La filosofía y su vinculación de la educación con la vida y la sociedad

por Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal

Justo Sierra fue un innovador por excelencia. Si ciertamente al inicio de su formación asumió críticamente el positivismo comtiano de Gabino Barreda, no transcurrió mucho tiempo en superarlo y pasar hacia el positivismo evolucionista spenceriano, pero también con reservas críticas, sin seguirlo en su cosmovisión general, ni en su espíritu. Más que todo, sus resonancias se registran en su método general, pero también sin perder su discurso el sello propio de un Maestro que siente las necesidades de su pueblo como suyas. Con razón algunos notan heterodoxia positivista en el Maestro de América, que abrió cauces nuevos a sus discípulos para inaugurar el antipositivismo radical que caracterizó a la intelectualidad mexicana del siglo XX. 

“El sustrato teórico-metodológico de la concepción pedagógica de Sierra se encuentra de forma esencial en la filosofía positivista, y más exactamente en el método que dicha corriente de pensamiento propugnaba. El pensador mexicano sostuvo, toda su vida, la convicción de que era necesario un sistema de enseñanza que en líneas generales se erigiera sobre el orden científico del positivismo. Pero, al desarrollar sus ideas acerca de la educación y la instrucción, Sierra introdujo algunas modificaciones a ese orden científico las cuales rompieron en notable medida la cadena del sistema positivista de raigambre comtiano introducido por Gabino Barreda en la Escuela Nacional Preparatoria. Entre tales cambios, pueden citarse como ejemplos, la sustitución de la disciplina sociológica por la historia en el plan de los estudios secundarios. En su artículo « La enseñanza de la historia», refutó la idea de subsumir el estudio de la historia en el de la sociología e incluso llegó a cuestionarse la posibilidad real de mantener la enseñanza de la última- considerada por él una seudociencia, dado el estado de desarrollo de las investigaciones. Sierra planteó que confundir estas dos ciencias-la historia y la sociología- era seguir el camino contrario de la naturaleza en general y del  movimiento científico en particular, ya que ha marchado siempre de lo homogéneo a lo especifico, «y aplicando la admirable ley de la división del trabajo, encontrada por la economía política y utilizada por las ciencias naturales, ha hallado el secreto del adelanto de las ciencias de observación en la producción constante de ramas diversas entre sí,»” De ahí, que sea el de la historia un estudio forzosamente anterior al sociológico. Sierra llegaba al punto de cuestionarse, incluso, el valor científico de la ley de los tres estados formulada por Augusto Comte”[1].

Además,  es capaz de revelar las consecuencias nefastas del positivismo para la educación. “Crear en derredor del alumno una atmósfera especial, decirle magistralmente que la metafísica no sirve para nada, es, en último análisis, ejercer una presión despótica sobre los cerebros, contra la que se subleva todo lo que hay de independencia y de dignidad en el alma.  

Es este un monopolio que no se aviene ni con la conciencia humana, ni con el espíritu de nuestras instituciones”[2]

En su visión del mundo en relación con el ser humano, Sierra otorga un papel importante a la educación; sin embargo, a pesar de su cosmovisión positivista evolucionista, no cree que el positivismo a la usanza sirva de base teórico – metodológica y práctica  a la formación humana. Su condición de maestro lo conduce a buscar nuevas vías educativas, pues hay que defender la independencia y la dignidad en el alma. Sencillamente las teorías objetivistas e impersonales no se avienen ni con la conciencia humana, ni con el espíritu de nuestras instituciones. Hay  que buscar otros caminos, donde no se separen la escuela, la vida y la sociedad y se reconozca el valor del pensamiento teórico filosófico y cultural para encauzar la educación con sentido creador y flexible, y no con “presión despótica sobre los cerebros”. Estos caminos los perfiló Justo Sierra y los continuaron sus discípulos, particularmente José  Vasconcelos,  Antonio Caso y otros. 

