Fermín Valdés Domínguez:

el Amigo del Alma de José Martí
por Ramón Guerra Díaz

nataljmarti@cultural.ohch.cu

1.      Resumen

2.      Introducción

3.      Orígenes

4.      España, deportación y estudios

5.      Regreso a La Habana

6.      Estancia en Baracoa

7.      La Guerra Necesaria  

Resumen

El 13 de junio de 2010 se cumplió el centenario de muerte  del Dr. Fermín Valdés Domínguez, uno de los patricios cubanos más polémicos en la historia de Cuba, al que se le reconocen extraordinarios méritos personales en las luchas por la independencia de Cuba, amigo desde la infancia de José Martí Pérez, el Héroe Nacional Cubano  e intelectual de reconocida obra en el periodismo cubano de su época, político y autor de dos obras históricas que bastarían para hacer de su nombre una cita imprescindible a la hora de historiar a Cuba: «27 de noviembre de 1871» y «Diario del Soldado». Su biografía llena de errores y vacíos trata de ser recontada en esta monografía, basada en documentación inédita de los fondos del Museo Casa Natal de José Martí.

Introducción

Fermín Valdés Domínguez es una de las figuras más polémicas y desconocidas de la Historia de Cuba,  amigo de José Martí desde  la niñez, fue un hombre de azarosa biografía, pero con quien el Apóstol compartió una amistad que duró toda la vida. Pese a esta cercanía fraternal e ideológica  y tal vez por esta misma razón, la figura de Fermín no ha sido suficientemente tratada por la historiografía cubana, que se limita a vincularlo a los primeros años de José Martí y a otros episodios de la historia colonial y de la guerra de independencia cubana, pero sin ahondar en su vida y su obra de modo integral.

En los últimos años los estudiosos de la historia de la medicina cubana se han acercado más a la figura de Valdés Domínguez, por  su modesta contribución a la medicina preventiva en Cuba y sus estudios breves pero certeros sobre algunas patologías puntuales. Fue un médico del pueblo, sencillo y trabajador, que tuvo en el servicio  a su patria la vocación mayor, pero que ejerció con dignidad  y gusto la medicina.

Algunos autores, como Hiram Duputey y Luís Le Roy, le han dedicado un mayor estudio vinculado básicamente a su vida estudiantil, los sucesos del 27 de noviembre de 1871 y su participación en la guerra por la independencia, pero quedan muchas lagunas por llenar dentro de la biografía de este hombre, cuya historia  ha sido tergiversada por quienes de modo intencional o no, le niegan valor a sus ideas y criterios, surgidos al calor del momento histórico que vivió, expresados  con temeraria sinceridad, pero sin carga ninguna de envidia o maledicencia.

Fermín Valdés Domínguez es conocido como el amigo de José Martí, tras esta afirmación se ha mantenido en silencio una biografía digna de ser conocida por todos, mas cuando su personalidad es vista como en un claro oscuro propio del misterio y el desconocimiento, provocado por su carácter y su actitud viril y resuelta para denunciar mezquindades y prejuicios.

Con él se cumple aquello, muy común en las síntesis biográficas, de llenar  con generalizaciones vagas los vacíos historiográficos que rodean a la personalidad. Es por esto que consideramos una necesidad escribir sobre el impetuoso amigo del Apóstol, aquel que fue testigo y protagonista de varios  momentos excepcionales de la historia patria: la detención y juicio del joven Martí,  el amañado proceso a los estudiantes del primer año de medicina en 1871, grupo del que formó parte; la constituyente de Jimaguayú  en 1895 y su viril defensa del legado martiano en los primeros años de la república.

Al buscar referencias sobre la vida de Valdés Domínguez hemos encontrado abundantes menciones relacionadas con su adolescencia, vinculadas todas con José Martí, en los libros que se han dedicado a la vida de este. Estos mismos estudiosos retoman a Fermín, como principal testimoniante de la vida estudiantil en España del Apóstol, para hacer luego breves menciones de él durante el  período habanero que vive Martí tras el Pacto del Zanjón y el posterior reencuentro de ambos en Nueva York en el año 1894.

Notas biográficas sobre Fermín acompañan las sucesivas ediciones de su único libro  conocido, “El 27 de noviembre de 1871” y algunos artículos en periódicos y revistas cubanos, casi todos con errores de fecha en su cronología de vida y copiados unos de otros sin hacer el correspondiente cotejo e investigación  documental sobre su vida. Con la aparición de Internet su nombre tiene abundantes entradas a ponencias, monografías médicas, artículos relacionados con José Martí, los sucesos del 27 de noviembre de 1871 y su modesta contribución a las investigaciones sobre el hombre primitivo en Cuba.

Alrededor de este hombre se ha ido tejiendo una leyenda negra de deslealtad a sus compañeros de armas, que no es más que el fruto de su vertical actitud ante los integristas, racistas y politiqueros que olvidaron los sueños de José Martí para hacerse cómplices de aquel ambiente de “concordia nacional”,  terreno fértil para la frustración generalizada que dominó tras la intervención norteamericana. Fermín es fiel al legado de su amigo y compañero de lucha, a Cuba y a las ideas superiores de dignidad humana que siempre sostuvo; fue el clásico ejemplo de revolucionario desilusionado por el resultado de la revolución independentista, sufrió  el aislamiento y la calumnia de sus detractores y murió amargado y triste pero hasta el último momento defendiendo de modo consecuente las ideas que siempre profesó.

Para la preparación de esta biografía, el autor ha trabajado con el Archivo Personal de Fermín Valdés Domínguez, bajo custodia del Museo Casa Natal de José Martí,  en el que sobresale la colección facticia con recortes de casi todos los trabajos periodísticos de Fermín  publicados en la prensa cubana, así como la papelería acerca del biografiado y de otras personalidades con las que se relacionó.

Otra importantísima fuente documental se encuentra en el Archivo Nacional de Cuba, que complementa la antes citada colección de la Casa Natal de José Martí y donde aparecen los “famosos cuadernillos manuscritos” sobre sus memorias de la guerra y que fueran parcialmente publicados por la Universidad de La Habana en cuatro tomos, como “El Diario de Soldado”, satanizados por muchos, citados por pocos y mirados con desconfianza, por razones de acomodamiento y sacralización de personalidades que Fermín juzga por sus actuaciones durante la contienda, no años después sino en los momentos en que estaban ocurriendo los acontecimientos.

Estas memorias fueron dedicadas a su prometida Asunción Castillo, a quien fue haciendo llegar estas notas, pero la minuciosa lectura de ellas denotan el sentido histórico que su autor le va dando, añadiendo al hecho su opinión personal nacida al calor de sus convicciones y del conocimiento de la política que se desarrollaba en el campo insurreccional.

El conocimiento de estos fondos ha permitido estudiar más ampliamente las actividades políticas y sociales de Fermín durante el período 1876-1910, que coincide con la etapa de entre guerra, con los momentos en los que él transita desde un patriotismo autonomista militante e influyente en La Habana, a una radicalidad independentista disimulada y necesaria en la indómita región de Baracoa; su reencuentro con José Martí en los Estados Unidos, su importante participación en la guerra, desde cargos que le permiten tener una clara visión de lo que ocurre en ella y la frustración republicana, con la decepcionante confabulación de exmambises y partidarios de España para repartirse las migajas que le dejó el intervensionismo yanqui.

La documentación, casi toda inédita, dan fe de su amargura tras la salida de España y la entronización de la bandera de las “barras y las estrellas”; su rebeldía innata, fidelidad a las ideas martianas y la digna postura ante los corruptos y entreguistas. Desde su pobreza y el ostracismo al que lo someten sus “compañeros de armas”, levanta su voz para denunciar y advertir en una actitud  que atemoriza a muchos, aún después de muerto.

Para poner en su justo lugar a este hombre que mereció la amistad de José Martí, es esta monografía que pretende rehacer el perfil humano y político de un cubano de innegables méritos.  

Orígenes

José Mariano Domínguez Salvajauregui llega a Cuba desde la tierra firme de Hispanoamérica cuando la sacudida viril de los pueblos latinoamericanos dejó fuera a España de sus dominios coloniales.  Capellán del Ejército Español decide establecerse en Cuba en la década del veinte del siglo XIX y gracias a sus habilidades para los negocios y su dominio  de la contabilidad logró una rápida inserción en la sociedad criolla de la isla, ganando amigos, haciendo negocios, prestigio y una modesta fortuna que le permite una asegurada vejez tras su retiro como capellán militar el 9 de mayo de 1867 cuando servía en el Castillo del Príncipe.

José Mariano era natural de San Salvador de Guatemala ciudad en la que nació en 1785, de padre español, Fernando Domínguez y madre guatemalteca, Rita Salvajauregui. De familia venida a menos no heredó mucho de ellos a no ser la voluntad de hacerlo estudiar la carrera eclesiástica y una inteligencia natural que lo ayudó mucho en la vida. No conocemos en el momento en que se enrola en el ejército español como capellán, ni sus servicios prestados en tierra firme, pero si que vino a Cuba con los ejércitos españoles evacuados tras la independencia.

En el Archivo Nacional de Cuba se encuentran muchos documentos relacionados con sus gestiones administrativas de los bienes de los Conventos de Santa Catalina del Sena y de Belén los más antiguos de ellos de la década del veinte del siglo XIX, lo que habla de sus habilidades no solo contables sino en leyes al aparecer en algunos de estos papeles en litigios de cobro, reclamación de tierras y fincas urbanas. En estos trajines  fomenta su propia fortuna basada en los negocios hipotecarios, compraventa de fincas urbanas, préstamos y adquisición de acciones en compañía de ferrocarriles en Cuba, etc.

En su último testamento, fechado en febrero de 1877 en La Habana, “Declara que nada heredó de sus padres y que sus bienes los adquirió con su trabajo personal[1]. Había llegado pobre a Cuba pero al testar en esa fecha declara una modesta fortuna  que lega a sus dos hijos adoptivos: Eusebio Valdés Domínguez y Fermín Valdés Domínguez, expósitos de la Real Casa de Beneficencia de La Habana.

Por este documento testamentario también conocemos que había traído a vivir a su casa a una  media hermana, Refugio Domínguez, con retraso mental severo, que él había mandado a buscar a Guatemala en la década del 40 del siglo XIX cuando su mejoría económica le permitió tenerla bajo su abrigo y que en Guatemala había tenido otros cuatro medios hermanos, ya fallecidos en el momento del testamento.

Este documento arroja luz sobre una de las incógnitas más discutidas de la vida de Fermín Valdés Domínguez, su origen:

“Un Décima: Nombra como únicos y universales herederos del remate de sus bienes, derechos y acciones, por mitad al Doctor Don Eusebio Hipólito María Valdés Domínguez expósito de la Real Casa de Maternidad de la Habana que acostumbra firmar Eusebio V. Domínguez; y al Licenciado Don Fermín José Valdés Domínguez, expósito de esa Real Casa, que acostumbra firmar Fermín Valdés Domínguez, cumple el testador con esta institución con deber y cariño y de costumbre y cuando entraba en edad provecta, sintió natural impulso de hacer el bien a los hombres en pago a los beneficios que de los hombres había recibido; y poseedor de un caudal estimable, y sin naturales herederos que por su consagrado carácter estabanle vedados; recogió en su casa como a hijos a estos dos expósitos de la Real Casa de Maternidad, puso en ellos el afecto que en sus propios hijos hubiese puesto cuidó de su infancia y de su juventud como ellos cuidan de su vejez y creería faltar a su deber de conciencia, sino dejase a sus dos protegidos en posición de bastar dignamente a la vida para que el mismo los tiene preparados: así complace a sus afectos y goza acabando el bien que comenzó a hacer el testador.[2]

Es Refugio la persona que aparece adoptando a los expósitos y no Mariano, algo que legalmente no podía hacer pues no estaba en el dominio de sus cabales. Debió ser su hermano el que la puso como adoptante, porque su condición eclesiástica le impedía tener hijo, ni aún en estas circunstancias de adopción, por eso el Domínguez aparece como segundo apellido detrás del consabido “Valdés” de los hijos de la Casa de Beneficencia de La Habana.

La tradición familiar de los Valdés Domínguez y la documentación de la Casa de Beneficencia recoge que ambos fueron adoptados juntos en el año 1853 a los pocos días de nacido Fermín depositado en el torno de esa institución con una nota prendida a su pañal que indicaba su fecha de nacimiento como el 10 de julio de ese año, aunque años después Fermín solía afirmar que su santo y cumpleaños eran el 7 de julio, día de San Fermín; también adoptó a otro niño seis años mayor que Fermín, Eusebio,  ambos fueron criados como hermanos por este hombre que los quiso como sus propios hijos.

En la casa de don Mariano Domínguez había  otra persona que por bondad y entrega se gana el afecto de todos, era una humilde camagüeyana, contratada como dama de compañía de la hermana enferma y que se convirtió en la persona de mayor confianza en su hogar: Merced Quintanó Brenes. Los dos niños expósitos no conocieron otra madre y a ella se refirieron con respeto y devoción.

Ninguno de los dos desconoció su origen, pero la reacción ante su condición social de “expósito” y la presión social por ese origen fue distinta en ambos: Eusebio, adoptado ya con seis años, crece como una persona retraída, de pocos amigos, estudioso e inteligente, con una evidente vergüenza de su origen, al firmar Eusebio V. Domínguez.

Fermín más amoldado a la presencia familiar de los que le rodean, se forma con un carácter más  extrovertido, mimado en su hogar y con una disciplina condescendiente que le permite gozar de su infancia y su juventud. Públicamente solía hablar de su origen de expósito y creció en sus estudios desarrollando sus dotes de escritor y de orador, apasionado hasta la imprudencia, en ocasiones sin medir las consecuencias. Solía firmar Fermín Valdés Domínguez.

Fermín fue uno de los miles de niños abandonados en la Real Casa de Beneficencia de La Habana a lo largo de su existencia como institución de caridad para socorrer a esas criaturas que las convenciones sociales, los prejuicios o las dificultades económicas no permitieron crecer con sus padres.

Llega al torno a los ocho días de nacido dejado con una breve nota que consigna su nacimiento el 10 de julio de 1853 y la advertencia de que no estaba bautizado. El propio Fermín en conversaciones con amigos dice haber nacido el 7 de julio, Día de San Fermín, pero en realidad su fe de bautismo señala el 10 como día de su nacimiento. Ese mismo documento señala como su madrina a  doña Refugio Domínguez, la media hermana de Mariano Domínguez Salvajauregui, a la que ya hemos citado.[3]

En la casa los niños fueron criados por Merced Quintanó quien les dedicó todo el amor necesario para que crecieran seguros y felices, por esta razón ellos la reconocen como madre, aunque sabían que ellos procedían de la Beneficencia. Esto ha levantado rumores acerca de la paternidad real de José Mariano y Merced y ha llevado a algunos historiadores agregarle a ambos, sobre todo a Fermín, un tercer apellido, Quintanó, que no llevaron y que no aparece en ningún documento importante, salvo en el de defunción de Fermín, agregado por razones obvias, sin el consentimiento de él.

La familia de los Domínguez vive en la calle Industria Nº 110, luego 122, casi esquina a San Miguel, barrio extramuros muy cercano al Paseo del Prado, al Parque Isabel II y a la zona de mayor florecimiento en esta segunda mitad del siglo XIX.

En aquel hogar habanero crece Fermín, teniendo como legados morales más valiosos, la bondad, el desprendimiento material, la honradez y la ética cristiana de su padre adoptivo y de la noble Merced Quintanó, devota a la Virgen del Cobre.

Los muchachos recibieron una educación liberal hogareña, en la que su inteligente padre se ocupó que no faltaran buenas lecturas que completaran el trabajo de sus maestros en los colegios criollos habaneros en los que fueron alumnos.

