales como la política, la religión, la educación, la ciencia y Tecnología, la sociedad y su filosofía de la vida.

“La historia del México prehispánico que aproximadamente es del año 6000 a.c. (según Miguel León Portilla) hasta el año de 1519, terminando con la llegada de los conquistadores. Este periodo de aproximadamente siete mil quinientos años los especialistas lo subdividen en tres parte, el periodo PRECLÁSICO que inicia 200 a.c. y termina en el 6000 a.c.; el periodo CLÁSICO del 6000 a.c. al 900d.c. y el periodo POSCLÁSICO que va del 900 d.c. al 1519.”[4]

La historia del México antiguo es bastante desconocida, en parte porque los aztecas y después los españoles destruyeron los códices y los testimonios orales, escritos y simbólicos de esta milenaria cultura. En efecto,  el periodo azteca es el más corto y reciente de la época prehispánica, para tener una idea, la ciudad de Tenochtitlán se fundó en el año de 1325, apenas 194 años antes de la llegada de los españoles.

La parte histórica más importante del México antiguo, es la época del esplendor, está situada entre el 600 y el 900 d.c. El desarrollo cultural en Mesoamérica estaba en todo su apogeo los centros de conocimiento como Teotihuacán, monte alban. Chichén itzá, etc. Vivían sus mejores momentos. Sin embargo, algo misterioso sucedió en todo Mesoamérica, porque casi al mismo tiempo, estos centros de conocimiento fueron destruidos, cubiertos de tierra y abandonados por sus ocupantes y literalmente desaparecieron de la faz de la tierra.

Así que cuando se dio el fenómeno misterioso  del llamado colapso del clásico superior, donde los hombres de conocimiento desaparecieron abandonando los centros de desarrollo, quedó el conocimiento en una religión que había  elaborado a través de cientos o acaso de miles de años. En efecto, en aquellos momentos del esplendor clásico superior en Mesoamérica, no todas las personas eran  hombres de conocimiento.

Existían como siempre han existido los hombres comunes o pueblo que tenían una religión en la que de manera sencilla se difundía el conocimiento y la sabiduría a los campesinos y artesanos. En ésta religión  mesoamericana existían dos figuras fundamentales, una era  Quetzalcóatl y la otra Tláloc. El primero como responsable del desarrollo espiritual y el segundo como responsable del fenómeno de la vida. Tláloc y Quetzalcóatl ya están presentes en el periodo PRECLÁSICO. Con los Olmecas, cobra toda su fuerza en el clásico llamado cultura TOLTECA y aún se mantienen en el periodo del posclásico con los aztecas, aunque con transformaciones substanciales. Lo cierto es que Tláloc y Quetzalcóatl eran símbolos, aparecen en todas las culturas de Mesoamérica, con otros nombres,  pero con el mismo valor filosófico. Tláloc y Quetzalcóatl eran símbolos manifiestos de una completa concepción y percepción del mundo y de la vida del México antiguo. Generados por este conocimiento propiciaron una religión, en la que vivieron en paz y armonía los pueblos de Mesoamérica.

Sin embargo, el colapso del clásico superior, supone la desaparición de los hombres de conocimiento de los grandes centros como Teotihuacán, Monte Albán y chichén itzá; con ellos la tradición también se va de Mesoamérica y con ella el generador de la cultura, Quetzalcóatl.

De esta manera nos relata la tradición que Quetzalcóatl es vencido por las fuerzas del mal y tiene que huir por el oriente. Pero deja una profecía, que será muy importante para el desarrollo posterior de la historia en el territorio que hoy es México. Quetzalcóatl profetiza que regresara a instaurar de nuevo su reino de sabiduría y amor en un año, una caña calendario mesoamericano es cíclico por lo que periódicamente cada 52 años se repite el año uno caña.

Al desaparecer los motores del desarrollo cultural, los pueblos de Mesoamérica iniciaron un lento camino de decaimiento cultural. En efecto, cuando se fueron los hombres de conocimiento de Monte Albán Teotihuacán, Chichén Itzá, los hombres comunes fueron perdiendo la fuerza de las enseñanzas de los maestros que vivían en los impresionantes recintos. La religión comenzó a sufrir modificaciones, de acuerdo a intereses y concepciones de los sacerdotes. Los responsables de la conducción y organización social, sin la influencia de aquellos maestros, comenzaron a trasformar la vida de la comunidad. Monte Albán dejó de ser un centro de investigación y paso a ser un panteón. Los hombres importantes deseaban ser enterrados, ahí donde otros aprendieron a ser dioses.

Tiempo después Monte Albán pasó a ser fortaleza militar. En casi cinco siglos se perdió mucho conocimiento del clásico superior en Mesoamérica. Y como todo el poder que no está sustentado en una fuerza espiritual, se fue corrompiendo.

En estos siglos de decaimiento cultural, el recuerdo de aquellos maestros del conocimiento llamados toltecas fue permanente; muchos pueblos pretendían tener herencia del conocimiento, a través de linajes o líneas de parentesco. Casi al final de este periodo de decaimiento cultural cobra más fuerza otra profecía milenaria de Mesoamérica, aquella que dice que habiendo sido precedido por cuatro soles o eras anteriores, la tierra vivía el último periodo de este que es el quinto sol, próximos a la destrucción vendrían después un nuevo sol o intento humano en la tierra.

Así pues, como vemos, el momento histórico en el que llegan los aztecas al valle de México era de depresión y decaimiento cultural.

En efecto, a mediados del siglo X11 1200 d.c. apareció el último grupo nómada proveniente del azteca el pueblo cuyo rostro nadie conocía.

Traían a su dios Huitzilopochtli veneración y culto a los sacrificios humanos, a la guerra, a la materia; totalmente opuesto a los dioses de origen tolteca que amaban la naturaleza, la poesía, la belleza y la armonía entre sus pueblos que desde luego encabezaba Quetzalcóatl. Estos grupos del norte, guerreros, que no estaban tenían una inflexible voluntad de poder y dominaron en breve tiempo a los señoríos del valle de México, herederos lejanos de los conocimientos y enseñanzas de Quetzalcóatl.

Los aztecas rápidamente asimilan las formas culturales del pasado tolteca, en la formación de lo que será el imperio azteca y su ideología cobra una importancia trascendental un personaje que se llamó TLACAELÉL que ocupó el cargo de Cihuacóatl  (administrador) durante toda su vida que fue casi centenaria. Tlacaelel fue el ideólogo del imperio azteca, tomó los elementos de la antigua herencia tolteca que  consideró útiles y provechosos, pero dándoles una orientación materialista y fundamentalmente transgrediendo los preceptos milenarios de Quetzalcóatl.

Por lo que el binomio  TLÁLOC-QUETZALCÓATL  fue transformado a TLÁLOC- HUITZILOPOCHTLI.

Filosóficamente se cambió de la VIDA ESPIRITUAL al concepto de la VIDA MATERIAL. La norma de Quetzalcóatl fue transgredida por los aztecas.

Desarrollan como nunca antes en miles de años en Mesoamérica, las guerras de conquista y sojuzgarían a otros pueblos.

Crean un sistema tributario para explotar a los pueblos vencidos con la guerra, desarrollan el comercio con fines de enriquecimiento, crean el inicio de la moneda, desarrollan el concepto de propiedad privada; cambian las bases de la educación, la religión, la organización social y la razón misma del estado.

A partir del predominio mexica, los gobernantes dispusieron que cada salpulla, considerados barrios, tuvieran templos-escuelas, denominados Calmécac para los hijos de la nobleza y Telpochcalli para los plebeyos.

Ahí se preparaban los varones para la guerra, los jóvenes trabajaban en el servicio eclesiástico para el dios tutelar, participaban en trabajos colectivos y, como cada calpulli tenía alguna especialidad profesional, posiblemente aprendían oficios, según su desempeño, los jóvenes podían ascender en la jerarquía social del estrado al que perteneciera, noble o plebeyo.

En síntesis el imperio azteca se asume como el sostenedor del quinto sol, disminuye la figura de Quetzalcóatl  símbolo del espíritu hasta minimizarla y propone la exaltación de Huitzilopochtli símbolo de la materia.

