Los métodos de Francis Ponge
por Paul Guillén 

Las descripciones de Ponge comienzan en ese supuesto momento en que, estando el mundo cumplido, concluida la historia, vuelta casi humana la naturaleza, la palabra viene al encuentro de la cosa y la cosa aprende a hablar

Maurice Blanchot

Este conocimiento, oh rey, hará más sabios a los egipcios y más memoriosos, pues se ha inventado como un fármaco de la memoria y de la sabiduría 

Platón (Fedro, 274c)

Cómo escribir de "algo" que niega todo tipo de certeza. Cómo escribir de ese "algo" sin cometer excesos verbales. Cómo escribir de "algo" que niega la escritura falocéntrica occidental. ¿Una forma de la escritura que investiga, cede, reniega, se da cuenta, representa, ve, intuye, niega, vuelve a negar, afirma otra cosa, vuelve a negar, reconstruye, construye, destruye, dispersa, se contradice, toma partido de las cosas y su percepción?

La escritura de Francis Ponge plantea una reevaluación acerca de cómo el hombre construye su mundo, sus ideas, su conciencia y porqué ese mundo se encuentra gobernado por una racionalidad utilitarista e instrumental, ante eso, antepone la idea de un vacío de la representación. Su escritura se convierte así en una nueva forma de abolir la lógica y la linearidad constructiva del discurso metafísico, el principio de progresión narrativo y el proceso de transformación que nos lleva de una realidad A hacia una realidad B, con todas las connotaciones aristotélicas que eso significa. Una cadena de significantes que desmontan el significado logocéntrico occidental, una aprehensión de las formas, de los contornos de las cosas, es decir, tomar partido de parte de las cosas, crear y recrear los objetos, en apariencia, más insignificantes en el texto: un caracol, una concha, un guijarro. (Re)producir su actuación textual, Gaetan Picon nos habla de una poesía “puramente realista, exenta de contaminaciones subjetivas y sentimentales”[1]. En ese sentido, Ponge propugna la desaparición del sujeto. Por eso, Jean Paul Sartre caracteriza al universo pongiano como “ese extraño mundo poético donde el hombre está presente por sus empresas, pero ausente como espíritu y como proyecto”[2].

La empresa de Ponge plantea un viraje total del imaginario romántico/simbolista. Para ese efecto, diremos que una representación involucra cuatro estamentos primordiales, a saber: sujeto, reflexión, intuición y objeto[3]. Por lo tanto, la representación se erige como una teoría del conocimiento fundamentalmente idealista, se le otorga el privilegio a la conciencia como interior (esencialista), en vez de exterior (uno de los rasgos de dependencia exterior es la socialización). En resumidas cuentas: representar es dar razón. Entonces, Ponge renuncia a este pensamiento representativo. Para Ponge, el ser ya no es concebido como fundamento, el hombre tampoco es concebido como animal racional y ni siquiera como sujeto. Esta operación significa renunciar a las certezas del cogito cartesiano como núcleo duro y organizador de la enunciación poética o, incluso más, de todo el mundo. Ponge prosigue una reflexión, que empieza con Nietzsche, quien proclama la muerte de dios y la muerte de todos los valores absolutos, pasando por Heiddeger, para quien la metafísica es una escritura teórica organizada en torno a un centro privilegiado (la presencia) y llegando a Derrida quien trata de desmontar el castillo logocéntrico y sus relaciones jerárquicas como por ejemplo: escritura/oralidad, letra/voz, serio/no-serio, etc. En la práctica derrideana, que tiene muchos puntos en común con los desarrollos poéticos de Francis Ponge[4], la problemática fundamental y que guarda estrecha relación con el representacionismo, es la concepción tradicional de la escritura como un instrumento secundario y representativo del pensamiento y del habla, en tanto, la oralidad se constituiría como un sistema de lenguaje, que ocupa una centralidad antropo(teo)lógica. Para Derrida, no existe oposición entre la letra y la voz (la misma voz es escritura), además, la letra es condición de la voz y, a su vez, niega la concepción de la voz como primera y la letra como segunda. Ponge intenta rebelarse contra este platonismo eidético para instaurar una poética o métodos, donde sean los objetos los que hablen-escriban por sí mismos, incluso, nos dice que cada objeto debe de tener su propia forma, su propia retórica, con esto niega la asunción de formas fijadas por la tradición, cada objeto debe de tener una única forma impuesta por un tema en particular, que lo haga distinto de los demás objetos del mundo.           

Como sabemos, la filosofía occidental ha erigido su castillo logocéntrico sobre la base del sentido como una llamada universal de llenar/saciar los vacíos de representación, la racionalidad del discurso aristotélico-cartesiano asumido y marcado como un autoritarismo axiomático y castrador del mundo sensible (los instintos y pasiones), en favor del mundo inteligible (donde impera la razón y la verdad como ejes nodales y dogmáticos). La poesía de Ponge es, en ese sentido, objetual (objeu en tanto su práctica textual expresa un objeto de carácter lúdico y objoie en tanto ese mismo objeto se convierte en elemento de gozo y júbilo). Los textos pongianos permutan, despliegan como un acordeón o un péndulo su posición en el espacio del enunciado (lo dicho) y de la enunciación (el decir). Ese ojo narrador o sujeto de la percepción, tan caro al Nouveau roman de Alain Robbe-Grillet, que percibe desde el horizonte de aparición y desaparición (o la frontera entre la presencia y la ausencia) únicamente los espacios exteriores: todo lo que deja de ser yo es narrado con una minuciosidad de detalle, en un afán enciclopédico, no por algo uno de los materiales mas requeridos por Ponge era el diccionario Littré.