En la intelección ilustrada y nacionalista de Justo Sierra la educación está llamada a salvar a México y a América Latina de la ignorancia, y preparar los cambios necesarios para integrarse al concierto de las naciones con propia personalidad. Además, para defenderse del asedio del enemigo vecino: los Estados Unidos.

Al mismo tiempo, no es posible asumir el pensar y accionar formativo del Maestro de América, sin tener en cuenta que Sierra fue también, por la proyección general de su pensamiento, con independencia de las contradicciones que emanan de sus mismas ideas, precisamente el ideólogo de esa facción de la clase burguesa: llamada burguesía nacional preterida por el  régimen, y abocada por ley de la historia a un cambio social estructural capaz de liquidar de una vez, la envoltura feudal retrasante… Justo Sierra representa quizás a pesar suyo, el enlace obligado entre dos, épocas: una vencida ya por las propias leyes del desarrollo social, y la nueva, medularmente burguesa, cuyos objetivos democráticos y antiimperialistas sólo tomarían cuerpo definitivo en México con el advenimiento al poder, en el año 1934, del General Lázaro Cárdenas.

En estrecho nexo con lo antes expuesto, es necesario insistir en la distancia que separa a Justo Sierra del grupo oligárquico que desde la primera década del nuevo siglo dio su incondicional respaldo práctico y teórico a Porfirio Díaz. Entre los aspectos que validan esta separación se encuentran no sólo las críticas de Sierra al porfiriato que no por cautas resultaron menos reveladoras, en el sentido que ellas pusieron de relieve muchas de sus contradicciones, proyectando a Sierra como figura que no fue, en modo alguno, fuerza de perfecto ajuste para el régimen; sus posiciones teóricas independientes, calificadas por muchos autores de  “heterodoxia positivista”; su gestión como gran pedagogo e ideólogo de la política educativa en México, cuyo resultado le valió los honrosos títulos de Maestro en su patria y de Maestro de América, a solicitud de la Universidad de La Habana al cumplirse, en 1948, el primer centenario de su nacimiento[3]; su modesta forma de vida que contrastó con las fortunas amasadas por los llamados “científicos”, y que le hizo contraer deudas y abandonar la residencia que ocupaba al ser depuesto del cargo de Ministro; su posición frente al imperialismo y sobre todo frente al estadounidense; su aguda visión de los problemas internacionales de su época; su constante preocupación por el destino de los pueblos latinoamericanos; su obra científica y literaria recorrida de principio a fin, de un hondo sentimiento patriótico, y su posición ante el racismo, las ideas racistas y ante el problema indígena.... y la jactancia con que Don Justo declara su origen popular, plebeyo…”[4]

Este fragmento, aunque algo extenso resulta imprescindible, pues realmente muestra cómo Justo Sierra fue un fundador, un Maestro de América, en la medida que echó suerte con su pueblo, y en medio del tránsito de dos épocas, su obra contribuye eficazmente a insertar a México, y a su sistema educativo y cultural, a la modernidad latinoamericana con plena independencia y soberanía existenciales.

Como pedagogo, brilló y sentó pautas para el futuro de México y América. Vio en la educación un baluarte fuerte para la formación humana, pero una educación vinculada con la vida y la sociedad.

Para el Maestro Sierra, una educación separada de la vida y la sociedad no fructifica, es estéril, pues el hombre es un ser individual, pero su esencia, es social. Se forma en el trabajo, en la vida, en la familia, en la calle, en fin, en todo un entorno histórico cultural que hace de la persona un ser social. Un ser social, que en su visión positivista evolucionista, se constituye en el organismo social (sociedad) y responde a sus leyes de funcionamiento evolutivo.