En el caso de Fermín hizo la primaria en el Colegio San Anacleto, dirigido por el habanero Sixto Casado Alayeto[4], una buena escuela que sobresale por las novedades que introduce su director al agregar al programa el estudio de las ciencias, de idiomas modernos (inglés y francés) e incluso la instalación de un pequeño telescopio para las observaciones astronómicas, con el objetivo de lograr una educación más completa  de sus educandos. San Anacleto es una escuela criolla de tendencia liberal de pocos rezos y más ciencias, que entrenó la mente de sus discípulos para asimilar ideas nuevas

A este colegio llega Fermín en 1863 y termina  la enseñanza primaria en 1865, durante ese período tiene como condiscípulo al niño José Julián Martí Pérez, al que poco a poco le fue uniendo una sólida amistad.

En marzo de 1865 Fermín Valdés Domínguez inicia sus estudios en la Escuela Primaria Superior de Varones, cita en Prado esquina a la calle Ánimas Nº 66 en La Habana, dirigida por el maestro y poeta Rafael María de Mendive[5]. En su clase también han  matriculado a su amigo José Martí.

La adolescencia de estos dos amigos está influida por el magisterio de Mendive, cultivador de almas,  en su colegio desarrolla en sus educandos el ansia de saber y las posibilidades de buscar más allá de aula, extendiendo su educación a sus tertulias y conversaciones a través de las cuales va llevando a los inquietos jóvenes el sentir de su generación y su compromiso social.

Hombre de gran cultura, discípulo de José de la Luz y Caballero, poeta de vocación, patriota de convicción, no ocultó a sus alumnos sus simpatías por los anhelos independentistas de Cuba. Sus inquietudes pedagógicas lo llevan a elevar el nivel del centro de enseñanza que dirige y subversiona el gobierno, convirtiéndolo en 1867 en el Colegio San Pablo para varones, privado y con una plantilla de destacados intelectuales en sus clases, entre los que recuerda Fermín a : Anselmo Suárez y Romero, profesor de latín; Claudio Vermay y José Ramón Carballo,  enseñando el griego; Ambrosio Aparicio, inglés; Alejandro María López y Manuel Sellén, Gramática Castellana, Roberto Escobar y José del Álamo Millet, Matemáticas; Ramón Zambrana,  moral; el presbítero Manuel Pina, religión y el señor Mendive enseñaba historia y literatura.[6]

“(...) Éramos ya íntimos amigos, cuando fuimos al Instituto de segunda Enseñanza de La Habana. Pero en el año 1867 nos unimos Martí y yo en el más leal afecto, y como hermanos, nos buscábamos en las horas de estudio y en las aulas del Colegio “San Pablo (...)”[7]

El 10 de octubre de 1868 en su ingenio Demajagua, Carlos Manuel de Céspedes inicia la revolución emancipadora cubana, que va acompañada por el noble y valiente gesto de dar la libertad a sus esclavos. La insurrección se extiende por toda la zona oriental, mientras en La Habana las noticias del alzamiento inquieta a los ricos criollos, las autoridades y la comunidad española de la ciudad.

Entre las clases populares y los jóvenes criollos, el pronunciamiento es acogido  no solo con simpatías, sino con abiertas manifestaciones de aprobación que se incrementan a partir de la entrada en vigor de la Ley de  libertad de imprenta en Cuba, el 9 de enero de 1869, y que trae por consecuencia una avalancha de propaganda impresa, que en su mayoría atacaba al régimen colonial.

Uno de aquellos impresos fue El Diablo Cojuelo, costeado por Fermín Valdés Domínguez y en el que aparecen los primeros escritos políticos de José Martí. El compromiso con la independencia de la patria, que ambos jóvenes compartía, afianza una amistad crecida en medio de estos días agitados, en los que la represión a las  manifestaciones separatistas corre a cargo de un grupo paramilitar formado por los españoles más fanáticos e integristas: El Cuerpo de Voluntarios.

El 22 de enero de 1869, estos Voluntarios asaltan el teatro Villanueva, cercano al Paseo del Prado Isabel II, cuando se representaba la obra bufa, Perro Huevero, pieza teatral en la que se hacían críticas y burlas al régimen español. El sangriento acontecimiento inicia una cruenta represión en La Habana que afecta a Rafael María de Mendive, cuya familia es dueña del teatro Villanueva. El resultado será la deportación del maestro y el cierre de su Colegio San Pablo.

Los alumnos del colegio de Mendive son distribuidos en otros centros de enseñanza, pero la rebeldía juvenil y la maduración del compromiso político hacen que Martí no acuda con regularidad al Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana, escuela que se le asignó para continuar sus estudios, y cuando acude va más en son de conspirador que de estudiante.

Su refugio será la casa de Fermín, lugar que se hará  sitio de convergencia de algunos discípulos de Mendive, los amigos de Eusebio y otras personas que comparten los temas de actualidad cultural y política de Cuba. Las simpatías por las ideas independentistas encuentran en aquel hogar la tolerancia de José Mariano.

La biblioteca familiar de  los Valdés Domínguez se convierte en lugar de refugio de los dos jóvenes. Según el testimonio del propio Fermín  se encerraban en ella y al poco rato de lectura se interrumpían mutuamente para compartir impresiones vehementes sobre lo leído. Recuerda él que en aquella biblioteca  había libros de Rousseau, Voltaire y Montesquiu; libros y revistas de autores cubanos que trataban de literatura, ciencias naturales y temas generales de la isla, entre las que no faltaba una colección de Revista Bimestre Cubano de José Antonio Saco,  escritos que les ayudaban al conocimiento  de la isla y sus problemáticas.

Señala también Fermín que en las estanterías de la biblioteca de su casa, no faltaron libros de Víctor Hugo, Byron, Longfellon, Emerson, la Historia Natural de Buffon, la Historia de la Revolución Francesa de Lamartine y el Facundo de Domingo Sarmiento, entre otros muchos libros.[8]

Estos momentos de lectura e intercambio de impresiones resultan decisivos en la formación intelectual y humana de ambos muchachos, en el acrecentamiento de la amistad, el conocimiento mutuo y la consolidación de las convicciones que ya le dan sentido a sus vidas: una vocación humanista y revolucionaria, unida al compromiso de luchar por la independencia patria.

Muchos años después José Martí recordará aquellos tiempos de su juventud y escribe: “(...) porque aborrecemos con el mismo fuego la arrogancia y la codicia que dividen a los hombres, porque derramamos con la misma pasión la amistad que los calma y congrega, porque en la vida nublada perseguimos la misma estrella doliente y adorable, impone a mis labios el silencio en el instante en que desbordarían de ellos el entusiasmo y la ternura”[9]

La situación política en La Habana provoca el encarcelamiento y el éxodo de cientos de cubanos, simpatizantes o no de la independencia, un régimen de terror se impone en la ciudad.

Víctima de ese ambiente represivo será la familia Valdés Domínguez, al ser allanada su casa el 4 de octubre de 1869. El pretexto era baladí, al retirarse de unos de sus frecuentes desfiles amedrentadores de la población civil, una compañía de Voluntarios, creyó escuchar voces y risas, que consideraron una burla, desde la casa situada en Industria 122.

Horas después irrumpen en la casa y efectúan un minucioso registro, requisan documentos y detienen de inmediato a los jóvenes  que estaban en el lugar: Eusebio y Fermín; Santiago Balvín y Manuel Sellén, amigos de la familia y el profesor de francés Atanasio Fortier, que se encontraba impartiendo sus clases. En sus memorias de aquel día, Fermín escribe sobre la violencia de estos hombres al maltratar  de palabras a los presente, incluyendo a su anciano padre, que trató de interceder por ellos.

Las averiguaciones de las autoridades españolas iban dirigidas a buscar algún indicio para procesar a estos jóvenes, por lo que sus pesquisas se hicieron minuciosas en las cartas encontradas en la casa. Días después y debido a la lectura de una carta encontrada, es detenido José Martí, que no estaba en el lugar en el momento de los hechos. Se le acusa de firmar, una carta donde se amenazaba de muerte a un miembro del Cuerpo de Voluntarios.

La famosa carta está dirigida a Carlos de Castro, un ex alumno de Mendive que se había alistado a las fuerzas de los Voluntarios al que preguntaban si conocía la pena que daban los antiguos a los “apóstata”, que no era otra que la ejecución, por lo que el oficial investigador consideró tal documento como una amenaza de muerte.

El 4 de marzo de 1870 se celebra la vista oral a ambos jóvenes por el delito de infidencia. En el juicio el tribunal militar trató de establecer quien era el autor  de la carta que ambos se atribuían, tratando cada uno de salvar al amigo.

Según testimonio del propio Fermín, la vehemencia de José Martí fue el principal elemento probatorio contra él, aunque es muy probable que no fuera esta solo la causa, sino también las pesquisas llevadas a cabo por las autoridades coloniales acerca de las actividades del joven, que había dado prueba de ser un comprometido defensor de la causa independentista.

La condena de seis años de prisión con trabajo forzado aplicada a Martí, abre un nuevo capítulo en su vida, marcado por sus convicciones libertarias que lo acompañarían hasta la muerte. Junto a él, admirado y respetuoso estaba Fermín Valdés Domínguez, quien fuera condenado a seis meses de cárcel.  

El 31 de marzo de 1870 Fermín es trasladado al Castillo de San Carlos de la Cabaña para cumplir la condena de seis meses de prisión mayor. Al ser excarcelado termina sus estudios de bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana y solicita el ingreso en la facultad de Medicina de la Universidad de La Habana.

Graduado de bachiller en artes  el 28 de octubre de 1870, después cumplir su condena, matricula la carrera de medicina en la Real y Literaria Universidad de La Habana para el curso de 1870-1871. El plan de estudios vigente entonces en Cuba para dicha carrera era el de 1863 y contaba tres etapas: la de premédico o curso de ampliación, de un año; la de bachillerato en medicina de cuatro; de licenciatura en medicina de dos y la de doctorado, en un año final. Por lo tanto de haber seguido normalmente sus estudios debió graduarse en 1877 de licenciado y en 1878 de doctor en medicina.

En junio de 1871 aprueba las tres asignaturas del curso de premédico: Química General, Física Experimental e Historia Natural (Zoología, Botánica, Mineralogía y Geología) y comienza el primer año de la carrera médica en octubre del mismo año con las asignaturas de: Anatomía Descriptiva, 1er. Curso, Ejercicios de Disección, 1er. Curso y Ejercicios de Osteología.

Recién comenzado el curso, Fermín se ve envuelto en los acontecimientos  que involucran a toda la clase de primer año de Medicina al ser acusados por el Cuerpo de Voluntarios de profanar la tumba del periodista español Gonzalo de Castañón en el cementerio Espada, contiguo al edificio donde estos recibían las clases de Anatomía.

Tras un proceso sumario, con un marcado carácter político y parcializado, los extremistas integristas impusieron un injusto veredicto de culpabilidad que condenó a muerte a ocho de aquellos jóvenes y  encarceló al resto de la clase, a modo de ejemplarizante represalia a un pueblo que lo enfrentaba de modo resuelto.

Aquel acontecimiento marcó la vida de los cubanos y en particular al joven Fermín, que se trazó el firme propósito de denunciar el crimen, demostrar la inocencia de sus condiscípulos y rendirle el tributo que merecían como mártires de la patria.

Condenado a seis años de prisión junto a otros de aquellos estudiantes, son encerrado inicialmente en la Real Cárcel de La Habana y posteriormente asignado al servicio de limpieza y mantenimiento de la Quinta de los Molinos, residencia veraniega de los Capitanes Generales de la Isla, hasta que la fuga de uno de ellos determinó el regreso a la cárcel, luego se produjo el indulto real y posteriormente fueron deportados a España.

Muchos años después, en 1908, Fermín escribe en el periódico habanero El Triunfo, un artículo titulado “Senda de Amor” en el que narra ese momento en que fueron excarcelados y casi clandestinos llevados a la fragata “Nautilus” un grupo de jóvenes, entre los que estaba él, para ser deportados a España:

En la madrugada sombría del día doce de mayo de mil ochocientos setenta y dos salían del Presidio Departamental de La Habana más de cien hombres; (...) Entre aquellos presidiarios, enfermos y abatidos por el palo y la mala alimentación y los horrores de las Canteras de San Lázaro, iban treinta adolescentes a los que la pasión y la mentira criminalmente consentida y apoyada por los hombres del gobierno, les había puesto al pie una cadena, después de asesinar a ocho de sus compañeros.

“Como uno de los presidiarios, y entre los estudiantes  encausados el 27 de noviembre de 1871, iba el que estas líneas escribe (...)

“Aquel día, que la gratitud guarda amorosa en nuestros corazones, nos ofrecieron los marinos un fraternal almuerzo. Aquel banquete fue la primera protesta de hombres dignos que entonces nos alentó en nuestra vida de ultrajes: (...). Y días después a bordo ya del vapor correo español que nos llevaba a España, cuando la chusma que nos acusó nos despedía desde la Cortina de Valdés con gritos insultantes, los marinos españoles de la fragata “Zaragoza” nos saludaban con hurras cariñosos desde la lancha de vapor en la que nos acompañaron hasta el Morro.”[10]

De forma secreta, para evitar la ira de los furibundos integristas salieron rumbo a Cádiz el 30 de mayo de 1872 en el vapor “Isla de Cuba”.

España, deportación y estudios

En Madrid lo espera el amigo de siempre José Martí, que vive en la capital española desde hace algunos meses. Hasta él han llegado las noticias de los sucesos del 27 de noviembre de 1871 y sabe que Fermín está implicado, teme por su vida y su angustia crece con las noticias inquietantes del desbordamiento de la soldadesca, finalmente se encuentran:

“Pena grande fue la mía al encontrarlo en España enfermo y pobre en una buhardilla y comiendo gracias a unas clases en casa de Don Leandro Álvarez y de la señora viuda del general Ravenet[11]

Así recordará Fermín el reencuentro con Martí, enfermo y pobre en un país extraño. Su llegada reanima aquel espíritu encendido. Juntos recorren teatros, cafés y tertulias del Madrid culto e indiferente, tratando de levantar en aquella gente la preocupación por los problemas de su isla lejana.

Con Martí de compañía podrá Fermín disfrutar de sus años mozos en fortuitas aventuras de amor que los inician en este modo de ver la vida a través de sus pocos años, poeta el uno, apasionados ambos, en un país reconocible a través de su temperamento,  voluptuosidad y entrega.

Patria y amor, deber y convicciones grabadas por el sufrimiento de la cárcel, se entrecruzan con la necesidad de la edad y los deslumbramientos propios de los años mozos.

La vida de ambos jóvenes se  enriquece con la llegada de Fermín, cuenta este en sus memorias como compartían sus noches entre el estudio, el esparcimiento y la iniciación en los ritos de la masonería.

En Madrid, llevado por sus amigos José Martí Pérez y Francisco Solano Ramos, inspirado tal vez por las ideas de igualdad y fraternidad, acordes con sus anhelos libertarios, comienza a frecuentarlas reuniones de la Logia Armonía 52 presididas por el general Pierrad o por el músico Max Marchal, compartiendo anhelos y sueños con otros jóvenes cubanos residentes en Madrid[12]  

 

Se refiere Fermín en sus notas sobre la estancia en España junto a José Martí en la época estudiantil, de las actividades filantrópicas que desarrolla aquella Logia en ayuda para los deportado cubanos en el enclave norafricano español de Ceuta; la apertura de una escuela para niños cubanos, dirigida por el profesor Amelio Ruiz y Vila de los Reyes y la participación de ellos junto al grupo de jóvenes estudiantes cubanos en Madrid.

Algunas noches eran para visitar los teatros, principalmente el Real y el de Variedades; los cafés de artistas, los salones de tertulias del Madrid bohemio, donde se codearon con intelectuales, artistas y políticos.

“(...) hablamos con afecto al eminente Don José Echegaray en el saloncillo de El español, y eran nuestros amigos, Calvo y Teodora Lamadrid, y Burón y la Boldún –nos complacía charlar en la cervecería Inglesa- con Marcos Zapata, el aragonés genial y talentoso. De esa vida entre hombres inteligentes, no pudimos nunca olvidarnos.”[13]

Recuerda con afecto su presencia en las reuniones de la cubana Barbarita Echeverría, viuda del General Ravenet, quien tomó mucho afecto a Martí y “(...) trataba de borrar de su frente aquella triste sombra que parecían oscurecer las grandezas de su genio. Siempre hablaba Martí de estas reuniones con afecto, con entusiasmo”[14]

España no es solo la oportunidad de estudios, sino también la del ejercicio político que le está vedado en su lejana patria, la ocasión de denunciar la situación colonial de la isla. Por eso no dejan pasar el primer aniversario del fusilamiento de los estudiantes, sin denunciar el abominable hecho en una proclama escrita por Martí y firmada por Fermín y por Pedro J. de la Torre, sobrevivientes ambos del aquel acontecimiento.