Un método que propugna una cierta actitud mimética frente a las cosas, re-presentar la lluvia, el prado, una naranja no a través de aproximaciones subjetivas u objetivas, sino dejar que la percepción de ese mundo esté exenta de taras o interpretaciones metafóricas, en lo posible, nunca dar una opinión al respecto, no involucrarse en la enunciación, dejar que ella corra por donde tenga que ir, sin certezas, sin premura, sin apasionamientos:

“La renovación de la tradición de la ‘mimesis’ dentro de la cual esta escritura se inscribe es evidente. No se trata de dar la ilusión de una representación directa, transparente, clásica, sino de mostrar el funcionamiento verbal, de exhibir el proceso de la producción del texto, de presentar un ‘funcionamiento homólogo’ a las cosas del universo físico”[5].

Es decir, de lo que se trata es de una expropiación a la teología de la representación, re-presentar un objeto nocional, que en su capacidad significante anule las fronteras texto/referente:

“La percepción de Ponge se demora en una forma de lectura que tiene la misma raíz que su interpretación del mundo, porque atiende al variado acervo de los significados, a la materialidad sonora del significante, a sus marcas tipográficas, a la densidad concreta de los signos. Por ello mismo ama las etimologías, las semejanzas léxicas, las definiciones y no abandona jamás la puntillosa lectura de los diccionarios, de los cuales el Littré es su favorito”[6].

Para capitular, los métodos de Francis Ponge se alejan de la tradición romántico-simbolista, que ha dominado gran parte de la poesía contemporánea occidental, de esa manera, el proyecto pongiano se constituye como un recorrido tal vez solitario, frío, sin emoción, exento de pasión, no contaminado por taras sentimentales, pero creemos, que en su singularidad, en el desarrollo de una práctica textual, a nivel mental, crea un laberinto similar al proceso exterior de la conciencia y eso es importantísimo en la configuración de nuevas poéticas residuales y violentas, que en el Siglo XXI tendrán el auge, que quizás Francis Ponge no vio en vida.

NOTAS

[1]. Gaetan Picon. Panorama de la nouvelle littérature française. Paris: Editions Gallimard, 1960. p. 234-235.

[2]. Jean Paul Sartre. “L’homme et les choses”, Situations I. Paris: Editions Gallimard, 1947. p. 259. 

[3]. Cristina de Peretti Della Rocca. Jacques Derrida: texto y deconstrucción. Barcelona: Anthropos, 1989.

[4]. Jacques Derrida jugó con el nombre de Ponge: lo llamó é-ponge (esponja, callo; passer l'éponge: hacer borrón y cuenta nueva).

[5]. Gilberto Triviños. “La negación del simbolismo en la poesía de Francis Ponge”. En: Acta literaria, número 5. Universidad Concepción-Chile: Instituto de Lenguas, 1980. p. 53.

[6]. Jorge Monteleone. “Francis Ponge: la poderosa transparencia de las cosas”. En: Clarín, Suplemento Cultura y Nación. Buenos Aires, 29 de octubre de 2000.

BIBLIOGRAFÍA EN ESPAÑOL

1) De Parte de las Cosas (seguido de siete textos seleccionados de Proemios), traducción de Alfredo Silva Estrada. Caracas: Monte Ávila editores, 1971.

2) Cuaderno del bosque de pinos, traducción de Enrique Carrión. Barcelona: Tusquets editores, Colección Cuadernos Marginales número 49, 1976.

3) El Jabón, traducción de Teresa Garín. Valencia: Editorial Pre-Textos, 1977.

4) Piezas, traducción de Diego Martínez Torrón. Barcelona: Colección Visor de Poesía, 1985.

5) Antología, traducción de Waldo Rojas. Santiago de Chile: Ediciones Literatura Americana Reunida, Colección Isla Negra, 1991.

6) El asparagus, traducción de Alejandro M. Méndez. Buenos Aires: Ernesto Montequin y Eduardo Ainbinder editores, Colección Jimmy Jimmereeno, 1993. 

7) Tentativa oral, traducción de Silvio Mattoni. Buenos Aires: Alción editora, 1995.

8) Métodos: la práctica de la literatura, El vaso de agua y otros poemas-ensayo, traducción de Silvio Mattoni. Buenos Aires: Adriana Hidalgo editora, 2000.

9) El silencio de las cosas, traducción de Silvia Pratt. México DF: Colección Poesía y Poética, 2001.

10) La rabia de la expresión, traducción de Miguel Casado. Barcelona: Icaria editores, 2002.

Paul Guillén

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