Cultura y derechos humanos 
Alejandro Guevara Onofre / alejandro77_89@hotmail.com

INDICE:

1.Introducción

2.Claudio Arrau y Pinochet

3.Norma Aleandro y los militares argentinos

4.Mario Vargas Llosa y Fujimori

5.Wolle Soyinka y Abacha

6.Salman Rushdie y el Ayatollah Khomeini

7.Reinaldo Arenas y Castro

8.Fuentes

1-Introducción:Desde hace buen tiempo los artistas e intelectuales se han convertido en una importante fuerza de la oposición antidictatorial en las naciones en vías de desarrollo. Ciertamente, con el poder que poseen en las sociedades, artistas y escritores han cambiado muchas veces la historia de torturas y muertes por el respeto a los derechos humanos y la introducción de la democracia en países como Argentina, Nigeria, Perú y Sudáfrica. Es más, célebres personalidades culturales y del entretenimiento no sólo defienden causas nacionales sino también problemas mundiales como la lucha contra la extrema pobreza, la mutilación genital femenina en el África, la desertificación, las costumbres islámicas antifemeninas, el SIDA-VIH, y la extinción de animales silvestres en las junglas tropicales del Sudeste Asiático y el África Oriental. No hay duda, que diversas estrellas del arte y la literatura han realizado obras que superan fácilmente las expectativas de la opinión internacional.

Desde principios de los años setenta, el famoso actor y productor artístico Zakes Mokae empezó a realizar diversas giras por los Estados Unidos y Europa presentando obras inspiradas en el injusto sistema racista del Apartheid, entre ellas Lazos de sangre. De esta manera, Mokae daba a conocer al mundo los crímenes atropellos que se cometían contra la población negra en Rhodesia (hoy Zimbabwe), Namibia, y Sudáfrica (incluyendo las pseudorepúblicas negras de Transkei, Bophutatswana, Venda y Ciskei). Al igual que otros artistas e intelectuales antiapartheid, desde la cantante Miriam Makeba hasta la escritora Nadine Gordimer, el actor negro utilizó su talento artístico para sembrar las primeras semillas de la lucha contra los gobiernos y administraciones coloniales racistas en el África del Sur. Eran los tiempos en que las autoridades blancas de Suráfrica se esforzaban por captar artistas nacionales y extranjeros a través de importantes contratos económicos y apoyo cultural. Asimismo, se insistió en promocionar la imagen de una sociedad separada, pero con una población negra con un índice de desarrollo humano superior al de cualquier país del Continente Negro.

2-CLAUDIO ARRAU Y PINOCHET

Existen artistas e intelectuales del Tercer Mundo que formados en sociedades del Mundo del Atlántico traicionan sus experiencias y principios democráticos al apoyar y simpatizar con dictaduras asiáticas, latinoamericanas y africanas. En cambio existe otro grupo de personalidades de la cultura que partiendo de sus experiencias democráticas vividas en el Reino Unido o Canadá rechazan todo tipo de dictaduras o gobiernos pseudodemocráticos. De hecho, el talentoso pianista Claudio Arrau dejo un importante legado: su rechazo a las dictaduras.

El chileno Arrau fue una de las principales figuras culturales de América Latina en el siglo pasado. El mérito del mejor intérprete para piano de las obras de Bethoven es aún mayor considerando la poca tradición que posee Latinoamérica en el campo de la música clásica. Sin embargo, no sólo fue un excelente artista sino también un gran demócrata. A partir de los años del decenio de los setenta, el pianista sudamericano, fiel a su formación democrática en el Mundo del Atlántico, se negó a celebrar conciertos en Chile, su tierra natal, en señal de rechazo contra el gobierno del dictador Augusto Pinochet Ugarte. Aunque en 1984 realizó una corta visita a Santiago, Arrau nunca permitió que el gobierno militar sellará su nombre sobre su talento artístico, pese a su oposición al marxismo-leninismo. Con anterioridad, exactamente en 1979, adoptó la ciudadanía estadounidense a raíz de los problemas que tuvo que atravesar por presentar un pasaporte bajo el clima de una de las dictaduras más odiadas de la Tierra.