En función de esto, escribió Compendio de historia de la antigüedad que salió publicada, como era entonces costumbre generalizada, por “entregas”. Esta obra es un testimonio del pensamiento histórico, filosófico y educativo de Sierra. La escribe orientado por la influencia de Spencer y de Darwin, lo cual dio origen a fuertes críticas de parte del grupo católico mexicano. La obra es un testimonio, muy valioso, del concepto de la historia y del método histórico-lógico seguido por  el Maestro de América.

En el “Preámbulo” señala que: “(...) desde el momento en que se marca la preponderancia de una fracción de la especie humana sobre las otras, dar a aquella el primer papel y consagrar a éstas una atención proporcionada a su importancia (...) La ciencia de la historia consiste en la investigación de los hechos humanos que se han sucedido en el curso de los siglos y de las leyes generales que los rigen (...) La historia es una de las ciencias sociológicas en vía de formación (...) para construir el edificio de la ciencia, es indispensable la investigación constante de las causas de los hechos, es decir, buscar cuáles sean los hechos generales que comprendan las relaciones de los fenómenos entre sí. Esto es, llegando a ciertas generalizaciones superiores, lo que se ha llamado filosofía de las ciencias (...) En la historia estas generalizaciones superiores pueden reducirse a la ley del progreso y a la de la evolución”.[5]

Estas ideas evolucionistas  de una forma u otra se reflejan en su obra educativa, pero llenas de espíritu cultural, en función de la formación humana. Por eso tienen nuevos matices en su aplicación práctica, en su vinculación con la realidad.

Sin una visión profunda del hombre y su decursar histórico, es imposible comprender la relación de la educación con la vida y la sociedad.

Desde los enfoques de la complejidad, y según Denise Najmanovich “El hombre  no es meramente un individuo, es decir un átomo social, ni una sumatoria de células que forman un aparato mecánico, sino que es una “unidad heterogénea” y abierta al intercambio. El hombre no es una sumatoria de capacidades, propiedades o constituyentes elementales, es una organización emergente. El hombre sólo adviene como tal en la trama relacional de su sociedad.”[6]

Según el Dr.  Pupo, siguiendo un enfoque marxista “(…) el ser determina a la conciencia. La conciencia es reflejo mediado por múltiples determinaciones y condicionamientos del ser social. La conciencia es el ser consciente. El modo en que el hombre refleja la realidad. Es decir, que la reproduce a través de imágenes subjetivas. Por tanto, la conciencia no es otra cosa que el ser consciente y el ser de los hombres, en el decir de Marx, es un producto de su vida real y práctica. Además agrega que: Hombre es una categoría filosófica que designa la realidad humana en su expresión genérica. Es una abstracción que refiere a un ser racional que construye instrumento y anticipa los resultados porque posee conciencia. Como abstracción de máxima generalización, se correlaciona siempre con el mundo. Esta relación encuentra concreción en la relación sujeto- objeto y sujeto- sujeto, que es realmente donde el hombre actúa y hace historia y cultura, en comunión con la naturaleza”.[7]

En esta dirección, con todas las diferencias que puedan mediar, el Maestro Justo Sierra[8], al igual que toda una pléyade de filósofos pedagogos del momento histórico que le correspondió vivir, reconoce la necesidad de revelar el condicionamiento social del hombre, así como vincular la educación a la vida y a la sociedad.

Esta visión la encauza al mismo tiempo su patriotismo. Él considera que la educación debe contribuir a través de la historia y la cultura al desarrollo del amor a la patria, pues sin sentido de identidad patriótica, no hay desarrollo humano. Tanto en su prosa como en su verso su filosofía educativa, vinculada a la vida y a la sociedad mexicana, está presente

Todo en él – escribe Martí - es hermoso y análogo; su figura es severa y robusta, como son valientes, altos, bellos y enérgicos sus versos.

Leyó sencillamente; él sabe que la sencillez es la grandeza.

