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Amos Oz
Jorge Ángel Hernández
jorgeangelhdez@gmail.com

Si nos atenemos a los catálogos editoriales cubanos, el novelista israelí Amos Oz podría ser un perfecto desconocido en nuestro ámbito lector. Sin embargo, su obra se ha traducido al español y se han publicado sucesivas ediciones de la mayoría de sus libros, sobre todo de las novelas y los cuentos. Nacido en Jerusalem, en 1939, Oz es una de las firmas más relevantes de su país y ha recibido, además del Premio Nacional de literatura, los premios Académico de la lengua hebrea, Caballero de la Cruz de la legión de honor de Francia, el prestigioso premio Goethe, el Príncipe de Asturias de las letras y el Franz Kafka. Trayectoria que no lo hace indiferente a lectores de varias latitudes y lenguas. De ahí que su nombre haya figurado en los últimos años como uno de los más fuertes candidatos al Nobel de Literatura.

Al crear una colección dedicada a su obra, el sello editorial Siruela acentúa un poco más su perfil con respecto a sus preferencias de candidatura, pues lo coloca a la altura de sus grandes autores en catálogo, como Italo Calvino, Jostein Gaarder o Clarice Lispector. En su colección Nuevos Tiempos, había incluido catorce de sus obras: Mi querido Mijael (62), 2007, El mismo mar (69), 2007, De repente en lo profundo del bosque (73), 2005, 2007 y 2008, Un descanso verdadero (84), 2007, Fima (110), 2007, No digas Noche (114), 1994 y 2007, Una pantera en el sótano (113), 1995, Versos de vida y muerte (117), 2007, La caja negra (130), 2008, Hasta la muerte, en volumen único con Amor tardío (154), 2009, Escenas de la vida rural (169), 2010, La colina del mal consejo (196), 2011, Conocer a una mujer (226), 2012, Entre amigos (256), 2013. Al catalán tradujo Una pantera al soterrani, para su Colección Las Tres Edats (3), en tanto la Biblioteca de Ensayo, Serie menor (17), publicó Contra el fanatismo, 2007.

La Biblioteca Amos Oz se inició con Una historia de amor y oscuridad, su autobiografía novelada, y acaso su libro más conocido internacionalmente. Traducida del hebreo por Raquel García Lozano, quien se ha encargado de llevar al castellano la mayor parte de su obra narrativa, recorre más de cien años de historia familiar, con incursiones retrospectivas y profundas reflexiones que acompañan los sucesos. La atmósfera de los párrafos iniciales revela las diversas perspectivas de los padres respecto al niño que sería posteriormente un autor mundialmente conocido. El ambiente estrecho y opresivo del local de vivienda, cuya sinestesia principal se suma a la prisión aledaña que diariamente contemplan es el punto de partida del relato.

Le siguió la primera novela que el autor publicara, Quizás en otro lugar, en la que la atención se centra en las peripecias cotidianas de un kibutz, asunto recurrente en su obra posterior. También traducida del hebreo por García Lozano, esta obra comparte con el realismo mágico la creación de un sitio que, sin ubicación geográfica ni histórica reales, remite a la geografía y la historia del pueblo israelí. La ironía es el primer elemento que aflora de su descripción, cuando califica al kibutz Metzudat Ram como “un pueblo bien planificado y encantador”. “Al final del verde valle, –comienza la descripción del sitio– los edificios del kibutz están dispuestos en una rígida estructura simétrica. Las copas enmarañadas de los árboles no rompen la severa imagen lineal del lugar, tan solo la suavizan. La suavizan y le añaden una dimensión de pesadez.”

Así, con una simple modificación, introduce el contraste; para continuar de inmediato:

“El color de los edificios es blanco. Casi todos adornados con tejados rojos; un rojo chillón, no un rojo vino. Ese tono dominante contrasta con la cadena de montañas del este, las montañas a cuyos pies se extiende el kibutz, unas montañas que cierran completamente el horizonte. Las montañas están cortadas por abruptos barrancos. Macizos desnudos y rocosos cuyas sombras caen entre sus pliegues y se deslizan lentamente con el avance del sol, como si las montañas quisieran animar su propia desolación con ese melancólico juego de sombras.”

Colores y accidentes naturales disputan el protagonismo, como si fuese más importante la estructura social y geográfica del kibutz que el avatar de sus propios personajes. Es, no obstante, el punto de partida de un narrador que aprenderá a implicar con maestría el contexto vital con las vidas que su historia focaliza.

El tercer volumen que va nutrir la colección es La bicicleta de Sumji, traducido del inglés por Manuel Martínez-Lage y con ediciones de 2006 y 2008 del mismo sello editorial. Oz ha calificado a esta obra como una simple historia sobre un niño “a quien una vez le regalaron una bicicleta y la cambió por un tren, el tren, por un perro, el perro, por un sacapuntas, y el sacapuntas, por amor”. La sucesión de eventos anuncia el propio ritmo argumental, más atado al sentimiento personal que al contexto social, aunque ello, en el caso de Oz, jamás se va de un solo bando.

Los elementos inmediatos de la cotidianeidad se hallan perfectamente imbricados con el calendario religioso judío, sus tradiciones seculares y sus acontecimientos históricos. Los párrafos de inicio, que el narrador-personaje presenta como prólogo, anuncian parte de ello:

“Todo cambia. Mis amigos y conocidos, por ejemplo, cambian las cortinas del cuarto de estar como cambian de empleo, cambian de domicilio, cambian acciones por bonos del Estado, o viceversa, y bicicletas por motos; truecan sellos, postales, monedas, los buenos días, ideas y opiniones; algunos intercambian también sonrisas.”