En suma, podemos concluir que las culturas prehispánicas son sorprendentes por sí mismas. Todas con características comunes y diferentes, grandes inventos, grandes personajes, grandes dioses.

Sin embargo, las culturas más sobresalientes del México antiguo son los aztecas y los mayas, por lo menos, son las culturas en que más investigadores se han enfocado y, por lo tanto, contamos con más recursos para conocer sus costumbres, hábitos e historia.

Lo  anterior expuesto, lo considero de vital importancia ya, que es el origen milenario del pueblo mexicano. Sus raíces, usos y costumbres se podrán entender mejor al comprender la evolución histórica que ha tenido nuestro pueblo.

Se transforma su pensamiento filosófico,  espiritual axiológico, el amor a la vida, la poesía y la armonía con la naturaleza, el respeto a las ideas que tenían por el mundo materialista, el  ultraje a las personas, la conquista de los pueblos, los tributos las guerras, en fin todo aquello que simbolizara poder con ello, se modifica  su filosofía de la vida y por ende su pensamiento y actuar  dándole un giro a toda su historia.

Me pregunto: ¿cuál conquista  fue más dañina, si la que nos hicieron posteriormente los españoles o la interna por un pueblo supuestamente hermano que  transformó el pensamiento, su  ideología y principalmente su filosofía de la vida?.

Lógicamente  que cada una de ellas tuvo consecuencias nefastas, lo ideal hubiese sido que ninguna de ellas hubiera existido.

La conquista española transformó el orden de las civilizaciones mesoamericanas. Lo que hoy es México se constituyó como parte del imperio español. Las órdenes religiosas emprendieron una labor que se plasmó no sólo en la religión, la lengua y la cultura, sino incluso en la traza misma de las ciudades y pueblos, conformando al paso del tiempo una sociedad multiétnica con marcadas diferencias entre grupos: indios, españoles, peninsulares, criollos, mestizos y castos.

 A lo largo de tres siglos de colonia se fue adquiriendo un sentido de nación y cierta homogeneidad cultural que se derivó del mestizaje y en menor medida de la educación.

Posteriormente en la colonia, se distinguen diversos tipos de enseñanza: la evangelizadora, el adiestramiento en artes y oficios, la femenina, la formación de religiosos y la universitaria. Las actividades educativas fueron asumidas por diversas órdenes religiosas. A partir de la segunda mitad del  siglo XVI, los jesuitas llegarían a ejercer una gran influencia intelectual en la sociedad novohispana.

En la nueva España la educación escolar fue una empresa de poca magnitud pero de gran importancia para  la consolidación ideológica, implementar su filosofía y religión del dominio español.

La conquista, en este sentido, no fue solo producto de la supremacía técnica y militar sino también un proceso de implantación, sustitución, eliminación y combinación de ciertas concepciones y categorías mentales y de nuevos esquemas y formas de vida, reformar su pensamiento, sus usos y costumbres.

Durante las primeras décadas de la conquista, los franciscanos ofrecieron educación en internados a los hijos de los señores y principales mexicas, con el doble objetivo de enseñarles la lectura y la escritura del español y evangelizar a los indígenas.

Esos jóvenes mexicas participaron eficazmente en la labor catequizadora, principal vehículo que utilizaron para implementar su nueva filosofía de la vida, ya que el idioma fue su principal obstáculo para conquistar a nuestros antecesores.

“En este periodo surge la figura  de don VASCO DE QUIROGA, conocido por los indígenas como el  TATA VASCO, quien se caracterizó por preocuparse realmente por los naturales sin privilegios para nadie, construyó los primeros  hospitales donde se les dio atención  médica, les enseñó actividades que beneficiaran su economía, su higiene, salud y educación, considerado un verdadero humanista, con un pensamiento ontológico y como el primer precursor de la educación rural en México.”[5]

La guerra de independencia, en México, fue una lucha agraria, una guerra de clases en la que la iglesia, los grandes propietarios y la corona española se aliaron para derrotar a las fuerzas campesinas seguidoras de los caudillos, tal y como lo señala Adolfo Gilly.”[6]

 Las fuerzas que minaron la guerra de independencia fueron las mismas que comenzaron, desde entonces, a minar el curso de la lucha agraria y buscaron el descenso de la intervención de las masas.

En los  primeros años del México independiente nuestro país intenta romper con un sistema de gobierno impuesto por el dominio español. Las primeras décadas se distinguen por el enfrentamiento entre  grupos políticos, los liberales y conservadores, dentro de un proceso histórico  de construcción  del Estado  nacional. En cuatro décadas el país perdió la mitad de su territorio, sufrió la intervención armada de Estados Unidos de Norteamérica y de Francia y estuvo gobernado durante algunos años por un noble austriaco, impuesto por la alianza  que establecieran los sectores conservadores con Napoleón III.

“Es a partir de 1833, que Valentín Gómez Farias llega interinamente a la presidencia de la republica, cuando el grupo liberal va a imponer su proyecto educativo concentrado en resolver tres graves problemas para la época: primero someter al clero y evitar su injerencia en los asuntos del gobierno; segundo, disolver el ejercito conservador y sustituirlo por  una guardia nacional, y tercero, implantar una reforma educativa.”[7]

Podemos  considerar que este intento de reforma, aun con sus limitaciones en cuanto a sus alcances, significó el primer intento serio, de darle a la educación la responsabilidad de formar ciudadanos con una ideología que respondiera al sistema político nacional. En consecuencia la universidad nacional será clausurada por representar los intereses de los grupos retrógrados del país.

En la época de la reforma es, cuando aparece la escuela pública, propiamente dicha, sostenida por el gobierno mexicano. Había claridad en la necesidad de formar a los docentes para la educación proporcionada por el estado, en cuanto enviar y asegurar una formación y un mensaje homogéneo, que hiciera  contrapeso a la educación que la iglesia proporcionaba.

Hacia 1855, el principal terrateniente del país era la iglesia católica, mientras tanto el partido liberal llegaba al poder y en 1856 se dictaría la ley de desamortización que prohibía a la Iglesia poseer bienes raíces. Pero esta ley tenía un doble filo, buscaba poner en circulación las propiedades del clero pero también las tierras de las comunidades indias para liquidar la propiedad comunal de estructura precolombina.

Pero el clero y los latifundistas se sublevan contra esta ley y la Constitución de 1857, así inicia la guerra de reforma y los episodios de la aventura de Napoleón III en México cuando los franceses son derrotados y Maximiliano de Habsburgo es fusilado.

La lucha contra el clero y los terratenientes se apoyó en una movilización del pueblo que tenía en su centro la figura de Benito Juárez; el resultado, las Leyes de Reforma (1859) que disponían la separación completa del estado y la iglesia. Sin embargo, la consecuencia no fue el surgimiento de una clase nueva de agricultores, sino una nueva concentración latifundista.

Las Leyes de Reforma no sólo se aplicaron a las propiedades de la Iglesia, sino también las tierras de muchas comunidades indias fueron fracturadas, se dividieron en parcelas y fueron adjudicadas a cada campesino.

No pudiendo competir con los latifundistas, se las arrebataron o compraron a bajos precios. Las décadas posteriores a las Leyes de Reforma fueron de crecimiento latifundista, las tierras de los pueblos indios eran devoradas y los antes dueños se convirtieron en peones de los terratenientes.

Así, la educación institucional de ese periodo histórico de México cambia de contenido, pero se siguió encargando de la difusión de la cultura en forma sistemática, ahora occidental europea, por la adición y la actividad de difusión y ponderación del estado social colonial y la divulgación de la nueva doctrina religiosa entre los indígenas.

Los liberales y los conservadores coincidían en que la educación era fundamental pero sus profundas diferencias político-ideológicas  y los conflictos del exterior dificultaron la construcción  del Estado y con ello, la definición de políticas educativas.

El inicio de las primeras inquietudes educativas se distingue por sus inquietudes educativas Lorenzo de Zavala, José Maria Luis Mora, Valentín Gómez   Farías y el conservador Lucas Alamán. Estos pensadores a pesar de sus divergencias ideológicas y concepción de la forma de gobierno que debería de adoptar nuestro país, coincidían en que la educación, era uno de los más poderosos medios de prosperidad por tanto, la educación no debería de concretarse a enseñar a leer y escribir, sino que se hacía necesario dotar a los ciudadanos de una formación moral y política acorde al sistema de Gobierno que adoptara nuestra nación.