Ambos jóvenes vivían en la casa de huéspedes de la calle Desengaño Nº 10, quintuplicado, segundo derecha esquina a Barco, regentada por Doña Antonia, allí se reunía casi a diario la noble muchachada estudiantil criolla, a suspirar por Cuba, hablar de sus recuerdos y sus cosas.

Otro punto de reunión, según el testimoniante era el hogar del joven cubano Francisco Solano Ramos en la que eran acogidos como hijos estos cubanos añorantes y rebeldes, que leían la prensa insurrecta que desde Nueva York llegaba y se aventuraban en animosas discusiones y tertulias de política o muchos otros temas, dando rienda suelta a sus energías juveniles. Cuba y sus sueños de libertad los unía.

A casa de Solano llegaban las noticias que desde La Habana les remitía Eduardo F. Pla, recortes de periódicos cubanos, noticias rumoradas en la ciudad y el testimonio del vivir diario en la capital de la isla. Con este material elaboraba José Martí y otros de los estudiantes cubanos, artículos y comentarios para los periódicos madrileños y de otros puntos de Europa.

En Madrid vivirán la alegría popular por la proclamación de la República (1873) y abrigan la esperanza de que los liberales pudieran entender la causa de Cuba y hacer justicia. Con entusiasmo José Martí escribe su folleto, “La República Española ante la Revolución Cubana”, y aquella corte de levantiscos cubanos apoyó su iniciativa de darlo a conocer a las autoridades liberales en el poder.

La desilusión ante la posición integrista de los republicanos españoles afianza en ellos los ideales independentistas y la convicción de que España nunca daría la libertad a Cuba.

Admirado del amigo dirá José Martí:“(...) Antes que el placer de Madrid, maleante y faldero, se dio todo, por sobre censuras y amenazas, a la tarea de proclamar la inocencia de las víctimas y clavó el marchamo en la frente de la nación culpable”[15]

Se refiere Martí al empeño que puso Fermín para publicar su testimonio sobre los hechos que  habían llevado a sus compañeros estudiantes a la muerte y el apoyo que el mismo le brindó revisando sus borradores y agregando un poema suyo en homenajes a los mártires. El libro de 148 páginas, apareció en los primeros meses de 1873 en Madrid bajo el título: “Los voluntarios en La Habana en el acontecimiento de los estudiantes de medicina”, y de él se hicieron dos ediciones en España.

“Mucho gozó Martí cuando terminé mi libro sobre los tristes sucesos del 27 de noviembre del 71 que me llevaron a presidio. Al leer la relación de mis dolores recordó él los suyos tristísimos, al esperar en su pobre cama de enfermo el telegrama que le dijera si era yo uno de los vilmente asesinados (...)

“Y escribió unos versos para mi libro: al insertarlos al final de él escribí yo: “Libro que empieza el martirio debe cerrarlo la poesía”[16]

En junio de 1872 matricula en la Universidad Central de Madrid, por la enseñanza libre, las asignaturas del curso de primer año y también dos asignaturas del siguiente, Anatomía Descriptiva y Ejercicios de Disección, ambas del segundo curso. En diciembre de 1872 Fermín Valdés-Domínguez  se presenta a exámenes extraordinarios  por la enseñanza libre  y aprueba  la asignatura de anatomía.

Los días madrileños de los dos amigos terminan al trasladarse ambos a Zaragoza (mayo de 1873), los motivos son varios: el clima, una vida menos cara y mejores posibilidades de estudio. Fermín escribirá sobre este asunto en el “Diario del Soldado”:

“Mi grave enfermedad del estómago, que en ningún clima encontraba alivio, y por lo tanto no me dejaba pensar en una pronta curación, nos hizo ir a Zaragoza. ¡Y allá llegué con mi enojosa dolencia! ¡Triste y fatal recuerdo de las Canteras de San Lázaro y de mi trabajo como presidiario en La Quinta de los Molinos!”[17]

Luego apunta Fermín sus recuerdos de Zaragoza, ciudad de la que tiene memorias imborrables, siempre junto a Martí, sus estudios y las correrías bohemias, desde el  Palco 13 del Teatro Principal hasta las reuniones de estudiantes e intelectuales en las que eran bien acogidos los “insurrectos”, “(...)en Zaragoza jamás nos creímos deportados, ni en tierra extraña”[18]

En Zaragoza ambos amigos se alojan en pensión humilde pero adecuada, en la calle de la Manifestación, en casa de Félix Sanz, a quien Fermín denomina “patrón valiente” tratando de estirar los pocos recursos que le llegan de casa.

Reanudan sus estudios en la Universidad Literaria de Zaragoza y se integran a la vida apacible y culta de esta amable ciudad española, se hacen querer aquellos dos jóvenes cubanos,  Fermín más abierto y alegre, Martí retraído y sereno, como hombre de edad que no tiene. No disimulan sus tendencias políticas, ni su amor a la patria cubana. Pulsan la temperatura política de España y son testigo de la caída de la República Española (enero, 1874) y de la sublevación del pueblo aragonés, reprimido por las fuerzas monárquicas.

“¡Oh, la barricada! Nada más tristemente hermoso que aquel valor del hombre republicano de Aragón contra la ferocidad del general Burgos que con sus cañones Krupp, y por buscar un entorchado más, asesinó hombres, niños y mujeres”[19].

En cuanto a sus estudios de medicina  Fermín se revela como un estudiante aventajado, por lo que hizo un irregular e intenso programa de estudio que lo lleva a ganar casi dos años en su carrera para graduarse como médico.

 

En el curso 1872-1873,  matricula, siempre por enseñanza libre, en la Universidad de Zaragoza la asignatura que le queda del segundo año, Fisiología Humana y las tres del tercero: Higiene Privada, Patología General y Anatomía Patológica y Anatomía Quirúrgica, Apósitos y Vendajes. Para aprobar las tres primeras en Zaragoza y la cuarta en Valladolid.

 

En el siguiente curso 1873-1874, matriculó todas las asignaturas que le faltaban para graduarse de licenciado en medicina y cirugía, cinco en Zaragoza y seis en Madrid. En la primera aprobó: Terapéutica, Materia Médica y Arte de Recetar y Obstetricia y Patología General de la Mujer y de los Niños. En la segunda no examinó, sino en Valladolid, donde aprobó nada menos que: Patología Médica, Patología Quirúrgica, Clínica de Obstetricia, Clínica Médica 1er Curso, Clínica Quirúrgica 1er Curso, Higiene Pública y Medicina Legal y Toxicología y le quedaron pendientes solamente los segundos cursos de Clínica Médica y Clínica Quirúrgica.[20]

 

En los dos años académicos de 1872 a 1874 Valdés-Domínguez al cursar las asignaturas de Higiene Pública y Privada entra en contacto con la gran Escuela de Higienistas de Cataluña, en pleno apogeo desde años antes, que influirá en su vocación por la medicina preventiva de la que fue pleno defensor y divulgar en artículos periodísticos y estudios que distinguen su trabajo como médico.

 

A fines de 1874 José Martí termina sus estudios y embarca rumbo a América, Fermín queda en España para terminar sus estudios de medicina. Le quedan pendientes dos asignaturas para obtener el título de licenciado en medicina: Clínica Médica y Clínica Quirúrgica segundos cursos, que aprueba en Zaragoza (1874-1875), posteriormente realiza y aprueba los ejercicios del grado de licenciado en medicina y cirugía el 26 de noviembre de 1875, en la Universidad Central de Madrid.

Durante el siguiente curso, 1875-1876, matriculó en la Universidad Central de Madrid, las asignaturas del año del doctorado: Historia de las Ciencias Médicas, Análisis Químicos aplicados a las Ciencias Médicas y Ampliación de la Histología Normal y Patológicas, pero la nostalgia y la soledad son más fuertes y sin terminar estos estudios regresa a Cuba.

Regreso a La Habana

El 2 de enero de 1876 llega a La Habana  procedente de Cádiz, su familia vive aún en la calle Industria 122, esquina a San Miguel. Su padre es un venerable anciano, lúcido e inteligente, preocupado por la felicidad de estos dos hijos adquiridos que llenan sus últimos años con el orgullo de verlos encaminados. Eusebio tiene un bufete  en la propia casa y la familia añora ver establecido a Fermín como un respetable médico habanero.

Por esta razón el 22 de abril de 1876,  Fermín solicita al rector de la Universidad de La Habana que se le autorice a ejercer como médico, mientras espera por sus correspondientes títulos de diplomado en medicina y cirugía. Esta petición no fue autorizada por faltar en el expediente universitario de Fermín el título de Bachiller. Más de dos años tardó  en ser autorizado a ejercer, luego de zanjado estos trámites recibiendo el título el 29 de abril de 1878.

El 25 de febrero de 1876 contrae matrimonio en la Iglesia de Monserrate  con Consuelo Quintanó Ramos, sobrina de su madre adoptiva. El joven matrimonio permanece en la casa paterna mientras esperan la autorización para que Fermín pueda establecerse como médico en la ciudad.

En medio de esta bonanza y felicidad personal que le da el matrimonio, intercambia correspondencia con el joven Martí, radicado en México junto a su familia. A la distancia continua el entrañable afecto nacido en los difíciles momentos de su primera juventud, cuando incomprensiones familiares y compromisos políticos, hicieron de Martí, un muchacho triste que solo encontró entendimiento al lado de su maestro Mendive y del “amigo del alma”, con quien compartió ideas con respecto a la patria esclava y la sociedad colonial enferma.

En febrero de 1877 le sorprende la llegada a su casa de José Martí, está en Cuba de incógnito bajo el nombre de Julián Pérez, viene de México por pocos días y su razón más importante es hacerse de algunas cartas de recomendación de Don José Mariano Domínguez para personas que él conociera en Guatemala, país donde pensaba establecerse  Martí y encontrar ayuda económica para poder traer a su padre y hermanas de México para que se reúnan con doña Leonor y el resto de la familia que hacía varios meses ya estaban en La Habana. En el seno del hogar de los Domínguez encontró el apoyo que buscaba, tanto para traer y acomodar humildemente a su familia como las cartas que inquiriera de Don José Mariano para amigos  en Guatemala.

La alta estima que tenía Martí por esta familia va más allá de su amistad con Fermín y Eusebio, está en el aprecio que le tienen a él,  los otros miembros de la familia y muy especialmente José Mariano quien le pide sirva de testigo en su acto testamentario, llevado a cabo  ante el notario público  Andrés Monzón el 8 de febrero de 1877 y firmado  valientemente por José Martí con su nombre completo pese a su delicado status de ilegal en la isla.

En La Habana Fermín continua su intensa vida social, el 4 de septiembre de 1877 fue propuesto y admitido como miembro de número de la Sociedad Antropológica de la Isla de Cuba y reanuda su militancia masónica en la Logia Fe Nº 6 que estaba bajo la jurisdicción de la Gran Logia de la Isla de Cuba, el 21 de diciembre de 1877 fue elegido “Orador”  y por estos días fue nombrado Comisionado por la Logia Perseverancia Nº 13 de Cárdenas, ante la Gran Logia.

La ascendencia de Fermín dentro de la masonería habanera de estos años queda demostrada con su nombramiento dentro de la Comisión que estudia el Proyecto de Unidad con los demás cuerpos masónicos, junto con Enrique H. Licerff, Juan de la Caridad Pérez y Bernardo Castaley.[21]

Mientras los cubanos y principalmente los habaneros, viven momentos de inquietudes políticas en los que las esperanzas de cambios en la isla van reencontrando una vía reformista, más moderada, que le permita a los sectores pudientes, de clase media y a los intelectuales, atemperarse a la opción de libertad sin violencia y a la petición “magnánima a España” de cambios dentro de la monarquía, o sea sin independencia.  La política conciliadora del Capitán General Arsenio Martínez Campos encuentra eco en esos sectores, principalmente entre la burguesía criolla, interesada en terminar la guerra.

El resultado de estos cabildeos fue el acuerdo del Zanjón en febrero de 1878, firmado por la fracción más conservadora de los insurrectos y que pese a la viril protesta del Mayor General Antonio Maceo al frente de los combativos orientales, terminó con la insurrección de los cubanos.

A estas corrientes autonomistas fortalecidas tras el “Pacto del Zanjón” se unieron muchos cubanos de buena fe, esperanzados en alcanzar de España al menos el mismo status que las provincias peninsulares. Ser autonomista en 1878 no suponía una traición al patriotismo cubano, era por el contrario una forma de afirmar y continuar el sentimiento nacionalista y la forma de hacer patria dentro del período.

Fermín Valdés Domínguez forma parte de los que se unen al autonomismo y su labor como la de otros intelectuales de su época hizo posible que los problemas de Cuba dejaran de tratarse en círculos cerrados, para ser del dominio público a través del lenguaje moderado de la prensa autonomista.

En agosto de 1878 regresa a La Habana, José Martí, encuentra los brazos abiertos del amigo y su familia, durante varios días convive en la casa de Industria 122. Sus esposas están embarazadas y paren casi simultáneamente: Carmen y Martí tendrán un varón, José Francisco Martí Zayas Bazán, nacido el 22 de noviembre de 1878, pocos días antes, Consuelo y Fermín, tienen una niña, Consuelo Amparo  de las Mercedes, nacida el 9 de noviembre de 1878.

El 6 de diciembre de 1878 muere el venerable José Mariano Domínguez Salvajauregui, tenía 93 años y deja a sus hijos una moderada fortuna administrada por Eusebio, quien al contrario de su padre no supo manejar bien los fondos familiares y  pierden  la herencia paterna.

Pese a la permanencia en La Habana durante algo más de un año, llama la atención la falta de referencia a José Martí en la documentación de Fermín Valdés Domínguez y el silencio que sobre el amigo mantiene Martí en el período.

Viven en la misma ciudad durante estos meses de agitación política, en los que Martí se empeña en dejar bien claro su posición independentista en discursos, conferencias y brindis de ocasión, en tanto que no hay testimonio de que Fermín frecuente los mismos círculos que su  joven amigo, tal vez sean las diferentes posiciones  dentro del panorama político cubano lo que hace este silencio.

Dos cartas de Rafael María de Mendive que se conservan en los fondos de Fermín Valdés Domínguez del Museo Casa Natal de José Martí, dejan muchas interrogantes sobre las relaciones de Fermín y Martí en esta etapa.

Ambas misivas están fechadas a finales de 1879 y dirigidas por el maestro de ambos a Fermín. En la primera (28 de septiembre de 1879), Mendive le da el pésame a Fermín por la muerte de su hija y no hay una sola referencia a la deportación de Martí ocurrida el 25 de ese mes, un día antes de la muerte de la hija de Fermín, hecho muy conocido en los círculos habaneros del momento.

La segunda (7 de octubre de 1879) reitera la ausencia de comentarios sobre la salida de Martí de La Habana, un hecho que atañe  a ambos y que ha tenido repercusión en los grupos intelectuales de la ciudad. Mendive en esta carta se presenta como un anciano derrotado por la vida, fracasado, que le cuenta al ex discípulo sus penurias económicas, su soledad y le reitera el pésame por la hija muerta.

Las diferencias de posiciones políticas de José Martí con sus dos más caros afectos de la primera juventud, parecen ser el motivo de este silencio que durará hasta 1887 cuando Martí vuelve a escribirle a Fermín Valdés Domínguez.

José Martí es un independentista, no cree en España y pese a que embrida sus ideas, se desboca la libertad a cada paso y en cuanto tiene oportunidad contacta con los patriotas que siguen creyendo en la independencia.