Su patria se encontraba marginada producto de un boicot internacional contra la dictadura del general Pinochet; después de Sudáfrica, Chile era el país más criticado y cuestionado en materia de derechos humanos, incluso por encima de las situaciones de Camboya o El Salvador. El boicot estaba liderado no sólo por las naciones del Mundo Soviético sino igualmente por democracias europeas como Suecia, Dinamarca e Italia, además de un gran número de organizaciones nacionales de Alemania, Francia y el Reino Unido. En tanto si bien es cierto que la nacionalidad estadounidense otorgó al pianista chileno mayor presencia en el mundo, en su país de origen fue parcialmente criticado, aunque todo parecía indicar que era en respuesta a la falta de apoyo al régimen.

3- NORMA ALEANDRO y LOS MILITARES ARGENTINOS

En las primeras décadas del siglo pasado, el cine argentino se perfiló como uno de los mejores de América Latina. De hecho este éxito fue interrumpido cuando Argentina cayó en manos de los últimos gobiernos militares del siglo XX (1976-1983). Sin embargo, el año 1986 fue una fecha memorable para la perseverante y difícil industria cinematográfica de Iberoamérica, el filme argentino Historia oficial obtuvo el galardón norteamericano Oscar a la mejor película extranjera, después de vencer a las cintas originarias de Alemania Federal (Angry harvest), Hungría (Colonel redl), Francia (Three men and cradle) y Yugoslavia. Con anterioridad, Historia oficial ganó varios premios internacionales, incluyendo el Festival de Cannes (Premios de Interpretación Femenina y Premio del Jurado Ecuménico Católico Protestante), pero la crítica especializada no la consideraba en posibilidades de derrotar a los filmes de Europa Occidental, que por tradición contaban con el apoyo de un jurado compuesto mayormente por personalidades del Mundo del Atlántico.

No hay duda que Historia oficial se enriqueció por una razón: cineasta y Norma Aleandro, la actriz principal, eran partidarios de exhibir el verdadero rostro de las violaciones a los derechos humanos de la dictadura militar, aún cuando se trabajó bajo amenazas de muerte.

"Es una película muy particular porque fue un trabajo cuyo significado cambió mucho desde el momento en que la hicimos hasta que se exhibió y pasó todo lo demás", sostuvo la argentina Aleandro. En tanto sobre la actriz Aleandro poco o nada se sabía en Hollywood y en una buena parte de América Latina, aunque había ganado algunos premios internacionales (Golden Globe de Nueva York y Premio Donatello de Italia). En los años sesenta y setenta, ella era una reconocida actriz de teatro en la Avenida Corrientes de Buenos Aires, la principal meca del teatro latinoamericano. Sin embargo, tuvo buenas participaciones en el cine nacional: Los siete locos y La tregua (finalista a mejor película extranjera-Oscar).

En 1976 una junta militar derrocó a la presidenta María Estela de Perón, viuda del extinto gobernante Juan Domingo Perón, en medio de una grave crisis económica y rebeliones terroristas en casi todo el territorio argentino. El dictador anticomunista Jorge Rafael Videla, nuevo gobernante del país, en su afán por exterminar el terrorismo aplicó una severa política de violaciones a los derechos humanos, lo cual incluso traspasó los límites del respeto a la vida de los niños. Bajo este clima, la actriz Norma Aleandro denunció públicamente los crímenes de la dictadura militar, aún cuando sabía perfectamente que podía terminar asesinada con el sello de los escuadrones de la muerte. Más tarde una bomba destruyó parte de su casa, pero con anterioridad hubo un atentado similar mientras actuaba en un teatro de Buenos Aires. Posteriormente, estas experiencias la llevaron al exilio en Uruguay y España. Al regresar a la Argentina, a principios de los ochenta, recibió la oportunidad de participar en dos obras teatrales del escritor Mario Vargas Llosa: La Señorita de Tacna y Kathie y el hipopótamo.

