El Hacedor de Sueños
Luis D. Gutiérrez Espinoza

El Hombre se adentró en el desierto.

 

Cuarenta días y cuarenta noches sereno y firme ahí se mantuvo. Sin pan ni agua ni abrigo, firme y sereno se mantuvo.

 

El Adverso, esencia de todo mal, se atrevió a tentarlo. Tres veces lo tentó, tres veces lo aduló, tres veces lo desafió.

 

El Hombre, esencia de todo bien, se afirmó al rechazarlo. Tres veces lo rechazó, tres veces lo despreció, tres veces lo venció.

 

Así el bien triunfó sobre el mal, por los siglos de los siglos.

 

A la mañana del día cuarenta y uno, el Hombre abandonó el desierto. Ansiosos sus discípulos lo esperaban. Transfigurado, les dijo: No temaís seguirme, no temáis caer, no temaís levantaros, solo temed negarme y derrotaros a vosotros mismos, solo temed miraros vuestro ombligo u endiosaros o bifurcaros, solo temen ilustraros y falsearme... id entonces y esparcid la buena nueva.

 

Así pues, todas las gentes orando, creyendo, orando, aprendieron a soñar con el paraíso... aquí en la tierra.

Luis D. Gutiérrez Espinoza

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