Influencias ideológicas y filosóficas de la obra de Justo Sierra

por Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal

Al asumir el contexto histórico, político y cultural de México y el devenir ideológico filosófico[1], antes de la inauguración del positivismo es necesario tener en cuenta   que, “como  casi en todos los países de América Latina, México, - enfatiza Guadarrama -aún después de la independencia, no había cambiado mucho  su estructura  económica y social, pues no se habían producido en él las aceleraciones  necesarias para tales  transformaciones.

Si bien la agricultura había tenido algunos adelantos, seguía siendo una economía cuasifeudal, patriarcal, con un desarrollo muy pobre de su industria y otras formas productivas, así como mantenía un comercio exterior supeditado a lo que antes eran  metrópolis coloniales y paulatinamente se convertían en neocoloniales e imperialistas.

México sufrió un intento de ser conquistado por los franceses a mediados del siglo pasado, y concluyó con la caída del Imperio de Maximiliano en 1867.   Esa  pretensión de afrancesamiento de la cultura hispanoamericana  y de la vida política de la parte no sajona de América, dio lugar a  que se propiciase la utilización del concepto de América Latina.  Los franceses para justificar su dominación, en  vez de una América Hispánica introdujeron el término de América Latina, también con cierto derecho a tener poder hegemónico sobre lo que en su lugar Martí enfatizaría como nuestra América.

México desarrolla una serie de transformaciones a fines del siglo XIX, con el proceso de la Reforma que lleva a cabo Benito Juárez, en un intento por acelerar las transformaciones burguesas nacionales, con la aspiración de lograr un desarrollo capitalista acelerado y una incorporación plena a la modernidad[2].

En medio de ese ambiente de ideas liberales que invocaba el positivismo como proclama hacia una sociedad más democrática, y hacia una sociedad de mayor participación económica, civil y política, es que el positivismo toma auge (…)  a través de dos figuras principales:  Gabino Barreda y Justo Sierra[3].  Justo Sierra se afilia principalmente al positivismo evolucionista[4], siguiendo la influencia de H. Spencer[5].

La formación ideológica filosófica de Justo Sierra tiene lugar en el devenir mismo de su actividad, incluyendo el medio familiar, el liberalismo propio del momento histórico, el positivismo y las ideas ilustradas que actuaban al mismo tiempo, en la comunidad intelectual en que se desarrolla.

El registro de sus primeras publicaciones lo ubicamos ya en 1867, pero su obra sistematizada aparece a partir de 1878, con publicaciones tales como: Compendio de historia general, México, 1878; Compendio de la historia de la antigüedad, México, 1880; Confesiones de un pianista, México, 1882; Historia general, México, 1891; Cuentos románticos, México, 1896, 1934, 1946; Juárez. Su obra y tiempo, México, 1905-1906; Historia de México. La Conquista. La Nueva España, Madrid, 1917; Prosas, México, 1917; Poemas, México, 1917; Discursos, México, 1919; Poesías, 1842-1912, México, 1937; Evolución política del pueblo mexicano, México, 1940; Justo Sierra. Prosas, México, 1939; Obras completas, XV vols., México, 1948-1949. Andrés Henestrosa Semblanzas de Académicos. Ediciones del Centenario de la Academia Mexicana. México, 1975, 313 pp.

No obstante, entre 1868 y 1876, Sierra escribe en diferentes periódicos como El Renacimiento (1869), El Domingo (1870), El Siglo Diez y Nueve (1870), El Federalista (1871); su principal producción es de tipo literario, pero en este último título ya presenta materiales de orientación política y analítica.

En definitiva, es en La Tribuna (1874), donde da muestra de su genio en la percepción de su realidad y de la orientación política que lo guiará durante su etapa de madurez. Su texto titulado “Los Problemas Nacionales y el Gobierno” es un primer acercamiento a lo que hoy podemos llamar sociología política. Es un texto donde explica la coyuntura que vive la nación en torno al poder; al respecto dice: “Casi todos los escritores (latinos), incurren en el error de hacer depender la felicidad y el porvenir de un pueblo de la acción de los gobernantes. Esta es una vieja idea del rancio y gastado socialismo de los pasados tiempos, que tendía a concentrar todo el poder en un solo hombre. Pero no es racional ni democrática…” [6]