Esta idea de sucesión se va a contextualizar aún más en el párrafo siguiente:

“En un barrio de Jerusalén conocido por el nombre de Shaare Jesed vivió en un tiempo un cajero que, en el transcurso de solo un mes, cambió de hogar, de mujer y de aspecto (se dejó crecer un gran bigote pelirrojo y patillas del mismo color), cambió de nombre propio, de apellido, cambió sus horarios de comidas y de descansos; por decirlo en pocas palabras, cambió absolutamente de todo. Un buen día cambió incluso de trabajo, se convirtió en batería en un club nocturno y dejó su empleo en el banco (si bien no es este, por cierto, un asunto que tenga mucho que ver con los cambios, sino más bien algo parecido a darle la vuelta a un calcetín).”

Así, en la que en mismo prólogo califica de “verdadera historia”, estas metamorfosis se van a asociar a la propia armonía del calendario judío, y al brusco devenir de las improntas históricas.

Judas, su último libro, también traducido del hebreo por García Lozano, ocupa el cuarto lugar de la Biblioteca Amos Oz. El autor retoma aquí variantes de un viejo argumento y reconstruye una novela plena de tensión, sobre todo en el ámbito de la perspectiva del receptor, que a la vez que comprende al personaje, pues vive con él cada suceso, entiende el sentido de lo que está más allá de lo posible.

La obertura de Judas revela un acto de comunicación entre el novelista al que esperan sus lectores y el sordo espectro de la crítica de fondo. De ahí los precisos detalles del párrafo inicial:

“Esta es una historia del invierno de finales del año cincuenta y nueve y principios del sesenta. En esta historia hay error y pasión, hay amor no correspondido y cierta cuestión religiosa que queda aquí sin resolver. En algunos edificios aún se aprecian las señales de la guerra que dividió la ciudad hace diez años. De fondo, puede oírse al atardecer una lejana melodía de acordeón o los nostálgicos sonidos de una armónica detrás de una contra-ventana cerrada.”

De la contextualización histórica pasa, de inmediato, apenas en la segunda oración, a ofrecer pistas de juicio.

El quinto volumen corresponde a la intensa novela Mi querido Mijael, una historia que entrecruza destinos y proyecta sombras sobre el concepto de la relación matrimonial. La traducción del hebreo es una vez más de Raquel Lozano. En esta obra Oz asume el punto de vista femenino del personaje principal: Jana, mujer casada, de treinta años de edad, que cuenta su vida con su esposo, el geólogo de la Universidad Hebrea Mijael Gonen. El párrafo de inicio, tan importante para el concepto narratológico de Oz, adelanta el porqué de esas revelaciones que forman el relato:

“Escribo porque las personas a las que amaba han muerto. Escribo porque cuando era niña tenía una gran capacidad de amar y ahora esa capacidad de amar está muriendo. No quiero morir.”

Le sigue, en sexto lugar, un texto de no-ficción: Los judíos y las palabras, ensayo escrito en colaboración con su hija, la historiadora Fania Oz-Salzberger y traducido del inglés por Jacob Abecasís y Rhoda Henelde Abecasís. El propósito de ambos, autor y autora, según lo manifiestan desde el mismo comienzo, es dejar constancia de la peculiar continuidad, ni étnica ni política, que forman la historia y la identidad de los judíos como pueblo.

El séptimo título de la Biblioteca Amos Oz es La historia comienza, un ensayo cuyas bases didácticas se hallan en los cursos universitarios impartidos por el autor fuera de Israel y cuyos objetivos de comunicación insisten en el punto de vista de lo que se narra, esta vez circunscribiéndose al inicio de las obras. Traducido del inglés por María Condor, la obra se acerca a diez autores, algunos cotterráneos de Oz, pero otros, como Gógol, Kafka, García Márquez o Carver, referentes de su propia obra y, por supuesto, de las claves que le han permitido el éxito en la industria del libro occidental. Su método, mediante el cual analiza los comienzos de cada una de esas novelas, nos ha permitido seguir esta reseña de su obra en la Biblioteca Amos Oz, que dirige Ofelia Grande para la Editorial Siruela.

Como puede apreciarse, se trata de un autor importante para este sello editorial, pues le permite publicar tanto su novelística, con sucesivas reediciones, como sus cuentos y ensayos, menos propensos a ser asimilados por la industria del libro. La Biblioteca Amos Oz publicará la obra completa del relevante autor israelí y esperará por las veleidosas conclusiones del Nobel para esgrimir con nuevos bríos el As que en la manga conservan.

Se trata, en suma, de un autor que imbrica a tal punto los intereses humanos con las inclinaciones políticas, las necesidades del ser con la circunstancias de la Historia, que es siempre difícil encasillarlo en cuanto a estos elementos. Palabras y frases conducen su escritura, estructuran sus fábulas y hasta definen el sentido del ensayo. Un autor que le adjudica a Profi, personaje de Una pantera en el sótano, una virtud que es suya propia y que, sea cual sea el género que elija, se hace prolija y evidente: “me encantan las palabras: coleccionarlas, ordenarlas, mezclarlas, darles la vuelta, formarlas. Más o menos como hacen los que aman el dinero con las monedas y los billetes, o los que aman el juego con las cartas.”

EuroNews - Entrevista - ES - Amos Oz

 

Enlace Judío - Amos Oz, aquí y allá (y en todos lados) en la FIL 2013

Jorge Ángel Hernández
jorgeangelhdez@gmail.com

Publicado, originalmente, en Cuba Literaria http://www.cubaliteraria.cu/ - 3 de mayo de 2016

http://www.cubaliteraria.cu/articuloc.php?idarticulo=19292&idcolumna=29

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