La poesía de Justo tuvo un mérito raro. Era aquélla la fiesta de la razón y del derecho, la fiesta serena de la inteligencia, no la del vuelo soberbio de la loca y vigorosa imaginación. Y sus versos, altamente poéticos, fueron, sin embargo, naturales en aquella fiesta tranquila, en que todo arranque vulgar hubiera contrastado sensiblemente; y toda poesía frívola hubiera roto aquel conjunto hermoso de serenidad y de razón.

Es que la frente de este hombre se calienta en  el sol de la raza virgen; es que justo Sierra pertenece a la generación nueva de poetas; es que como a los bardos modernos, la fantasía no le sirve más que para engrandecer y hermosear la razón.

La poesía no es el canto débil de la naturaleza plástica; ésta es la poesía de los pueblos esclavos y cobardes.

La poesía de las naciones libres, la de los pueblos dueños, la de nuestra tierra americana, es la que desentraña y ahonda, en el hombre las razones de la vida, en la tierra los gérmenes del ser.

Lo pequeño adora; lo grande arranca y busca.

¿Quién no sabe que es Justo Sierra honra de la patria mexicana? Necio fuera aquí ya todo comentario mío”[9].

¡Cuántas bellas palabras dice Martí, de Justo Sierra! Pero las palabras exegéticas sobre Sierra, en la inauguración de las clases orales del colegio de abogados, están precedidas de unas ideas martianas, coincidentes con el pensamiento educativo de Sierra: “Versos de Justo Sierra (…) cumplido el acto de progreso; iniciada una vía del saber; alzada cátedra pública a la enseñanza del derecho y del deber: todo esto unido, y sentido esto en todos, hubo en la sesión inaugural del hermoso colegio que con la nueva obra entra ahora en camino de solidez y de bien público. Deben tener los hombres conciencia plena de sí mismos: como el dominio del monarca necesita el púlpito misterioso del Espíritu Santo - lo irracional buscando apoyo en lo maravilloso,- el pueblo de hombres libres ha menester que las cátedras se multipliquen y difundan, y sobre ellos tienda sus alas el Espíritu Santo del derecho, la paloma blanca de la libertad y la justicia.

Un pueblo no es una masa de criaturas miserables y regidas: no tiene el derecho de ser respetado hasta que no tenga la conciencia de ser regente: edúquense en los hombres los conceptos de independencia y propia dignidad: es el organismo humano compendio del organismo nacional: así no habrá luego menester estímulo para la defensa de la dignidad y de la independencia de la patria.

Un pueblo no es independiente cuando ha sacudido las cadenas de sus amos; empieza a serlo cuando se ha arrancado de su ser los vicios de la vencida esclavitud, y para patria y vivir nuevos, alza e informa conceptos de vida radicalmente opuestos a la costumbre de servilismo pasado, a las memorias de debilidad y de lisonja que las dominaciones despóticas usan como elementos de dominio sobre los pueblos esclavos.

Tienden las clases orales a un altísimo fin: las Repúblicas se hacen de hombres: ser hombre es en la tierra dificilísima y pocas veces lograda carrera”[10].

Precisamente la filosofía de la educación de Justo Sierra se centra en la formación del hombre mexicano, sin distinción de raza y credos. Una educación donde todos tengan acceso, y puedan desarrollar sus capacidades intelectuales y prácticas. Veía  la escuela como un microcosmos, unida a la vida y dentro de la sociedad y la naturaleza (macrocosmos).

Por eso, en materia educativa “(…) propugnó por la autonomía de los Jardines de Niños, el progreso del magisterio y a nivel superior, la reorganización de las carreras de Medicina, Jurisprudencia, Ingeniería, Bellas artes y Música, así como la promoción de la Arqueología, de un sistema de universidades en provincia, de una universidad para maestros, el otorgamiento de desayunos escolares y un sistema de becas para los alumnos destacados. Se esforzó por que el método educativo a aplicar enseñara a pensar y no a memorizar. En su criterio es la educación la que genera mejores condiciones de justicia, educar evita la necesidad de castigar"[11].