Con los Borbones en el poder se impulsó el liberalismo que se nutre de nuevos conceptos y se propone, además de la conquista de las libertades, lograr la igualdad y la justicia relacionadas con la distribución de la riqueza y de los bienes materiales, culturales o intelectuales creados por la sociedad.

En 1867 el presidente Benito Juárez y el partido liberal restauraron la República. En ese año se fundó la Escuela Nacional Preparatoria y se consolidó el positivismo como la filosofía educativa oficial, fundándose las primeras normales para maestros.

Estos logros fueron insuficientes, pues amplios sectores de la población permanecieron al margen de los beneficios de la educación. Al inicio del siglo XX la población indígena se hallaba virtualmente aislada y el analfabetismo alcanzaba el 84 por ciento de la población.

La responsabilidad para dar continuidad al proceso de desarrollo social constituido en el medio eficaz para cumplir los principios de equidad y justicia, desde el punto de vista en que se advierte que ello depende de la enseñanza, para que la sociedad logre el dominio más amplio del saber y manejo de las técnicas para transformar a la naturaleza y producir bienes que satisfagan las necesidades materiales, espirituales y del desarrollo de las capacidades para comprender, asumir y recrear bienes intelectuales y estéticos comprometidos con los proyectos sociales en general y especialmente con las clases más castigadas en la estructura social.

Es en este periodo, el presidente Juárez,  le encomienda al Dr. Gabino Barreda, que elabore la Ley de Instrucción Pública  de 1867. Quien a su vez trajo a nuestro país, la filosofía del positivismo, y este  había recibido algunos cursos de esta corriente filosófica  en  Francia directamente del filósofo Augusto Comte.

Cabe  aclarar  que el Dr. Gabino Barreda hizo sus propias aportaciones a la corriente del positivismo tomando en consideración algunos aspectos del mismo.

Este pensamiento filosófico es lo que permeó al naciente sistema educativo mexicano, y fue uno de los pensadores mexicanos que tuvieron gran influencia en nuestro pensador objeto de estudio, el pedagogo y filósofo Rafael Ramírez Castañeda.

Quien surge a la escena después de terminar el porfiriato, y por ende la Revolución Mexicana.

En el siguiente apartado se dará una explicación amplia sobre la evolución de la educación rural mexicana, fundamento prioritario de este trabajo investigativo. 

2.   La educación rural y sus mediaciones complejas.

Los orígenes de la educación rural en México  pueden encontrarse en las instituciones educativas de los pueblos prehispánicos, en todos ellos había ceremonias por medio de las cuales la familia y la comunidad ofrecían las noticias culturales de carácter general a las nuevas generaciones incorporándolas a la cultura y productividad colectivas.

Así, hogar y familia constituían las instituciones de educación popular a las que se sumaba el Tlapixcatzín o predicador que en los barrios y tianguis enseñaba y hacía practicar los cantos litúrgicos y didácticos, así como las leyendas y cuentos populares. De esta forma la educación prehispánica realizaba la función que distingue al normalismo actual, desde luego, conforme a los objetivos ideales y proyectos sociales del estado prehispánico; se encauzaba la formación hacia los valores permanentes en la vida social.

La población de México, durante el periodo comprendido de 1920 a 1945, de acuerdo  con el medio en que se  desenvolvió habitualmente su vida, se dividió  en dos sectores. Una buena porción residió en ciudades o en poblaciones de importancia, en donde la vida social logró evolucionar con ritmo más o menos acelerado, alcanzando niveles culturales relativamente altos; otra parte  considerablemente más grande, residió diseminada en el campo, en donde  por falta de contactos sociales, la vida humana se desenvolvió tan lenta que no pudo alcanzar los peldaños superiores de la cultura. Así pues, los dos sectores en que se divide la población  total en México, son: el sector urbano y el sector rural, este último con un volumen casi tres veces mayor que el primero.

Tal fenómeno social no es exclusivo de México, sino ocurre en las demás naciones del mundo en forma más o menos análoga, aún en aquellas en que el desarrollo  industrial ha alcanzado los grados más altos. México en este periodo era esencialmente un país rural. El ambiente en que cada grupo se movió era diverso, El del grupo urbano tuvo ambiente fundamentalmente social, no era estable ni fijo, sino siempre cambiante, consumista y con grandes desigualdades sociales, la filosofía de la vida rural, por el contrario, esencialmente natural y  más permanente en sus creencias, las normas morales, las formas de trabajo, las leyes y costumbres que los hombres  adquirieron a través de las edades.

“Los campesinos no son esencialmente diversos de los hombres que habitan los grandes centros de población urbana, pues vienen al mundo dotados de la misma herencia ancestral de reflejos, impulsos, emociones, sentimientos y valores, capacidades o potencialidades. Sin embargo, el medio natural en que se desenvuelven, las ocupaciones específicas en que desempeñan su vida, el contacto permanente e íntimo que tienen con las cosas vivientes, plantas, animales los hacen aparecer diversos.

Su trabajo habitual sobre el cultivo de las plantas y la crianza de animales, la mentalidad de los campesinos parece haberse contagiado de la lentitud con que los procesos de desarrollo se realizan en las cosas vivas, pues su pensamiento y su conducta se desenvuelven no con precipitación, sino con ritmo pausado y lento tal como van creciendo los animales que crían o las plantas que siembran”[8].

Las circunstancias de tener que ajustar su vida forzosamente a la sucesión de las estaciones y de tener que estar constantemente pendiente de las condiciones favorables o desfavorables del tiempo, han impreso  su vida social.

Las actividades de la vida rural en gran mayoría se subordinan a las lluvias, heladas y sequías. Las condiciones del tiempo no sólo suspenden a veces en el campo toda actividad, sino llegan en ocasiones a destruir las obras emprendidas o realizadas con gran empeño. Quizás, por el papel preponderante que el tiempo desempeña en la vida rural, los campesinos son tan resignados y tan pesimistas en su mayoría.

Lo que tiene que ser, será, o bien ya estaría de Dios. Estas expresiones hacen evidente su resignación y nos demuestran una profunda influencia de la idea de un Dios omnipotente,  en el nombre de Dios, es  el pensamiento habitual con que el campesino inicia  todas sus faenas; para tal fecha si dios no dispone otra cosa, levantaremos la cosecha, es otro de los pensamientos que les predomina.        

Es claro que  con una mentalidad empapada de resignación y de pesimismo, con una mentalidad dominada enteramente por las ideas divinas, los campesinos encontraran grandes obstáculos para avanzar sobre senderos económicos y culturales mejores.

Acostumbrado el campesino a una vida rutinaria. Hace  su propia vida de la misma manera que la hicieron sus padres, sus  abuelos, sus antepasados. Además habituados a una vida individualista, por lo tanto no buscan organizarse  colectivamente para trabajos de bien común, no porque no lleguen a percibir la utilidad de las obras sino porque carecen  de una mentalidad colectiva.

Las ocupaciones rurales como la agricultura,  la crianza de animales, pequeñas industrias y  oficios son por lo general empresas individuales o a lo más empresas domésticas y casi nunca empresas colectivizadas, en que se trabaja en común para el provecho de todos.

Esa actitud y esa conducta  necesitan cambiarse por otras que favorezcan el progreso social. Los campesinos deben ser socializados en su pensamiento y en su acción, a fin de que estén en condiciones de considerar al grupo social y no al individuo como el objetivo esencial de la vida y al fin también de que participen colectivamente en espíritu, propósitos y determinaciones con el grupo social al que pertenecen

Despojados de sus propiedades rústicas, con ese despojo les arrasaron también sus derechos  para ilustrarse. Al fin eran indios y al fin eran rancheros y campesinos miserables, he aquí la filosofía oficial que antes de la revolución prevalecía en el país.

