Sierra y la organización del sistema de educación mexicano

por Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal

No fue el Maestro Sierra un improvisado como jefe de la educación nacional. Desde 1874 había dicho: “Preciso es que la instrucción pública no forme sino la rama principal de un vasto sistema de educación. Y había estado publicando artículos periodísticos sobre Planes de estudio, sobre la Escuela Nacional Preparatoria criticando el positivismo agudo imperante que se suprimiese el estudio de la filosofía y de la metafísica, en 1881 había presentado en La Tribuna un proyecto de ley para la creación de la Universidad Nacional, cuyo artículo 2º., proponía que fuese “una corporación independiente formadas por las escuelas Preparatoria y Secundaria de Mujeres de Bellas Artes, Comercio y Ciencias Políticas, Jurisprudencia, Ingenieros, Medicina y Escuela Normal y de Altos Estudios”. El párrafo V del artículo 5º. Establecía que el profesorado universitario constituye una carrera facultativa, en la cual se ingresa por oposición, salvo los casos que determine el Estatuto y la presente Ley, y se asciende por antigüedad  y méritos contraídos en la enseñanza. No podrán ser removidos los profesores sino en virtud de sentencia judicial o de formal decreto del Cuerpo universitario”. Ideal, que todavía no alcanzamos.  El 13 de Septiembre de  1902 ya como Subsecretario inauguró el Consejo Superior de Educación Pública; en la exposición que hizo el día inicial, después de definir que debía ser obligatoria la educación primaria y examinar las modalidades de las nuevas leyes de instrucción que había propuesto, agregaba, además que para dar unidad orgánica y conciencia de sí misma al cuerpo docente pediremos facultad expresa al poder legislativo para crear la Universidad Nacional. Al finalizar acababa con las siguientes palabras Por la patria, siempre, por la Patria todo”[1].

Cuando acababa de tomar protesta como Subsecretario de Hacienda Limantour, le preguntó qué era lo primero que había que hacer con los escolares cuyos destinos se habían confiado en sus manos a lo que Sierra contestó: “Darles de comer”[2]; y logró que el tacaño ministro autorizara el gasto para instaurar los desayunos escolares.

“El maestro de tres generaciones reconstruyó la obra de la educación nacional a fuerza de fe, de desvelos sin cuento, haciendo frente al obstáculo irreductible del fanatismo que nutría en su seno la ignorancia. Recomendó el laicismo; no cesaba de aconsejar a los mentores de la niñez que cultivaran con amor el sentimiento de la humanidad en los chicos, SINTIÉNDOLO ELLOS, y sin intentar definirlo; aseguraba que nada tendremos que temer del porvenir, si la escuela cumple con su deber. Encarecía que la labor del maestro fuese educativa, diciendo, “nada vale enseñar, nada instruir, sino se educa”. Puso todo su afán en multiplicar las escuelas, en mejorar las existentes, en rodear la frente del maestro con una aureola de veneración, y en darle los medios suficientes para vivir con decoro”[3].

El 13 de Septiembre de 1902, trazó públicamente un programa de la construcción de México abarcando desde la construcción de jardines de niños hasta la Universidad; el Maestro Sierra es el creador de los Kindergartens; a él se debe la especialización de maestras como Estefanía Castañeda, como Rosaura Zapata, y los primeros ensayos integrales en la materia.

Inauguró los cursos de la Academia de Profesores el 10 de septiembre de 1904. Y al acercarse el centenario del natalicio de Don Benito Juárez, varias corporaciones científicas y literarias organizaron concursos de acuerdo con su índole. Para honrar la memoria del Benemérito de las Américas a quién Sierra dedicó el libro llamado Juárez, su obra y su tiempo. 

Sobre la esencial cuestión del normalismo, reconoce la urgencia de fomentar estímulos para los jóvenes, que rehúyen esa profesión a la que hay que darle realce moral y económico, sin omitir cuanto para ello sea necesario: aumento del número y cuantía de las pensiones, escala de remuneraciones crecientes, pagas de retiro y jubilaciones.[4]

Pasando a los problemas de la enseñanza secundaria, tan discutibles en el mundo entero afirma “el modo mexicano” que ha llegado a ser tenido en cuenta por Francia. “Este ciclo debe ser debe ser una escuela preparatoria para la vida y como consecuencia, no con antecedencia, preparatoria para determinadas profesiones: en ella se forman, no los médicos ni los abogados futuros, sino los futuros hombres”[5].

A esta definición y a la de la Escuela Preparatoria confluyen 30 años de apasionadas meditaciones y discusiones, de apasionado amor por la cuestión y por el plantel. 

