Mariategui
y la literatura escrita por mujeres por Sara Beatriz Guardia |
En
"Mujeres
de letras de Italia", Mariátegui intenta por primera vez definir la
escritura femenina cuando destaca
que la poesía de Ada Negri, es la poesía de una mujer. Los versos de las
poetisas generalmente no son versos de mujer, enfatiza. "No se siente
en ellos sentimiento de hembra. Las poetisas no hablan como mujeres. Son,
en su poesía, seres neutros. Son artistas sin sexo"[1]. Señala
que la poetisa es en la historia de la civilización occidental, “un fenómeno
de nuestra época”, porque antes sólo hubo poesía masculina. La de las
mujeres también lo era, "pues se contentaba con ser una variación
de sus temas líricos o de sus motivos filosóficos". La poesía no
tenía signo de varón, pero tampoco, "el de la mujer -virgen,
hembra, madre-. Era una poesía asexual". La poetisa es ahora
"aquella que crea una poesía femenina. Y desde que la poesía de la
mujer se ha emancipado y diferenciado espiritualmente de la del hombre,
las poetisas tienen una alta categoría en el elenco de todas las
literaturas". Sin
embargo, atribuirle rasgos puramente sexuales a lo femenino, podría
significar una limitación en la reflexión de Mariátegui2.
Aunque también podría significar la valorización de aquello que le
costaba más asumir a la mujer en su expresión literaria: su sexualidad. Uno
de los obstáculos para las mujeres que escriben, según Virginia Wolf, es
la dificultad de decir la verdad sobre sus propias experiencias, en cuanto
a cuerpo, porque esto último significa rechazar la imagen de la mujer
pura e ideal, y explorar francamente la sexualidad y el inconsciente. Es
manifestar sus propios deseos antes que adherirse a las opiniones y deseos
de los demás3.
Para Marguerite Duras, la literatura escrita por mujeres encarna "el
dilema estético de representar literalmente nuestra propia visión de la
feminidad (para lo cual) la escritora debe traducir la oscuridad, toda
aquella zona que no ha sido aún convencionalmente simbolizada por
construcciones culturales masculinas".
Este
es precisamente el aspecto que Mariátegui destaca en la poesía de Ada
Negri, la especificidad de
una escritura de mujer, y en consecuencia, como sostiene Marguerite
Yourcenar, situar la libertad
sexual en el contexto de la libertad de expresión4.
La sensualidad, el amor, la ansiedad, el deseo, expresados sin temor ni
vergüenza de ser mujeres, de sentirse artistas, "de sentirse
superiores a la época, a la vulgaridad, al medio", y no dependientes
"como las demás de su tiempo, de su sociedad y de su educación"5.
"Il libro di Mara", de Ada Negri, representa ese grito, la mujer
que llora al amante muerto, pero no con versos platónicos, plañideros,
ni con elegías románticas. No- dice Mariátegui- el duelo de esta mujer
no es el duelo de siemprevivas, crespones y epitafios. Esta mujer llora la
viudez de su corazón, la viudez de su existencia, la viudez de su cuerpo.
Con
extraordinaria percepción de lo femenino, Mariátegui ingresa por los
pasadizos, los cuartos oscuros y luminosos de las mujeres. Recorre los
dolores silenciosos de la piel y del deseo. Las primeras voces de Ada
Negri, señala Mariátegui, son voces de angustia y de opresión que
reclaman al amado muerto; luego estas voces se apagan. La poetisa no se
quejará más. Sobrevendrá el momento de la espera, de evocación de la
presencia amada y del cuerpo6.
Vivirá "para evocar sus besos, para evocar su amor. Para sentirse
como antes, besada por su boca, tocada por sus manos, llamada por su voz y
mirada por sus ojos. Para vivir de nuevo los días pasados, en un divino
delirio de la fantasía y de los sentidos. Para continuar, poseída,
amada, acariciada"7.