El peruano Vargas Llosa, el famoso novelista que con especial pasión defiende los principios democráticos en el Tercer Mundo, sólo tiene frases de elogio y admiración para aquella dama argentina que se enfrentó con coraje a la tiranía de Videla. Casi a mediados de los años ochenta, el cineasta Luis Puenzo lanzó la cinta Historia oficial. A decir verdad, la cinta está inspirada en la historia de las víctimas de la política militar de los desaparecidos de la última época de regímenes dictatoriales de la Argentina. Al respecto, Aleandro afirmó lo siguiente: "Acababa de volver del exilio y tenía mucho miedo de hacerla. Hablé con mi marido y mi hijo y llegamos a la conclusión de que era casi una obligación ciudadana mostrar algo que algunos ya sabíamos, que otros sabían y no querían verla, y que otros directamente no lo sabían..."

Historia oficial que cobró fama internacional a partir del Oscar 1985, no sólo fue un triunfo cultural latinoamericano, sino también de manera especial un fuerte respaldo para todas aquellas democracias emergentes

4-MARIO VARGAS LLOSA y FUJIMORI

Sorprendentemente, importantes escritores se han congratulado con diferentes sistemas dictatoriales a lo largo del siglo pasado. La lista es amplia, dolorosa e imperdonable. Durante la ocupación nazi de Noruega, el famoso novelista local Knut Hamsun dio la espalda a su país y cooperó con las fuerzas invasoras del genocida Adolfo Hitler. Al ganador del Premio Nobel de Literatura 1920, poco le importó el salvajismo y las atrocidades que cometieron los nazis durante las matanzas de sus compatriotas, incluyendo niños, ancianos y mujeres. Tampoco prestó importancia alguna al saqueo de las ricas tierras y bosques nórdicos.

Después del fin de la Segunda Guerra Mundial, este triste episodio dejó hondas heridas en el espíritu de los noruegos que consideraban a Hamsun poco menos que un héroe nacional, sobre todo por que sus reconocidas obras describen la vida y la geografía noruega como ningún otro escritor lo había realizado, con la sola excepción de Henrik Ibsen. Al mismo tiempo, era una figura muy respetada por la gran aceptación que tenían sus obras en casi toda Europa, entre ellas Hambre (1890), Misterios (1892) y Pan (1894). También, su antigua popularidad nacional tuvo mucho que ver con su niñez y juventud en medio de la extrema pobreza, algo que sus compatriotas valoraban como un paradigma especialmente después que logró coronarse con el galardón sueco. De hecho, a partir de fines del decenio de los años cuarenta, la mayoría de noruegos quemaron las obras de Hamsun, entre ellas Hambre, Misterios, El cultivo del suelo, La Reina Tamara y Bajo la estrella de otoño, en señal de protesta por su cooperación con las fuerzas hitlerianas. A principios de la década de los cincuenta, el novelista murió en una casa para ancianos en medio de la sombra del rechazo y del olvido de sus compatriotas.

No hay duda que cada dictadura posee con mucha vanidad su Knut Hamsun. En ciertos casos, singulares dictaduras reúnen más de un Hamsun, especialmente aquellas tiranías marxistas-leninistas que aparentemente no representan amenaza alguna a los derechos humanos y la democracia al exhibir orgullosamente parciales avances en el desarrollo humano. La tiranía del comunismo de la edad de piedra del ególatra Enver Hoxha tuvo al novelista Ismael Kadare a su mejor embajador universal en un mar de condenas internacionales por el genocidio masivo a las autoridades y población religiosa en Albania, la peor economía europea después de la Segunda Guerra Mundial. El régimen stalinista benefició al famoso escritor, eterno candidato al Premio Nobel, con todo tipo de privilegios y lujos desconocidos por la empobrecida población albanesa: ropa importada, relojes suizos, libros occidentales, artículos de arte, un automóvil de último modelo y una residencia de verano. Triste postura para un escritor cuya máxima novela Crónica de la ciudad de piedra dio la vuelta al mundo a partir de 1970.

A pesar de las experiencias negativas que han arrojado ciertos escritores amantes del culto a la personalidad, el unipartidismo vitalicio y el manejo de la economía como una herencia familiar en países del Tercer Mundo y Europa del Este, existe una importante corriente de intelectuales no divorciados de la responsabilidad democrática en la comunidad mundial. Ciertamente, Amin Maalouf, Wole Soyinka, Salman Rushdie y Mario Vargas Llosa son los nombres de un grupo de escritores defensores de la universalidad de la democracia. Son intelectuales que defienden la democracia en el Tercer Mundo ante esa línea divisoria horizontal en la cual los valores de los derechos humanos no son los mismos en Cuba y Burundi o Myanmar y Eritrea, como lo fueron en el pasado Etiopía y Chile o Corea del Norte y Guatemala.