Su evolución social y en las partes que le corresponden del libro “Juárez, su obra y su tiempo, representan, al decir de don Antonio Caso, la síntesis más clara y cabal que poseemos, hasta ahora, de la época reformista y de restauración de la República; el enunciado más real y definitivo de aquel momento dramático, que inició en nuestro suelo la conquista decisiva de la libertad; es decir el pleno afianzamiento de la patria; lo cual constituye uno de los episodios esenciales de la historia constitucional de América. Como poeta su legado es muy breve: unos cuantos poemas originales y la traducción de algunos de los sonetos de Trofeos de José María Heredia. Como crítico literario su legado es más breve aún: sólo algunos prólogos, uno de ellos de verdad perdurable: el que escribió para las Poesías de Manuel Gutiérrez Nájera. Allí están la explicación del afrancesamiento en la lírica mexicana, la defensa del Modernismo, todo lo cual queda tratado al margen de las escuelas y por encima de las capillas.

Combatiente por el advenimiento de una literatura nacional, le sale al paso Marcelino Menéndez y Pelayo que aseguró que nuestra literatura patria aún no aparecía, lo que para el maestro mexicano no era de buenos parientes ni de buenos críticos. Reconocía que ningún pueblo, engendrado por otro en la plenitud de su cultura, y a quien se haya transmitido la herencia forzosa de la lengua, las costumbres y la religión, ha podido crearse a la par de su personalidad política una personalidad intelectual o literaria. Esto ha sido, cuando ha sido, obra lenta del tiempo y de las circunstancias. No quería una literatura mexicana a todo trance, a como diera lugar, paralela a la constitución y a la independencia política, sino a su tiempo, fatalmente.

La literatura era el medio en que la conciencia de un pueblo toma plena posesión de sí misma. Proclama la lengua española como el vaso único en que debíamos beber el vino nuevo. Pensamientos franceses en versos españoles, mientras llega el tiempo de poner en ellos pensamientos mexicanos -decía- ¿Opina el ilustre académico, que la historia de nuestra literatura no revela la evolución hacia cierta forma característica y que marque distintamente al grupo mexicano entre los demás de habla española?

El Licenciado justo Sierra Méndez pronto comprendió que su vocación no tiraba al pleito, ante los tribunales, había comprendido durante su pasantía de abogado en el despacho de su tío, el Lic. Méndez Echazarreta, entonces, le encomendó éste que llevase un juicio bajo su única dirección y responsabilidad, el contrincante, era un tinterillo de dos al cuarto, sin estudios, pero con mucha malicia, y ganó el negocio. El hecho dolió intensamente al Lic. Sierra, y en presencia del asombrado tío, hizo pedazos su flamante diploma. Nunca volvió a litigar.

Prefirió dedicarse a las letras y al magisterio. Así obtuvo una cátedra en el Conservatorio Nacional de Música y Declamación, y continuó sus actividades en la prensa. Sin embargo, su amistad con los más prominentes juaristas, le valió su primera admisión a la Cámara de Diputados, por el Distrito de Chicontepec, Estado de Veracruz, resultaron electos como propietario Francisco Hernández Hernández y el Lic. Justo Sierra como suplente

El 19 de Diciembre de 1873 fue nombrado Secretario de la Tercera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para suplir al Lic. Luis Malanco que pidió licencia, el 18 de Diciembre, tomando posesión de su empleo un día después. Durante el año de 1877 ayudó a su hermano Santiago a publicar “El Mundo Científico”.

Al decir de Gabriel Ferrer de M. “(…) esta época ha sido una de las más movidas que ha tenido México. No porque la mayoría del pueblo en ella estuviese interesado, sino porque las minorías selectas aspirantes a detener el poder, formaban varios grupos antagónicos que atacaban rudamente, pero dentro del terreno de la prensa y la caballerosidad, existía un fuerte grupo lerdista que hacía oposición al porfirismo, una de cuyas cabezas era el Lic. Manuel Romero Rubio, compadre de Lerdo de Tejada pues era padrino de Doña Carmen Romero  Rubio, los rezagados legalistas atacaban a Sebastián y a Díaz; algunos antiguos juaristas contaban con prestigiados jefes del ejército que lucharon contra los imperialistas y que aun no se rendían al tuxtepecano: había benitistas y no faltaba uno que otro general con algunos partidarios que se sintiese capaz de suceder al antirreeleccionista Díaz. Pero todos los grupos contaban con hombres enteros, cultos, desinteresados y distinguidos en alguna otra actividad, que honraban la política del país”[7].