A
Mariátegui le atrae la expresión íntima de la mujer y su capacidad de
manifestarse. Cuando comenta la obra de Charles Maurras, Los amantes de
Venecia, sobre el romance entre George Sand y Alfred Musset, enfermo
en Venecia y engañado por Sand con el doctor Pagello, indica que la
escritora francesa fue amante de Musset antes de separarse oficialmente de
su marido, el barón de Dudevant, y además, amante de Jules Sandeau y de
Merimée. "Esta pluralidad de amantes, dice, no quiere decir, por
supuesto, que George Sand fuera una hetaira. Quiere decir que George Sand
tenía el corazón demasiado grande, generoso y hospitalario, esto es casi
incapaz del sentimiento que la generalidad de las gentes llaman amor"8. Mientras
George Sand moría de ansiedad por Musset, también moría de amor por el
doctor Pagello, a quien se declara a través de una carta que Mariátegui
califica como "su página más maravillosa". En ella la
escritora se resigna, si tú, dice, fueses un hombre de mi patria, yo te
interrogaría y tú me responderías; pero yo sería tal vez más
desventurada todavía, porque entonces, tú podrías engañarme. Como
Pagello no conoce su idioma, no podrá mentirle, no le hará vanas
promesas ni falsos juramentos. Años
después, en 1929, vuelve otra vez la mirada hacia George Sand, a propósito
del libro de Guy Portales, Chopin ou le poete. La importancia que le asigna a este libro, es el
mérito de reivindicar a George
Sand descrita como una "vampiresa que atormentó sádicamente los últimos
años de su amante", coincidiendo con Portalés en la necesidad de
destruir esa leyenda: "George
Sand y Chopin eran diferentes, antagónicos, incompatibles. La duración
de su amor primero, de su amistad después, es una prueba de que George
Sand hizo por su parte todo lo posible por atenuar este conflicto; Chopin
hesitante, susceptible, esquivo, no podía hacer mucho. George Sand tuvo,
al lado de Chopin, un oficio algo maternal. Si esta imagen de madre les
parece a muchos excesiva, a algunos tal vez sacrílega, puede escogerse
entre la de nodriza y la de enfermera"9. Reafirma
la evidente admiración que sintió por Sand cuando dice que las más
interesantes páginas de este libro son las escritas por ella. Se refiere
a las dos cartas que consigna Portalés dirigidas al conde Albert
Gerzmalda, amigo íntimo de Chopin. En una de las misivas, Sand, abre su
alma, no para justificar su conducta, sino para explicarla en medio del
vituperio: "Me
he fiado mucho en mis instintos que han sido siempre nobles; me he engañado
algunas veces sobre las personas, jamás sobre mí misma. Tengo muchas
tonterías que reprocharme, mas no vulgaridades ni maldades.(...)os
confieso que el deseo de acordar una teoría cualquiera con mis
sentimientos ha sido siempre más fuerte que los razonamientos, y los límites
que yo he querido ponerme no me han servido nunca para nada. He cambiado
veinte veces de idea. He creído por encima de todo en la fidelidad, la he
predicado, la he exigido. Los otros han faltado a ella y yo también. Y,
con todo, no he sentido remordimientos porque había siempre sufrido en
mis infidelidades una especie de fatalidad, un instinto del ideal, que me
empujaba a dejar lo imperfecto por lo que me parecía acercarse a lo
perfecto (...) Los ha habido que han martirizado mi vida y me han llevado
a la desesperación, casi a la locura. Los ha habido que me han tenido
clausurada, durante años, en un espiritualismo excesivo. Todo esto ha
sido perfectamente sincero"10. Aunque
sintió un vivo interés por algunas escritoras y artistas, es probable
que la figura de Juana de Arco, sea la que más lo cautivó. Sobre la
santa francesa escribió dos artículos. El primero publicado en 1920,
titulado: "La Santificación de Juana de Arco y la mujer
francesa"; y el segundo, en 1926, sobre el libro de Joseph Delteil.
Al comparar esta obra con el libro de Bernard
Shaw, sostiene que Delteil escribió un libro relativista y apologético,
mientras que el de Shaw es
una defensa del obispo Cauchón. "Delteil no se ocupa de Cauchón
sino para maldecirlo y vituperarlo". Lo llama "el obispo de alma
de asno, el bastardo de Judas, el cerdo de la Historia". Concluye con
cierto desaliento: a pesar de que la obra de Delteil es una apología
fervorosa de la Santa, la prensa ortodoxa lo ha condenado, debido a que la
"Iglesia no puede admitir que se hable de una santa como de una
mujer"11.