Fermín milita en el Partido Liberal Autonomista, no es un simple miembro de filas, redacta y escribe para la prensa de los cubanos que creen en España, aunque su moderada posición política, no enfriará sus ardores patrióticos, su amor a Cuba y sus simpatías por los humildes.

A finales de 1879 Fermín reside en la barriada del Cerro, su estado anímico está muy quebrantado por las muertes del padre y la hija, y las desavenencias con Eusebio, dado el carácter uraño y la inclinación mística de este, que hace desaparecer la fortuna familiar en donativos a la Iglesia, mala administración y los caprichos de su lunático hermano de crianza.

También  hay que tener en cuenta que como médico general no ha podido hacerse de una clientela estable, prosperar y mantener un consultorio. Su altruismo por un lado y sus múltiples ocupaciones sociales por otro, no hacen de él un médico triunfador, con entradas seguras y clientes solventes, a la usanza de la época.

Por esta razón tiene que aceptar un cargo de médico municipal en Santiago de las Vegas, con sueldo fijo pagado por el estado, radicándose en aquel poblado desde 1879 hasta 1885., donde desarrolló una encomiable labor como profesional y ganó las simpatías de los trabajadores de esa localidad en cuya compañía conoció de las ideas  y reivindicaciones sociales que estos defendía y por la cual fue  sintiendo una simpatía natural que se conjugaba con su postura de luchados por la independencia de Cuba.

Fermín estuvo entre los impulsores de la creación del Centro de Instrucción y Recreo de Santiago de Las Vegas junto al destacado sindicalista y luchador social Enrique Roig de San Martín, y otras personas destacadas en la vida social y cultural de aquella población. El 5 de febrero de 1882 se crea esta institución presidida por Roig de San Martín, y completando la directiva estaban el Dr. Fermín Valdés Domínguez, el Lic. Fina Mauri, el abogado José Filomeno González y los señores Pedro Lima, José María Pérez, Carlos del Amo, Manuel Hernández, Rafael Bravo, Manuel Morera, Juan Díaz Muro, Juan Garbalosa, Pedro Díaz Lazo, Carlos Cayro y Modesto Morales. Como Secretario, Félix León.

Luego de una breve estancia en La Habana Fermín se radica durante varios meses en el ingenio “Agüica” en la zona de Colón, provincia de Matanzas, en igual responsabilidad de médico municipal hasta julio de 1885 en que vuelve a La Habana.

De ese período son las publicaciones más antiguas que hemos encontrado de Valdés Domínguez, correspondiente a sus colaboraciones con el periódico “El Liberal de Colón”, donde aparece su artículo, “El primer beso y los primeros dolores”(mayo, 1884), en el que hace gala de sus conocimientos clínicos de higiene y epidemiología pediátrica:

“Misión de consuelo es la medicina; nadie como la madre sabe apreciar lo que esta le brinda, y es esto así porque en ellos ven asegurado algo que estiman más que a sus vidas: la de sus hijos. A ellas pues dedico los pobres esfuerzos de mi escasa inteligencia”[22]

Luego reseña las enfermedades más comunes entre los niños y su tratamiento preventivo según cuadro clínico, con un lenguaje apropia para las personas a quien va dirigido.

Otros trabajos suyos sobre temas pediátricos fueron: “La madre y el médico”, “Un caso de tétano infantil” y ”El cuarto del niño enfermo”, entre otros.

De regreso a La Habana a finales de 1885 desarrolla una activa colaboración con la prensa de la ciudad, primero como divulgador científico, destacándose como higienista y admisión en clubes y sociedades  públicas: En marzo de 1886 el Nuevo Liceo lo cuenta entre sus socios y el 24 de mayo de 1886 la Sociedad Económica de Amigos del País le concede su membresía.

Se hace muy activa su participación dentro del Partido Autonomista, gozando de la amistad de Rafael Montoro y José de Armas y Cárdenas, connotadas figuras del Partido.

En la prensa de la ciudad se publican sus trabajos científicos referidos a las enfermedades que más afecta a los obreros tabacaleros: “Causa de algunas enfermedades de los obreros elaboradores del tabaco” y “Contribución al estudio de la etiología de la tuberculosis”

Este último trabajo le valió su admisión como miembro titular de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana (1886) y su nombramiento como miembro del Consejo de Redacción de la Revista Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana.

Estos artículo son considerados por los especialistas cubanos precursores de los estudios sobre higiene del trabajo en Cuba, dado el conocimiento que tenía de los principios defendidos por la  escuela de Higienistas Catalanes, una de las precursoras en el mundo de estos estudios en el siglo XIX y la que conoció durante sus estudios en España.

En su artículo sobre las enfermedades más comunes de los tabaqueros, Fermín revela una franca simpatía por los trabajadores manuales:

“No se esconden para el médico los dolores y las miserias que sufren nuestros nobles obreros, esos hijos del trabajo que son los mantenedores del progreso y el bienestar de los pueblos que viven triste vida de penas físicas y morales y mueren como héroes cambiando sus débiles cuerpos por un pedazo de pan con que alimentar a sus pobres hijos.”[23]

Describe además los efectos de la nicotina sobre los fumadores: faringitis y amigdalitis crónicas, cáncer de los labios, la lengua y el estómago, este último por la costumbre de mascar tabaco, ateniéndose a estudios de médicos higienistas españoles seguidores de los precursores catalanes en esta especialidad.  

 

En ese mismo artículo se pregunta “¿Podrá dudarse de que una atmósfera saturada por las emanaciones de las hojas del tabaco por la maceración para ser torcidas sea la causa de profundos trastornos en el organismo de los que tienen que trabajar durante todo el día bajo su venenosa acción?"[24]

 

El 8 de julio de 1886 presenta su trabajo de ingreso como miembro titular de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana "Contribución al estudio de la etiología de la tuberculosis", que aparece en el libro 3ro. de actas de la Sociedad, a folio 29. En este trabajo Valdés Domínguez abunda sobre sus planteamientos hechos en el artículo anterior y trata de probar que la posición forzada que son obligados a adoptar los obreros tabacaleros es una de las causas predisponentes más importantes de la tuberculosis pulmonar en ellos.[25]

El autor se fija sobre todo en la actitud viciosa que toma el cuerpo, que a largo plazo produce semiatrofia de ciertos músculos torácicos por inmovilidad y como consecuencia compresión pulmonar. Incluye cuatro de sus observaciones clínicas y finaliza proponiendo la modificación de las mesas de trabajo[26]

 

El 2 de septiembre de 1886 aparece un nuevo trabajo de Fermín dirigido esta vez a exponer el resultado de tratamiento del tétano infantil: "Tétanos infantil. Curación. Apuntes para una observación clínica", en el que expone los alentadores resultados obtenidos en la curación de una enfermedad por lo general mortal en niños recién nacido y provocado por la infección del ombligo.

 

Como es de notar el trabajo médico del doctor Fermín Valdés Domínguez se dirige a desarrollar una cultura de la higiene como premisa para una buena salud, principios que aplica tanto en el tratamiento pediátrico como a la higiene del trabajo, basado a su conocimientos y los estudios de los higienistas catalanes precursores  de esta rama de la salud humana.

 

En la sesión solemne del 14 de octubre de 1886 presenta Valdés-Domínguez su último trabajo ante la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, a la que sin embargo seguirá perteneciendo hasta el 20 de agosto de 1899. Este estudio titulado "Enfermedades de origen bacteriano" que se publica en la revista Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana, es un estudio de mucha importancia pues se sitúa entre los primeros trabajos  sobre bacteriología en Cuba.

 

En su investigación  defiende la teoría bacteriana del origen de enfermedades infecciosas en contra de los que creían que  los fenómenos químicos de la fermentación eran la causa de estas epidemias, colocándose entre los precursores de estas ideas en Cuba. En su ponencia Fermín demuestra tener un amplio conocimiento del estado de los estudios de bacteriología en el mundo citando fuentes y autores, además de  citar a los investigadores que en Cuba habían trabajado esta especialidad, aún antes de los estudios significativos de Carlos Juan Finlay.

 

Como muestra su activa participación como miembro de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana Fermín Valdés Domínguez estuvo muy al tanto de lo que se investigaba en su medio en cuanto a lo relacionado a las enfermedades infecciosas, estudios sobre higiene y la prevención, a más de sus incursiones en las enfermedades profesionales de los tabaqueros, sector que conocía muy bien por su acercamiento  a ellos no solo como pacientes, sino desde el punto de vista de afinidad clasista.

La sección “Folletín” del diario “El País” publicó muchas colaboraciones de Fermín Valdés Domínguez, entre 1885 y 1886, en ellas escribe de variados temas, critica literaria, cultura y ciencias, muchas de estas colaboraciones  reproducidas por los periódicos Diario de Matanzas y Liberal, de Colón, lugares donde era conocido por su trabajo como médico.

Algunos de estos trabajos en la sección “Folletín” están referidos a sus maestros, Rafael María de Mendive y Anselmo Suárez y Romero, en los que además de la alta valoración literaria de ellos hay una nostálgica evocación de su juventud en el colegio San Pablo.

Bajo el seudónimo de “Abdallach”, Fermín reseña  actividades del Nuevo Liceo, en alguna de las cuales habló a pedido de los socios, el 20 de octubre de 1885 en una de estas veladas se refiere al tema de la libertad y el valor de la instrucción para la mejoría humana terminando su discurso con el poema de Mendive, “Los Dormidos”.

En octubre de 1885 Fermín critica  las actividades del poeta José Fornaris, por lo que el cree es una falta de patriotismo y causa de desinterés de la juventud cubana por las cosas “serias”. Lo acusa de ser el instigador del “Círculo Habanero”, institución de educación y recreo que define como lugar de “juegos y de bailes”

Colaboró con el Diario de la Tarde, en 1886, con un artículo sobre Tristán Medina y una crónica titulada “Montoro en Jesús del Monte”. Ese mismo año aparece en el periódico La Unión su crónica homenaje a Rosalía de Castro Murguis, eminente poetisa gallega y la reseña del acto de homenaje que se le rindió en La Habana en el que se leyeron poemas de Rafael María de Mendive y  usó de la palabra Rafael Montoro

Fiel a la línea política del autonomismo Fermín puso sus mejores empeños en divulgar y defender el programa de este,  destacándose como orador, publicista y político militante. Su momento más alto dentro de la política en la isla ocurre a mediados de 1887 al aspirar a la candidatura a diputado por la Junta Provincial Autonomista de Matanzas, pretensión que se vio frustrada por la oposición de Carlos Eugenio Orbis, presidente de dicha junta.

La reacción de Fermín fue violenta y desmesurada, dejándose llevar por el carácter impulsivo que más de una vez lo conducirá a situaciones similares. Ya en 1886 había tenido igual reacción con el Doctor Raimundo de Castro, por atender a un paciente de este y en septiembre del propio 1887 se bate a pistola con el director del diario integrista habanero “La Iberia”, Andrés de la Cruz Prieto, por llamarlo cobarde. Posteriormente tendrá varios incidentes parecidos que marcarán no solo su vida, sino sus escritos siempre prestos a la respuesta tajante, el juicio imprudente y sin medias tintas, que le ganó no pocos enemigos.

La llegada a La Habana en enero de 1887 de Fernando de Castañón, hijo del reaccionario periodista español Gonzalo de Castañón, muerto en Cayo Hueso en duelo con un cubano, fue aprovechada por Fermín Valdés Domínguez para tratar de reivindicar la inocencia de sus compañeros fusilados en 1871 y acusados de profanar la tumba de dicho personaje.

Aquellos jóvenes aún permanecían en una fosa común en las afueras del cementerio de Colón, llevando el baldón de la calumnia, sin que se le hubiera hecho justicia.

Esta era la intención de Fermín Valdés Domínguez, condiscípulo de  los jóvenes mártires, juzgado él también con el resto de la clase de primer año, quien no había olvidado el agravio y se disponía a enmendar el “error político” que le costó la vida a sus hermanos:

 “Señor  Castañón:

No en nombre de los que como yo sobrevivimos a los sucesos del 27 de noviembre de 1871, sino en memoria de mis compañeros muertos, vengo a suplicarle que tenga la bondad de darme una carta en donde conste que ha encontrado Ud. sano el cristal y sana la lápida que cubre el nicho de su señor padre, desmintiendo este hecho el estigma de profanadores que llevó a la muerte a niños inocentes”[27]

La respuesta de Castañón confirma lo que ya había dicho oralmente a Fermín cuando este se personó en el cementerio Espada con la misma petición, que no se observan ni en el cristal ni en la lápida, signo de violencia y que hacía esta declaración no para hacer de ella tema de lucha política, sino para reparar un hecho que pertenecía a la historia.

Con estas declaraciones en sus manos Fermín solicita al periódico La Lucha( 19 de enero de 1887), la publicación de los  testimonios de Fernando Castañón y del periodista José F. Triay[28], en el que afirman que la tumba de  Gonzalo de Castañón no había sido profanada y por consiguiente los jóvenes eran inocentes.

La noticia trasciende a la sociedad habanera que se conmueve y admira ante la audacia de Fermín, por publicar lo que todos sabían pero que nadie se había atrevido a publicar en dieciséis años. Una ola de simpatías por Fermín y las opiniones encontradas de los habaneros, reavivaron en el pueblo la necesidad de rendir homenaje aquellos mártires.

Fermín no se detuvo en esto sino que propuso exhumar los restos de los fusilados ese día. Por ese motivo el 7 de febrero de 1887 reunió en su casa a varios de los sobrevivientes de aquellos sucesos para coordinar el modo de trasladar los restos de sus compañeros al cementerio de Colón, ya que estos permanecían sepultados en fosa común en una zona aledaña al mismo conocida como San Antonio Chiquito.

Se creó una Comisión presidida por Fermín y compuesta además por Guillermo del Cristo, secretario y Miguel Franca Mazorra, tesorero. El primer acuerdo fue solicitar autorización a la familia para la exhumación y traslado de los restos y al obizpado de La Habana dueño del cementerio para que diera su permiso para efectuar este acto.

El 8 de marzo de ese año se inició la exhumación de los estudiantes fusilados, acto tristísimo al que acudió Fermín junto con otros familiares y compañeros de los muchachos sacrificados. Los restos fueron encontrados el día 9 tras un penoso y largo esfuerzo, pues el tiempo, la humedad y el hecho de haber sido sepultados directamente en tierra aceleraron la descomposición de los restos. Finalmente  fueron trasladados al panteón de la familia Álvarez de la Campa, en espera de la construcción de un panteón para ellos.

Realizada la exhumación, la Comisión presidida por Fermín procedió a una suscripción pública, apoyada por algunos medios de prensa habaneros, para levantar una tumba monumental digna de los jóvenes inocentes. Cientos de contribuyentes colectivos e individuales, de prestigiosas instituciones sociales y culturales o de humildes talleres de tabaquería fueron aportando dinero para tan noble causa.

Es asombroso constatar lo hondo que caló en el pueblo cubano este acontecimiento, reflejado en los documentos que conservó Fermín[29]  en los que se encuentran listas de contribuyentes de La Habana, de ciudades del interior de Cuba y la entusiasta contribución de los combativos y patrióticos emigrados cubanos de Tampa y Cayo Hueso, en la Florida, Estados Unidos

El mismo Fermín preparó una nueva versión del libro que sobre los hechos había publicado en España, ahora bajo el título, “El 27 de noviembre de 1871”, en una edición de cuatro mil ejemplares salida en marzo de 1887 y agotada rápidamente. Todo lo recaudado por ese concepto fue dedicado a erigir el Mausoleo. En mayo de ese propio se hizo una segunda edición, con nuevos capítulos agotada también con rapidez.

Esta labor reinvindicadora fue atentamente seguida por José Martí desde los Estados Unidos que ve en la misma un factor de unidad de todos los patriotas en Cuba y fuera de ella, que podría tener una repercusión en los futuros planes independentistas que ya el gestaba.