De hecho, Mario Vargas Llosa es uno de los principales defensores de la democracia en la región de América Latina y el Caribe. El impacto de las violaciones a los derechos humanos y la corrupción gubernamental durante la época de las dictaduras militares latinoamericanas, llevó al escritor peruano a entregarse por la causa de la democracia. Desde entonces, no cesaría por iniciar cruzadas antidictatoriales en las naciones del Sur, inclusive mucho antes de la caída del Muro de Berlín. A diferencia de muchos intelectuales y políticos tercermundistas que viven señalando los éxitos de la democracia del Mundo del Atlántico e ignorando por completo los avances y progresos democráticos en las naciones en vías de desarrollo, Vargas Llosa nos recuerda como la democracia avanza gradualmente en la región, aún cuando existen una serie de amenazas y problemas. Su sabiduría política sobre esta región sorprende a propios y extraños cuando viaja alrededor del planeta. Ciertamente, ninguna dictadura se ha escapado de sus comentarios y oratoria, en especial el extinto gobierno autocrático de Alberto Fujimori y el actual gobierno totalitario de Fidel Castro.

Entre los años 1992-2000 el Perú se vio envuelto en un extraño co-gobierno autocrático cívico-militar electoral, cuyos arquitectos fueron Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos. Después de Kuniwo Nakamura y Toshio Nakayama, gobernantes de las repúblicas de Palau y Micronesia (Estados insulares ubicados en el Pacífico Sur), Fujimori se convirtió en el tercer gobernante de origen japonés en el Tercer Mundo, figura que explotó dentro del marco de la admiración latinoamericana por la alta industrialización y desarrollo humano de la sociedad nipona, además de las economías florecientes de los Cuatro Dragones Asiáticos. Bajo el lema de la lucha antiterrorista-narcotráfico y críticas a la política tradicional, Fujimori y Montesinos sutilmente crearon un tipo de pseudodemocracia confundida dentro del área del multipartidismo de América Latina.

Para unos era una democracia parcial, pero para otros simplemente una dictadura. No obstante, desde el autogolpe de 1992, el escritor Vargas Llosa no renunció a tipificar al gobierno peruano como dictatorial. Como orador invitado en alguna prestigiosa universidad germana o como periodista de opinión en la prensa europea, el autor de la La guerra del fin del mundo nunca se cansó de señalar punto por punto los lados oscuros de la tiranía andina, como la corrupción gubernamental, el trato especial de una terrorista japonesa y la ambigua lucha contra el narcotráfico. En tanto, Vargas Llosa figuraba en la lista negra del régimen, al lado de los periodistas Gustavo Gorriti y César Hildebrant.

Desde hace buen tiempo, la critica vargallosiana se ha convertido en una sombra sobre la dictadura de Fiel Castro. En todos los idiomas y en diferentes partes del mundo, él ha explicado y denunciado el verdadero rostro del régimen cubano, antiguo aliado de dictadores de la talla de Juan Velasco Alvarado y Alberto Fujimori Fujimori. Mientras algunos escritores y artistas eran recibidos con todos los honores por los hermanos Castro en La Habana, Santiago de Cuba, Cienfuegos o el balneario de Varadero, el escritor peruano cuestionaba los miles de millones de dólares invertidos por Moscú en la construcción de la Revolución Cubana, gigantesca ayuda que era pieza clave en los gastos de la propaganda cubana en el exterior, la militarización cubana en el África, la educación marxista-leninista, el desarrollo humano, el deporte, la cultura y la cooperación a ciertos países aliados del Sur (Nicaragua, Granada, Angola, Etiopía, Guyana,etc).

