Dicha grande 
por Ramón Guerra Díaz

guerradiazramn1@gmail.com

 

La llegada de José Martí a Cuba en abril de 1895 está antecedida por una serie de dificultades y obstáculo que se empeñaban en impedir su necesaria presencia en los campos insurrectos donde esperaban cientos de combatientes mambises enfrentados a las fuerzas colonialista desde el memorable 24 de febrero de 1895 en que se levantaron para conquistar la independencia de la isla.


Desde ese momento para Martí era una angustia estar fuera de Cuba, sabía que su lugar estaba allí, junto a los que arriesgaban la vida y vivían las penurias de la guerra, por eso emprende el viaje a República Dominicana, en busca del Generalísimo sorteando el peligro del espionaje español que lo persigue  e  intenta impedir lo que saben es un hecho, su incorporación a la lucha emancipadora en Cuba.


En medio de la tranquilidad de saberse cumplidor de sus deberes para con su pueblo, José Martí escribe a Tomás Estrada Palma, poco antes de emprender el deseado viaje que lo conduzca a Cuba:

“Acaso faltan pocas horas para emprender el camino, impedido y demorado hasta hoy; y las palabras son naturalmente escasas, e inútiles. (...) No habrá dolor, humillación, mortificación, contrariedad, crueldad, que yo no acepte en servicio de mi patria. Tal vez fuera nulo mi empeño de hacer entender plenamente a los hombres la absoluta consagración de un ser humano al bien ajeno, con desistimiento voluntario de todas las tentaciones o ambiciones que afean o desvían usualmente la mayor virtud: pero esa es mi consagración.” (José Martí, O. C. T. 4: 117)


El 1º de abril de 1895, la pequeña expedición, conformada por José Martí y Máximo Gómez, acompañados además por los cubanos Francisco Borrero, César Salas, Ángel Guerra y el dominicano Marcos del Rosario sale de Montecristi en la goleta “Brother”, cuyo patrón John Bastian se había comprometido con Martí a llevarlo hasta las costas de Cuba, mediante el pago de una suma de dinero que el Delegado le adelantó.


Horas después, la pequeña goleta arriba a la isla de Gran Inagua, posesión británica de Las Bahamas, en lo que se suponía fuera una escala de rutina. Pero las circunstancias de guerra en la que ya estaba envuelta la isla de Cuba, junto con el férreo cerco del espionaje español en torno a la figura del Apóstol, determinaron que las autoridades inglesas se esmeraran en el registro de la embarcación, hasta el punto de querer incautarle las armas personales que llevaban los expedicionarios, pese a que no conocían la identidad de los viajeros.


Estas presiones de las autoridades aduanales de Gran Inagua acobardaron al patrón de la goleta quien poco después comunica a Gómez y Martí que dos de los tres marineros había desertado y que sin ellos no podías zarpar, intenta eludir su compromiso y Martí lo enfrenta con firmeza hasta que logra que le devuelva el dinero íntegro que le había entregado por la encomienda no cumplida.


Máximo Gómez se refiere a este episodio en estos términos: “Yo vi a Martí resuelto, cuando no contento el destino con la desgracia con la cual acababa de fustigarnos, dispuso fuésemos traicionado y abandonados en el mar, por los mismos que se habían comprometido mediante una retribución adelantada, a conducirnos a la tierra amada(...)(De Zendegui: 1954: 207)


Varados en Inagua José Martí hace ingentes esfuerzos por encontrar una solución, su principal contacto en la isla es el cónsul de Haití, persona noble y arriesgada que se identifica con la causa de los cubanos. A las dos de la tarde del día cinco de abril arribó al muelle de Inagua  el vapor carguero “Nordstrand”,  de bandera alemana conducido por el capitán Heinrich Julius Theodor Lowe
[1]


Presentado por el cónsul haitiano José Martí conoce al capitán Lowe y sostiene con él una larga conversación en su camarote, tras la cual logra convencerlo para que los admita como pasajeros semi-clandestino en su buque ofreciéndoles 500 pesos como garantía contra riegos.


El día 5 de abril abordan el barco con pasaportes falsos expedidos por el cónsul M. B. Barbes, en la madrugada del 6  atracan en Cabo Haitiano para tomar mercancía, en tanto los expedicionarios se ocultan en casas de amigos hasta la medianoche del 9 de abril en que abordan nuevamente el vapor.