En
el primer artículo la santificación de Juana de Arco sirve de pretexto a
Mariátegui para subrayar que se suele hablar de la mujer francesa con
injusticia y desamor. Sin embargo, la "mujer francesa nos ha dado y
nos da pruebas diarias de su superioridad. Desde Madame Stael hasta George
Sand y desde la Rachilde hasta la condesa de Noailles, la mujer de letras
francesa muestra mayor personalidad, mayor relieve, mayor contenido"12.
Considera
a Juana de Arco por
sus atributos espirituales como a una de las mujeres más extraordinarias
del mundo. Para encontrar una mujer así, dice, hay que salir de la
historia y buscarla en las páginas de la Biblia o de la fábula, porque
¿qué mujer en la historia tiene mayor relieve histórico? se pregunta
frente a una Juana de Arco vidente, santa, caudillo, capitán, mártir, y
que por lo mismo bien pudo haber sido cruel, autoritaria y prepotente,
pero la dulzura y la caridad desbordan su corazón. "En
la vida de Juana de Arco no faltó nada. Faltó sólo el amor humano. El
amor humano que hubiera, sin duda, turbado y entrabado su alma visionaria.
Ningún pueblo, ninguna raza pueden enorgullecerse de una mujer
igual". El misticismo de Juana de Arco es dinámico, poderoso, capaz
de "comunicar su lema, su fe y alucinación de muchedumbres y ejércitos".
A Mariátegui le duele que a pesar de una Juana de Arco francesa y de la
alta calidad de las mujeres de letras de ese país, la mujer francesa sea
vista por gentes de "austero gusto y de rancio paladar" como
"las muñecas de boulevard o en instrumento de placer"13.
Por
el contrario, Mariátegui no se ocupa de escritoras peruanas como Clorinda
Matto de Turner y Mercedes
Cabello de Carbonera, a
pesar de la importancia de las novelistas del siglo XIX. Cuando se refiere
a Clorinda Matto de Turner, solo lo hace
a propósito del cuarto congreso de la raza indígena: "Dirijamos
la mirada al problema fundamental, al problema primario del Perú. Digamos
algo de lo que diría ciertamente Clorinda Matto de Turner si viviera
todavía. Este es el mejor homenaje que podemos rendir los hombres nuevos,
los hombres jóvenes del Perú, a la memoria de esta mujer singular que,
en una época más cómplice y más fría que la nuestra, insurgió
noblemente contra las injusticias y los crímenes de los expoliadores de
la raza indígena"14.
Omisión
que no ocurre con la poesía escrita por mujeres. En los 7
Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, en el capítulo
sobre el proceso seguido por la literatura peruana, pone especial énfasis
al referirse a Magna Portal. "Con su advenimiento, dice, le ha nacido
al Perú su primera poetisa. Porque hasta ahora habíamos tenido sólo
mujeres de letras"15.
No se trata de casos solitarios y excepcionales, añade, sino de "un
vasto fenómeno, común a todas las literaturas. La poesía, un poco
envejecida en el hombre, renace rejuvenecida en la mujer"16.
En
sus primeros versos, "Magda Portal es, casi siempre, la poetisa de la
ternura. Y en algunos se reconoce precisamente su lirismo en su humanidad.
Exenta de egolatría megalómana, de narcisismo romántico, Magda Portal
nos dice: "Pequeña soy". Pero ni piedad, ni ternura solamente,
en su poesía se encuentran todos los acentos de una mujer que vive
apasionada y vehementemente, encendida de amor y de anhelo y atormentada
de verdad y de esperanza. En su poesía nos da, ante todo, una límpida
versión de sí misma. No se escamotea, no se mistifica, no se idealiza.