5-WOLLE SOYINKA y ABACHA

"El hombre muere en todo intento lo que guarda silencio frente a una tiranía", afirmó categóricamente Akinwande Oyuwolw Soyinka, escritor y activista por los derechos humanos en Nigeria. Ciertamente, después de largos años de lucha antidictatorial en el territorio nacional y como embajador de la oposición democrática nigeriana para las presiones internacionales contra la dictadura, en el año 1999 Soyinka logró el sueño de millones de nigerianos: establecer la democracia, el derecho político que fue negado a los habitantes del país africanos desde la fecha de su independencia.

El Premio Nobel de Literatura 1986 luchó contra la tiranía nigeriana a partir de la guerra de Biafra, conflicto que lo llevó a la cárcel (1967-1969) por denunciar los crímenes cometidos en la provincia separatista. Desde entonces no se apartó de su compromiso en contribuir en el establecimiento de la democracia, en el respeto a los derechos humanos y la identidad nacional. En su vocación democrática influyo sus estrechos lazos culturales con el Reino Unido y también por ser miembro de la comunidad yoruba, una de las culturas africanas más avanzadas en materia de democracia. Siguiendo los pasos de Miriam Makeba y Athol Fugard contra la dictadura del apartheid de Sudáfrica, su prestigio como novelista, dramaturgo y poeta lo canalizó como una plataforma para buscar presiones contra la dictadura nigeriana dentro del marco de la Comunidad Británica de Naciones, agrupación a la cual pertenece Nigeria en su condición de ex colonia del Reino Unido.

Eran los tiempos en que Nigeria se alzaba como un importante productor y exportador de petróleo a los mercados del Mundo del Atlántico y Japón. Asimismo, en el calendario de denuncias internacionales poco importaba el genocidio que se cometía en Nigeria, pues primero estaban Sudáfrica, Chile, Israel, El Salvador, Corea del Sur y el Sahara Occidental. De hecho, el Mundo Soviético no exhibía interés alguno por denunciar las atrocidades de un importante aliado en el seno de las Naciones Unidas. A decir verdad, el gran acierto el escritor Soyinka fue sintonizar con la universalidad de la democracia y los derechos humanos como instrumentos para salvar a Nigeria del marginal grupo de Países Menos Adelantados del Mundo, categoría que reinaba en aquellas naciones que habían abrazado el unipartidismo poco después de la independencia. A diferencia del unipartidismo, cuyo máximo representante era el influyente y carismático Julyus Nyerere, la democracia africana contaba con pocos aliados.

A mediados del decenio de los años noventa, ignorando por completo las solicitudes internacionales y las amenazas de sanciones económicas, el régimen dictatorial ejecutó al escritor Ken Saro-Wiwa y a otros ocho activistas en la prisión de Port Harcourt. El asesinato de los ecologistas ratificó por completo la exposición antidictatorial del escritor Soyinka en los Estados Unidos, Francia y el Reino Unido. Después de la muerte de Abacha, se inició una nueva etapa en la historia de Nigeria: se instauró los primeros pasos para la consolidación de la democracia, entre estos la redacción de una nueva Constitución y la celebración de elecciones presidenciales multipartidistas (1999). En la actualidad se recuerda que la presencia de Soyinka fue uno de los aportes más valiosos en el ingreso de la democracia en Nigeria. Aún cuando Soyinka es un escritor de categoría mundial al igual que otros talentosos escritores del Sur, es importante reconocer que los ojos del mundo se posaron sobre él sólo cuando ganó el Premio Nobel de Literatura.

6-SALMAN RUSHDIE y EL AYATOLLAH KHOMEINI

En la mayoría de los casos la intolerancia de las tiranías hacia los escritores se transforma en claros ejemplos de irracionalidad, tal fue el caso de Salman Rushdie, el escritor angloindio. Antes de finalizar los años ochenta, la teocracia gubernamental de Irán condenó a muerte al novelista por supuestamente blasfemar a la religión musulmana en su obra Versos Satánicos. En el Reino Unido, él tuvo que vivir por largo tiempo en la clandestinidad con el propósito de esquivar la muerte a manos de los grupos terroristas iraníes.