El 10 de abril escribe a Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra, su voluntad de llegar a Cuba es manifiesta:


(...) Volvemos a salir-si no llegáramos ahora, volveríamos a salir. Eso es lo que han de desear saber. Corrimos riesgo de encallar, de ser asediados en un islote sin salida, de ser clavados en él: nos salvamos del riesgo. (...) El cable, no he debido usarlo, porque por que por él, que está vigilado o vendido, se sabría nuestro camino,(...)  (José Martí, O. C. T. 4: 121)


Salen nuevamente rumbo a Gran Inagua a donde arriban en la madrugada del 11, allí les informan que se conoce de su presencia en el Nordstrand y de la búsqueda que han emprendido cañoneras españolas e inglesas para detenerlos. A las diez de la mañana zarpan nuevamente, en medio de un mal tiempo que dificulta la navegación por el Paso de los Vientos. La capacidad marinera de la nave, su velocidad, el hecho de ser un buque prácticamente nuevo[2] y la pericia de su capitán, le permiten burlar la vigilancia y acercarse a las costa del sur de Guantánamo aproximadamente hasta una milla, momento que aprovechan los valientes expedicionarios para tirar el bote al agua y en medio de un torrencial aguacero llegar a las costas cerca de las diez de la noche por la Playita de Cajobabo.


Lo ocurrido esa noche tiene mucho de legendario y místico, seis hombre y una sola voluntad, esperan el momento justo para llegar a tierra cubana, la marejada bate los farallones imponentes y ellos deciden abordar el bote. “Yo no sabía lo peligroso que es la arrancada de un vapor para una embarcación menor que este arrimada a su costado”(De Zendegui:1954:210) escribirá Máximo Gómez.


En realidad ninguno de ellos es marinero y solo con voluntad enfrentaron a golpe de remos las tres millas que los separaba de la tierra cubana, el temporal arrecia y en la oscuridad la posibilidad de hallar el rumbo desaparece, Martí lo resume así: “Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubasco. El timón se pierde(...)la luna asoma, roja bajo una nube”(José Martí: O. C.  T. 19: 215), es la esperanza de llegar sanos a la costa y el bote enrumba en medio de la noche hasta tocar tierra en aquella pequeña playita pedregosa.


Aquí encontró Martí la mano amiga del campesino cubano, y cien años después Guillermo De Zendegui recorrió estos lares, buscando las huellas del Apóstol, su testimonio lo dejó en un libro desconocido por muchos pero imprescindible para  conocer las huellas de nuestro Martí en su paso por estas tierras, con sus palabras quiero terminar este recuento:


Playitas tiene una extensión aproximada de doscientos metros y apenas cincuenta pasos de profundidad. A su respaldo, el farallón se eleva como una muralla de impresionante verticalidad; solo una difícil ruta natural la hace accesible por tierra; la que inevitablemente debió seguir Martí. A golpe de machete va discurriendo la trocha por el abra de dos montes, a la derecha de la playa. Del otro lado es ya visible el caserío de Cajobabo.


“Grande debió ser la sorpresa del campesino Leyva, que fungía de alcalde de barrio, cuando a su casa llegó a pedir abrigo aquel puñado de patriotas.


 “No hace mucho vivían aún los vecinos que aseguraban haber quemado el bote de los expedicionarios; y sobrevive un miembro de aquella familia(1953) cuya franca y oportuna ayuda hizo exclamar a Martí:


“- Yo no olvidaré nunca todo lo que ha ocurrido esta noche; pero mucho menos el encuentro con esta gente, a este fogón y a este café”(De Zendeguí: 1954: 211)

 

Notas:

[1] El capitán Lowe nació en Arnis, Silecia, Alemania el 6 de febrero de 1859, casado con Agnes Marteus, con la que tuvo cinco hijo, se radica en Hamburgo. Fue capitán de la marina, inspector del puerto de Amsterdan durante la Primera Guerra Mundial y murió a los 76 años el 1º de febrero de 1935.

[2] El Nordstrand, era un carguero de flete, construido en los astilleros de Neptum de Rostock, con el Nº de construcción 139 para los armadores Langel-Kiel y botado al agua en 1893. Casco de acero, eslora 64,30 mts. y 9,80 de manga. Desplaza un tonelaje de 886 ton. Propulsión mixta de velas y máquina de 400 C.V. Velocidad de 9,5 nudos.

BIBLIOGRAFÍA 

De Zendegui, Guillermo: Ámbito Martiano: La Habana, 1954 

Gómez Toro, Bernaldo: La famosa expedición Gómez-Marti(1895): 1953 

Guerra Díaz, Ramón: Lowe y el Nordstrand(Conferencia): 2004 

Martí, José: Obras Completas. La Habana, 1991

por Ramón Guerra Díaz 
guerradiazramn1@gmail.com
Gentileza del blog "Martí, el hombre sincero" - Publicado el sábado 9 de abril de 2011
http://martihombresincero.blogspot.com/ 

 

Ver, además:

 

                      José Martí en Letras Uruguay

 

                                             Ramón Guerra Díaz en Letras Uruguay

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

email echinope@gmail.com

twitter https://twitter.com/echinope

facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce

instagram: https://www.instagram.com/cechinope/

linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/ 

 

Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay

 

Ir a índice de crónica

Ir a índice de Ramón Guerra Díaz

Ir a página inicio

Ir a índice de autores