La revolución mexicana, como se sabe, comenzó en 1910. El gobierno del viejo régimen, que trataba de contenerla y sofocarla, hizo uso no solamente de las armas sino también de las promesas  halagadoras, una de estas fue la ley de las escuelas rudimentarias expedida, y destinada a la educación de la población rural del país, situación que se vio obligado por las circunstancias ya que las filas revolucionarias estaban compuestas por elementos campesinos. Por su caída precipitada, el viejo régimen no tuvo tiempo de poner su decreto de 30 de mayo de 1911 en operación, tocándole hacerlo al régimen revolucionario triunfante, el cual, en 1912, empezó a crear las escuelas abriéndolas en toda la extensión del país pero entendido desde el primer momento de que dichas escuelas serían de poca eficacia.

El proyecto de creación de la Secretaria de Educación pública concebido por Vasconcelos.  Se estructura el departamento de educación y cultura indígena, y preveía la instauración de escuelas rurales en todo el territorio de la República, conforme a las necesidades de la población,  en la organización de las escuelas rurales, se cuidara de educar a los alumnos, especialmente en aquellos conocimientos de aplicación inmediata, a fin de perfeccionar los trabajos manuales y las industrias de cada región.

En el departamento de nueva creación,  existían unos maestros llamados entonces Maestros Misioneros, que estaban encargados en términos generales, de recorrer las zonas del país que respectivamente se les habían asignados a fin de localizar los poblados indígenas, estudiar el estado cultural de los pobladores y las necesidades de las comunidades, así como de hacer, en forma de conferencias, intensa propaganda a favor de la educación, para fundar una escuela rural.

Establecida una escuela, el maestro misionero  pasaba a fundar otra escuela y luego otra en otro lugar.

En 1923 estas escuelas se reorganizaron, mejorando notablemente su programa con el sentido vital  que entonces se les imprimió y subrayando su acción socializante. Dejaron de llamarse escuelas y se denominaron en lo sucesivo  casas del pueblo.

Aparece en aldeas, poblados y congregaciones entre la gente más pobre: los campesinos. Su fisonomía se apoya en el contenido del artículo 123 constitucional para obligar a los hacendados a sostener económicamente una escuela para los hijos de los campesinos a su servicio.

Desde luego ésta disposición jamás contó con la aprobación de los patrones y, contra su voluntad, apenas simulaban dar cumplimiento a las leyes de la revolución triunfante.

Esta incipiente escuela sin embargo, nació en nuestro país tras la tormenta revolucionaria y ocupó rápidamente el centro de un renacimiento prodigioso, implantando una finalidad grandiosa; transformar por su base la vida económica y social, formando una patria satisfactoria para todos los mexicanos.

Los episodios regresivos y sombríos de 1921 desataron las agresiones más rudas de las clases poderosas de ese tiempo que trataban de impedir, mediante el terror, el triunfo de los principios revolucionarios que daban al pueblo la justicia social por la que habían muerto muchos mexicanos.

La escuela rural atravesó en su etapa inicial actos de verdadero heroísmo, hasta que llegó a conocer días de triunfo en los que el mejoramiento alcanzado por los pueblos bajo su guía y trascendencia de su labor es ampliamente reconocido.

En 1929 la Secretaría de Educación Pública realizó una activa campaña de reclutamiento para cubrir las plazas de maestros rurales que se necesitaban para atender las escuelas que se estaban creando en todo el país.

El sueldo mensual era de 54 pesos y el único requisito era el certificado de primaria.  La relación con la comunidad fue provechosa para motivar la construcción  de escuelas, caminos y otros servicios que permitían mejorar la vida en común.

Fue tal la influencia de los maestros, hombres y mujeres, que todos los actos de la comunidad les eran consultados. Esta participación dio tal fisonomía a la escuela que, con el tiempo, las autoridades educativas se vieron precisadas a crear instrumentos que reforzaran la capacidad de trabajo de los maestros rurales.

La penetración de la escuela era tan grande, que la Secretaría de Educación Pública tuvo que crear las escuelas normales rurales, con programas adecuados a las necesidades del campo. Esto facilitó el ingreso de jóvenes de extracción campesina con vocación al ejército de maestros que con tanto éxito estaban realizando la transformación social que el país  reclamaba.

En la medida que los maestros rurales ganaban el campo, se aceleraba el cumplimiento de una de las promesas más profundas de la  Revolución: el reparto de la tierra. Para llevarlo a cabo era necesario convencer a los mismos campesinos.

Este convencimiento también fue tarea de los maestros rurales, pues en aquel tiempo la iglesia hacía propaganda para que los campesinos se opusieran al reparto agrario y fracasaran las dotaciones ejidales.

No podemos dejar de mencionar a los maestros que se entregaron a la escuela rural para encauzarla, dirigirla y defenderla: Rafael Ramírez, Leopoldo Kiel, Luis Hidalgo Monroy, José Arturo Pichardo, y admirarla en el mundo entero.

La población rural en este periodo estuvo constituida, no sólo por la ignorancia, sino también  por la miseria, la desigualdad y la injusticia social. Lo que influyó para que se formaran su propia filosofía, que determinó su forma de pensar.

Después de la lucha revolucionaria, la fracción triunfadora convocó al Congreso Constituyente. La Constitución de 1917 incluyó principios de reforma social postulados por los grupos que encabezaron el movimiento de la revolución mexicana. El artículo 3º  de la constitución política, estableció que la educación debería ser laica y nacional, proclama la gratuidad de la enseñanza elemental y prohibía la intervención de corporaciones religiosas y ministros de cualquier culto en la enseñanza primaria, que fue obligatoria.

En 1921 se creó la Secretaría de Educación Pública (SEP) por José Vasconcelos; como su primer titular se constituyó en el abanderado de una cruzada por la educación popular. En la década de 1920 fueron creadas las misiones culturales y se puso en marcha la Escuela Rural Mexicana, ambas promovieron la movilidad social de segmentos de la población que habían sido marginados. En la misma década, el índice de analfabetismo de la población se redujo al 66 por ciento. En cambio, para enfrentar la marginación de las localidades indígenas, se ensayaron distintas fórmulas que fracasaron.

Para entender el presente  de la educación  rural mexicana, es necesario conocer su evolución después de la Revolución Mexicana.

Antes de la revolución nunca se había hablado de que existiera un problema rural. Nadie creía que hubiese necesidad de mejorar  la economía de la población rural y de educar a los indígenas y a los mestizos que vivían en el campo. Dos terceras partes de la gente que habitaba la República habían sido olvidados por completo y estaban desintegrados del resto del país en absoluto.

Dos terceras partes de la población significaban aproximadamente en aquella época después de la revolución mexicana, nueve o diez millones de habitantes, que venían trabajando de sol a sol y día tras día, como animales de labor para ganarse un sustento miserable.

Los gobiernos de entonces solo se acordaban de su existencia cuando  llegaba la hora de recaudar las contribuciones monetarias, personales para el erario público.

Arrastraban una vida  material  inferior y una vida espiritual sumida casi en la inconsciencia, despojados de sus propiedades  rústicas y  del derecho de ilustrarse. En fin eran indígenas, rancheros y campesinos ciudadanos de segunda. Esta era la filosofía oficial que antes de la revolución  prevalecía.

Cuando el vendaval de la revolución azotó el país y sus vigorosas rachas se dispersaron por todo el horizonte, llegando  hasta los rincones más apartados  a través de los valles y montañas. Empezó a dispersarse un  clamor general que fue creciendo cada vez más hasta llegar a convertirse en imperiosa y exigente.

Reclamaba la redención de los indígenas y campesinos que vivían en las áreas rurales, es decir, la devolución de sus propiedades rústicas que les habían sido injustamente despojadas y su derecho inalienable a la educación.

Después de la revolución se encontraron varios problemas sociales que demandaron pronta solución; pero en este trabajo solo se hablará del problema educativo, abordando de manera sutil  algunos problemas de índole social que de manera directa afectan a la educación.

En el año de 1911 se crea una ley federal de instrucción rudimentaria, dando origen a las escuelas rudimentarias, en donde solo se enseñaría hablar, leer y escribir el idioma castellano y a ejercitar las operaciones fundamentales de las matemáticas. Como si las condiciones precarias de economía y cultura general de la gente campesina pudiera haberse remediado con este tipo de escuelas.