En febrero de 1887 José Martí, tras un largo silencio de nueve años se comunica con el amigo en carta  larga y sentida  en la que comunica en primer lugar la muerte de su padre Mariano Martí para dar paso luego a su opinión sobre la actitud de Fermín en los acontecimientos reinvindicadores de los estudiantes de medicina fusilados en 1871:

“(...) Mi dolor Fermín, es verdadero y grande; pero la bravura y nobleza que acabas de dar muestra han podido consolarlo. Hace tiempo que nonos escribimos; pero acabo de leer tus cartas en La Lucha y la relación de lo que vale más que ellas, el acto tuyo que las provoca, -y no puedo reprimir el deseo de apretarte en mis brazos.

“Tú has hecho con singular elevación, lo que acaso nadie más que tú se hubiera determinado a hacer. Lo has hecho sin pompa y sin odio como se hacen cosas verdaderamente grandes (...)¡Oh! Si por desdicha hubiésemos estado en guerra, podría decirse, Fermín que tú solo has vencido a muchos batallones”[30]

La carta llega a Fermín en un difícil momento familiar, empeñado en cuerpo y alma en la exoneración de sus compañeros, está sin empleo, enfermo, pobre y enemistado con su hermano Eusebio:

“Cuando dos hermanos han dejado de verse y se encuentran en la vida atraídos por la fuerza amorosa de sus almas, enmudecen los labios y lloran; (...) te juro que ningún aplauso ha sonado en mis oídos con más gusto para mi que tu carta cariñosísima que he leído y releído con toda mi alma.

“Y esto sin embargo hoy tranquilo. Sigo mi misión o mejor dicho cumplo mi deber y ¡adelante!”[31]

A partir de este momento se restablece entre ellos una fluida comunicación en la que Martí alienta a Fermín a continuar la obra emprendida en la creación de un monumento a los estudiantes fusilados y sigue al amigo en su esfuerzo por hacer justicia.

En este empeño hecho público contará con el apoyo de la opinión pública cubana, tanto en la isla como en la emigración y contacta con el escultor cubano más importante del momento José Vilalta y Saavedra, residente en Italia para que se hiciera cargo de la ejecución de la tumba. El 8 de mayo de 1887 el joven escultor cubano le escribe a Fermín desde Carrara, Italia donde estudia en la Regia Academia de Bellas Artes:

“(...) he pensado enseguida en hacer y mandarle mi boceto en dibujos del Monumento basándome en el punto de vista filosófico histórico de los sucedido, pero sin hacer ninguna alusión política (...)[32]

A petición de Fermín  José Martí escribe un artículo para el periódico La Lucha (9 de abril de 1887): “Desde Nueva York.- Fermín Valdés Domínguez, por José Martí”, de gran repercusión entre los cubanos.

En el mismo Martí recuenta los sucesos del 27 de noviembre de 1871, con mucho cuidado y moderación, pero sin dejar de señalar el ciego odio que llevó a los hechos:

“¡El hierro no se ha calentado todavía a fuego bastante intenso para marcar como fuera debido la frente del primer infame!.

“(...)¡Día radioso será para Fermín Valdés Domínguez y digno de su carácter y su gloria, cuando al entregar a la patria el mausoleo de los muertos vindicados por su esfuerzo, alcance a ver, en el silencio religioso del gentío, a los mal aconsejados que nos los arrebataron, desceñidas las armas y con las cabezas descubiertas”[33]

La obra reinvindicadora de Fermín lo hacen una persona muy conocida y popular en los medios intelectuales habaneros, donde se le solicita con más asiduidad para dictar conferencias, usar de la palabra, presidir actos de beneficencia, políticos y de otra índole. En medio de estas actividades los autonomistas ayudan a Fermín a fundar un nuevo periódico junto con Antonio Zambrana, desde el cual se hace eco de las ideas del partido ganando adeptos y simpatizantes entre las clases medias y más humildes.

La línea editorial de este vespertino era la defensa de las ideas autonomistas,  las virtudes del cubano para el autogobierno dentro de la monarquía y la exaltación patriótica de los méritos nacionales. Hay en el periódico una marcada simpatía por los trabajadores manuales.

El Cubano, que es el nombre de este periódico, defiende y divulga las buenas costumbres del criollo, sus aptitudes para el autogobierno y las virtudes de los habitantes de la isla. Desde sus páginas  Fermín critica al poeta  José Fornaris al considerar que su recién fundado Liceo alienta a los cubanos al entretenimiento ligero y menos instructivo; desde su diario arremete contra el danzón,  considerándolo baile indecente,  al tiempo que resalta las virtudes de ilustres cubanos como  Anselmo Suárez y Romero, José de la Luz y Caballero, José Joaquín Palma, Felipe Poey y su maestro Rafael María de Mendive, a quien llega a calificar como “el mejor poeta vivo” de la isla; todo esto en artículos escritos con vehemencia  como era su característica al defender lo que creer justo.

Tras unos meses al frente de este periódico  Fermín comienza a notar la actitud colaboracionista de la cúpula del Partido Liberal Autonomista, y la pasividad de los diputados a Corte por este partido al plegarse a las presiones del Ministro de Ultramar y la bancada integrista en cuanto a las aspiraciones de reforma de los autonomistas. Ante esta situación  decide renunciar a la dirección del periódico El Cubano.

En carta dirigida a Ricardo del Monte, director del principal diario autonomista de la isla, El País y fechada el 2 de julio de 1888 le expresa sus razones:

“Dr. Sr. Ricardo del Monte, director de “El País”= distinguido amigo correligionario:= A dicho V. A mi amigo el Sr. José Varela Zequeira que yo inspiraba los artículos que se publicaban en “El Cubano”; Y esta afirmación de Ud. me obliga a tomar la pluma para negarla públicamente porque envuelve una ofensa(...) Como autonomista dije al país –con mi último artículo- lo que sentía, lo que siento, lo que me apena como cubano.= Ante la oprobiosa situación, que nos degrada, no bastan las protestas aisladas, ni publicar alguna vez artículos gallardamente escritos y sentidos con el más amargo pesimismo: es necesario algo más(...); pero la Junta Central se opuso al retraimiento, y lo condenó “El País”, y se piensa que toda la ilegalidad del Bando ha desaparecido, gracias a un acuerdo entre un ministro y uno de nuestros diputados; y lo que han dado representación a los miembros de la Central, o han permitido que estos la den a otros, nada dicen: (...) ante esta situación ridícula y anti-patriótica entendí que debía callar y dejé la dirección en “El Cubano”(...)

(...)Yo no quise romper con los hombres de mi partido y dejé la dirección de mi diario esperando el día en que mis predicaciones se vean cumplidas, y en que todos escribamos inspirados tan solo en el amor de nuestra patria y sin sujetarnos a la voluntad de los ministros españoles: muy dados a ofrecer, pero nunca dispuestos a salvar nuestra angustiosa vida política económica (...)”[34]

Fermín está decepcionado de los rejuegos politiqueros de los autonomista y se separa del mismo en los momento en que ya tiene un prestigio en la sociedad habanera, tanto por su periodismo, como por su esfuerzo al frente de la Comisión para reivindicar a los estudiantes de medicina fusilado en 1871.

El 6 de junio de 1888, El Cubano publica un editorial firmado por La Dirección que por el estilo en que esta escrito parece obra de Fermín, ya formalmente alejado de la dirección del diario, en el que critica a la Junta Central del Partido Autonomista por dar la callada por respuesta ante la renuncia de Fermín a la dirección del periódico en protesta por la política del partido autonomista.

Discretamente se hace a un lado y prefiere regresar a su humilde puesto como médico municipal a convertirse en cómplice del colaboracionismo con la metrópoli. Se aparta discretamente de la vida pública habanera y decide marchar a la lejana ciudad de Baracoa donde se establece como médico a partir de noviembre de 1888.

La década de los ochenta del siglo XIX  es el período de madurez intelectual de Fermín Valdés Domínguez, por su amplia participación social en el debate intelectual de la época con sus colaboraciones para la prensa habanera, su presencia en prestigiosa instituciones criollas de la época y sus escritos de carácter médico, principalmente en el tema de la higiene y la prevención dada su experiencia como médico municipal.

En ocasiones su ímpetu y ardor parece dominar su prosa directa, pero en otros momentos la mesura trae elegancia a su manera  de decir las cosas, reflejando un espíritu inquieto, batallador y curioso, en ocasiones pesimista e inconstante en la consecución de sus objetivos.

En sus momentos más brillantes de este período no le falta el aliento y consejo de su gran amigo José Martí, quien lo conoce bien y sabe influir con mucho tacto en aquella alma gemela de la suya.

Su renuncia a una vida capitalina y la mesura de su actuación en la ciudad de Baracoa, deja entrever la posible influencia de la frecuente comunicación con Martí reanudada en 1887 y que permite al Apóstol seguir al amigo, apoyarlo en sus propósitos, que son comunes y convertirlo de hecho en un corresponsal confiable sobre la situación  en una  región que Martí sabe determinante en la reanudación de la guerra por la independencia: Oriente.

En lo personal, se reduce cada vez más su pequeña familia, el 14 de diciembre de 1887 muere su hermano de crianza Eusebio Valdés Domínguez, el mismo que avergonzado de su condición de expósito esconde el Valdés tras un V y que había convertido su vida en un amargo ejercicio de expiación y soledad, tal vez llevado por su carácter uraño y el fracaso de sus aspiraciones. En los últimos años no se veían mucho y un gran rencor había crecido entre ambos, dado el egoísmo y la mala administración que hizo Eusebio de la herencia común. Murió en Industria 122, en la cual ya no vivía Merced Quintanó, la madre adoptiva de los dos, quien meses después muere  en una casa de la calle San Nicolás, el 1º de marzo de 1888.

Estancia en Baracoa

El 3 de noviembre de 1888 le da la bienvenida a la Ciudad Primada de Cuba el periódico “El Baracoano”:

“Bienvenida:

Cordialmente se las damos al inteligente y distinguido Doctor en Medicina D. Fermín Valdés Domínguez, autor del bien escrito folleto “El 27 de noviembre”, quien tantas simpatías se ha captado en esta isla por sus generosos sentimientos al depurar y señalar ante las conciencias honradas los funestos resultados que ocasionan las pasiones bastardas cuando se albergan en pensamientos extraviados.

“El Sr. Valdés Domínguez como médico es también bastante conocido por sus trabajos en La Habana en la Asociación de Estudios Clínicos, en la Junta Central de Vacunas, en la Academia y Sociedad Antropológica, así como por sus actividades como Médico Municipal tanto en La Habana como en Santiago de las Vegas, en donde entre otros cargos desempeñó la plaza de médico del Centro de Instrucción, mereciendo un honroso atestado por el tratamiento de la fiebre amarilla”[35]

La llegada de Fermín a Baracoa fue un momento importante en su vida, pues como el mismo dice le permitió conocer a muchas personas nobles que “(...) no se enervaban en los vicios que quitan fuerza al brazo y nobleza al alma”[36]

Durante su permanencia en Baracoa, que duró hasta 1893, recorrió con mucha frecuencia la serranía que circunda la villa y pudo conocer las condiciones de vida de los campesinos de la zona, su disposición patriótica y adentrarse un poco en la cultura de los primitivos pueblos que habitaron la región:

“Entre aquellos hombres estudié el insecto que destruía los cocales y por ellos pude coleccionar valiosos recuerdos de la triste vida de los indios.

“Lloré en las solitarias márgenes del río Ovando de oscuras y sombrías aguas, -al conjuro de la crueldad con que fueron allí perseguidos los indios por el déspota español (...)

“¡Oh! Cuántas veces detuve mi caballo en las “ Murallas de Pueblo Viejo” –lugar en donde(...) tuvieron los indios un caserío y en el que se encuentran restos de ollas de barro y los instrumentos de sílice que le servían para trabajar la piedra y a los que se le da equivocadamente el nombre de “piedra de rayo[37]

En Baracoa Fermín se adapta a la sociedad pueblerina que lo admira y abre sus salones, sociedades y periódicos para incorporarlo de modo significativo y sincero.

Desde los primeros momentos colabora con los periódicos, El Baracoano y El Pueblo, desarrollando temas de perfil médico y de interés público, impulsando desde su puesto como médico municipal y forense la creación del Hospital de la Caridad, la vacunación contra enfermedades infecciosas, entre ellas la tuberculosis, para lo cual utiliza la linfa del vacilo de Koch, adquirida con su propio dinero y suministrada a los pacientes pobres de forma gratuita. Viaja constantemente no importa lo intrincado del lugar, para asistir a todos los que le necesitaban.

Desde hacía varios años la región era asolada por una plaga que afectaba a los cocoteros de la región, causando graves perjuicio a una de las producciones mayores de Baracoa. Se desconocía a ciencia cierta que provocaba la enfermedad en los cocoteros, por lo que en  agosto de 1890 se trasladó a la zona el Doctor Carlos de la Torre y Huerta dispuesto a encontrar la causa del mal, para emprender las investigaciones contó con la ayuda de Fermín Valdés Domínguez y entre ambos encontraron que la plaga era producida por un insecto hemíptero de la familia de los Cóccidos (Cochinilias o Güagüas)

Este resultado científico tuvo una repercusión grande en los medios científico de la isla dado el valor económico de los nueces de coco de Baracoa y el Doctor Carlos de la Torre reconoció en la prensa habanera el protagonismo de Fermín en este hallazgo.

En octubre de 1891 el gobierno municipal de Baracoa lo nombra subdelegado de medicina y Cirugía, cargo que ratifica el prestigio ganado entre los pobladores del lugar. También fue nombrado médico de la Compañía Norteamericana de Seguro “La Equitativa” en la comarca (23 de junio de 1892)

Como político Fermín se incorpora al trabajo del Partido Liberal Autonomista, en la Ciudad Primada, que en junio de 1889 lo elige director del Círculo Autonomista de Baracoa, cargo desde el cual organiza a los patriotas de la zona, tanteando sus verdaderas aspiraciones en cuanto a la independencia plena de Cuba.

Desde esta labor como político autonomista, Fermín cumple un valioso servicio a la causa de la libertad de Cuba al contactar a los que llegado el momento estaban dispuestos a luchar por la independencia

“Para mis amigos autonomistas era solamente el delegado en Baracoa; pero yo no olvidaba que ante todo –era el delegado en Baracoa del Partido Revolucionario Cubano”[38]

El 31 de diciembre de 1892 había recibido una breve visita de Gerardo Castellano, quien llegó a Baracoa en el vapor Herrera, para entregarle cartas e instrucciones de José Martí nombrándolo delegado del Partido Revolucionario Cubano en la villa.

Martí no desconocía la actividad revolucionaria que promovía Fermín en la zona, ni sus contactos con los revolucionarios de la misma, entre ellos el Félix Ruenes, líder independentista de Baracoa.

En artículo aparecido en el periódico “El Triunfo” de Santiago de Cuba Fermín explica cual era la situación política de la región:

“Aquí andan retraídos los conservadores: todos son derechistas. Y los que de buen grado, secundarían los patrióticos empeños de los reformistas, no se atreven a manifestar públicamente sus deseos (...) –y no está lejos el día- en que pierdan el miedo y cumplan lo que sus principios y deseos les obligan a defender”[39]

El análisis, aunque dirigido a las posiciones autonomistas de los baracoanos, viniendo de él se hace extensivo a las ideas independentistas que él representa.

En octubre de 1893 Fermín es elegido delegado por Baracoa a la Junta Provincial Autonomista que sesionó en Santiago de Cuba, lo acompañaban también como delegados José Minés y Luis A. Columbié.

En la capital oriental contacta con  Guillermón Moncada, un legendario caudillo de la Guerra Grande, ya muy enfermo pero de gran prestigio entre los revolucionarios orientales, quienes lo consideraban su líder:

“Encontré en él al jefe resuelto a ir a ocupar su puesto y a morir en el campo por lo que cree su deber.

“Allí estaba sin ambiciones y sin impaciencia, esperando el momento de la lucha”[40]

También contactó con Eduardo Yero, el delegado del PRC en Santiago de Cuba y con otros muchos patriotas santiagueros, entre los que encontró la disposición de incorporarse a la guerra en cuanto se diera la orden de alzamiento.

Terminada la Junta Autonomista, quiso Fermín realizar una visita al Santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, recorrido que emprende acompañado por sus compatriotas de Baracoa el 9 de octubre de 1893. De aquella visita queda un testimonio emocionado que permite conocer el estado de ánimo entre la población humilde de la zona oriental del país, en vísperas del reinicio de la guerra por la independencia de Cuba.