Su tarea esencial se dirigió a la reforma educativa. En ella produce extraordinarios cambios revolucionarios que Ana Verónica Ávila sintetiza en su ensayo homónimo[12]. Se trata de reformas no sólo formales, sino esenciales, pues van a las raíces de los problemas educacionales y de la cultura en general. Estas reformas, de una forma u otra prepararon condiciones para la realización de la Revolución mexicana. Además, hacen de la educación el núcleo central de la nación, pero una educación vinculada a la vida y a la sociedad. He ahí la esencia de la reforma educativa de Justo Sierra. Incluye los elementos esenciales para la formación humana, tanto en su aspecto teórico como en el práctico.

”Interesado en la educación – escribe Verónica Ávila -  colaboró con Joaquín Baranda y Justino Fernández, ambos ministros del entonces Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, el primero de 1882 a 1901, y el segundo de 1901 a 1904, profesó la filosofía positivista hasta por lo menos 1910; propició la fundación del Ateneo de la Juventud a principios del siglo XX, proclamó el papel de la ciencia como factor de bienestar de pueblo. Justo Sierra tenía desde sus inicios como funcionario porfiriano la idea de la autonomía en la administración de la educación pública.

Fue hasta 1905 en que Porfirio Díaz aceptó separar del Ministerio de Justicia el ramo de la instrucción pública para hacer una nueva Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, cuya titularidad estuvo a cargo de Sierra del 1º. de julio de 1905 al 24 de marzo de 1911.

Este cambio significó para Sierra que el presidente Díaz había comprendido que la educación pública en el país era tan importante como la transformación económica. La asignación presupuestal fue mayor cada año, pero mínima comparada con lo asignado al Ministerio de Guerra, que acaparaba la cuarta parte del presupuesto total. En este año, del total de mexicanos, el 85% de la población era analfabeta”[13].

Un dato interesante, si queremos conocer el estado educacional en dicho momento histórico, lo facilita Ávila[14], a saber:

“De acuerdo con registros, para 1910, México tenía 15.2 millones de habitantes, el 71 por ciento vivía en zonas rurales; el 58 por ciento tenía 14 años o menos, y 81.5 por ciento de la población adulta era analfabeta.

Al hacerse cargo del ministerio, Sierra se propuso realizar dos cosas: la primera, consistía en transformar la escuela primaria, de simplemente instructiva, en esencialmente educativa con la participación directa del Estado, en un organismo destinado, no a enseñar a leer, escribir y contar, como se pretendía antes, sino a pensar, a sentir y a desarrollar en el niño al hombre. La segunda era la de organizar los estudios superiores.

En la ley de 1908 se promulgó de una manera más concreta y fundamentada su pensamiento educativo y con ella pretendía alcanzar el primero de sus objetivos: la idea de que la educación oficial sería esencialmente educativa; la instrucción se consideraría como medio de educación, y declaraba obligatoria la educación primaria[15].

El argumento empleado por Sierra para justificar la transformación a una escuela primaria educativa con la participación del Estado, fue “...el estado debe encargarse de buscar en el niño al hombre físico, moral e intelectual, debe procurar el desarrollo armónico de sus facultades, de estos tres modos de ser, y añadir otro, el modo estético, es decir, educar la facultad de concebir lo bello y formar el gusto”[16]. En este programa se buscaba principalmente desarrollar en los educandos el amor a la patria, a sus instituciones y contribuir al progreso del país. El perfeccionamiento de sus habitantes sería integral, es decir, tendería a producir simultáneamente el desenvolvimiento moral, físico, intelectual y estético de los escolares. Además la educación debería ser laica, absteniéndose de enseñar, defender, o atacar ninguna de las religiones y, además, sería gratuita[17].