Las escuelas nacidas en virtud de esta ley se llamaron entonces escuelas rudimentarias porque, en realidad,  solo habían sido concebidas para alfabetizar e impartir rudimentariamente la educación.

Después algunos  maestros comenzaron a denominarlas irónicamente escuelas peor es nada, porque esta claro, que peor era que en las áreas  rurales no hubiera existido escuelas de ninguna clase.

Pronto queda comprobado que estas instituciones no solucionaban el problema educacional de fondo, porque solo alfabetizaban.

Los campesinos seguían con los mismos problemas primarios de subsistencia en el mismo plano inferior que antes que se constituyeran estas instituciones, lo que origina su decadencia en breves años.

Pero no hay que juzgarlas tan severamente. Estas escuelas modestas, sin embargo, aportaron una contribución valiosa al progreso cultural del país, fueron las iniciadoras en provocar anhelos de redención material y cultural. Estimularon intereses y aspiraciones espirituales a las almas adormecidas de la gente que habitaba estas comunidades rurales.

También se debe reconocer que las deficiencias de estas escuelas permitieron reformar el sistema de educación rural, buscando con esto una mejora del mismo.

 Debe de quedar claro que estas escuelas surgieron prácticamente en plena revolución, como una respuesta apresurada del régimen dictatorial de Porfirio Díaz, a las necesidades de los propios campesinos, considerando que en su mayoría eran quienes integraban las tropas revolucionarias.

Posterior a la revolución, en 1921 se establece la Secretaría de Educación Pública concebida por el maestro Vasconcelos, órgano rector del Sistema Educativo Nacional, dándole origen a la escuela rural mexicana.

En las escuelas rurales se cuidaba  de educar a los alumnos, especialmente en aquellos conocimientos de aplicaciones rudimentarias, a fin de perfeccionar los trabajos manuales y los industriales de cada región.

Estas escuelas dejaron de llamarse rurales y en lo sucesivo se les conoció como casa del pueblo, con la intención de dar de esa manera una idea más acorde a su función y origen, debido que fueron creadas por la comunidad y para la atención y servicio de los mismos.

En consecuencia, debía de ser un lugar donde el pueblo  pudiera reunirse con propósitos diversos, por ejemplo, para estudiar y discutir los problemas y las necesidades de la comunidad, para presenciar actos recreativos, cívicos o para usarlo como sala de lectura. Gracias a la modesta biblioteca que en ella se instalaba, o simplemente para reunirse los vecinos y charlar los acontecimientos de interés para ellos.

“La casa del pueblo no sólo será centro donde se impartan determinadas enseñanzas, sino institución de estabilidad bien distribuida que congregue a todos los individuos sin distinción de categorías ni credos políticos o religiosos, establezca vínculos de solidaridad y fraternidad realizando actividades  cívicas y patrióticas, y derrame ampliamente la influencia civilizadora de los maestros misioneros y rurales.”[9]

Buscan un desarrollo Económico, al acreditar con menor esfuerzo la producción, cultivar hábitos de asociación y cooperación y promover el bienestar de cada uno de los asociados.

“En el aspecto moral  procuraba formar hombres libres, de iniciativa, prácticos, pero con vista hacia el ideal, con un sentimiento de responsabilidad bien definida, para que lleguen a obtener el dominio de sí mismos y la firme voluntad de labrar una existencia placentera para sí y para los otros miembros de la sociedad. Asimismo, será finalidad fundamental, la de afirmar el amor a la patria y sus instituciones.”[10]

Lo referente al desarrollo Intelectual  proporcionaba los conocimientos generales de acuerdo con los diversos grados de enseñanza, sin pretender preparar a los alumnos para un brillante examen donde se distingan por un enciclopedismo indigesto.

Por el contrario, limitará la extensión de sus programas, de tal manera, que ganando en intensidad de la enseñanza deje huella perdurable y dé por resultado un acervo reducido de conocimientos, sólidamente asimilados y que realmente preparen para las actividades de la vida y para una lucha fácil por la existencia, sin olvidar el desarrollo integral y armónico del alumnado, perseguirá tenazmente el fin utilitario en todas las materias de enseñanza y especialmente por medio de prácticas agrícolas, industriales o domésticas propias de la localidad.

Sin descuidar la parte Física y Estética, Desarrollando hábitos de higiene, formar hombres físicamente fuertes y vigorosos, dulcificando su carácter por medio de manifestaciones artísticas relacionadas con el medio. Las casas del pueblo eran escuelas unitarias en virtud de que un solo maestro impartía la enseñanza a todos los alumnos.

En el periodo de 1925 se modifican  nuevamente las escuelas en un plan denominado  escuelas rurales federales, en una evidente tendencia renovadora. Dicho plan se fundamenta de las mejores ideas de la escuela nueva: de Eslander, la escuela nueva de Bélgica, de Faria, de Vasconcelos, John  Dewey, y de la escuela del porvenir de Ángelo Patri.

Es decir, integra las ideas fundamentales de ese  movimiento educativo llamado de las escuelas nuevas, movimiento sin duda importante puesto que trata de mejorar muchos procedimientos e imponen un nuevo concepto en educación.

El plan de  trabajo establecía actividades campestres; en el campo de cultivo, en la hortaliza, en el jardín de flores, y el cuidado de animales domésticos; gallinero, conejera, apiario, porcicultura, ganadería. Comprendía también un área relativa al aprendizaje de oficios rurales, tales como cestería, alfarería, curtiduría, carpintería, también se les enseñaba la industria rural, elaboración de quesos y sus derivados y embutidos.

Lógicamente que impartían la área académica donde se enseñaba las asignaturas tradicionales. Aunado  a las actividades anteriores el maestro realizaba dentro de la comunidad servicios de alguna acción social, a favor de la comunidad como gestor social de la misma.

La filosofía de la escuela rural esta inspirada en el estado social de la vida campesina, por esta virtud considero necesario justificar la labor que la escuela rural desarrollo en esa época.

No obstante  su decisiva influencia en el bienestar de México, los campesinos en su inmensa mayoría padecieron una vida de subyugación al trabajo y de miseria, aislados de la población urbana porque en mucho de los casos no hablaban el español.

Gracias a su admirable resistencia y a su indefinible espíritu de lucha pudieron soportar esta situación durante siglos, conservando sus grandes virtudes, sus capacidades y la pureza de sus sentimientos para interpretar y  valorar la naturaleza humana.

La hora de su liberación se hizo inaplazable, el movimiento revolucionario acogió las inconformidades y los anhelos de los campesinos, e inscribió en ellos su programa de postulados de regeneración social.

“La escuela rural, buscaba la tendencia a la mejora de la conservación de la salud y de la vida, la elevación de la ocupación habitual, elevar el estado económico, la alfabetización de los niños y adultos, fomentar los sentimientos cívicos patrióticos, la dignificación de la vida cotidiana y la socialización de la comunidad, a través de la organización con la gente de la comunidad su integración mediante el intercambio de ideas.”[11]

Sin embargo, para lograr estas metas se enfrentaron a un problema fundamental, la preparación de los maestros, pero debo de aclarar que estas deficiencias fueron sustituidas por el gran espíritu de lucha y de amor a su trabajo. Esto se debió a la escasez de maestros con formación académica.

Se tuvo que recurrir  a improvisar maestros entre los jóvenes de buena voluntad que solo terminaron su primaria o incluso a los que se quedaron en los últimos ciclos de este nivel académico, campesinos y obreros que sabiendo leer y escribir tuvieran el sentido de amor de ayudar a su prójimo,  y a la causa de las escuelas recién formadas.

Las escuelas rurales promovieron la regeneración autónoma de los campesinos y en esto consistió su más alta misión.

Poniendo a parte la filosofía de la educación que sustento el estado, la cual imprimió su sello definitivo a la preparación de los maestros primarios. Esta debió estar condicionada, en primer lugar, por el ambiente en que se haya desenvuelto la obra educativa y, en segundo lugar, por la naturaleza misma de la obra.

“El maestro rural debe estar  preparado sin duda, para enseñar a leer, escribir y contar, pero con esa sola preparación, su obra carece de trascendencia. Además de saber hacer eso, está capacitado para realizar la hermosa tarea de enseñar a las gentes de las áreas rurales a vivir cada vez mejor.