En su relato cuenta su encuentro por el camino del Cobre con un grupo de mujeres vestidas de negro y de diferentes edades. Al indagar el motivo de la peregrinación, una de las mujeres, la más anciana respondió:

“Este año no vamos solas. Tú y tus amigos, nos acompañarán. Es preciso que los hombres vengan con nosotras para que la Virgen vea que hay patriotismo en los cubanos: para que oiga más que gustosa nuestros ruegos.

“Llegamos a la Ermita, de rodillas elevaron sollozando, nuestras compatriotas y hermanas (...) la más triste y patriótica plegaria. La esposa recordaba los heroísmos del esposo, la madre al hijo de sus entrañas, y todas a los que cayeron como hombres en el combate sangriento.

“-No nos deje morir esclavas, madre mía de la Caridad; da fuerzas a los cubanos para que arranquen al español esta tierra que es nuestra, y puedan gozar, los que supieron morir, la dicha perdurable de descansar en tierra libre[41]

Así resumía Fermín la decisión de una buena parte de los cubanos ante la alternativa de reiniciar la lucha, la resolución que contactó en las comarcas orientales y que pudo trasmitir a Martí al reencontrarse con este.

Ya de regreso a Baracoa Fermín y sus compañeros de viaje hacen una breve escala en Guantánamo donde son recibidos por los miembros de la Junta del Partido Autonomista en la villa y de forma más discreta Fermín contacta con algunos de los conspiradores revolucionarios, de los muchos que esperan por la hora de reiniciar la lucha por la independencia.

Poco era el tiempo que le queda en Baracoa, las amarguras de la separación de su esposa hicieron muy incómoda su presencia en la Ciudad Primada, por lo que apuró el arreglo de asuntos pendientes para alejarse de esta villa que le había proporcionado momentos muy gratos en lo personal. A mediados del mes de diciembre de 1893 abandona Baracoa.  Dejaba al frente del Partido Revolucionario Cubano  a Félix Ruenes, el patriota de mayor ascendencia entre los independentistas de la zona

“En la más hermosa tarde de los últimos días del mes de diciembre del año mil ochocientos noventa y tres, dejé La Habana en el vapor Panamá”[42].

Marchaba a Caracas, Venezuela  llevando algunos ejemplares de objetos indios encontrados en la región de Baracoa, “(...) antes y después de mis excursiones por sus montes con el naturalista Dr. Carlos de la Torre y el antropólogo Dr. Luis Montané”[43],  país donde contactaría con estudiosos venezolanos para comprobar la autenticidad de aquellas  piezas de arqueología aborigen.

Llevaba cartas de presentación de los antes mencionados para el embajador francés en Caracas, Marqués de Vilmer y otra de su amiga la poetisa puertorriqueña Lola Tio para Arístides Rojas, una autoridad en arqueología aborigen en el Caribe. Le muestra las piezas que trae y este le confirma el origen arahuaco de las mismas. Su relación con el profesor Rojas le permite conocer la estimación de los caraqueños y en particular él, por José Martí, a quien recordaban muy bien desde aquella breve estancia entre ellos en el año 1881.

“El fue quien me hizo conocer cómo en su patria se estimaba a Martí, como maestro, en derecho, ciencias, historia y literatura, como genio de nuestra política y como el primero de nuestros oradores[44]

La prensa venezolana se hace eco de su presencia en tierras bolivariana, resaltando su condición de reinvindicador de los estudiantes fusilado en 1871 por el colonialismo español en La Habana, su labor periodística y su amistad con Martí.

Cumplida su misión en Venezuela Fermín parte del puerto de La Guiara en el vapor “Caracas” rumbo a Nueva York, ciudad a la que llega en la noche del 27 de enero, sin avisar.

Al medio día del 28 de enero sale en busca de la oficina de Martí, muy cercanas al puerto. En el trayecto se encuentra con Benjamín Guerra, Tesorero del Partido Revolucionario Cubano, quien lleva el mismo rumbo y le pide a Fermín que se esconda para darle la sorpresa a Martí.  Al entrar a la habitación Guerra le dice al Apóstol:

“-Martí le traigo a un hermano que ha venido a la fiesta.

“-Ese es Fermín –contestó Martí.

“Durante algunos minutos estuvimos abrazados y sin hablar: lo hicieron por nosotros nuestras lágrimas.

“Te esperaba –me dijo besándome cariñosamente- sabía que en Caracas te trataban bien; pero estaba seguro de que no te habrías de detener allí más que el tiempo necesario[45]

En  manuscritos conservados en el Archivo Nacional de Cuba Fermín relata sus impresiones sobre este  Martí maduro que encuentra en Nueva York, algo más grueso de mirada triste, más severo, siempre activo y amoroso. Relata su constante actividad en su despacho, el “divino reguero” de aquel sitio lleno de objetos que le recuerdan a la patria y los amigos y la constante presencia de sus libros. Reseña su despreocupación por su salud y como a pesar de padecer de anemia, solo se interesaba por su trabajo en servicio de Cuba.

José Martí lo lleva consigo a la casa de huésped de Carmen Miyares, allí continuarán las conversaciones íntimas y  ese deseo grande de fortalecerse mutuamente después de muchos años de separación y sufrimiento. Los días en que permaneció en Nueva York, Fermín compartió la habitación con el amigo, que no permitió que se mudara para otro cuarto.

Días después organiza Martí entre los emigrados cubanos de Nueva York una velada para homenajear a Fermín en el salón Jaeger’s donde resalta no solo  al amigo sino al patriota cubano que ha tenido el valor de desafiar a España reivindicando a sus compañeros fusilados el 27 de noviembre de 1871. Ese día las palabras del Apóstol sirven para exaltar los valores patrióticos de Fermín, al tiempo que se enorgullece de su amistad cierta:

“Juntos gustamos por primera vez la lealtad de los amigos que es la almohada(...) Juntos descubrimos en nuestra naturaleza el fuego escondido de la cólera patria, que enseña y ordena, desde el sigilo del corazón y nos juramos a la única esposa a quien se le perdona las ingratitudes y el deshonor(...) Y juntos probablemente, moriremos en el combate necesario para la conquista de la libertad, o en la pelea con los justos y desdichados del mundo se ha de mantener contra los soberbios para asegurarla[46]

En ese discurso Martí también exalta los trabajos médicos y de investigación y las publicaciones hechas por el amigo.  Fermín es desde entonces un colaborador del periódico “Patria” pero ya se le notaba la diversidad de pensamiento en cuanto a la política a seguir en la nueva Cuba, en la Cuba después de su liberación porque Fermín era partidario de las ideas socialistas, ya presente entre las clases trabajadoras de Cuba y la emigración

Estando en Nueva York Fermín escribe dos artículos para el periódico Patria que aparecieron en las ediciones del 3 y el 16 de febrero: “Mi Cuba” y “Lo que infama y lo que enaltece”. A pesar de su activa presencia junto al Apóstol, Fermín no se siente a gusto en esta ciudad, el frío y las características de la emigración cubana  en ella lo hace añorar estar más cerca de los emigrados de Cayo Hueso, gente de extracción humilde, a los cuales ya conoce desde los días de recaudación de fondo para el Monumento de los estudiantes de Medicina. Conoce de su combatividad y patriotismo y junto a ellos quiere estar.  

Martí hace lo imposible por retenerlo a su lado en esos días de intenso bregar político, pero finalmente accede al pedido del amigo y se separa de él. Al despedirse Fermín le obsequia  algunos objetos de los aborígenes cubanos que ha traído desde Baracoa y en su despacho, sobre el escritorio junto a la foto de Don Mariano y el grillete quedan aquellas reliquias cubanas. A cambio Martí le da su cartera, un pequeño peine y otros objetos que acompañan al amigo.

“(...) Allá le va el corazón, y allí quiere estar él. Lo que tenga que esperar será allí o donde el cayo vaya (...) a Fermín le es precisa la vida criolla (...) va pues, por lo mismo que le quiero tanto, y ya tuvo a mi lado sus vacaciones –no lo quiero retener” [47]

El día 3 de abril de 1994 Fermín Valdés Domínguez marcha a Cayo Hueso, le acompaña Manuel, el hijo mayor de Carmen Miyares. Lleva el encargo de contribuir a levantar los ánimos entre los emigrados cubanos del Cayo.  

“Al despedirme de la afectuosa y buena señora de Mantilla y de sus hijas, le dije cariñosamente a María:

“-¡Hasta que vuelva de la guerra!

“Y Martí terminó mi frase:

“-¡Si volvemos!”[48]

Al llegar a este lugar, lo recibe el Cuerpo de Consejo del Partido Revolucionario Cubano y muchos emigrados que expresan su cariño y admiración, los cubanos le conocen por el gallardo gesto de reivindicar a los estudiantes de medicina y le tienden la mano solidaria para que se sienta bien entre ellos.

Reside en la calle Duval en la que instala una modesta consulta de médico, al tiempo que se une a los grupos revolucionarios en los preparativos para la lucha por la libertad de Cuba y mantiene una colaboración muy amplia con la prensa revolucionaria de los cubanos, colabora con el periódico Patria y se le ve con mucha frecuencia en mítines y veladas para recaudar fondos y  hacer propaganda a favor de la Revolución que se avecina.

El 5 de abril de 1894 publicó “Patria”: “Camino de Key West, Fermín Valdés Domínguez salió antier (...) va el noble médico donde lo llaman (...) pero “Patria” no dirá adiós a Valdés Domínguez.”[49]

Desde su llegada a Cayo Hueso Fermín se integra al movimiento revolucionario, colabora con a prensa cubana de la emigración, principalmente con El Yara y sostiene una fluida correspondencia con otras personalidades independentistas, Máximo Gómez,  Enrique Loynaz del Castillo, Sotero Figueroa, Juan Fraga, Gonzalo de Quesada y  por supuesto José Martí que está muy al tanto del amigo y compañero de causa.

En Cayo Hueso conoce a la jovencita Asunción Castillo y Camus[50], hija de emigrantes cubanos con la que inicia una hermosa relación amorosa que solo terminará con la muerte.

En el Cayo entra en contacto con las ideas anarco-sindicalistas y se delinea mejor sus simpatías por el movimiento obrero, sus reivindicaciones y propósitos clasistas, aunque no hay  evidencias de su militancia en partidos o asociaciones obreras.

Existe una carta que José Martí le dirige a Fermín en la que le celebra en principio su simpatía a “(...) los cubanos que por ahí buscan sinceramente, con este nombre o aquel, un poco más de orden cordial, y de equilibrio indispensable, en la administración de las cosas de este mundo” (...)[51], para luego hacer un interesante juicio en la que deja en claro su posición en cuanto a las ideas socialistas de su época:

“(...) Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras: -el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, -y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos (...) Pero en nuestro pueblo no es tanto el riesgo, como en sociedades más iracundas, y de menos claridad natural: explicar será nuestro trabajo, y liso y hondo, como tú lo sabrás hacer: el caso es no comprometer la excelsa justicia por los modos equivocados o excesivos de pedirla. Y siempre con la justicia, tú y yo, porque los errores de su forma no autorizan a las almas de buena cuna a desertar de su defensa"[52]

Desde su regreso a La Habana, después de graduarse en España, Fermín mostró una simpatía por los trabajadores manuales cuya situación fue conociendo mucho mejor desde su condición de médico municipal en Santiago de Las Vegas y posterior, supo de las condiciones de trabajo y en artículos que publicó en esa época denunció como estas influían para la aparición de enfermedades, y mal formaciones que afectaban a esta humilde gente. Sus simpatías lo llevaron a codearse con los trabajadores tabacaleros, conocer sus ideas y aspiraciones, que no dejó de reflejar en sus artículos publicados en la capital de la colonia.

Ahora en Cayo Hueso, tiene una vida social muy activa  y mientras hace propaganda a favor de la independencia, habla en mítines obreros y contribuye a la recaudación de fondos para el Partido Revolucionario Cubano, va conociendo las ideas anarco-sindicalista que circulan entre los obreros en los Estados Unidos.

Ya están juntos ambos amigos poniendo el hombro para  avanzar en el logro de los objetivos por los que tantos sacrificios han afrontado durante largos años, juntos o separados, manteniendo una amistas que los enorgullece y que no se ocultan para proclamarla:

“(...) hay un hombre a quien quiero yo, porque es bueno, porque es valiente, porque es generoso, como si fuera de mis entrañas”[53], así dirá José Martí a Paulina Pedroso de Fermín.

“Y aún me parece –en mi dolor- que no honro bastante la memoria del hombre que más ha vivido y vive en mi alma”[54]. Reflexiona Fermín sobre su amigo.

A fines de 1894 Fermín se traslada a Tampa y se radica en la comunidad cubana de West  Tampa se relaciona con muchos cubanos, ejerce la medicina y mantiene una activa militancia revolucionaria en la recaudación de fondos, la propaganda independentista y una constante comunicación con José Martí, Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra.

En esta ciudad conoce a la jovencita Asunción Castillo, con la que se compromete a casarse después de la guerra. Es una joven cubana hija de una familia de emigrados revolucionarios incorporados, como la mayoría a la causa por la independencia. Entre ellos se establece una hermosa relación testimoniada por la amplia e intensa correspondencia de Fermín Valdés Domínguez hacia ella, primero desde la misma Tampa y luego desde la Cuba insurrecta. Su apasionamiento casi infantil reflejan la inseguridad de una hombre solitario y decepcionado en temas de amores que busca confianza en una muchacha que se convierte en depositaria de los testimonios y reflexiones más agudas, polémicas y sinceras sobre el movimiento revolucionario independentista y el decurso de la guerra.

Al producirse el fracaso de la Fernandina en enero de 1895 se encuentra entre los primeros que se alistan para salir  rumbo a Cuba razón por la cual contacta con Serafín Sánchez y Carlos Roloff, según sus propias palabras Gonzalo de Quesada le recomienda que no vaya en esta primera partida, petición que él rechaza por considerar que era en Cuba su lugar tras el comienzo de la contienda libertaria.

La Guerra Necesaria

El inicio de la guerra de independencia el 24 de febrero de 1895 es el momento culminante de todos los esfuerzos de los cubanos independentistas liderados por José Martí y el Partido Revolucionario Cubano. Desde la clarinada de ese día para los emigrados cubanos no había mayor preocupación que la recaudación de fondos y la incorporación a la contienda que se desarrollaba en Cuba.  

José Martí desembarca junto con el general Máximo Gómez el 11 de abril de 1895 por Playitas de Cajobabo, pocos días antes, el 1 de abril ha llegado el General Antonio Maceo. Los difíciles primeros momentos en la manigua cubana lo compensan la dicha de estar en Cuba, el contacto con la naturaleza y su gente. En estos momentos importantes para su vida viene el recuerdo de su amigo Fermín:

“(...) ¿Y Fermín? ¡Ah, si Fermín pudiese caer en su Baracoa! Pero no, el gordazo, a andar como: se nos acaba (...)”[55]          

Será la última referencia escrita al amigo que se esfuerza en los Estados Unidos por unirse lo más pronto posible al Ejército Libertador en Cuba. Luego de muchas dificultades para alistarse en una expedición, dada la persecución y vigilancia de las autoridades norteamericanas, Fermín se alista en una expedición que sale el 6 de junio de 1895 de Cayo Hueso con un grupo de patriotas comandados por Carlos Roloff y Serafín Sánchez. El grupo permaneció en un cayo desierto (Pine Key) cercano a la Florida por más de un mes, esperando un vapor que los trajera en Cuba, algunos desistieron del propósito por las difíciles condiciones en que tuvieron que sobrevivir, escondidos en los manglares de aquel islote inhóspito.

Es allí donde decide Fermín  escribir sus notas sobre sus peripecias y reflexiones que conformarían luego su “Diario de Soldado”[56]. En principio su objetivo fue irle contando a su novia todas las incidencias relevantes de la vida en campaña, pero poco a poco el contenido de sus manuscritos va alcanzando mayor relevancia, al relatar no  solo aquellos aspectos de su vida personal, sino acontecimientos de interés histórico, tomas de decisiones importantes, conductas de personalidades de la guerra y la revolución y sobre todo, el criterio objetivo a veces, apasionado muchas, pero que permite tener un testimonio valiente de primera mano de las interioridades de la vida en las filas mambisas.