La gran obra moral de la escuela laica consiste en inculcar la verdad, infundiendo en la niñez los hábitos de amor a la verdad que son, la clave de toda educación moral. En el artículo 4º. de la Ley de 1908 se incluyen preceptos que pueden llamarse de orden pedagógico.

El maestro Justo Sierra, consideraba que la educación moral ayudaría a la formación del carácter por medio de la obediencia y disciplina, así como por el constante y racional ejercicio de sentimientos, resoluciones y actos encaminados a producir el respeto a sí mismo y el amor a la familia, a la escuela, a la patria y a los demás. La educación física, obtenida por las medidas de profilaxis indispensable, los ejercicios corporales apropiados y  por la formación de hábitos de higiene. La cultura intelectual, el que se alcanzará por el ejercicio gradual y metódico de los sentimientos y la atención, el desarrollo del lenguaje, la disciplina de la imaginación y la progresiva aproximación a la exactitud del juicio. Y por último, la educación estética, que se efectuará promoviendo la iniciación del buen gusto y proporcionando  los educandos nociones de arte adecuadas a su edad[18].

Se trata de que la escuela proporcione una educación integral, que permita al pueblo tener acceso a la cultura y así también contribuir al desarrollo social. En su visión de la educación nunca separa lo individual de lo social.

Justo Sierra consideraba que era imprescindible que la educación fuera laica, conforme su declaración: “estamos obligados a no herir esta delicadísima fibra del corazón humano, que se llama el amor por la fe que se profesa, y que es precisamente la que pulsa la Iglesia para mantener vivo, sin lograrlo, por fortuna, el odio de la mayoría de la población de la República hacia nuestras libres instituciones... Toca al escritor, al filósofo, el historiador, combatir la doctrina con la doctrina y denunciar y refutar las ideas que desde la cátedra católica niegan la legitimidad de cuanto constituye las condiciones de vida de la sociedad actual. Pero esto no lo puede hacer el Estado, no puede convertirse en sectario, porque representa la totalidad nacional y de lo contrario rebajaría su papel al nivel de los odios religiosos y su misión de justicia quedaría fundamentalmente adulterada por esta suerte. En cambio debe no sólo reprimir, sino prevenir el mal y combatir resueltamente, y para ello es la escuela un instrumento maravilloso, cuando a transformar a las generaciones venideras en enemigas de las teorías sobre las que se basan la sociedad y el estado mismo”[19].

También reformó a siete los años de escolaridad, es decir, cinco para la educación primaria elemental y dos años de educación primaria superior. Esto motivado por las diferentes circunstancias sociales prevalecientes en la época en el país, lo que en muchas ocasiones originaba que la mitad de la población usuaria únicamente cursara algunos primeros años, por lo que las materias eran las mismas que las de la primaria elemental sólo que vistas con mayor amplitud.

Al respecto declaró: “Un niño no educado no puede ser un buen mexicano. La educación de cuatro a cinco años comprende al niño de seis a catorce años. La educación primaria elemental para llegar a su completo desarrollo, necesitará cinco años en vez de cuatro”[20].

En el artículo 5º. de la Ley de 1908 se intenta alejar al niño del campo de lo abstracto. Primero por el abstracto y después por el terreno de lo concreto. “Es necesario que vea los objetos, que palpe las cosas, que conozca las cosas, que conozca la naturaleza en sus funciones más sensibles, para  poder llegar después a la concepción de las ideas generales, que propiamente se llaman ideas abstractas y que se llaman así porque abstraen de las cosas las ideas[21]”. Como parte de las innovaciones que trajo esta reforma educativa se enlistan a continuación las siguientes:

1.  La enseñanza obligatoria de los trabajos manuales. Justo Sierra consideraba que “El     trabajo manual ha sido considerado, como un medio especial de fomentar en el niño aptitudes y facultades especiales que, desarrollando su destreza manual, desarrollan su destreza óptica, y contribuyen también a facilitar la formación de sus ideas, cultivando en él las aptitudes de invención y creación que constituyen un modo importantísimo del desarrollo intelectual”[22].