Esto quiere decir que el maestro rural tiene un amplio estudio de la vida rural, enseñar en las áreas campesinas, la agricultura, la crianza de animales y de las industrias y oficios propios del ambiente en que se mueve y vive. También el maestro es  un experto en higiene y salubridad, en medicina rural, artes domésticas y en ocupaciones rurales de rendimiento económico.”[12]

Es importante mencionar que en este periodo posrevolucionario las escuelas rurales de las que he descrito no existían en todo el país como tales, en los lugares más remotos no existían, se crearon bajo un programa donde los supervisores escolares de las escuelas rurales se abocaron  a llegar a estas zonas olvidadas de todo desarrollo social, allí invitaban a la gente  de estos pequeñas comunidades y establecían acuerdos donde se instalarían una escuela,  pero ellos tenían que construirla con materiales propios de la región y  pagarían el sueldo del maestro con sus propios recursos económicos que eran muy escasos.

Eligiendo a una persona que tuviera los nociones elementales de escribir, leer y conocimientos  de las operaciones básicas de matemáticas, de preferencia del lugar o de la región.

Se firmaba un circuito escolar que estaba integrado por varias comunidades pequeñas que tuvieran estas características, las cuales pertenecían a un núcleo, donde era asistida por un maestro normalista, y quien era contratado por el gobierno quien se encargaba de pagarle su sueldo, este maestro se convertía en asesor de los demás del circuito.

Con esto se buscaba poner a todo el campesino en el mismo plano de rehabilitación pues la escuela no solo era una institución cultural, sino que también era una agencia rehabilitación social y económica.

La escuela rural y el proyecto de estado deben estar estrechamente vinculados, los fines ideológicos de la institución educativa coadyuvara a la alteración o generación de conductas clave y a la construcción de ciertas relaciones de poder que abarcarían desde la relación entre sujeto y estado, hasta las áreas más secretas de género y edad.

En este vaivén casi contradictorio, emergió entonces el único periodo en la historia de México de política educativa con una pedagogía socialista que subrayaba el ataque a las conductas supersticiosas y religiosas de los campesinos; proponía que los niños podían aprender hábitos productivos por medio de la agricultura, los hombres formarían asociaciones agrarias y las mujeres brigadas antialcohólicas.

Los elementos de la cultura popular fueron amalgamados en una idea de cultura nacional híbrida. Esta nueva ideología educativa, se aplicaría en el aula también.

En la época cardenista, los maestros federales se convirtieron en actores políticos, organizadores de obreros y campesinos. Cárdenas llamó a los maestros para que ayudaran en la formación de confederaciones nacionales campesinas y sindicales.

La política cultural posrevolucionaria se materializó durante el periodo cardenista en el que se pudo entablar un diálogo entre estado y sociedad. La escuela rural en este periodo se convirtió en un campo de negociaciones intensas en torno al poder, la cultura, el conocimiento y los derechos. Esto favoreció que en algunas comunidades rurales se fortaleciera la identidad y la cultura locales; puesto que la idea del Estado era la de animar una nación multiétnica, basándose en un compromiso de justicia social.

Uno de los logros de la revolución mexicana, fue la creación de las escuelas  rurales, que llevaron la educación a los campesinos, quienes formaban la mayor parte del país.

Pasando esta, por varias etapas teniendo su origen en las escuelas rudimentarias, las que solo se establecieron en ciertos sectores de la población, hasta la implementación de las escuelas rurales, incorporadas dentro del sistema  educativo nacional.

Aun cuando en teoría ya nadie discute la idea de que la educación debe ser sólo una. Desde mi punto de vista, durante muchos años, pues, tendremos que hablar todavía de educación rural, aunque  mucha gente que presume de ser sabia en estas cosas no quisiera que se hablara de ella.

Desde el año de 1922, se instituyeron definitivamente en nuestro país las escuelas rurales, con una filosofía bien definida, que consistía en buscar el progreso de los campesinos logrando su mejora constante en todo el universo de su propio contexto, de una manera integral, filosofía  que caracterizó el trabajo invaluable del maestro rural. Donde el profesor  Rafael Ramírez Castañeda fue uno de sus principales promotores fomentando sus ideas humanistas, mismas que sirvieron como eje central para el desarrollo y florecimiento de estas instituciones educativas

Aunque hoy en día muchas de estas escuelas  ya no se encuentran en el campo, no quiere decir que la educación rural no exista. En la actualidad podemos hablar, de tres tipos de población que es la urbana con todas sus características, la sub-urbana y la rural, pudiendo agregar una más, las de extrema pobreza.

En las poblaciones sub-urbanas, presentan las características que se conjuga con algunos servicios que se encuentran en las zonas urbanas y otros que son de tipo rural. De allí que algunos especialistas en educación argumentan, que  en México solo hay un solo tipo de educación, olvidándose completamente de las zonas rurales más apartadas y de extrema pobreza persistente aún en la actualidad más que en la época de la revolución mexicana.

Dejando a un lado la verdadera filosofía social que caracterizó a la educación rural mexicana durante su máximo esplendor en los años 40 y que bajo mi perspectiva se deben  retomar algunas acciones de ella, principalmente, la encaminada a la recuperación del compromiso social que debe de tener el maestro, compenetrándose no sólo con la educación de los niños, sino involucrando al adulto y viendo el beneficio integral de la comunidad, y el Gobierno.

Hay que fomentar, como enseña Ramírez Castañeda, la permanencia del docente en las comunidades, creando estímulos sociales y económicos para ellos. A la vez tener programas educativos complementarios a los actuales, donde se retomen las necesidades de su entorno social y se asuman elementos novedosos para su incorporación social y cultural a las demás esferas de la sociedad mexicana. 

3. Concreción del proyecto educativo del Maestro Ramírez Castañeda

Dentro de su actuar profesional el maestro Rafael Ramírez Castañeda, realizó innumerables trabajos profesionales escritos, y efectuó varios proyectos educativos en las escuelas rurales. Todos ellos encaminados a encontrar un mejor desarrollo social, cultural y económico de los campesinos[13]. Pero desde mi punto de vista el proyecto educativo, donde vio realizado todos sus ideales, su pensamiento filosófico pedagógico, fue en las Misiones culturales, por que este surge de las necesidades más apremiantes que tenían la clase verdaderamente proletaria del país que habitaba en las zonas rurales más apartadas, en ellas pudo poner en práctica los conocimientos adquiridos en su viaje a los Estados Unidos de Norteamérica, concretamente de las escuelas de Martha Berry, escuela Penn y la escuela Piney Woods. Desde luego anteponiendo todas las necesidades del propio contexto social de las comunidades rurales mexicanas, característica insoslayable de este proyecto educativo.

Hablar de las Misiones Culturales Mexicanas es tomar un hilo conductor que atraviesa varias décadas de labor educativa en este país. Su relación con la educación de adultos, como proyecto, que se ha ido construyendo históricamente, tiene un profundo significado.

En tanto ha sido una fuente de inspiración teórica y práctica para modelos, que si bien no toman el carácter propiamente de las misiones culturales, si retornan su espíritu y su sabiduría.

El maestro Rafael Ramírez Castañeda,  no es el único teórico que le dio vida a las misiones culturales. Sin embargo fue la persona que le dio sustento  práctico, siendo el primer jefe de departamento nacional de las misiones culturales, plasmando en cada misión su pensamiento filosófico, floreciendo su espíritu emancipador en beneficio de los campesinos mexicanos[14].

Las Misiones Culturales son una labor educativa, fruto de la historia de la formación del México del siglo XX, de ahí su especificidad y originalidad.

El año de 1921 marca un momento muy importante en la historia de México: terminaba la revolución armada que se inició en 1910 en contra del dictador Porfirio Díaz,  el país se echaba a cuestas la reconstrucción nacional, se anunciaba el nacimiento de una nueva sociedad. La Revolución puso en libertad energías largo tiempo contenidas y provocó un renacimiento político, social, económico e intelectual.

Cuando la larga lucha terminó, en 1920, la demanda popular de escuelas estaba tan profundamente arraigada que el Gobierno se sintió obligado a hacer algo por la educación.