En medio de estos preparativos conoce  la muerte de Martí, fue para él un duro golpe que  en lo personal  acrecentaba la voluntad de cumplir con su deber de cubano:

“(...)Me impuse ese sacrificio más y esperé y aquí estoy dispuesto a todos los sacrificios: pero con el corazón despedazado. Sin Martí(...)[57]

Finalmente el grupo fue recogido por el vapor “James Woodal” el 8 de julio, iniciando una larga y peligrosa travesía hasta un lugar en la costa sur de la actual provincia de Sancti Espíritu, en el que desembarcan el 24 de julio de 1895:

“Punta del Caney” es el nombre del lugar en donde desembarcamos (...), la marcha del veinticinco fue para mí y para todos una de las más alegres de nuestra vida. Era una mañana en Cuba, una mañana en la patria después de tantos tristes días de angustias, de sufrimiento en la emigración[58]

Desde su llegada Fermín solicita ser destinado al servicio de campaña, en el que pudiera enfrentar al enemigo cara a cara, pero la gran necesidad de organizar el servicio sanitario en la zona de Las Villas lo llevará al cargo de Jefe de Sanidad del 4to Cuerpo de Ejército Libertador con los grados de coronel, bajo el mando del general Carlos Roloff, no obstante participó en numerosos combates y escaramuzas.

La llegada de la expedición comandada por Serafín Sánchez y Roloff dio un impulso a la Revolución en la provincia de Las Villas, que había permanecido al margen de la contienda, pero ahora comenzaba a sentirse en todo el territorio con la destrucción de medios de comunicación, asalto a fortines y pueblos, a más de la organización civil de la retaguardia mambisa.

Fermín desanda los caminos  intrincado de la manigua del Escambray  y las Ciénagas de Zapata supervisando los hospitales de sangre y rancherías donde se recuperaban los heridos del Ejército Libertador. Su presencia en la Ciénaga fue de mucho valor, por el trabajo sanitario que desarrollo con los heridos y enfermos que se encontraban en la intrincada cueva de Matagas, lugar insalubre donde era frecuente el paludismo y la presencia de las patrullas de contraguerrilleros. Él mismo enferma de fiebres palúdicas, estuvo a punto de caer prisionero de los españoles y fue levemente herido en una pierna.

La necesidad de dar coherencia a la Revolución independentista que se había iniciado en Cuba, inspirada por José Martí, impulsa un proceso para elegir los representantes de mambisado a la Asamblea Constituyente en la que se elaborará una Constitución y se eligieran las autoridades de la República en Armas, dichas elecciones se realizaron por los Cuerpos de Ejército en que estaba dividido el territorio insurrecto.

El 13 de septiembre de 1895 se reunieron en el potrero de Jimaguayú, lugar donde había caído en combate el Mayor General Ignacio Agramonte en 1873, los representantes electos, entre los que se encontraba Fermín Valdés Domínguez, elegido por Camaguey.

La Asamblea se inicia con la presentación por el joven abogado Rafael María Portuondo Tamayo del 3er Cuerpo de Ejercito, de un Proyecto de Constitución, cuyo punto más polémico fue su artículo 13 en el que se proponía que el Presidente y el Vice-Presidente de la Junta de Gobierno fueran el General en Jefe del Ejército Libertador y su Lugarteniente General, respectivamente.

Terminada la propuesta, Fermín pidió la palabra para exponer su desacuerdo  por el peligro que representaba para la futura república. Alegó que apoyaba en sentido general el proyecto presentado por lo orientales, pero que se oponía rotundamente al nombramiento de Presidente y vice-presidente a los cargos de General en Jefe y Lugarteniente General.

La polémica en torno al tema fue la sustancia básica de la Asamblea y Fermín junto a Enrique Loynaz del Castillo se erigen en líderes y defensores del Gobierno Civil como garantía contra el caudillismo. Al siguiente día el propio Fermín, preocupado porque la intensa discusión creara la división en las filas independentistas y conocedor del criterio Martí al respecto, pidió a la minoría que presentara una propuesta que condujera al logro de un consenso sobre el tema.

Finalmente se llegó a un acuerdo basado en el principio martiano de: “El ejército libre y el país como país, y con toda su dignidad representado”[59] y el 16 de septiembre se aprueba la Carta Magna

De aquellos días en la Asamblea Constituyente de Jimaguayú, escribirá   nuestro biografiado:

“Si yo pudiera en pocas frases, pintar el patriotismo y la fe conque se reunieron, y el tesón conque discutieron los hombres de la Asamblea Constituyente, yo me impondría esa tarea(...)Queda en mi corazón, como en una urna santa, la alegría y la honra de haber puesto mi nombre humilde, al pie de la constitución de mi patria; de haber sido electo dos veces diputado para aquella Asamblea y que mis compañeros me confiaran la misión de llevar al ilustre Gómez, al genio de nuestra guerra, el mensaje anunciándole que había sido electo por aclamación, Generalísimo de nuestra fuerza”[60]

En el sexto día de la reunión se eligió el Consejo de Gobierno, presidido por   Salvador Cisnero Betancourt como presidente y Bartolomé Masó como vicepresidente; Fermín Valdés Domínguez fue designado Sub-Secretario del Exterior.

Terminados mis trabajos como diputado, dejé al Camaguey, y volví al Cuartel General del General Roloff, y de allí por orden de este emprendí el viaje –de nuevo-con el objetivo de organizar el Cuerpo de Sanidad en la Segunda Brigada del Cuarto Cuerpo del Ejército (...)”[61]

De regreso a la región de Las Villas, Fermín tuvo oportunidad de compartir con las fuerzas invasoras de Máximo Gómez y Antonio Maceo, participando en numerosos combates al paso de dichas fuerza por su territorio.

“Ya la fuerza de Gómez y Maceo estaban en Las Villas. Ya había llegado hasta mí, la noticia de las victorias que habían conseguido en la marcha siempre triunfal. Con 20 hombres de la fuerza del simpático comandante Robau, atravesé la línea de los españoles con fuego, y temores sin cuento, hasta que llegamos a Manicaragua. El fuego del enemigo nos impidió incorporarnos a la columna del Mayor Gómez. Esperamos y después de ver desde lo alto de las lomas los combates de Casa de Tejas y Boca del Toro, seguimos el rastro de los nuestro, y allá por el ingenio de Santa Teresa, en Mal Tiempo, nos incorporamos, después de haber saludado al valiente Brigadier Zayas”[62]

Unido a las fuerzas invasoras participa en la batalla de Mal Tiempo, el 17 de diciembre de 1895, de la cual deja sus impresiones de primera mano:

“(...) Tres columnas, compuestas de más de mil hombres, parapetadas tras cercas de malla y de alambre, nos atacaban por distintos puntos y solo doscientos hombres de la escolta de Maceo y Gómez, y algunos villareños, defendían al machete nuestras malas posiciones. A las tres horas, quedamos dueños del campo (...) Más de ciento cincuenta hombres cayeron al filo de nuestros machetes. Recogimos la bandera que decía “Batallón de Canarias”, cuatro mulas de parque, otra con el botiquín, y vimos que llevaba el enemigo más de cien heridos (...)[63]

Con el Cuerpo Invasor el coronel Fermín Valdés Domínguez llega hasta la provincia de Matanzas, separándose de estas fuerzas al no ser nombrado Jefe de Sanidad de 5to Cuerpo de Ejército, por la oposición del Mayor General Antonio Maceo.

Según testimonia Fermín en el Diario de Soldado sus relaciones con Antonio Maceo no fueron nada buenas, debido a su oposición al proyecto de Portuondo en la Asamblea de Jimaguayú, lo que le impidió ocupar la vacante que como Jefe de Sanidad tenía el Quinto Cuerpo de Ejército, acción que le disgustó mucho y le hizo pedir al Generalísimo su traslado a Oriente bajo el mando del General José Maceo, como Jefe de Sanidad del Primer Cuerpo de Ejército.

En la carta que el Generalísimo dirige a José Maceo, le dice entre otras cosas: “El Dr. va nombrado Jefe de Sanidad Militar del 1er Cuerpo de Ejército y por lo tanto, como mi particular amigo, se lo recomiendo muy mucho. El le será de bastante ayuda, no solamente en el desempeño de sus funciones, sino también con su influencia política y social, sobre todo en la comarca de Baracoa”[64]

Por estos mismos días de enero de 1896 el Gobierno de la República en Armas llama a Fermín Valdés Domínguez para que se ocupe de la Secretaría del Exterior, por vacante de su titular en su condición de  Sub-Secretario de esa cartera. Desde el 13 de enero permanece junto al gobierno, misión que no le resulta nada grata, por la inactividad combativa y las intrigas y habladurías que descubre en el seno de aquel grupo de patriotas llamados a conducir la política de la República en Armas.

Lo más significativo de esta breve estancia de Fermín en la Junta de Gobierno fue su oposición a la Ley Orgánica Militar que pretendía pasar el presidente Salvador Cisnero Betancourt y su Secretario de Guerra Carlos Roloff. En ella se creaba una jefatura para toda la región oriental, ignorando el liderazgo de José Maceo e inmiscuyéndose en asuntos militares que solo eran competencia del General en Jefe.

Fermín intervino en la discusión para señalar la inconstitucionalidad de tales actos pues la Constitución no autoriza  al Ministro de la Guerra a dictar órdenes, ni hacer modificaciones que solo eran prerrogativas del jefe del Ejército Libertador.

Se iniciaba una larga disputa entre el Mayor General José Maceo, Jefe del Primer Cuerpo de Ejército y el Gobierno, dispuesto a imponerle la subordinación a un Jefe de Oriente, que abarcara los dos Cuerpo de Ejército de Oriente y el de Camaguey.

En este problema la posición de Fermín fue de principio, siempre al lado de José Maceo, no solo por considerar que era anticonstitucional aquel acto del gobierno, sino por lo méritos patrióticos de este insigne caudillo al que tuvo tiempo de conocer durante el período que tuvo bajo su mando.

Es digno de comentar el interés del cónsul norteamericano en Santiago de Cuba  de contacta con él en su condición de Secretario Interino del Exterior en el Gobierno de la República de Cuba en Armas; las razones de este diplomático era sondear la posición de Fermín en caso de una intervención yanqui en la guerra de independencia cubana, por esos días anota en su diario:

“No me han dicho los americanos nada nuevo sobre nuestros asuntos y solo tenía por objeto la llamada, preguntarme –en nombre del cónsul de los Estados Unidos en Santiago de Cuba- si los cubanos aceptarían la intervención de los Estados Unidos en nuestros asuntos revolucionarios, a lo que contesté de acuerdo con la Constitución, por base de la independencia, sí; de otro modo, no. Les pareció buena mi respuesta y me dijeron que enseguida la pondrían en conocimiento del Cónsul. Querían mi opinión como Ministro de Exterior y como tal la di. Ahora solo comunicarle esto al gobierno[65]

Por varios meses Fermín acompañó al Gobierno por la zona de operaciones del general José Maceo, con lo que pudo conocer al hermano de Antonio, combatir a sus órdenes, saber de sus profundas convicciones y dotes militares.

Al enterarse de la muerte del General José, el 5 de junio de 1896 escribe en su diario: “Si esto en cierto, la Patria esta de duelo, porque Maceo es insustituible. No quiero creer esta noticia, aunque sospecho que es cierta, y recuerdo con tristeza al hombre honrado y leal y al guerrero generoso”[66]

Su aguda visión política lo hacen oponerse a  la manera de conducir el Gobierno y la Guerra de algunas figuras relevantes del mambisado, que no han dejado a un lado los favoritismos, tendencias regionalistas y racistas que tanto combatió José Martí y que siguen  vivas en medio del proceso independentista.

Fermín continua siendo el eterno inconforme, el hombre apegado a una línea de conducta alejada de maniobras políticas y de intereses personales que él conoció durante su permanencia junto al Gobierno de la República en Armas, se hacían más frecuente sus discrepancias y críticas al presidente, por las constantes intromisiones del Marqués de Santa Lucía  en los asuntos de la guerra, que correspondían al General en Jefe, entorpeciendo el desarrollo de la campaña con decisiones imprudentes y en ocasiones mal intencionadas, que tendían a romper la tan necesaria unidad revolucionaria. José Maceo fue una de las víctimas de esta actitud, al negarle el Presidente sus méritos para ocupar la Jefatura del territorio oriental, cuando sobrados méritos hacían de él el candidato idóneo.

“Entre otra muchas que me guardo, dos razones son las que me inducen a irme de aquí. Es la primera, mi deseo de no tomar parte alguna –ni directa ni indirectamente- en la obra de la desunión. Aquí todos viven de la murmuración, todos critican los actos del compañero, y cada uno se cree un genio. Yo entiendo que todos debíamos tener como nuestras, las faltas de los que a nuestro lado están, y que el que hace algo por la desunión es un traidor y un infame”[67]

Por todos estos motivos Fermín renuncia a sus responsabilidades en el gobierno el 13 de julio de 1896 y decide marchar junto al Ejército Libertador y su General en Jefe Máximo Gómez, el hombre a quien había aprendido admirar por su integridad personal, su capacidad militar y su entrega sin limite a la causa de Cuba.

(Poner fragmentos de su carta renuncia)

En el Estado Mayor de Máximo Gómez Fermín se desempeña como Jefe de Despacho del Generalísimo y desde este puesto mantiene una actitud crítica que se refleja en su “Diario de Soldado”.

Derrotada España y establecida ya en Cuba la ocupación norteamericana, Fermín permanece durante un tiempo  junto a Máximo Gómez en el central Narcisa, como parte de su Estado Mayor, es un duro momento para el movimiento revolucionario cubano, porque las fuerzas insurrectas y sus instituciones legales permanecen sin ser reconocidas por el gobierno interventor, quien actúa  como si tales mecanismos del mambisado cubano no existieran, el gobierno de la República en Armas, aislado en Santa Cruz del Sur y Máximo Gómez con sus fuerzas acampados en el central Narcisa, mientras los ocupantes negocian con figuras aisladas de la insurrección, llamando a su lado para formar parte del gobierno de la isla ocupada a gente del país pero a título personal.

En medio de esta confusión premeditada se debilita día a día el Ejército Libertador que a pesar de no haberse desmovilizado oficialmente se ve poco a poco disminuido por las deserciones de  sus filas formadas por gente del pueblo que lo habían dejado todo para pelear por la independencia pero que terminadas las hostilidades y ante  la incertidumbre de qué iba a pasar en el futuro, la falta de noticias sobre su familia abandonada a su suerte en medio de la guerra y la desorientación ideológica de los líderes del movimiento independentistas, deciden volver junto a los suyos a ocuparse del sostén de su familia.

En tales circunstancias sale Fermín Valdés Domínguez rumbo a La Habana donde obtiene su divorcio de Consuelo Quintanó y de ahí a Tampa para casarse en segundas nupcias con su prometida Asunción Castillo Camus, su  querida Asuntica, hija de emigrados cubanos, casi una niña que desde 1894 mantiene una hermosa relación que la convierte en la corresponsal de sus inquietudes y  la inspiración personal para la lucha. El 26 de diciembre de 1898 formalizan el matrimonio y regresan a Cuba a donde le esperan amargos días de decepción.

Regresa a Cuba,  y se establece en Viñales como médico municipal en el año 1900, manteniendo una activa participación pública en esa localidad y en La Habana donde permaneció al tanto de los pormenores del traslado de los restos de Capdevila para el panteón de los estudiantes fusilados el 27 de noviembre de 1871, en el cementerio de Colón, participó en las gestiones para el mantenimiento de un fragmento de los barracones frente a los cuales fueron fusilados estos jóvenes y gestionó ayuda a muchos compatriotas empobrecidos y olvidados al término de la guerra.