2.  En cuanto a la economía política, los elementos de teneduría de libros y las nociones de topografía fueron suprimidas. Además, implantó el uso del libro de texto basados con la ideología del contenido científico en la educación. Fue autor del texto “Historia patria” para primaria e “Historia General” para preparatoria[23].

3. El impulso a las escuelas de adultos, es decir, de los niños que han pasado ya de la edad escolar, o de los hombres que forman parte de las clases obreras, y que no han podido recibir la educación elemental primaria o no han podido completarla. Aunque ya existían eran necesario transformarlas, porque se quiere la educación del obrero como se quiere la educación del niño[24]

4. Fundación de las escuelas para niños deficientes, niños que no pueden llegar al mismo tiempo de que los otros a un desarrollo suficiente para poder aprovechar de los elementos educativos. Problema de especial estudio por alemanes y de Estados Unidos, en el que una vez que el niño ha recibido el trato y enseñanza especial, deberá ser reintegrado a las escuelas normales[25].

5. La obligatoriedad de la instrucción primaria. Quedando como encargada de su cumplimiento a la autoridad política. Sierra consideraba que la capital del país era la zona más difícil de hacer cumplir la ley, porque en ella había mayor cantidad de recursos para eludir la obligación.

Por otra parte, en abril de 1910 se promulga la Ley Constitutiva de la Escuela Nacional de Altos Estudios, perfeccionando en ella los estudios que se hicieran en las escuelas nacionales preparatorias y en las escuelas de jurisprudencia, Medicina, Ingenieros y Bellas Artes, así como desarrollar investigación científica y formar profesores para escuelas secundarias y profesional. El 22 de septiembre de ese mismo año, se inaugura la Universidad Nacional de México, proyecto prominente de Sierra, y reclamando su autonomía, pero no es hasta 1929 que le es concedida.

Sierra pensó que en una universidad de tipo moderno, una agrupación orgánica de institutos, docentes y de investigación no pretendió exhumar el tipo de universidad colonial, pero la naciente no podía tener la estructura de la otra.

En suma, se puede afirmar que el Positivismo[26], aunque tuvo diferentes enfoques, fue fundamental en la construcción política mexicana, una vez finalizados los tiempos de guerra y descontento social, que prevaleció durante tanto tiempo. Contribuyó con fuertes conceptos y valiosa ideología que permitió cimentar las condiciones de un cambio de vida e incluso más parcial, en todo el país.

Por otra parte, la reforma educativa tuvo tanto impulso y aprobación que es latente aún en nuestros días, y con base en ésta, mucha de la gente pobre que vive en el país, ha podido tener acceso a la escuela, aunque no se sabe, a ciencia cierta si esto sucedió porque se volvió obligatoria la instrucción, pero lo cierto es que generó una importante disminución en el analfabetismo entre la población mexicana[27].

Naturalmente no todo el programa de Justo Sierra se llevó a la práctica, tal y como él lo concibió. No todos tienen verdadero acceso a las distintas enseñanzas, particularmente en la Preparatoria y Universitaria. Pero sentó nuevas ideas y premisas que aún hoy siguen viviendo y sirven de base de resistencia y de lucha para lograr una educación con acceso para todos y vinculada a la vida y a la sociedad.

El sentido filosófico – cultural de su discurso educativo con apoyatura utópica y  realista, le aporta a toda su obra cualidad humanista, porque la cultura, tal y como enfatiza el Dr. Pupo, es producción verdaderamente humana y medida de ascensión[28]. 

Referencias:

[1] Rivero, D, Rojas, I. Justo Sierra y la Filosofía positivista en México. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, pp. 71 – 72.

[2] Sierra, Justo. La educación nacional. Obras, V. VII, p. 14.

[3] El subrayado es mío. R. I.