Su poesía es su verdad. Magda no trabaja para ofrecernos una imagen aliñada
de su alma en "toilette" de gala. En un libro suyo podemos
entrar sin desconfianza, sin ceremonia, seguros de que no nos aguarda ningún
simulacro, ninguna celada. El arte de esta honda y pura lírica, reduce al
mínimo, casi a cero, la proporción de artificio que necesita para ser
arte. Esta es para mí la mejor prueba del alto valor de Magda. En esta época
de decadencia de un orden social -y por consiguiente de un arte- el más
imperativo deber del artista es la verdad. Las únicas obras que
sobrevivirán a esta crisis, serán las que constituyan una confesión y
un testimonio"17. También
escribe con admiración de Rosa de Luxemburgo,
y sostiene que vendrá un tiempo "que a despecho de los engreídos
catedráticos que acaparan hoy la representación oficial de la cultura,
la asombrosa mujer que escribió desde la prisión despertará la misma
devoción y encontrará el mismo reconocimiento que una Teresa de Ávila”.
Destaca la postura revolucionaria de Madeleine
Marx, a quien sindica como "una de las mujeres de letras más
inquietas y más modernas de la Francia contemporánea". De su libro C'est
la lutte final, subraya el saludo de los obreros rusos a la revolución
como el grito ecuménico del proletariado mundial: “Grito
multitudinario, de combate y de esperanza que Madeleine Marx ha oído en
las calles de Moscú y que yo he oído en las calles de Roma, de Milán,
de Berlín, de París, de Viena y de Lima. Toda la emoción de una época
está en él. Las muchedumbres revolucionarias. La ilusión de la lucha
final resulta, pues, una ilusión muy antigua y muy moderna. Cada dos,
tres o más siglos, esta ilusión reaparece con distinto nombre. Y, como
ahora, es siempre la realidad de una innumerable falange humana. Posee a
los hombres para renovarlos. Es el motor de todos los progresos"18. En
l929, enfermo y enfrentando un arduo trabajo político y organizativo,
Mariátegui se da tiempo para escribir de Isadora Duncan, a quien otorga
la misma significación que a Lord Byron, estableciendo una comparación
entre Byron, hijo de la aristocracia, que al servir la causa de la
libertad y del individualismo "abandona los rangos y la regla de su
clase"; al igual que Isadora Duncan, hija de la burguesía, que
"en guerra contra todo lo burgués combina el ideal de la rebelión
con los gustos del decadentismo"19. En
la autobiografía de Isadora Duncan destaca que la bailarina se haya
atrevido a contar diversos episodios de su vida "aventurera y magnífica",
definiéndose con una "sinceridad y con una penetración muy superior
a la de la generalidad de sus críticos y retratistas". Quienes se
equivocan, agrega, "al ver exclusivamente decadentismo o clasicismo
en la artista, sensualidad y libídine en la mujer"20. Otro
elemento sugestivo del comentario es la similitud que encuentra entre
Isadora Duncan y George Sand. Ambas en el amor, "tendían por
naturaleza y convicción a la fidelidad", pero no fueron fieles. La
romántica dejaría de ser romántica si no pensase de este modo, dice
Mariátegui, y dejaría también de ser romántica si practicase la
fidelidad hasta sacrificarle su libertad de movimiento, de inspiración y
de fantasía21. Pocos
meses antes de morir escribió dos últimos artículos dedicados a
personajes femeninos: Les derniéres
nuits de Paris, de Philippe Soupault, y Nadja de André Bretón. En la obra de Soupault, se refiere a
Georgette, una mujer pobre que se prostituye, como una criatura genuina y
exclusivamente parisina, "pálida paseante nocturna que roza los más
trágicos secretos de París, que en el ambiente hosco, en las logias
canallas del vicio, conserva la señorilidad de una musa"22. Mientras
que a Nadja de André Bretón la califica de musa del suprarealismo. La
protagonista, desorbitada, errante, y "sus hermanas -criaturas de una
filiación al mismo vaga e inconfundible deambulan por las calles de París,
Berlín, Londres, se extinguen en sus manicomios. Son la más cierta
extirpe poética de la urbe, el más melancólico y dulce material de la
psiquiatría"23. Como
musa del suprarrealismo, Nadja, señala Mariátegui, no ha "nacido
quizás sino para encarnar en la obra de un poeta del Novecientos. Después
de haber excitado e iluminado sus días, hasta inspirarle la trascripción
de sus palabras y de sus gestos en una obra, Nadja tiene que borrarse. La
obra de un poeta romántico habría necesitado absolutamente la muerte de
esta mujer o su entrada en un convento; a la obra de un poeta
suprarealista conviene otra evasión, otro desvanecimiento: Nadja es
internada en un manicomio"24. El corpus de estos artículos expresa la voluntad de integración que tienen los escritos de Mariátegui, puesto que la escritura femenina forma parte de un proceso que modifica paulatina y tal vez subterráneamente a la sociedad peruana, en la construcción, como el mismo lo dice en 1924, de una estética de "ritmos y colores desconocidos", que nos hablará con un "lenguaje insólito, en un mundo nuevo".