Durante la ocupación norteamericana le embarga la tristeza de ver terminada la guerra sin que se hubiesen logrados los sueños de su amigo José Martí, se radica nuevamente en La Habana a partir de 1904 dados sus problemas de salud. Junto a su nueva esposa Asunción Castillo de apenas 19 años, trata de reorganizar su vida y no deja de estar atento a los destinos de Cuba. Se niega a tomar parte en la política de concordia de los interventores en la que son olvidados los crímenes de los defendieron la causa colonialista

Retoma con celo la tarea de guardar la memoria de los jóvenes estudiantes sacrificados en 1871 organizando actos en su memoria y sosteniendo en 1899 una disputa pública con la Compañía norteamericana Havana Electric Railway Cia. que intentaba destruir completamente el muro en el que fueron fusilados estos jóvenes para hacer pasar por esa zona el tranvía. Gracias a su gestión el Gobernado Militar de la Isla, Leonardo Wood  ordena que se respetara un trozo del muro como monumento.

También está Fermín entre los gestores de la colocación de una tarja en la casa natal de José Martí para perpetuar su memoria. Hecho que se produce el 28 de enero de 1899.

El 22 de octubre de 1901, el Gobierno interventor lo nombra médico forense para asistir a los reos condenados a muerte en la Cárcel Nacional de La Habana, desde un primer momento se escandaliza por el infamante método de muerte que era el “garrote vil”, que él considera una supervivencia de la colonia, puesto que desempeña por muy poco tiempo.

Por esa razón encontró fuerza para encabezar una campaña de prensa para sensibilizar a la opinión pública con este problema, denunciando lo arcaico y cruel de este método, al tiempo que se basaba en criterios médico para rebatir las supuestas ventajas humanitarias para el condenado a muerte.

El 28 de octubre de 1901[68] aparece en el periódico La Discusión su artículo “¡Piedad!”, en el que condena la pena de muerte por inhumana y más si se utiliza para ello el “garrote vil”, días después aparece otro trabajo suyo sobre el tema en el diario El Mundo, “Horas Tristes”[69] y otros muchos trabajos durante estos primeros años del siglo XX tratando de hacer conciencia en el tema. La batalla de Fermín por eliminar el garrote vil, lo lleva a pronunciarse en su contra en donde quiera que le oyeran o le permitieran publicar:

“Yo pedí que –por inhumano y por español- se confinara el aparato de tortura inquisitorial en un museo, pero no era –al parecer- entonces oportuno mi dicho: aquí todo obedece a utilidad periodística o personal (...)” [70]

Fiel a su costumbre coleccionó todos estos trabajos[71] , aparecidos en La Discusión, El Mundo y otros diarios habaneros, hasta 1904 en que aparecen los últimos, tal vez convencido de la inutilidad de sus protestas en una sociedad que se mostraba decepcionada e insensible, dominada por una clase política ambiciosa e interesada en hacer carrera con la República.

Fermín se convierte por su sinceridad, que va más allá de su diario, en una figura molesta para este pro-hombre, como un “amargado resentido”, lo califican y lo atacaron por su carácter y personalidad apasionada, siempre presto a la polémica y a la defensa de sus ideas.

La República lo encontrará decepcionado y triste al comprobar el fracaso de las ideas martianas, traicionadas por los mismos que dijeron defenderlas frente a España. Su actitud desafiante y acusadora lo aisló, viviendo de su trabajo como médico de la Cárcel de La Habana en la que pudo comprobar lo poco que había cambiado desde los años que cumplió sanción por oponerse a la colonia.

Vuelve a ejercer su profesión, pobre y honestamente, como lo había hecho siempre, al apartado pueblo de Viñales, en la provincia de Pinar del Río, donde escribió numerosos artículos en la prensa local. Muy enfermo,  regresó a La Habana, donde vivía en 1905, para fallecer en ella el 13 de junio de 1910.

Pero no es esa su única preocupación, en carta abierta al General Bernabé Boza, fechada el 18 de julio de 1902  y publicada en el periódico El Mundo, Fermín denuncia la convivencia entre los que pelearon contra la independencia y los que lucharon por ella. Sin odio, pero con firmeza en sus palabras en esta carta queda reflejada la frustración y la amargura de este cubano que consideró que en aquel contubernio se traicionaban los ideales de Martí y por esa razón da su criterio sincero y desafiante  en estos párrafos que reproducimos:

“Mi compañero allá y mi hermano siempre:

“Enfermo, desde hace ya días, solo dejo mi rancho para atender a mi destino de Médico Forense, porque como no procedo de la “Junta de Defensa” tengo que andarme con cuidado en esta época de concordia típica.

“La historia tiene sus páginas grandiosas y guarda – también-  tristezas y cobardías y miserias que no se sabe cuándo podrán liquidarse para bien de todos: pero lo que ahora importa es que la protesta honrada se levante, a pesar de las fáciles argucias de los que en el Olimpo se sienten señores y amo de un pueblo humilde pero noble y digno.

“La campaña de los conservadores -a la española (de los godos de toda la América Latina)- es hoy la más triste y podría decirse -pensando en transacciones inútiles,- que es remedo de vilezas pasadas que la dignidad no olvida ni Cuba borra de su libro de amores, porque en él sus páginas se han escrito con lágrimas y sangre.

“Ancha y grande es la puerta de nuestra República (...): todos tienen entrada en ella (...)

“Pero los manchados con la traición y la infamia: los cobardes que se vendieron por miedo o por dinero al enemigo-inhumano y cruel- los denunciantes: los que vistieron-con orgullo- el traje del voluntario o fueron-como guerrilleros. A defender la bandera española, y se gozaron en el asesinato (...) para esos la ancha puerta está cerrada.

“A la ley, dijo Martí, no se le niega el corazón sino a la forma importuna de la ley.

“Y, además de esto, las leyes no pueden servir de bautizo salvador a los miserables. Es imposible que el que sienta aún en su mejilla la bofetada cobarde se presente sin rubor, a oponerse a la justa protesta de la madre infamada o del padre que aún tiene lágrimas para llorar al hijo asesinado.

“¿Vamos, acaso, a la unión y a la concordia olvidando a nuestros héroes y a nuestros pobres?

“¡Vergüenza para los enfermos del alma que así piensen!”[72]

El hombre que así escribe no pide un puesto dentro del gobierno, ni los honores a los que tiene derecho. Está denunciando la complicidad de los privilegiados para adueñarse del poder olvidando el pasado siempre y cuando se respeten sus intereses. Sus reflexiones no tuvieron ecos, eran parte de las airadas y decepcionadas voces de los que fueron a la manigua por la libertad de Cuba y por alcanzar una República martiana en el que la divisa máxima fuera la sociedad “con todos y para el bien de todos”

“Honranse las páginas de BOHEMIA publicar el retrato de Fermín Valdés Domínguez de quien dijo el general Loynaz del Castillo en la oración que pronunció en el acto de su sepelio que con él bajaban a la tumba jirones de nuestra historia.

“Así es: el luchador tenaz, el amigo personal de la mayor confianza del general Máximo Gómez, actor principalísimo y eficaz cooperador de grandes sucesos, es en nuestra historia, algo íntimamente ligado a ella.

“Un rato de conversación con el Doctor Valdés Domínguez, como ella recayera en el pasado agitadísimo de nuestra vida política, era una lección provechosa que confortaba el ánimo.

“Ha bajado a la tumba esa que fue página viviente del libro de nuestra historia, no dado de prestigio y consideración general.

“El gobierno, atento a honrar a los grandes que desaparecen, acordó que el acto del entierro revistiera la mayor solemnidad. Solemnidad que fue mayor por el concurso del pueblo que acompañó el cadáver hasta su última morada (...)

“Flores muchas flores, cubrieron el ataúd: en un ramo se halló la siguiente poesía de nuestra muy distinguida colaboradora Lola Rodríguez de Tió[73]:

Ofrenda

¡Qué menos, ay, qué menos

 Pueden darte las almas generosas 

 Los corazones buenos,

 Que un puñado de rosas

Que no turben tu sueño, silenciosas.

 

 No han de faltarte, espero

Ni lágrimas, ni flores, ni cariño

“Duerme”, dice la patria al compañero

De tanto mártir niño

Yo abriré para ti un ala de armiño!”[74]  

BIBLIOGRAFÍA

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  • ______, El doctor Fermín Valdés-Domínguez, hombre de ciencias y su posible influencia recíproca con José Martí en Cuaderno de Historia No. 84, 1998

Documentos

Fondos de Fermín Valdés Domínguez. Museo Casa Natal de José Martí:

  • Fondos de Fermín Valdés Domínguez. Leg. 3, Exp.5. Museo Casa Natal de José Martí

  • Valdés Domínguez, Fermín: Colección facticia. Legajo 5. Exp. 1. Museo Casa Natal de José Martí

Archivo Nacional de Cuba:

  • Fondos Donativos. Leg. 416. Archivo Nacional de Cuba

  • Fondo Donativo: Leg. 416, Nº de Orden 1ª, Archivo Nac. de Cuba

  • Valdés Domínguez, Fermín: Desde Baracoa, en El Triunfo. Santiago de Cuba, 13/Oct./189

Notas: 

[1] Testamento de Don Mariano Domínguez Salvajauregui. Notaría Pública de Andrés Mazón. Protocolos Notariales. Índice de Protocolo. Leg.73, Nº 533.  Archivo Nacional de Cuba

[2] Ídem

[3] Partida de Bautismo de Fermín Valdés Domínguez. Arquidiócesis de La Habana. Leg, 23. Folio: 89 vuelto. Nº 533

[4] Rafael Sixto Casado Alayeto (1834-1870). Comenzó la carrera eclesiástica que abandonó para dedicarse al magisterio, graduándose en Francia en 1862 y de licenciado en filosofía en 1869 en La Habana, carrera que estudiaba a la par que atendía su colegio San Anacleto.

[5] Rafael Mª de Mendive Daumy (1821-1886). Nacido en La Habana, cursa estudios de filosofía y derecho en el Seminario San Carlos a partir de 1843, en 1848 embarca para Europa. En 1864 fue nombrado director de la escuela Municipal de Varones y en 1867 se le autorizó a abrir su Colegio San Pablo

Desde los diez años publica en la prensa habanera, en 1860 da a concer una compilación de su obra lírica traducida al inglés y al francés. Tradujo a Víctor Hugo y Tomás Moore.

[6] Fermín Valdés Domínguez. Diario de Soldado. La Habana, 1972. Tomo I, pág. 11

[7] Ídem

[8] Fulgor de Martí. Mauricio Magdaleno., p. 36 y 37. México, 1940

[9] Martí, José: Obras Completas. Tomo IV, p. 325. La Habana, 1972

[10] Periódico El Triunfo, 26 de junio de 1908

[11] Fermín Valdés Domínguez: Diario de Soldado. Tomo I Pág.7. La Habana, 1972

[12] Ídem, Pág. 18

[13] Ídem, pág. 19

[14] Íbidem

[15] José Martí: Obras Completas. Tomo IV, p. 325. La Habana, 1972

[16] Valdés Domínguez, Fermín: Obra citada, Pág. 10

[17] Ídem. Pág. 22

[18] Ídem.

[19] Ídem.

[20]  Trabajo leído en Mesa Redonda *"Valdés-Domínguez, hombre de ciencias y posibles influencias mutuas con José Martí ", Centro  de Estudios Martianos. La Habana, noviembre 20 de 1993. Material PDF “Dr. Fermín Valdés Domínguez”, Pág. 2

[21] Sobre estas actividades de Fermín en la masonería habanera se conservan algunos documentos en la colección del Museo Casa Natal de José Martí.

[22] Valdés Domínguez, Fermín: Colección facticia. Legajo 5. Exp. 1. Museo Casa Natal de José Martí.

[23] Idem

[24] Ídem

[25] El doctor Fermín Valdés-Domínguez, hombre de ciencias y su posible influencia recíproca con José Martí. Material Digital. Pág. 5

[26] Ídem

[27] Trujillo, Enrique: Álbum del Porvenir. Vol., I, Nueva York, 1890

[28] José Triay fue uno de los tres periodistas que a través de sus artículos en la prensa habanera que acusaba a los jóvenes estudiantes de profanadores de tumba.

[29] Fondos de Fermín Valdés Domínguez. Museo Casa Natal de José Martí

[30] Martí, José: Obras Completas. Tomo XX, p. 321. La Hab., 1972

[31] Destinatario José Martí. Luis García Pascual (compilador). pág.144. La Habana, 1999

[32] Fondos de Fermín Valdés Domínguez. Museo Casa Natal de José Martí.

[33] Martí, José: Obras Completas. Tomo IV, p.355. La Habana, 1972

[34] Fondos de Fermín Valdés Domínguez. Leg. 3, Exp.5. Museo Casa Natal de José Martí.

[35] Fondos Donativos. Leg. 416. Archivo Nacional de Cuba

[36] Ídem

[37] Fondo Donativo: Leg. 416, Nº de Orden 1A, Archivo Nacional de Cuba

[38] Valdés Domínguez, Fermín: Desde Baracoa, en El Triunfo. Santiago de Cuba, 13/Oct./1893

[39] Fondo Donativo. Leg. 416, Nº 1. Archivo Nacional de Cuba.

[40] Ídem

[41] Fondo Donativo: Leg. 416, Nº de Orden 1A, Archivo Nacional de Cuba

[42] Ídem

[43] Ídem

[44] Fondo Donativo: Leg. 416, Nº de Orden 1B, Archivo Nac. de Cuba

[45] Martí, José: Obras Completas. Tomo IV, p. 325. La Habana, 1972

[46] Martí, José: Obras Completas. Tomo III, p. La Habana, 1972

[47] Fondo Donativo: Leg. 416, Nº de Orden 1B, Archivo Nacional de Cuba

[48] Ídem

[49] Periódico Patria

[50] Asunción Castillo, Asunta con solía llamarla él en sus cartas,   nació en Cayo Hueso en 1879 y se casa con Fermín en octubre de 1898, al terminar la guerra. Murió en La Habana en 1934.

[51] Nueva York, Mayo de 1894 en “José Martí Epistolario” Tomo IV, Pág. 128

[52] Ídem

[53] Martí, José: Obras Completas. Tomo XXII , Pág.232 La Habana, 1972

[54] Valdés Domínguez, Fermín. Artículo per. El Mundo, 26/5/1902.  Colección Facticia. Museo Casa Natal de José Martí.

[55] Carta a Gonzalo de Quesada. Guantánamo 30/4/1895. Obras Completas  de José Martí. Tomo IV, pág. 133. La Habana, 1972.

[56] Documento que abarca desde el 6 de junio de 1895 hasta el 18 de diciembre de 1898  

[57] Carta a su esposa Asunción Castillo. 11/7/1895. Fondos Doc. Fermín Valdés Domínguez. Museo Casa Natal de José Martí.

[58] Valdés Domínguez, Fermín: Diario del Soldado. Tomo I. Pág. 71,  La Habana, 1972

[59] José Martí: Carta a Gonzalo de Quesada. Obras Completas,  Tomo III Pág.172 La Habana, 1972

[60] Ídem al 41

[61] Ídem al 41, Pág. 80

[62] Ídem al 41, Pág. 80

[63] Ídem al 41, Pág. 81

[64] Ídem al 41, Pág. 81

[65] Ídem al 41, Pág.

[66] Diario de Soldado, Tomo I, Pág.3, 1972

[67] Ídem. Pág. 4

[68] Colección Facticia de Fermín Valdés Domínguez. Museo Casa Natal de José Martí

[69] Ídem

[70] Ídem

[71] En grandes libretas de cuentas donde fue pegando estos artículos

[72] Periódico El Mundo. La Habana, 18/7/1902. Colección Facticia de  Fermín Valdés Domínguez, Museo Casa Natal de José Martí.

[73] Lola Rodríguez de Tió, poetisa puertorriqueña radicada en La Habana

[74] Revista Bohemia, Junio, 1910.

por Ramón Guerra Díaz 
nataljmarti@bp.patrimonio.ohc.cu
 
Gentileza del blog "Martí Otra Visión" - Publicado el 9 de Octubre de 2010
http://blogs.monografias.com/marti-otra-vision 

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                      José Martí en Letras Uruguay

 

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