El primer problema con que hubieran de enfrentarse los encargados de la educación en el período posrevolucionario fue el de la selección y formación de maestros rurales, y el segundo, íntimamente relacionado con aquél, fue decidir qué era lo que habían de enseñar. Para resolver ambos problemas y poder llevar la educación a las regiones rurales se redactó el programa de las misiones culturales.

Las Misiones Culturales fueron fundadas oficialmente en octubre de 1923, por el Presidente General Álvaro Obregón siendo el primer Jefe de Misión el distinguido profesor Rafael Ramírez. Quien  definió los lineamientos a seguir para constituir un proyecto de educación encaminado a mejorar el bienestar de manera integral de la población rural.

Su finalidad principal, consistía en formar a un cuerpo de docentes con carácter transitorio, que desarrollara una labor educativa realizando cursos breves para maestros y particulares.

“Cada misión será una escuela ambulante que se instalará temporalmente en los centros de población en que predominen los indígenas, ocupándose en el mejoramiento profesional de los maestros, en ejercer influencia civilizadora sobre los habitantes de la región, despertando interés por el trabajo, creando capacidad necesaria para explotar oficios y artes industriales que mejoren su situación, enseñando a utilizar los recursos locales e incorporándoles lenta pero firmemente a la civilización.”[15]

En aquel entonces se estimó que un maestro misionero debería tener conocimientos amplios sobre las condiciones de vida de la población, dominar el idioma nativo de la región y tener conocimientos pedagógicos, suficientes para capacitar y entrenar adecuadamente a los maestros.

“La escuela rural no podrá llenar su misión educativa si los maestros, no basan su enseñanza en los trabajos manuales, tales como el cultivo de la tierra y las variadas pequeñas industrias y ocupaciones que se derivan de la agricultura; si los maestros no aprovechan las aptitudes de los niños, encauzándolas convenientemente para procurar hábitos de cooperación y de trabajo, y si los maestros no llegan a entender cuál es la verdadera misión de la escuela de los campos y aldeas, no se lograra su objetivo primordial ,que  no es otra que la de conseguir para la vida rural un ambiente de mayor comodidad y de mayor progreso.”[16]

Fue por esta razón que se organizaron frecuentemente los llamados «Institutos».1926 señala la iniciación del florecimiento de las Misiones Culturales, pues en esa época se establece la Dirección de Misiones, y al año siguiente se realizaron los primeros cursos de perfeccionamiento especiales para misioneros. Para cada grupo hubo clases determinadas.

Al concluir estos cursos recibieron los misioneros un pliego de instrucciones entre las cuales había un párrafo destinado a señalar cómo emplear la biblioteca ambulante y los equipos de carpintería e industrias.

El instructivo fijaba, asimismo, 21 días de duración para las reuniones de los maestros rurales. Desde entonces se llamó Institutos a las concentraciones de maestros dirigidas por las misiones.

Llevar a cabo un instituto requería varios trabajos previos, que incluían actividades de investigación sobre la situación, las necesidades y problemas de todos los maestros.         

Por otra parte, un inspector se encargaba de hacer una minuciosa exploración de los problemas de orden social, económico y material que afectaba a la región con la finalidad de que los misioneros fueran en sus actividades más eficaces y acertadas.

Durante las concentraciones de maestros, los misioneros habrán de investigar, por todos los medios posibles las necesidades de las escuelas y de los poblados de la región donde vaya a operar cada maestro al frente de su escuela.       

Los misioneros normaban su labor de acuerdo con una serie de sugerencias, encaminadas a favorecer  las comunidades, con la actividad social del misionero quien  procuraba allanar las diferencias que perjudicaran el interés colectivo.

Estos lineamientos también buscaban que las escuelas atendidas por las misiones fueran provistas, en lo posible, de lo necesario en cuanto a obras y equipamiento, así como del mejoramiento y cooperación pedagógica, a fin de fomentar la cultura de los maestros.

Los misioneros organizaban, en algunas ocasiones, festivales y concursos que tenían la finalidad de mostrar a las comunidades y maestros los avances en las actividades de la misión.

Labor importante que se señalaba a los miembros de la misión era la de atender también al mejoramiento de las comunidades, dando preferencia a las condiciones de salubridad y a los problemas económicos y procurando promover la solución.

Rafael Ramírez describía así a las Misiones Culturales:

“Son escuelas sin muros, cuyos límites están marcados por las comunidades de un distrito y sus habitantes, cuyos lugares de ‘formación son los campos mismos, los talleres y los hogares (lugares todos donde existen problemas humanos), y que se hallan situados preferentemente entre quienes más necesitan de ellas.

El propósito que persiguen no es crear profesionales ni trabajadores expertos, sino ciudadanos capaces de mejorar las condiciones de vida en sus hogares y en la sociedad.”[17]

Los gobiernos emanados de la Revolución consideraban que el asunto educativo no se agotaba en dotar al país de escuelas donde se enseñaran las primeras letras, concepción que había sido utilizada por el régimen que la Revolución había derrotado. La escuela debía encarar los retos del progreso y buscar la felicidad del pueblo desde el hogar y la familia.

Rafael Ramírez opinaba, que:

“La escuela deberá de ser el centro de las actividades y el corazón que dará vida a las poblaciones, donde se fomente las ideas revolucionarias que dieron origen a una mejor justicia social, libertad de pensamiento y una patria equitativa que se refleje en acciones positivas para sus ciudadanos, logrando con ello que la revolución haga justicia  a los más necesitadas”[18]

Su nombre genérico era "La casa del pueblo", proveniente de las escuelas rudimentarias, así llamadas también. La educación debería llegar al campo y para lograrlo, ante la falta de suficientes maestros preparados y egresados de las normales, se contrataba en la misma población o en alguna cercana a cualquier persona que supiera leer y escribir y tuviera los rudimentos de la aritmética.     

La estrategia consistía en apoyarlos con las misiones culturales, que deambulaban por las poblaciones y rancherías apoyando a las tareas de los profesores y a su formación, organizando reuniones y jornadas pedagógicas para proporcionar e intercambiar conocimientos y experiencias. 

Aunque originalmente su trabajo consistía en buscar, apoyar y preparar a los maestros en las comunidades rurales, estimulándolos para que se actualizaran constantemente, de manera prioritaria; van derivando poco a poco hacia la educación y desarrollo comunitario.

Su presencia en la escuela aporta a la docencia los enfoques del educador social y del misionero que Ramírez siempre fomentó en la educación rural para llevar el saber a todos los pueblos.

En esa época, el profesor participaba de casi todas las actividades de la comunidad, pues aparte de que era uno de los pocos que sabía leer y escribir y tenía una mediana idea de lo que pasaba en el resto del país, también se veía obligado a vivir ahí.

Se trabajaba con los analfabetas adultos, se preparaba a la población, con técnicas y conocimientos acordes a la época y a los lugares, para que realizaran sus actividades agropecuarias[19].

Se enseñaban los rudimentos de higiene suficientes para cuidar la salud y se enseñaba a las mujeres el bordado y el tejido. Todo esto sucedía una vez que las misiones se habían ido de la población, pero dejaban establecidas las tareas por atender. Y así, quedaba el maestro solo para hacer todo lo que pudiera.

Mencionaba  Ramírez “que las misiones culturales, emprendieron una batalla por la historia al salir a combatir injusticias, organizar al pueblo, impartir educación pública, establecer o consolidar fuentes de trabajo y, en general, dignificar la vida de millones de campesinos y, a través suyo, la de la función de servicio público.[20]

Durante 1933 y 1934, las Misiones Culturales quedaron adscritas a las Escuelas Normales Rurales y Centrales Agrícolas, por lo que la labor misionera se concentró en los maestros y comunidades que formaban la zona de influencia de dichas instituciones.

Con el surgimiento de las Normales Rurales y posteriormente del Instituto Federal de Capacitación del Magisterio, la tarea de atención de las misiones a los maestros se va relegando para dedicarse a la atención de las comunidades.