Al hablar de la enseñanza profesional se dan en el discurso estos conceptos: “Los títulos no deben ser máscaras de ignorancia en la comedia social, en donde la suerte, la audacia, el éxito, son el deus ex machina”[6]; la escuela de Jurisprudencia “deje de ser una institución simple y utilitaria (…) destinada  solo a crea litigantes y asuma otro carácter superior y realmente científico, emergiendo los estudios jurídicos en la ambiciencia de las ciencias sociales e históricas”[7]; en Medicina “anuncia la inminente conexión con el Hospital General, y el Instituto Patológico, la modernización de métodos con proyecciones, laboratorios, anfiteatros, nuevos y bien dotados, la construcción de un local apropiado, cercano al Hospital, y la conveniencia de reducir los estudios fundamentales y generales  a tres años para distribuir en otros tres los de especialización”[8]. En Ingeniería, la ley, “adelantándose a las necesidades sociales, creó carreras, apenas virtuales, en potencia, lo que hace pensar en el establecimiento de carreras, breves, eminentemente prácticas[9]; En Arquitectura “debe dominar el elemento estético, no excluyendo al utilitario, porque entonces la obra sería efímera, pero sí penetrándolo y caracterizándolo”[10]; las escuelas de Bellas Artes: Academia y Conservatorio, requieren la más solicita atención, “el gobierno se propone hacer por el avance de éstos planteles cuantos sacrificios sean compatibles con sus condiciones financieras, no solo porque las bellas artes sean una característica de aptitud para la cultura…sino porque son una característica nuestra”.[11]

Ligado a lo anterior, aparecen los puntos novedosos del programa “el mecenado artístico en su forma superior, debe ser aquí ejercido por el Estado, en primer término; va a establecerse una doble corriente de inmigración de maestros extranjeros suficientemente reputados y otra, de emigración de nuestros mejores escolares hacia los centros artísticos de Europa[12]. En las fronteras del arte y de la historia, esta la arqueología en la que “somos una entidad de primer orden, que impone la obligación de acometer científica y sistemáticamente las exploraciones, y de rehabilitar el museo, dividiéndolo en dos, uno antropológico en todas sus ramas, y otro de historia natural, con cuerpo de profesores, encargados, no solo de clasificar y ordenar, sino de poner en movimiento el resultado de sus trabajos y comunicarlos al mundo sabio y a grupos de alumnos bien preparados, en sí, los museos deben ser una viviente escuela de enseñanza objetiva”[13].

La última parte del discurso, después de apuntar soluciones a los problemas de la enseñanza industrial y agrícola, es un alegato para la construcción de la Universidad Nacional, revive todo un mundo de ideas y  ensueños, “la Universidad no será prolongación colonial, ni mecanismo a la usanza norteamericana, sino se apegara a la realidad palpitante de México, gozará de autonomía científica; satisfará las necesidades públicas, de una docencia eficaz, pero también de modo muy principal, atacará la ingencia de investigación[14].

Con esta íntima historia, el recuento de la jornada debe buscarse en los dieciséis tomos del Boletín de Instrucción Pública, Órgano de la Secretaría del Ramo (1903-1911) que vino a sustituir con ventaja de toda índole a la Revista de la Instrucción Pública Mexicana. En el Boletín, se halla ordenado el alud apenas concebible de leyes, circulares, planes y programas de estudio, listas de textos, dictámenes, proyectos, convocatorias, encuestas, comunicados de investigaciones, monografías, metodologías, estadísticas, informes, correspondencia extranjera, panorama de la actualidad mundial en materia de educación, bibliografías y demás elementos de trabajo. Cientos de páginas, forman cada volumen de la publicación, cuyas proporciones, proclaman la voluntad gigantesca que anima todo ese movimiento.

En los dos primeros años de su gestión, como Subsecretario hizo ascender en $ 765, 618.00 el presupuesto de la educación primaria, en 1905, al asumir la Secretaría el aumento ascendió a $ 928, 109.00, pues el presupuesto total era de $ 1. 927,109.30, desarrollándose hasta alcanzar la cifra de $2. 060,833.20, que incluye el presupuesto de los jardines de niños, en 1911, cuando el maestro Sierra salió de la Secretaría.

Es hasta el 10 de Enero de 1910 Don Justo anuncia con júbilo desbordante el término del proyecto de la Universidad Nacional, el 17 de Enero, es leído por los consejeros a estudiarlo, se turna el asunto a una Comisión dictaminadora que lo vuelve al pleno en el mes de abril, el 3 de mayo es enviada a la Cámara de Diputados la iniciativa de ley y la ley de promulga el 26 de mayo, el 18 de septiembre de 1910 fue inaugurada la Escuela Nacional de Altos Estudios y cuatro días después la Universidad[15]

El discurso epistemológico en las ciencias sociales contemporáneas muestra un nivel de desarrollo, referido a las ciencias de la educación, de evidentes desigualdades cualitativas y cuantitativas. Se señalan los rasgos teóricos relevantes en cada una de las corrientes y teorías, pero no se postula -para potenciar el cambio- que la educación es, fundamentalmente, un desafío ético - político cultural.

Referencias:

[1] Sierra, “Discursos”. Herrero Hnos. 1919México, p. 358.

[2] Campos, Rubén M. El maestro Don Justo Sierra. Inédito.

[3] Méndez de Cuenca Laura. Justo Sierra. (En Diez Civiles Notables de la Historia Patria). México 1914.     p. 180.

[4] Justo Sierra, Obras Completas t. VIII, 1ª. reimp. México, UNAM, 1977  p.299.

[5] Op. Cit. p. 305

[6] Op. Cit.  p.307.

[7] Op. Cit.  p.312.

[8] Op. Cit.  p.313.

[9] Op. Cit.  p.313.

[10] Op. Cit.  p.314.

[11] Op. Cit.  p.314.

[12] Op. Cit.  p.315.

[13]Op. Cit.  p.315.

[14] Op. Cit.  p.318 a 320.

[15] Op. Cit.  p.417).

 

por Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal

 

 

Ver, además:

 

 

                      Justo Sierra  en Letras Uruguay

 

 

                                                  Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal en Letras Uruguay

 

 

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