[4] Rivero, D, Rojas, I. Justo Sierra y la Filosofía positivista en México. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1987, pp. 66 – 67.

[5]  Sierra, 1977; Vol. X: 15).

[6]  Najmanovich Denise (2005) Pensar la subjetividad. Complejidad, vínculos y emergencia Utopía y Praxis Latinoamericana. Año 6, No. 14 (2001), pp. 106-111.

[7]  Pupo R. (2006), Prontuario Filosófico cátedra de Filosofía de la Educación.

[8] Justo Sierra  se encuentra entre los crea­dores de la tradición hispanoamericana, junto a hombres como Bello, Sarmiento, Montalvo, Hostos y Martí, para quienes pensar y escribir fue una forma de bien social y la belleza una manera de educación pa­ra el pueblo. Por su gestión como educador y su visión como historiador, Justo Sierra puede ser considerado como un precursor de la Revolución Mexicana en el ámbito educativo y cultural.

[9] Martí, J. Colegio de abogados… México. Obras completas. Tomo 6. Editorial  Nacional de Cuba, La Habana, 1963, p. 211.

[10] Ibídem, p. 209.

[11] ¿Que acciones hizo Justo Sierra en beneficio de la educación en México en el siglo XIX? El Positivismo en México; Leopoldo Zea_archivos\¿Qué acciones hizo Justo Sierra en beneficio de la educación en México en el siglo XIX -  Respuestas.htm

[12] Ver Verónica Ávila, Ana.  Reforma educativa de Justo Sierra. http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/reformaeducativadejustosierra.htm.

[13] Verónica Ávila, Ana.  Reforma educativa de Justo Sierra. http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/reformaeducativadejustosierra.htm.

[14] La certeza de estos datos ha sido comprobada, por eso son asumidos.

[15] Ver Verónica Ávila, Ana.  Reforma educativa de Justo Sierra. http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/reformaeducativadejustosierra.htm.

[16] Sierra, 1985 a:25

[17] Ver Prawda, Juan.  “Desarrollo del sistema educativo mexicano, pasado, presente y futuro”.  Curiel, Martha, et. al. en México, setenta y cinco años de Revolución. T.I. México: F.C.E., 1988, p. 61.

[18] Ver Bazant, Milda. Historia de la educación durante el Porfiriato. México: El Colegio de México, 1993, p. 43.

[19] Ver Sierra, Justo. “Sobre el laicismo en la educación” en Debate pedagógico durante el Porfiriato. Antología preparada por Milda Bazant. México: El Caballito, SEP. 1985b, p. 23.

[20] Sierra, Justo. “Reformas legales a la educación primaria” en Debate pedagógico durante el Porfiriato. Antología preparada por Milda Bazant. México: El Caballito, SEP. 1985ª, p. 23.

[21] Ibídem, p. 28

[22] Ver Bazant, Milda Historia de la educación durante el Porfiriato. México: El Colegio de México. 1993, p. 45.  

[23] Ver Bazant, Milda Historia de la educación durante el Porfiriato. México: El Colegio de México. 1993, p. 45.  

[24] Sierra, Justo. “Reformas legales a la educación primaria” en Debate pedagógico durante el Porfiriato. Antología preparada por Milda Bazant. México: El Caballito, SEP. 1985ª, p. 43.

[25] Ibídem.

[26] Por supuesto con el carácter sui géneris que tuvo en México y particularmente los matices que le aporta, principalmente en su etapa final Justo Sierra.

[27] [27] Verónica Ávila, Ana.  Reforma educativa de Justo Sierra. http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/reformaeducativadejustosierra.htm.

[28] Ver Pupo, R. El ensayo como búsqueda y creación. Hacia un discurso de aprehensión compleja. UPCH, Tabasco, México, 2007.

 

por Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal

 

 

Ver, además:

 

 

                      Justo Sierra  en Letras Uruguay

 

 

                                                  Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal en Letras Uruguay

 

 

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