Santiago Sierra Méndez, inteligente y un torbellino de actividad, menor que Justo, planeó terciar en la contienda con un periódico de combate y entre los dos prepararon la fundación de La Libertad, periódico político científico y literario según  su lema, pero en realidad noventa por ciento lo primero, cuyo primer número fue entregado al público el 5 de Enero de 1878. En este año empezó la publicación de su “Compendio de Historia General”[8]. Para esto, ya tenía acreditada cierta experiencia y conocimientos en el ramo y desde 1874 era socio de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Con el objeto de atender los trabajos enumerados, solicitó una licencia para separarse de su empleo en la Corte Suprema, siendo sustituido  por el Lic. Manuel Fernández Villarreal[9], igual que su anterior separación.

El tono aseverativo de su palabra sobre la relación entre el individuo y el estado, orienta su pensamiento político hacia el concepto de democracia como proceso de relación entre los dos elementos sociales reconocidos en la estructura y que son mando y subordinación. Para Sierra, la simetría debe ser inversa entre los dos elemento y ponderarse al individuo sobre la administración y gobierno, este es un grave problema que vive la nación como parte de la Restauración de la vida republicana.

La preocupación pues, se concentra en restablecer el concepto de individuo en la democracia y en medio de un país convulsionado por la coyuntura política de fin de guerra civil. Al respecto escribe: “En las democracias, la opinión…de fiarlo todo a la acción administrativa, es ilógica, absurda. En las democracias el único soberano es el individuo; sus derechos están fuera de la acción de las mayorías y de la ley misma. La idea del pacto social, resultando del mutuo sacrificio es errónea. El individuo no puede sacrificar un solo ápice de su libertad...”[10]

En abundancia de este pensamiento, sobre el término gobierno, piensa que no es un conjunto de libertades sacrificadas; pensar de ese modo sólo lleva a arcaísmos políticos, menciona a ideas arcaicas; el punto está en el ideal democrático que tiene como base individualismo y libertad. Por eso en este texto considera que uno de los graves problemas nacionales está situado en el incumplimiento de estos derechos básicos del ciudadano: la libertad y el individuo.

Al respecto considera que para lograr el arraigo del ideal democrático, el individuo debe tener conciencia de su libertad como derecho civil básico frente al estado; que éste último tiene la obligación de garantizarla y mediar ante la libertad de los otros. La mejor forma de preparar el mundo de convicciones liberales se circunscribe a las garantías individuales que ofrece la constitución de 1857 y el modo de alcanzarlas está en la instrucción pública.

La instrucción pública es otro de los problemas nacionales, corresponde a los poderes Ejecutivo y Legislativo impulsar el sistema educativo donde el libro es la fuente del saber. Es necesario para las zonas lejanas y de base agrícola, que es vasta en diferentes regiones del país.

De las convicciones de Sierra, la más política es la que gira en torno a la educación, sobre todo la de carácter público. Ya en 1874 da muestra, se comentó antes, de esta perspicacia política que será definitiva en su madurez como pensador; sin embargo, se necesita un pensamiento más sistemático y orientado a sus propios fines en la coyuntura que vive el país, entre 1867 y 1876, que fue definitiva en la formación del concepto de nación que desea, son varios los acontecimientos históricos que marcan el período: el fin de la intervención extranjera, reelección y muerte del presidente Juárez, la revuelta militar y el advenimiento al gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada y sus intentos de reelección (1876); hechos que pusieron en crisis el sistema político instaurado por los liberales triunfadores.

Agregamos, también, la revuelta de Porfirio Díaz contra el plan reeleccionista de Lerdo de Tejada y la toma del poder central por el caudillo Tuxtepecano. El fallido intento de José María Iglesias de continuar con la restitución del constitucionalismo y su derrota; estos son hechos que llevan a Sierra y sus allegados a exiliarse en diferentes estados de la República y finalmente los marcaría respecto de su posición política, siempre dentro del liberalismo.

Sin embargo, no todo se perdió por su filiación con los constitucionalistas que apoyaron a José Ma. Iglesias; Sierra Méndez sostiene que la prensa debe mantener su libertad y en su artículo, en El Federalista, 23 de marzo de 1876, sobre esta materia escribe lo siguiente: “Mientras se desarrollan acontecimientos más o menos graves en los campos de batalla, la opinión pública, un tanto desorientada en esta barahunda, comienza a preocuparse de la actitud de las Cámaras…”[11]

El tema central consiste en si las Cámaras deberían o no otorgar facultades extraordinarias al Ejecutivo, a lo que Sierra se opone y considera que es un peligro que ante esta actitud la prensa quede a criterio del Presidente Lerdo de Tejada; a lo que se opone terminantemente.