Referencias: [1]
José Carlos Mariátegui. Cartas
de Italia. "Mujeres de letras de Italia" (Florencia, 28
de junio de 1920; El Tiempo, Lima, 12 de octubre de 1920). Lima:
Empresa Editora Amauta S.A., 1991, p. 222. Décimo-Primera Edición. 2
Modesta Suárez. "José
Carlos Mariátegui. Reflexiones en torno a una estética
femenina", en: Roland Forgues. Mariátegui:
una verdad actual siempre renovada. Lima: Empresa Editora Amauta,
S.A., 1994, p. 151 3
Virginia Wolf.
Las mujeres y la
Literatura. Barcelona: Editorial Lumen, 1979. 4
Marguerite Yourcenar. Alexis o el tratado del inútil combate. Madrid: Ediciones Alfaguara
S.A., 1990, p. 15. 5
Ob. cit. Mariátegui. Cartas
de Italia,
p. 222. 6
Sara Beatriz Guardia. "Ética
y cuestión femenina", en: Encuentro
internacional José Carlos Mariátegui y Europa. El otro aspecto del
descubrimiento. Lima: Empresa Editora Amauta S.A., 1993,
p. 106. 7
Ob.
cit. Mariátegui, Cartas de Italia, p.
223. 8
Ob. cit. Mariátegui,
Cartas de Italia.
"Los amantes de Venecia". (Venecia, setiembre de 1920; El
Tiempo, Lima, 11 de enero de 1921). p. 233. 9
Ibíd.
p. 49 10
Ibíd.
pp. 50-51 11
José Carlos Mariátegui. Signos y obras. "Juana de Arco de Joseph Delteil".
(Variedades. Lima, 6 de febrero de 1929). Lima: Empresa Editora
Amauta S.A., 1971, 3° Edición. 12
Ob. cit. Mariátegui. Cartas de Italia.
"La santificación de Juana de Arco y la mujer francesa".
(Publicado en El Tiempo, Lima, 23 de agosto de 1920), p. 209. 13
Ibíd. p. 210. 14
José Carlos Mariátegui. Peruanicemos el Perú. "El problema primario del Perú".
(Mundial. Lima, 9 de diciembre de 1924). Lima: Empresa Editora Amauta
S.A., 1979. p. 30. 15
José Carlos Mariátegui. 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana. Lima: Empresa
Editora Amauta S.A., 1992. p. 322. Quincuagésima Séptima edición. 16
Ibíd.
p. 323 17
Ibíd.
pp. 324-325. 18
José Carlos Mariátegui. El alma matinal. Y otras estaciones del hombre de hoy. "La
lucha final". (Mundial, Lima, 20 de marzo de 1925). Lima: Empresa
Editora Amauta S.A., 1972. pp. 29-31. 4° Edición. 19
José Carlos Mariátegui. El artista y la época. "Las memorias de Isadora Duncan".
(Variedades". Lima, 17 de julio de 1929). Lima: Empresa Editora
Amauta S.A., 1988. p. 197. Décimo Tercera Edición. 20
Ibíd.
198. 21
Ibíd. p. 199. 22
Ob. cit. Mariátegui.
Signos y obras. "Les
derniéres nuits de París, por Philippe Soupault". (Mundial,
11 de diciembre de 1926, y Variedades,
29 de mayo de 1929), p.
27. 23
Ob. cit. Mariátegui. El artista y
la época.
"Nadja de André Bretón". (Variedades, Lima, 15 de enero de
1930), pp.
179-180. 24 Ibíd. p. 180. |
por Sara Beatriz Guardia
José Carlos Mariátegui. Una visión de género. Lima: Editorial Minerva, 2006 (Tercer capítulo).
Ver, además:
José Carlos Mariátegui en Letras Uruguay
Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce
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