Como ciudadano británico, el gobierno de Margaret Thatcher le otorgó seguridad al más alto nivel. "Puede ser una ironía en un Estado autoritario, donde uno le debe lealtad al régimen, pero no lo es en una democracia auténtica", respondió Rushdie al ser interrogado sobre su condición de ciudadano protegido del Reino Unido. De hecho, una gran cantidad de escritores son asesinados o forzados al exilio sobre todo en sociedades con grupos terroristas y gobiernos tiránicos sin fuertes presiones internacionales por el respeto de los derechos humanos, basta mencionar los casos de Argelia, Myanmar, Bangladesh, Haití y Cuba.

"Los islamistas argelinos han inaugurado la era del asesinato mediático, en la que se mata a gente, tengan el nombre o la posición que sea. Les resulta más rentable, mucho más que matar a mil policías. Y les es más útil ideológicamente, ya que son intelectuales y no el poder quienes constituyen la única salida contra una victoria del integrismo en Argelia", sostuvo el escritor Rachid Mimouni en una entrevista a Le Nouvel Observateur de Francia. Ciertamente, el país norafricano conoce muy bien la violencia terrorista contra los opositores: el Frente Islámico de Salvación (FIS) asesinó a los escritores Tahar Djaout y Abdel Kader Alloula, a principios de los noventa.

7-REINALDO ARENAS y FIDEL CASTRO

Aunque no encontraron la muerte en campos de concentración o cárceles miserables de gobiernos dictatoriales escasamente sancionados por el mundo, los escritores Reinaldo Arenas, Ma Thida, Rene Depestre y Taslima Nasrin han sufrido el exilio luego de ser víctimas de torturas psicológicas, una de las especialidades predilectas de los regímenes totalitarios. Tal vez una de las historias más dramáticas de la supervivencia y la lucha de un escritor opositor dentro del marco de una tiranía se encuentre en la vida y obra del singular novelista cubano Reinaldo Arenas, autor de las obras Celestino antes del alba (1967), El mundo alucinante (1969) y El palacio de las blanquísimas mofetas (1980).

Por su condición homosexual y como tenaz opositor al régimen de Fidel Castro, el ex revolucionario nacido en Holguín pasó dos años en la prisión de El Morro, uno de los antiguos campos de concentración del régimen totalitario. Con anterioridad, en los años setenta, el gobierno cubano prohibió los derechos de autor, lo cual perjudicó económica y moralmente al escritor ganador del Premio de la Novela Extranjera de Francia. "En realidad no he tenido ningún derecho. En Cuba yo tenía muy pocos derechos o ninguno puesto que los derechos los tiene el Estado y el Estado es una persona. Dentro de esta persecución de todos los intelectuales, el escritor es el peor enemigo. Se prohiben los derechos de autor. Era un delito que se hiciese un contrato, un delito penado por ley. ¿Qué ocurre entonces?. Que aunque hay veintiuna ediciones de mis libros, no he ganado ni un centavo", sostuvo Arenas.

Borrado de la intelectualidad cubana por su no disimulado desprecio a la ausencia de libertad política y derechos sexuales en la Revolución Cubana, en 1980 Arenas fue expulsado de la Isla a través del puente de barcos de refugiados de Mariel. Durante su exilio en Miami, escribió sin parar en tajante respuesta a los años que perdió como novelista mutilado por un gobierno dictatorial. Muchas de sus obras reflejan su pasado en la Isla, destacando como testimonios de la realidad de la Revolución Cubana: Otra vez el mar (1982), La loma del ángel (1987), El portero (1988) y Viaje a La Habana (1990). En vísperas de su muerte, publicó su famosa autobiografía titulada Antes que caiga la noche, una novela que refleja la intolerancia y brutalidad de la dictadura cubana hacia la homosexualidad y la postura política anticastrista de Reinaldo Arenas. Al igual que otros personajes del Tercer Mundo, la vida y obra de Arenas fue llevada al cine bajo el título de su última novela, aunque se combinan pasajes de otras novelas como El mundo alucinante y El color del verano.

"Creo que es la voz de muchos cubanos a quienes no hemos oído, una voz ultrajada llena de humor que ha convertido el sufrimiento en extraordinaria belleza. De una vida de dificultades surgió una de las voces con más talento de Latinoamérica. Su extraordinario talento lo convirtió en una de las mayores espinas para el régimen de Fidel Castro..."opinó el cineasta Julian Schnabel, responsable de la película Antes que caíga la noche (2001).

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