Y se opone a que las Cámaras lo hagan porque como todo liberal de viejo y nuevo cuño, una de las razones de serlo está en mantener la libertad de imprenta. Es así no sólo por principio democrático, sino que se trata de construir la opinión en el espacio público y concurrir dentro de la acción política con un instrumento poderoso, como es la formación de la opinión periodística, de orden político en la vida social e introducir nuevas opiniones entre los ciudadanos. Pero todo esto posee su historia.

Un hecho destacado en la vida personal de Sierra es que desde niño se debatió entre la palabra y la acción pública; los primeros diez años de su infancia se desarrollaron entre la educación y la lucha criminal de campechanos y emeritenses; donde su abuelo y sus padres fueron actores prominentes en las contiendas. Esto es importante,  porque una de las primeras categorías de pensamiento político que se formaron en el joven Sierra Méndez fue en torno a la identidad y el consecuente aspecto de nacionalismo, esto es comprobable en sus escritos, tanto literarios como periodísticos, a lo largo de su vida intelectual y madura.

Desde muy joven, la cercanía con los pensadores liberales de la segunda mitad del siglo le permitió incorporarse a la vida pública a través del periodismo, así como concluir su carrera en Derecho. El registro de sus primeras publicaciones se colocan ya en 1867, se hace necesario recordar que es cuando el Presidente Juárez triunfa ante las fuerzas de la reacción y la intervención europea. Precisamente, cuando se inicia el período conocido como la República Restaurada hacia 1869; es el tiempo en el cual, como ya se mencionó anteriormente, a los veintiún años de edad, se recibe como abogado.

Esta acción marcará el camino a seguir en su fecunda vida, pues como hemos visto, en este apartado, Sierra Méndez, se inicia con el destino de escribir sobre asuntos varios, pero ya en 1876 define la coyuntura conceptuada como los problemas nacionales, y su idea de mantener la libertad de prensa como un principio fundamental. Muchas influencias dejan su impronta en su pensamiento filosófico, político y social, pero las tendencias y corrientes ideológicas y filosóficas que más se observan en su accionar teórico y práctico son las ideas de la Ilustración, el positivismo y el liberalismo, pero todo atravesado por sus convicciones patrióticas y civilistas.

Todo ello va perfilando el desarrollo y sistematización de su pensamiento filosófico, así como las particularidades de su positivismo evolucionista de matiz spenceriano.

Referencias: 

[1] Ver de Monal, I. Esbozo de las ideas en América Latina hasta mediados del siglo XX. En Colectivo de autores. Filosofía en América Latina, Editorial Félix Varela, La Habana,  1998, pp. 1 – 40.

[2] Ver anexo IV.

[3] Guadarrama, P. Positivismo y antipositivismo en América Latina. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, pp. 43 – 44.

[4] Ver anexo IV

[5] Filósofo evolucionista inglés. Nació en Derby, y siendo hijo de un maestro que quiso ensayar en su hijo sus teorías pedagógicas, fue autodidacta. Trabajó como ingeniero y como periodista económico, y fue amigo de T. Huxley, de Francis Galton, del famoso físico James C. Maxwell, del antropólogo James G. Frazer, y de J. Stuart Mill. A los cuarenta años concibió un vasto sistema filosófico evolucionista, con anterioridad a Darwin, que desarrolló a lo largo del resto de su vida. Por ello, saludó la aparición del darwinismo como una corroboración de sus concepciones, e integró el evolucionismo darwiniano en sus sistema filosófico, en el cual desarrolló la idea de que la evolución, entendida como concepto unificador, rige toda la realidad fenoménica, desde el sistema solar hasta las especies animales; desde la naturaleza inorgánica hasta las sociedades, la moral y la vida del espíritu, que en cierta forma se hereda. Ejerció una gran influencia en la filosofía y en la cultura de finales del siglo pasado, especialmente sobre Bergson.

[6] Justo Sierra, Obras, p.56).

[7]  Gabriel Ferrer de M. El Maestro Justo Sierra, Biblioteca Enciclopédica Popular, Secretaría de Educación Pública, Septiembre 1947.

[8] Periódico “La Libertad”, 26 de Enero de 1878 

[9] Libro de Actas de 17 y 29 de Enero, 15 y 20 de Marzo de 1878 Libro Núm. 93

[10] Sierra, Obras, p. 57).

[11]  Sierra, J. Obras,  Vol. IV, p. 82

 

por Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal

 

 

Ver, además:

 

 

                      Justo Sierra  en Letras Uruguay

 

 

                                                  Dra. Rosa Idalia Guajardo Bernal en Letras Uruguay

 

 

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