En la actualidad todavía existe este proyecto educativo, adaptado a las nuevas circunstancias del sistema educativo nacional, manteniendo la filosofía fundamental que le dio vida a este proyecto educativo, fomentado y florecido por el espíritu humanista del ilustre pensador mexicano Rafael Ramírez Castañeda.[21]

Es indudable que su filosofía educativa sembró grandes y lozanas semillas. Lo importante es que encuentren suelo fértil para germinar y crecer… México lo necesita…

Referencias:

[1] “El ser –escribe Umberto Eco- no es un problema de sentido común (es decir, el sentido común no se plantea como problema) porque es la condición misma del sentido común (...) El ser es el horizonte (...) Hay siempre algo, desde el momento, que hay alguien capaz de preguntarse por qué hay ser en lugar de nada” (Eco, Umberto. Kant y el ornitorrinco. Edit. Lumen, Milán, Italia, 1997. P. 26).

[2] Leantes, C. Confesiones sencillas de un escritor barroco. Edic. citada, p. 69.

[3] Pupo, R. Utopía y realidad de una obra creadora. En Filosofía y Literatura en Alejo Carpentier. Editoriales Imagen Contemporánea, Cuba y CICAC, Guanajuato, México, 2004, p. 91.

[4]  Ver Chapa, Martha,” Aún vigente la cosmovisión mesoamericana”, Editorial Esfinge, México. 1999. pp.37-75

[5] Larroyo, Francisco. “historia comparada de la educación en México,  Porrúa, México, 1952 tercera edición. pp. 75.

[6] Gilly, A. La revolución interrumpida. Edit. , Aguilar. México, 1994, p. 92.

[7]Cosío, Villegas, Daniel. “Historia moderna de México, vida política,  Hermes, mexico.1975.pp. 67- 68.

[8] Ramírez, Rafael. La comunidad natural y autentica institución educadora de sí misma. Edit. Caballito.mexico.1940.

[9] Ramírez, Rafael. Organización y administración de las escuelas rurales. Edit. Caballito. Mexico, 1947.

[10] Ramírez, Rafael. La enseñanza del civismo. Edit. Talleres gráficos de la nación. Mexico.1950.

[11] Ramírez, Rafael. La escuela proletaria cuatro platicas acerca de la educación socialista. Edit. Caballito. México. 1935.

[12] Ramírez, Rafael. La educación normal y la formación de los maestros que México necesita. Edit. Talleres gráficos de la nación. México, 1954.

[13]Lo que dejo referido, escribe Ramírez, sucedió hace ya algunos años y en un país distinto al nuestro. Voy ahora a relatar una experiencia adquirida entre nosotros.

Visité recientemente la comunidad de Los Remedios, un pueble­cillo otomí próximo, Estado de Hidalgo. Funciona en sus afueras un Centro de Educación Indígena, como digo yo, o un Internado Indígena como ustedes dicen a una Escuela Vocacional Agrícola como dicen otras gentes que ignoran de estas cosas.

Pues bien, visité, como digo, este Centro y recogí una impresión, claro está que muy grata, aunque no exenta de algunas dudas que me han puesto a reflexionar muy seriamente. Se respiraba un am­biente de trabajo y alegría y todo el mundo, muchachos y maestros, estaban empeñados afanosamente en su labor de carpintería, crianza de animales, costura, economía doméstica. La banda de la institución, recién  organizada, tocó en la hora oportuna algunas piezas; los mu­chachos y muchachas cantaron algunos números de orfeón y los equipos de deportes celebraron una competencia. Recorriendo los diversos locales de la institución, todo lo vi muy limpio, no obstante que se padece allí penuria de agua: la cocina, el comedor, los dor­mitorios, los baños y excusados la porqueriza, los patios, los establos. Y no solamente había limpieza en todas partes, sino un cuidadoso esmero se advertía de mantener aquello bien arreglado. Las camas del dormitorio de muchachos, por ejemplo, estaban ador­nadas con colchas cortadas, cosidas y bordadas por las muchachas. Todo lo que vi interiormente revelaba que allí se desarrollaba un devoto trabajo, un deseo muy hondo de hacer bien todas las cosas y una intención sana de capacitar del mejor modo a los alumnos para las luchas de la vida. Quedé encantado y encantados quedaron también los maestros extranjeros que me acompañaron a la visita. En realidad, fuera de algunos retoques que convendría hacer, la institución me pareció muy buena” (Conversación sobre la visita a los EE. UU. Revista "El Maestro Rural", del mes de febrero de 1940, p. 23.) 

[14] Lo que sí puedo afirmar es que cuando los Internados Indígenas fueron ideados, se planearon con la idea de que sirvieran de centros de donde irradiaran en todas direcciones, influencias educadoras ha­cia la comunidad y hacia las comunidades de los alrededores en que funcionaran, pues de otro modo, su obra correría el peligro de tomar uno u otro de estos dos rumbos malos y extremos:

I.-Desarrollar una obra educativa inútil en aquellos casos  que los muchachos y muchachas que regresando a las comunidades de donde proceden después de terminados sus estudios, se vean, como fatalmente sucede cuando la comunidad permanece substraída a toda influencia educadora, reabsorbidos por el medio” (Conversación sobre la visita a los EE.UU. Revista El Maestro Rural, México, 1940, p. 29)

[15] Rafael, Ramírez. La comunidad, natural y auténtica institución educadora de sí misma. edit. talleres gráficos de la nación. México, 1940.

[16] Ramírez, Rafael. La educación normal y la formación de los maestros rurales que México necesita. Edit. Caballito. México, 1954.

[17] Ramírez, Rafael. formación y capacidad de los maestros rurales para hacer eficaz de la escuela  en los pueblos indígenas. Edit. Secretaria de educación. Mexico, 1935.

[18]  Ramírez, Rafael. La escuela proletaria, cuatro pláticas acerca de la educación socialista. Edit. Talleres gráficos de la nación. México, 1935.

[19]Concebida así la institución, los maestros tendrán que trabajar dentro de las comunidades mismas y éstas forzosamente habrán de despertar de su letargo y comenzarán a caminar, lentamente al principio, y cada vez más aprisa, después. Y claro está que al margen de- esta obra edu­cativa realizada con la comunidad, los Centros de Educación Indí­gena deben ocuparse en la educación de la gente menuda que va en vías de levantarse, Las gentes menudas son los renuevos de la co­munidad y deben cuidarse con esmero para que se desarrollen lozanos y frondosos y rindan cosecha abundante y de buena calidad. Pero no hay que caer en la torpeza de descuidar la planta madre -la co­munidad en nuestro caso- por estar atentos a la buena formación de los capullos, pues al fin y al cabo, éstos se nutren con la savia de aquélla. ¿Pero qué enseñaremos a la gente joven y menuda? Las cosas mismas en que la comunidad está empeñada_ y aquellas otras de manifiesto interés para la misma. Pero ya se entiende que las cosas por enseñar deben presentarse en planos de accesible realiza­ción para la gente. Un taller de carpintería, montado a la moderna y movido automáticamente por la energía eléctrica como está el de Los Remedios, será una cosa buena para una población de vida más” (Ramírez.  Conversación sobre su visita a los EE.UU. Obra citada, p. 25) 

[20] Ramírez, Rafael. Las tareas sociales del porvenir. edit. caballito. México, 1954.

[21]  “La Secretaría de Educación Pública Federal expide la presente MENCIÓN HONORÍFICA al ciudadano profesor RAFAEL RAMIREZ por la brillante labor que llevó a cabo como miembro de la MISIÓN CULTURAL efectuada en ZACUALTIPAN, HIDALGO, durante la segunda quincena del mes de octubre próximo pasado, en beneficio de los maestros rurales de la sierra y presidida por el ciudadano profesor ROBERTO MEDELLIN, Oficial Mayor de esta secretaría” (“Sufragio efectivo. No reelección”. México, 9 de noviembre de 1923. El Secretario de Educación, J. VASCONCELOS”)

 

por Dr. Santos Hernández Medina
santos_arturo@hotmail.com
 

 

Ver, además:

 

                      Rafael Ramírez Castañeda en Letras Uruguay

 

                                                                        Alejo Carpentier en  Letras Uruguay

 

                                                                                                          Dr. Santos Arturo Hernández Medina en Letras Uruguay

 

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce

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